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47. El poder del paisaje: Nuevas perspectivas sobre la presencia teotihuacana en las Tierras Altas y Costa Sur de Guatemala – Lucía R. Henderson, Universidad de Texas en Austin – Simposio 24, Año 2010

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Henderson, Lucia R.

2011        El poder del paisaje: Nuevas perspectivas sobre la presencia teotihuacana en las Tierras Altas y Costa Sur de Guatemala.  (Editado por B. Arroyo, L. Paiz, A. Linares y A. Arroyave), pp. 584-596. Museo Nacional de Arqueología y Etnología, Guatemala (versión digital).

47

EL PODER DEL PAISAJE:

NUEVAS PERSPECTIVAS SOBRE LA PRESENCIA TEOTIHUACANA EN LAS TIERRAS ALTAS Y COSTA SUR DE GUATEMALA

Lucía R. Henderson

Universidad de Texas en Austin

PALABRAS CLAVE

Altiplano, Costa Sur, Teotihuacán, volcanes, iconografía, incensarios

ABSTRACT

Analysis of the material and iconographic records of Lake Amatitlán and Escuintla, Guatemala, indicate that ritual and pilgrimage may have played a key role in bringing Teotihuacanos to this area during the Early Classic period. The physical properties of the Lake Amatitlán region would have resonated strongly in Teotihuacano belief, recalling the three hearthstones of creation and the Flower Mountain paradise. This paper considers the impact Maya ideology may have had on Teotihuacano ritual by investigating Lake Amatitlán as a point of multicultural interaction, incorporating pilgrimage, procession, and the reverence accorded particularly sacred landscapes into discussions of Teotihuacán presence in the Guatemalan highlands.

INTRODUCCIÓN

Gran cantidad de tinta ha sido vertida a lo largo de los años sobre la enigmática relación entre Teotihuacan y los Mayas. Este artículo no resume o enumera estas teorías, si no que busca agregar a la discusión una nueva dimensión que ha sido pasada por alto: una consideración de la región del Lago Amatitlán como un sitio de peregrinaje y veneración para los antiguos teotihuacanos. En otras palabras, considera el rol que tuvieron la ideología  Maya, el Lago de Amatitlán, y la reverencia particular otorgada a los paisajes sagrados en atraer a los teotihuacanos al Altiplano de Guatemala y la Costa Sur.

Localizado justo al sur de la Ciudad de Guatemala, donde las Tierras Altas dan paso hacia la Costa del Pacífico, el Lago de Amatitlán es frecuentemente visto como un destino vacacional. Sin embargo, las miles de vasijas y otras ofrendas ceremoniales encontradas en el lago indican que ha sido un sitio de veneración ritual por más de 2,000 años (ver Henderson s.f.). Que el Lago de Amatitlán ha resonado tan fuertemente a través de milenios no es sorprendente. Localizado al pie del volcán de Pacaya, el Lago de Amatitlán se caracteriza por fenómenos naturales espectaculares que lo hacen uno de los lagos más raros de Mesoamérica. No sólo tiene remolinos, cargas de mercurio, y fuentes termales de azufre, sino que además tiene géisers que erupcionan periódicamente a lo largo de la orilla sur (Borhegyi 1958, 1959; Berlo 1984:143). El volcán Pacaya, elevándose justo al sur, es el segundo volcán más activo de Guatemala y también se caracteriza por actividades que inspiran asombro. Recientemente, el 27 de mayo de 2010, una gran erupción lanzó piedras a 40 km del volcán y cubrió la Ciudad de Guatemala con una gruesa capa de ceniza, forzando a miles de personas evacuar sus casas.

La iconografía local del período Clásico Temprano indica que el Lago de Amatitlán y el Volcán Pacaya eran vistos como manifestaciones físicas del otro-mundo, ambos como la morada fogosa de los muertos y como la Montaña Florida. Estas creencias locales habrían resonado poderosamente en las poblaciones teotihuacanas visitantes, cuya presencia ha sido notada en numerosos sitios de la costa del Pacífico y el Altiplano y que, similarmente, combinaban las ideas de la Montaña Florida, los volcanes, y los cuerpos de agua en su propia iconografía. Esta región también habría de evocar las tres piedras del fogón de la creación para los teotihuacanos en su ciudad. Tal y como equiparaban a las montañas rodeando su capital a las tres piedras de fuego puestas en el principio del tiempo para marcar el centro del cosmos, los visitantes teotihuacanos en Escuintla podrían haber asociado la dramática tríada de volcanes Pacaya, Fuego y Agua con este mito de creación. Estas conexiones ideológicas e iconográficas indican que la religión y el ritual deben ser considerados al discutir la naturaleza de la presencia teotihuacana en el área.

ICONOGRAFÍA DE ESCUINTLA

Aunque incluye imaginería militar, la iconografía de Escuintla se enfoca más en comportamientos y eventos rituales: ricas ofrendas cayendo de las manos de la gente, personajes visitando lugares poderosos, etc. Específicamente, la iconografía de Escuintla parece tomar conceptos religiosos pan-mesoamericanos y los ancla en el espacio. La Montaña Florida, el inframundo acuoso, y la creación cósmica están entonces atadas concretamente al paisaje natural, tomando forma monumental como el Lago de Amatitlán y el Volcán Pacaya.

El Lago Amatitlán y el Volcán Pacaya están claramente mostrados en la iconografía de Escuintla (ver Henderson, s.f.). Por ejemplo, varios cilindros trípodes impresos muestran un cuerpo de agua junto a una montaña. Como dice Berlo, “…la locación más cercana a Escuintla donde los lugares con agua se combinan con altas montañas es Amatitlán, 20 millas al norte” (1984:116-117; 1989:158). Varias de estas montañas muestran líquido saliendo de sus cimas o se muestran en medio de violentas erupciones, claramente indicando que representan volcanes (Figuras 1-4). Sin ningún otro volcán activo en las orillas de los lagos cercanos, está claro que éstas representan al explosivo Volcán Pacaya en la orilla del Lago Amatitlán.

Referencias a volcanes y cuerpos de agua igualmente de específicas son vistas en dos tipos de tapaderas de incensarios de estilo teotihuacano en Escuintla—el formato “Espejo de Mariposa” (Figura 5) y el formato “Montaña Florida” (Figura 6). Primero, es importante notar que estas tapaderas son explícitamente cónicas. Al encenderlas, el humo saldría por la parte superior del cono, de esta manera creando una montaña humeante en miniatura. Esta es una modificación intencional del formato de tapadera de incensario teotihuacano, el cual está construido alrededor del tubo cilíndrico en vez de un cono, y por lo tanto, tiene poca correspondencia visual con montañas o volcanes.

El elemento principal de la tapadera “Espejo de Mariposa” es un espejo con alas de mariposa. Aunque los espejos son frecuentemente equiparados con agua en Mesoamérica, también son vistos como una referencia centellante de fuego (ver Taube 1992). Las alas de la mariposa, una alusión a las brasas flotantes y las almas de guerreros muertos, confirman la naturaleza fogosa de estos espejos. Algunas veces estos espejos forman los torsos de figuras con tocados de mariposa, un formato que Taube identifica como representando bultos mortuorios (2000:309, 2005:36). Aunque concuerdo que las figuras humanas probablemente son referencias a las almas muertas, algunas veces los espejos con alas de mariposa existen solos, sin figuras humanas. Parece, entonces, que el espejo en si mismo tiene más que ver con el humo y la llama—un equivalente simbólico del proceso de quema que toma lugar en los incensarios (ver Berlo 1984:65,105-108; 1989:155). Esta imaginería del fuego está reforzada y reiterada por la forma de las mismas tapaderas—con el humo saliendo de su cúspide se vuelven literalmente volcanes.

Es importante notar dos cosas: Primero, este formato de incensario es único para Escuintla (Berlo 1984:64), indicando que tiene algún tipo de significado local. Segundo, el elemento alado se muestra detrás o sobre el corchete que simboliza agua, el cual está lleno de olas, conchas y cuentas, nuevamente combinando la imaginería del fuego, la montaña y el agua. Entonces, en Escuintla el lugar de las almas mariposa era uno de fuego y agua, una dualidad encarnada por el Lago de Amatitlán y el Volcán Pacaya. Tal como los cilindros trípodes mencionados anteriormente, estas tapaderas de incensarios expresan creencias regionales específicas acerca de la locación geográfica de la morada de los muertos.

La iconografía de las tapaderas “Montaña Florida” elabora en estos conceptos. Aquí, los flancos de las tapaderas cónicas están cubiertos con imágenes de conchas, cuentas de jade, y flores, asociando al volcán con un lugar precioso de agua. Taube (2004, 2005) menciona estas tapaderas como siendo representaciones de la Montaña Florida, un lugar de cantos, lluvia, y el dulce aroma del incienso.

Estas asociaciones están enfatizadas no sólo por rica imaginería acuática, si no que también en el uso de estas vasijas como quemadoras de incienso. Es decir, estas tapaderas presentan imágenes del floral y abundante otro-mundo, como también del inframundo acuoso, desde donde el sol y las almas de los muertos se elevan (Taube 2004; 2005).

Nuevamente, pienso que estos incensarios específicamente identifican al otro-mundo como físicamente encarnado por el Lago de Amatitlán y el Volcán Pacaya. Este formato de tapadera es raramente visto en Teotihuacan y de esta manera parece haber tenido un significado particular y localizado en Escuintla. Como las tapaderas “Espejo de Mariposa,” las tapaderas “Montaña Florida” parecen representar conceptos locales del inframundo y el otro-mundo, equiparándolos con rasgos geográficos específicos, incluyendo un lago sagrado y una montaña fogosa. El lago de Amatitlán y el volcán Pacaya, entonces, no sólo eran reinos violentos asociados con los muertos y el inframundo. También eran vistos como un paraíso florido, un lugar de renacimiento, canto, e incienso. Ahí era donde los dioses y los ancestros moraban, un lugar de intersección entre lo humano y lo divino.

LA PRESENCIA TEOTIHUACANA EN GUATEMALA

Varias teorías han sido presentadas acerca de las motivaciones que llevaron a los teotihuacanos tan lejos de casa. Varios sitios del Altiplano y la costa del Pacífico muestran evidencia de la presencia teotihuacana y/o interacción con Teotihuacan, pero las explicaciones varían en cuanto a qué fue lo que trajo a los teotihuacanos a esta parte del mundo (ver, por ejemplo, Braswell 2003a; Fash y Fash 2000; Stuart 2000). Lo más frecuente es encontrar las teorías que circulan alrededor del control de intercambio comercial y los recursos (particularmente el cacao) para la ganancia económica y política. Sin embargo, a la par de estos beneficios materiales, es necesario considerar también las fuentes menos tangibles de poder político y económico que los teotihuacanos podían estar buscando en la tierra de los mayas, incluyendo el peregrinaje, el ritual, y más particularmente, viajes de legitimación a paisajes sagrados. De hecho, la economía y el peregrinaje están estrechamente ligados, ya que los sitios de peregrinaje frecuentemente actúan simultáneamente como sitios de intercambio. De muchas maneras, entonces, el incluir al peregrinaje en la discusión de la presencia de Teotihuacan en Guatemala no refuta ni desafía el argumento económico. En vez, agrega una nueva complejidad a la discusión, ensanchándola para englobar los mercados culturales y económicos que los sitios de peregrinaje crean.

Aunque la mayoría de las discusiones sobre la relación entre Teotihuacan y los Mayas se enfocan en el poder y majestuosidad de Teotihuacan en las mentes de los Mayas, los Mayas eran igualmente importantes para los habitantes de Teotihuacan (Taube 2003, 2005). De hecho, los teotihuacanos miraban al área Maya como el punto de origen de la abundancia agrícola y material—del jade, de las plumas de quetzal, y de los vientos fértiles del este que llevaban las lluvias (Ibid.). Dado que la interacción cultural entre los Mayas y los teotihuacanos se movía en ambas direcciones, un reconocimiento del impacto que la ideología maya pudo haber tenido en las actividades y los comportamientos rituales de los teotihuacanos, puede ayudar a iluminar las implicaciones más grandes de la presencia de Teotihuacan en la región maya.

Autores frequentemente discuten acerca de la influencia de Teotihuacan sobre los Mayas (ver, por ejemplo, Bove y Medrano 2003: 45), cómo Teotihuacan afectó la política y economía Maya y cómo las élites locales Mayas manipulaban los bienes materiales y símbolos de Teotihuacan para legitimizarse a si mismos (Stone 1989). Braswell (2003c:139), por ejemplo, sugiere que ciertas élites Mayas habrían llevado a cabo “…peregrinajes ocasionales o entrenamientos en Teotihuacan.” También sugiere la posibilidad que los eventos de “arribada” (ver Suart 2000) a varios sitios de Petén pueden registrar los retornos de los gobernantes mayas de sus viajes de legitimación a Teotihuacan (Braswell 2003b:38, 2003c:140). Sin embargo, es muy probable que los viajes al área Maya fueran igual de importantes para los teotihuacanos y tal vez servían propósitos similares. En otras palabras, la élite teotihuacana puede

haber estado tan interesada en obtener y mantener el poder como lo estaban los Mayas y probablemente usaron insignias extranjeras y objetos exóticos de manera similar para legitimizar su reclamo por el poder. Y que mejores materiales hay para la proclamación de riqueza y poder que el jade, plumas de quetzal y el cacao, todos los cuales se originan en el área Maya?

Parece ser que la región del Lago de Amatitlán generaba particular interés para los visitantes teotihuacanos. La combinación del emparejamiento de un volcán y un lago burbujeante junto con la tríada volcánica del Pacaya, Fuego y Agua seguramente habrían  resonado poderosamente en las creencias de los pueblos de Teotihuacan. La significancia adscrita a las combinaciones de agua con montañas es pan-mesoamericana. Estos emparejamientos no eran sólo sobre paisajes sagrados, si no que también servían como modelos para la organización social y política—un concepto expresado vívidamente en el nahua altepetl, o “montaña de agua,” un medio de organización sociopolítica que combinaba los dos elementos más cruciales para la civilización humana: la tierra y el agua (ver Berlo 1984). De esta manera, para los teotihuacanos, el Lago Amatitlán y el Volcán Pacaya habrían dado forma y particularidad a conceptos ideológicos profundamente arraigados, anclándolos en la geografía de una manera sólida y visible.

Más allá, como Taube (2005:38-39) argumenta, el arte de Teotihuacan muestra una estrecha conexión entre la Montaña Florida, el agua, los quetzales y el cacao. En otras palabras, la iconografía de Teotihuacan presenta una noción del paraíso del Altiplano Maya (Ibid). La iconografía en Escuintla sugiere que los visitantes de Teotihuacan podrían haber buscado conectar estas nociones abstractas con el paisaje físico de la región Maya. Que el Lado de  Amatitlán y el volcán Pacaya puedan haber reflejado o dado forma a los conceptos religiosos de México Central es probablemente más vívidamente expresado en los murales de Tepantitla en Teotihuacan. En estas imágenes, una versión personificada de la Montaña Florida, el axis mundi, es mostrada con un árbol brotándole (Headrick 2007:29-30) (Figura 7). En la base de esta montaña se encuentra una cueva, representado con un corchete de agua boca abajo, del cual fluye agua hacia campos de agricultura (Ibid). Dos figuras flanqueantes se presentan trayendo ofrendas.

En uno de los muros, bajo una de las Montañas Floridas antropomorfizadas, una escena más naturalista es presentada (Figura 8). Ésta muestra la representación de una montaña más realista, con una cima hendida y “un tubo en su sección superior como un volcán” (Headrick 2007:29-30). Bajo ella, personas y agua fluyen hacia afuera de la cueva (Ibid.). Aunque Headrick vincula esta montaña hendida al cercano Cerro Gordo, también puede ilustrar el tipo de asociaciones que la volcánica y acuosa región del Lago Amatitlán pudo haber tenido en las mentes de los visitantes teotihuacanos. En otras palabras, también pudo haber estado conectado con las ideas del paraíso de la Montaña Florida, un lugar de abundancia y renacimiento.

Claramente existen enlaces directos entre las escenas de Tepantitla y la imaginería relacionada con Teotihuacan de la Costa del Pacífico y las Tierras Altas. La parte trasera tallada de un espejo encontrado en Escuintla (Berrin y Pasztory 1993:Cat.181) (Figura 9), por ejemplo, es casi idéntica a la parte superior de la escena de Tepantitla. Presenta una montaña antopomorfizada frontal usando un tocado de mariposa. Como en Tepantitla, dos figuras flanqueantes traen ricas ofrendas a la montaña. Un espejo marcado con símbolos de agua y olas llenas de conchas indican que esta montaña se eleva en la orilla de un cuerpo de agua. El tocado de mariposa de la montaña recuerda las tapaderas “Espejos de Mariposa” y puede incluso identificar esta montaña como un volcán. Uno debe recordar que el lugar más cercano a Escuintla donde lagos y montañas se combinan es el Lago Amatitlán. Una parte trasera de un espejo tallada en estilo teotihuacano similar también fue encontrada en Kaminaljuyu (Kidder, Jennings, y Shook 1946:f.175a). Aunque es una versión simplificada tanto de la escena de Tepantitla como de la parte trasera del espejo de Escuintla, muestra una figura frontal similar, la cual suelta un material goteante de sus manos, con un espejo y un corchete de agua abajo.

Sin duda esto no es para decir que la escena del mural de Tepantitla representa al Lago Amatitlán y el Volcán Pacaya. Simplemente indica que los teotihuacanos parecen haber dado particular énfasis en la imaginería a la combinación volcán-lago en su arte y muestra a estas formas combinadas como sitios de veneración y ritual. Notablemente, los murales de Tepantitla en Teotihuacan muestran enlaces más estrechos a los estilos artísticos mayas que otros murales en el sitio, indicando que estas ideas estaban de alguna manera asociadas al área maya. Además, una de las mejores evidencias de la presencia teotihuacana en el área maya viene de una región que combina volcanes muy activos con un muy inusual y muy activo lago volcánico. Parece claro, entonces, que tales vínculos entre la creencia teotihuacana y la geografía física de la costanera del Pacífico debiera ser tomado en cuenta al discutir la presencia teotihuacana en ese lugar.

Dos estelas en Tikal entregan más evidencia en cuanto al rol que esta área volcánica pudo haber jugado en los movimientos de los teotihuacanos a través de la región Maya. La primera, la Estela 18, registra la celebración del final del período 8.18.0.0.0, probablemente una fecha extraordinariamente importante a través de Mesoamérica. La parte frontal de la estela muestra un personaje que combina iconografía teotihuacana y Maya. Más importantemente, él está sentado sobre la imagen de una montaña de fuego, un witz con su frente en llamas (Stuart, com. pers. 2009). Esto está más poderosamente reiterado en la Estela 31, la cual describe la ascensión de Nariz Rizada y su celebración del fin de 18 k’atunes en k’ak witz, un término que, en muchos idiomas mayas, se traduce como “volcán” (Stuart, com. pers. 2009). Este pasaje, asociado con el famoso “arribo de los extraños” en Tikal (Stuart 2000), puede indicar que estos eventos tuvieron algo que ver con, o que sus rituales asociados tuvieron lugar en, el volcánicamente activo altiplano y la costanera del Pacífico.

A la par de los volcanes, las  montañas triples parecen haber sido particularmente interesantes para los teotihuacanos y pudo haber dado incentivo adicional a sus peregrinaciones al sur. Otra vez, lo que uno ve en Teotihuacan es compartido a lo largo de la mayor parte de Mesoamérica, pero parece haber tenido una presencia física intensa en Amatitlán y Escuintla. Como lo describe Headrick (2001, 2007:113-118), los teotihuacanos estaban fascinados por las tres piedras del fogón de la creación y expresaron este concepto como tres montañas, adaptando el mito pan-mesoamericano para hacer casar la realidad física de su sitio. Es interesante entonces, que algunas de las más fuertes evidencias de la presencia de Teotihuacan en el área maya está en Escuintla, la cual está limitada al norte por tres grandes volcanes. El Pacaya y el Fuego son los dos volcanes más activos de Guatemala, mientras que el Agua, un coloso durmiente, forma la tercera parte de la tríada. Éstos, como Teotihuacan, podrían haber sido vistos como sitios de la creación—más asombrosos y violentamente activos que el mismo Teotihuacan—y por lo tanto, merecedores de veneración y peregrinaje.

El hecho de que tanta de la iconografía en Escuintla se enfoca en actos rituales en vez de actos militares apoya la idea que el ritual jugó un factor importante en la presencia de Teotihuacan en el área. En las escenas que muestran volcanes y lagos, las figuras humanas traen ricas ofrendas y cantan canciones preciosas. En general, estas escenas sugieren que la gente visitaba estos paisajes altamente cargados, derivando poder del contacto con estos lugares divinos. Está claro que el lago como un sitio de ofrendas precede largamente la presencia de Teotihuacan en el área y que estos visitantes centro-mexicanos fueron parte de una larga tradición de ofrenda que se expandió a través del tiempo y la geografía. En otras palabras, aunque la presencia teotihuacana pudo haber incrementado el poder y el prestigio de esta área para los ojos de los futuros peregrinos al sitio (cómo argumenta Berlo 1984:188), es muy posible que ya era englobado por gran poder antes que llegaran los teotihuacanos a sus orillas y era parte de la razón del porqué vinieron a este lugar desde un principio.

PRODUCCIÓN Y PEREGRINAJE

Dado que son vistos como evidencia de la interacción con o de la conquista regional por los teotihuacanos durante el período Clásico Temprano, los incensarios con decoración al “estilo teotihuacano” encontrados en el Lago Amatitlán y Escuintla son generalmente categorizados juntos como evidencia de esta interacción cultural. Sin embargo, diferencias en la técnica de construcción, el formato de la vasija, e iconografía difieren tanto entre estas dos regiones que nadie familiarizado con la cerámica teotihuacana podría confundir las versiones de Amatitlán o Escuintla por sus contrapartes mexicanas centrales (ver Berlo 1984).

Por ejemplo, mientras que los incensarios de Teotihuacan son muy delgados y abiertos (ver Pasztory 1997:133, 168; Berrin y Pasztory 1993:Cat.68, Cat. 70), los de Escuintla están construidos sobre un cono grueso, o base con forma de cerro y por ende tienden a ser más pesados. Además, los “incensarios teatrales” implican una forma de figura completa, transformando la armadura circundante en un tocado. Los incensarios teotihuacanos, por el contrario, están usualmente organizados alrededor de una cara o máscara flotante, con las armaduras funcionando como altares (Berlo 1984:28-29, 80-81, 1989:152; Pasztory 1997:133,168; Berrin y Pasztory 1993:Cat.68, Cat.70).

Aunque algunos autores favorecen el modelo de que los ceramistas de Escuintla fueron entrenados en talleres de Teotihuacan (ver Berlo 1984: 129-133, 1989:152), diferentes métodos de construcción e iconografía local indican más libertad en la producción de lo que un taller oficial teotihuacano podría haber permitido. Dado que el método teotihuacano de producción de incensarios es fácilmente reproducible y pudo haber sido fácilmente adoptado por los alfareros de Escuintla, es interesante que eligieran una nueva técnica regional. Los alfareros en Escuintla también modificaron los símbolos de México Central y su iconografía para expresar creencias locales. Como descrito arriba, estas creencias locales muchas veces circulaban alrededor del paisaje local. El hecho de que la adopción de los estilos de Teotihuacan en Escuintla ocurre junto con la aparición de vasijas representando erupciones volcánicas y la Montaña Florida, parece indicar que los dos acontecimientos estaban estrechamente ligados.

Tal y como las vasijas de Escuintla pueden ser fácilmente distinguidas de sus contrapartes teotihuacanas, las vasijas encontradas en el Lago de Amatitlán de “estilo teotihuacano” son fácilmente separadas tanto de sus análogas de Escuintla como de Teotihuacan. La mayoría de veces las tapaderas de los incensarios del Lago de Amatitlán tienen las cabezas de las figuras directamente sobre la subestructura cónica, implicando que la tapadera es el cuerpo de una figura humana o de un animal (ver Berlo 1984, Henderson s.f.). Los declives de estas tapaderas son usualmente dejados con poca o ninguna decoración. Las tapaderas de los incensarios de Amatitlán son también mucho más gruesas y pesadas que aquellas de Escuintla y Teotihuacan. La apariencia de algunas es burda y parecen haber sido ejecutadas con descuido, posiblemente porque fueron esculpidas a mano en vez de hechas con molde. Esto es muy diferente de la manufactura extremadamente fina encontrada en Teotihuacan y Escuintla. Algunos incensarios de Amatitlán son  manufacturados más cuidadosamente—incluyendo grandes figuras humanas huecas y tapaderas de incensarios en forma de animales antropomorfizados—pero estas formas más finas difieren tanto en tema como en construcción de las vasijas de Teotihuacan y Escuintla.

Las vasijas del Lago de Amatitlán presentan vínculos con numerosos estilos, tanto locales como extranjeros, incluyendo los de Kaminaljuyu, las Tierras Altas norteñas, Escuintla, El Salvador, Honduras, y el Centro de México (ver Henderson, s.f.). Sin embargo, aunque las vasijas pueden  relacionarse con otros estilos, jamás se podría identificar la mayoría de las vasijas de Amatitlán como provenientes de otro lugar, más que del lago mismo. Esto sugiere que muchas de las vasijas pueden haber sido creadas en el mismo sitio. En otras palabras, esto indica que el Lago de Amatitlán pudo haber tenido talleres locales de cerámica del cual su producción satisfacía las necesidades de la población peregrina culturalmente diversa. Esto explicaría tanto la variedad de estilos cerámicos como la mezcla de estilos en el lago. Como sugiere Berlo, es  hasta posible que varios talleres funcionaran simultáneamente en Amatitlán, representando la preferencia de teotihuacanos locales, residentes mayas, y otros (Berlo 1984:193). La idea de la producción local es apoyada más allá por las arcillas uniformes y la consistente calidad técnica de la mayoría de las vasijas de Amatitlán. También esto se apoya por la naturaleza grotesca de algunos de los incensarios, los cuales son muy pesados y difíciles de transportar a distancia. Algunos tienen hasta un metro y medio de altura (Berlo 1984:192; Borhegyi 1959a:105).

Al reconocer el poder del peregrinaje no sólo resalta la existencia de una economía de producción local basada en la población peregrina, si no que además agrega matices y complejidad a la discusión global acerca de las economías locales, regionales, e intrarregionales. Tal reconocimiento también puede ayudar a comprender mejor las redes intrincadas de intercambio que existían cuando los teotihuacanos vinieron a la tierra de los Mayas y de qué manera este grupo de visitantes pudo haber influenciado o ser influenciado por las diferentes poblaciones que encontraron en este paisaje altamente sagrado. La intersección entre el peregrinaje y la economía en la región del Lago de Amatitlán claramente merece mayor investigación y muy probablemente podrá iluminar la gran y elaborada red de comportamientos, lugares, y personas en el espacio y el tiempo (Preston 1992:32).

CONCLUSIÓN

En resumen, parece ser que la presencia teotihuacana en Escuintla y el altiplano estaba relacionada con la ideología y el ritual. Como una manifestación terrenal de la Montaña Florida, el Volcán Pacaya y el Lago Amatitlán eran el paraíso frondoso de los dioses y los ancestros. La tríada volcánica del Fuego, el Agua y el Pacaya, equiparada con las tres piedras de fuego,  pueden haber encarnado el lugar donde el mundo comenzó. Esta área, entonces, a pesar de la distancia de la tierra de Teotihuacan, habría seguramente sido merecedora de peregrinaje y veneración. También podría haber sido la fuente de donde los visitantes derivaban poder y legitimidad en su retorno a México central.

De esta manera, parece apropiado reconocer y integrar el peregrinaje y ritual en las discusiones de la presencia teotihuacana en Guatemala. Al menos, al reconocer el impacto potencial que el Lago Amatitlán pudo haber tenido sobre diversos grupos culturales a través de la historia precolombina, provee una nueva perspectiva, un nuevo giro para viejos argumentos. Incluyendo esta región en las discusiones de la presencia teotihuacana en el área maya ensanchará el lente académico para incorporar la ideología y la reverencia otorgada particularmente a los paisajes sagrados en Mesoamérica. No sólo esto expandirá nuestro conocimiento de la ideología, la economía, y los movimientos de población en el altiplano maya y costanera del Pacífico, si no que dará nuevas compenetraciones acerca del porqué los teotihuacanos habrían hecho tantos esfuerzos para viajar a esta parte del mundo.

AGRADECIMIENTOS

Muchísimas gracias a todos las instituciones, museos, y fundaciones que me ayudaron con este proyecto, incluyendo el IDAEH, el Museo Nacional de Arqueología e Etnología de Guatemala, el Museo Popol Vuh, la Casa Herrera, la Harrington Foundation, F.L.A.A.R, la Georgia B. Lucas Foundation Fund, y la Mesoamerica Center de la Universidad de Tejas en Austin. A toda la gente que me daron aceso a colecciones, fotos, imágenes, dibujos y aviso en general, les agradezco mucho su ayuda. Ellos son: Juan Carlos Meléndez, Dr. Oswaldo Chinchilla, Dr. Mata Amado, Dr. Nicholas Hellmuth, Dra. Annabeth Headrick, Dr. Karl Taube, Dra. Janet Berlo, Dra. Claudia Garcia des Lauriers, Dr. Michael Love, Dr. Julia Guernsey, Dr. David Stuart, Caitlin Earley, y Rene Ozaeta. Finalmente, quisiera decir gracias a la Dra. Barbara Arroyo y el Simposio de Investigaciones Arqueológicas en Guatemala para la oportunidad de presentar los resultados de este proyecto.

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2000        ‘The Arrival of Strangers’: Teotihuacán and Tollan in Classic Maya History. En Mesoamerica’s Classic Heritage: From Teotihuacan to the Aztecs (editado por D. Carrasco, L. Jones, and S. Sessions), pp. 465-513. University Press of Colorado, Buolder

Taube, Karl A.

1992        The Iconography of Mirrors at Teotihuacan. En Art, Ideology, and the City of Teotihuacan (editado por J.C. Berlo), pp.169-204. Washington, D.C.: Dumbarton Oaks Research Library and Collection.

2000        The Turquoise Hearth: Fire, Self-Sacrifice, and the Central Mexican Cult of War. En Mesoamerica’s Classic Heritage: From Teotihuacan to the Aztecs (editado por D. Carrasco, L. Jones, and S. Sessions), pp 269-340. University Press of Colorado, Boulder.

2003        Tetitla and the Maya Presence at Teotihuacán. En The Maya and Teotihuacán: Reinterpreting Early Classic Interaction (editado por G. Braswell). University of Texas Press, Austin.

2004        Flower mountain: concepts of life, beauty, and paradise among the Classic Maya. RES 45:69-98.

2005        Representaciones del Paraíso en el Arte Cerámico del Clásico Temprano de Escuintla, Guatemala. Utz’ib: Serie Reportes 1(5):35-52.

Figura 1        Cilindro trípode impreso de Escuintla. Dibujado por autor según Hellmuth (1975: Plate 3d).

Figura 2        Cilindro trípode impreso de Escuintla. Dibujado por autor según Berlo (1989: Plate 8.6) y Hellmuth (1975: Plate 40).

Figura 3        Escena de la erupción de un volcán (Hellmuth 1978:f.11).

Figura 4        Escena de la erupción de un volcán (Hellmuth 1978:f.14).

Figura 5        Tapadera de incensario tipo “Espejo de Mariposa.” Dibujado por Taube (2004: Fig 16b).

Figura 6        Tapadera de incensario tipo “Montaña Florida.” Dibujado por Taube (2004: Fig 16e).

Figura 7        Escena de Tepantitla, Teotihuacán. Dibujado por Headrick (2007: Fig 2.7a).

Figura 8        Dibujo simplificado de la mural de Tepantitla, Teotihuacán (Dibujado por autor según Headrick 2007:Fig 2.7b).

Figura 9        Parte trasera tallada de un espejo encontrado en Escuintla (Dibujado por autor según Berrin y Pasztory 1993: fig 180).

 

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