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59 Vasijas vidriadas del convento Santo Domingo en Antigua Guatemala – Zoila Rodríguez Girón – Simposio 10, Año 1996

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Rodríguez Girón, Zoila

1997        Vasijas vidriadas del convento Santo Domingo en Antigua Guatemala. En X Simposio de Investigaciones Arqueológicas en Guatemala, 1996 (editado por J.P. Laporte y H. Escobedo), pp.754-782. Museo Nacional de Arqueología y Etnología, Guatemala (versión digital).

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VASIJAS VIDRIADAS DEL CONVENTO SANTO DOMINGO EN ANTIGUA GUATEMALA

Zoila Rodríguez Girón

En el territorio guatemalteco, aun antes del año 1500 AC se tiene noticia de una abundante producción alfarera. Hacia las épocas Formativa y Clásica se produjeron vasijas no sólo para el uso cotidiano, sino para ritos religiosos y mortuorios. Existe para la época Clásica un inventario de exquisitas piezas policromadas, algunas de ellas con bandas de glifos, con personajes, animales o abstracciones mitológicas diestramente dibujadas y que reflejan las técnicas alcanzadas y la manera de ver el mundo de aquellos pueblos.

La cerámica producida después, entre los años 900 a 1524, durante la época Postclásica, se limitó a piezas ceremoniales y utilitarias muchas de ellas elaboradas en serie. Entre la muestra que hoy podemos observar existen sahumerios, incensarios, urnas funerarias, etc, que no conservaron el fino acabado ni la policromía de la tradición alfarera de antaño. Sin embargo, a principios del periodo es evidente la presencia de un repertorio transicional que presenta buen acabado de superficie así como una excelente manufactura y cocción, esta es la cerámica plomiza, localizada en la mayoría de sitios arqueológicos de Guatemala y en muchos lugares de México.

Para el Postclásico Terminal, en los Altos de Guatemala, la cerámica fue la denominada Chinautla Policromo, de la cual existen abundantes ejemplos de cuencos, jarrones y exquisitas urnas funerarias. Esta última tradición continuó utilizándose durante la ocupación española, hasta el siglo XVIII, ello es evidente en las excavaciones llevadas a cabo en Santo Domingo y otros monumentos coloniales, donde muestras de vidriados, de diferentes formas, son utilizados junto con la vajilla Chinautla.

O sea que hacia 1524 con la llegada de los españoles a tierras americanas, la gran tradición alfarera guatemalteca convivió con otra cerámica igualmente antigua, pero de orígenes y hechura diferentes. El resultado es la combinación de formas distintas y es también «… el reflejo de una confrontación mucho más profunda y estructural de dos sociedades completamente desiguales, amplificados por el aspecto discrepante de la relación conquistador – conquistado» (citado por Jozef Buys 1992).

Durante el transcurso del siglo XVI, se introdujo a la América ya conquistada, el uso del torno para la hechura en serie de vajillas utilitarias, así como el horno en forma de construcción especializada, que permitió temperaturas elevadas y por lo tanto una cocción más pareja, ello propició el aumento de la producción alfarera y seguramente hizo de ésta una industria incipiente (Luján 1975:10).

El conocimiento de la tecnología peninsular también trajo consigo la manufactura de una nueva cerámica: la mayólica, que ya involucra el uso tanto del torno como del horno cerrado, así como la técnica del vidriado y la introducción de nuevas formas que se incorporaron a las ya conocidas.

LA NUEVA TECNOLOGÍA

El vidriado que da un lustre especial a las vasijas involucra la utilización de varios productos químicos como el antimonio para el color amarillo, así como el óxido de hierro. Según Lister y Lister (1982a) este es el segundo color más usado en la mayólica. Para el color verde se utiliza el óxido de cobre, mismo que puede utilizarse en su estado natural o combinado con carbonato de calcio. Lister y Lister (1982:28a) apuntan que no hay colores verdes en el siglo XVI ni en la primera mitad del siglo XVII. El negro se obtiene del óxido de hierro, el cual se encuentra en forma de hierro especular y micáceo. El color café se obtiene del manganeso. El color azul se obtiene del óxido de cobalto; este material es escaso en Guatemala, es posible que haya sido importando del exterior.

Ahora bien, el color blanco proviene del estaño. En Guatemala no hay derivados de este material; sin embargo, la gran cantidad de cerámicas vidriadas blancas hacen pensar que el estaño probablemente provino de Bolivia, o bien se utilizó otra alternativa que pudiera ser la combinación de arena-plomo-agua, que actualmente sigue utilizándose en las fábricas tradicionales de la Antigua Guatemala y otros lugares del país que aún producen vajillas vidriadas. Por otra parte, el color blanco obtenido de la mezcla estaño, plomo, arena, sal y agua, también se aplica a las vasijas que ya tienen una primera cocción. Sobre este baño blanco se aplican las decoraciones con óxidos metálicos. Después de la segunda cocción ya permanece el vitrificado y son visibles los colores adicionados sobre el color blanco.

López Cervantes (1976:11) dice que el vidriado o barniz es una mezcla a base de plomo, arena y sal común. Esta composición molida y mezclada con agua, es aplicada a los objetos de arcilla que han pasado por una primera cocción. Ya bañada la pieza con la fórmula anterior pasaría por una segunda cochura dando como resultado un vidriado transparente.

LA CERÁMICA VIDRIADA EN LA CIUDAD DE SANTIAGO DE GUATEMALA

Al principio de la colonización en América, los conquistadores tuvieron que usar utilería local, además de vasijas provenientes de la Península Ibérica, donde la cerámica de Sevilla era la más popular. Sin embargo, si se introdujeron muestras de otros países europeos y orientales, importaciones controladas por España, ya que posteriormente a la conquista de territorios en América, la corona estableció monopolio comercial para ejercer fuerte y efectiva fiscalización en sus nuevos dominios (Fournier 1990:30).

Al territorio guatemalteco permeaban los artículos que se importaban a la Nueva España en una escala bastante modesta, puesto que los puertos de desembarco de las flotas españolas estaban localizados en el puerto de Veracruz y Acapulco.

Sin duda alguna, los productos importados que llegaron a Guatemala, a través de la Nueva España, durante los 300 años que duró la dominación española, fueron exclusividad de la clase acomodada, puesto que el alto costo de las mismas no permitía que las clases media y baja tuvieran acceso a ellas.

Las investigaciones arqueológicas llevadas a cabo en Antigua Guatemala, evidencian en los conventos el uso de cerámicas extranjeras en un porcentaje bastante bajo. La muestra mayor la tiene la mayólica de hechura local y las vasijas de tradición indígena

Respecto a la antigüedad de la cerámica vidriada en Guatemala, Luján (1975:14) menciona dos documentos de finales del siglo XVI, que también fueron consultados en el Archivo General de Centro América. El primero de ellos es una escritura-convenio, fechada el 6 de diciembre de 1586, donde el oficial español Juan Rodríguez Camacho, se compromete a enseñar «a un mancebo español que dixo llamarse Pedro Alonso y ser de hedad de quinze años poco mas o menos y dixo que el es huerfano y quiere aprender oficio de lozero …» (AGCA: A1.20, Leg.1433). El segundo es el testamento de Rodríguez Camacho, fechado hacia 1605.

Los documentos antes mencionados nos inducen a pensar que para finales del siglo XVI ya había en la ciudad de Santiago una actividad más o menos intensa de producción cerámica, puesto que es evidente la presencia de por lo menos una fábrica que cuenta con aprendices. Posteriormente, el incremento de la población tanto a nivel secular como religioso debió incidir en los requerimientos de vajillas para el uso diario.

LA MUESTRA DE VASIJAS VIDRIADAS EN EL CONVENTO DE SANTO DOMINGO

La muestra de vasijas completas que se presenta en esta ponencia, cuya ilustración estuvo a cargo de Paulino Morales Guos, fue localizada en el sector «C» del Convento de Santo Domingo, en las excavaciones arqueológicas realizadas en la temporada 1989-90 (Valencia 1991; Rodríguez 1992). Podría decirse que las mismas pertenecen al siglo XVIII, ya que fueron localizadas en una especie de bodega que seguramente estaba en funciones cuando ocurrió el terremoto de Santa Marta en 1773.

Los materiales aquí expuestos son producto, en la mayoría de los casos, de una investigación sistemática y «… se encuentran relacionadas en espacio y tiempo como resultado de la actividad social realizada en condiciones concretas; entendiendo por actividad social a todos y cada uno de los procesos que una sociedad lleva a cabo para satisfacción de sus necesidades y por condiciones concretas al carácter que toma tal actividad en función de la forma específica de relación, entre los hombres y entre éstos y la naturaleza» (Fournier 1990:20).

En esta oportunidad el espacio preciso de localización lo ocupa una de las más importantes órdenes religiosas que se establecieron en la ciudad de Santiago de Guatemala, a principios de la colonización europea.

Dentro de estos recintos conventuales se desarrollaba una intensa labor no sólo de rezos y alabanza sino también de arduo trabajo intelectual, artesanal y de ayuda a la comunidad, tales como: enseñanza a nivel superior, atención a enfermos, albañilería, horticultura, piscicultura, alfarería, entre otros. Todo lo anterior es fácil comprobarlo en los espacios arquitectónicos del monumento.

Al principio de la investigación arqueológica, entre los años 1989-1990, hubiésemos querido localizar el horno o bien un basurero que nos diera la seguridad de que dentro del convento se hizo toda la utilería que se utilizaba tanto en el templo, las cocinas y el comedor de la Orden. En ese momento no tuvimos las evidencias esperadas. Fue hasta recientemente, en la segunda temporada de campo, que tuvimos la oportunidad de conocer un horno que se encuentra en una de las residencias cercanas al antiguo convento y que pudo haber formado parte del mismo. Este cuenta con cámara de combustión, donde se ponía la leña para la quema, luego el espacio donde se colocan las vasijas a ser cocidas y una salida para el humo y extracción del material ya procesado.

Por otra parte, Fuentes y Guzmán menciona en el Tomo I de la Recordación Florida que en La Chácara, propiedad de los Dominicos, se encontraba la alfarería «… a cuyo dominio ministra toda la loza que su refectorio gasta por todo el año. … y da abasto a la vecindad». Pensamos que estos datos nos dan ahora la seguridad de que los Dominicos también trabajaban en su propia vajilla y el excedente era intercambiado, probablemente, con otras órdenes religiosas y la población de Santiago de Guatemala.

Dice López Cervantes (1976:13) que «Quizá fueron los Dominicos quienes transmitieron a los indígenas las técnicas del vidriado, lo cual no es distante, pues se tiene noticia de que la alfarería fue uno de los modos de subsistencia en algunos conventos medievales de Santo Domingo, en la Península Ibérica, ya que entre sus propiedades se contaban ciertos alfares o talleres».

En el material de las piezas vidriadas de tradición local, se continuó utilizando las mismas arcillas y desgrasantes de las vajillas de los pobladores autóctonos del valle de Panchoy, agregándoles, en esta nueva etapa, recursos minerales tales como plomo, estaño, cobre, zinc y hierro entre otros. También como se explicó anteriormente se introdujo el uso del torno y el horno cerrado. Con respecto a las formas, estas sí variaron, aunque no substancialmente, como veremos a continuación:

PLATOS

Recipientes abiertos circulares, con borde directo o semi-evertido. Se presentan en dos formas: hondos y planos. Su base es plana y el soporte anular. La muestra ofrece una variedad de diseños: con monograma y bien decoraciones y colores variados de verdes, amarillos, azules y negro sobre blanco (Figuras 1 a 5).

ALBARELOS

La denominación está tomada de Lister y Lister (1982b). La palabra es de derivación árabe. Los autores también la llaman «drug jar». Son vasijas cilíndricas de paredes rectas con una ligera compresión al centro, para dar facilidad de asirlas, cuello corto, boca ancha, borde redondeado. Las bases de estos ejemplares pueden ser planas y anulares. Fueron utilizados para guardar polvos, bálsamos o ungüentos dentro de la botica del convento. Miden aproximadamente entre 25 y 30 cm. Los hay en diferentes colores, pero en su mayoría son vidriados en color blanco con tres bandas intercaladas de color verde rematadas en negro (Figuras 6 a 9).

FLOREROS

La forma de estas vasijas sugiere un uso específico: para portar flores y adornar espacios dentro del convento y templo. Son vasijas cilíndricas, cuello corto, boca ancha, borde redondeado. Su base es anular. Son bicromos negro/blanco, con dos asas verticales, tienen como decoración en el cuerpo, en ambos lados, el emblema de Santo Domingo en color negro, algunas veces encerrado dentro de un círculo. Tienen una altura aproximada de 19 a 20 cm (Figura 10).

ESCUDILLAS

Recipientes abiertos, de forma circular o a veces facetada, borde directo, por lo general sin asas, fondo cóncavo, base convexa y soporte anular. Fournier (1990) los denomina tazones. Tienen una medida aproximada de 6 cm de altura por 10 ó 15 cm de diámetro. Su decoración es bastante variada. Algunas de ellas presentan bandas de colores verdes, ocres, etc, rematados con una línea negra. Otros ejemplares presentan vidriado blanco con el monograma dominico en el fondo de la vasija (Figura 11).

JARRO O JARRA

Vasijas que se utilizan como contenedores o bien para cocinar y servir líquidos. Son abiertos con boca circular, la mayoría de veces tienen vertedera integrada a la misma. Tienen una altura que oscila entre 15 y 20 cm. Son de cuerpo esférico, cuello corto semi-divergente, borde redondeado, su fondo es cóncavo con soporte anular. Tienen integrado al cuerpo un asa de dos apoyos. Luján (1975) los ha denominado como «jarros chocolateros». Estas vasijas presentan decoración muy variada, utilizando colores verdes, amarillos, negro, a veces en forma serpentina alrededor del cuerpo, formando figuras fitomorfas o solo en forma de manchones (Figuras 12 y 13).

BACIN

Cuando fueron localizados estos ejemplares de vasijas se pensó al principio que fueran maceteros, sin embargo en el diccionario de Lister y Lister (1982b:22) aparece la misma forma con la denominación de Bacín, bacinica, o vaso de noche, con una función específica como su nombre lo sugiere. Estos son recipientes abiertos, de cuerpo en forma circular, la altura oscila entre 20 y 30 cm, borde semi-evertido redondeado, con la boca amplia y dos asas de doble apoyo. La base es plana y en su mayoría están vidriados en color blanco tanto en el interior como en el exterior (Figuras 14 y 15).

VASIJA CASTELLANA, ANFORA O BOTIJA

Esta es una de las formas más antiguas conocidas. Fueron utilizados como vasijas de almacenamiento de alimentos en la Mesopotamia, pasan a las culturas greco-romanos y trascienden a la América como envases para almacenamiento y transportación de aceites, brea y vinos. Son recipientes de boca circular reducida, borde semi-evertido, el cuerpo es redondeado o esférico a veces alargado, con adelgazamiento hacia la base de la vasija. Su fondo es cóncavo. Estos ejemplares, en su mayoría, no presentan decoración, son de barro cocido en el exterior, pero la parte interior es vidriada en color verde. Sin duda alguna esta forma, al principio de la dominación española, fue cerámica de exportación, luego las mismas fueron copiadas localmente. Tienen una altura aproximada entre 30 y 40 cm (Figura 16).

CANDELERO

Este objeto está formado la mayoría de veces «… por una parte tubular ubicada en el centro de la arandela, con forma de plato con borde directo, cuerpo semi-esférico, fondo cóncavo, base plana, soporte anular doble y asa de oreja interna y vertical» (Fournier 1900: 234). Los ejemplares localizados en Convento de Santo Domingo tienen algunas variantes, tomando en consideración que son copias locales de los europeos. El candelero tuvo y sigue teniendo en la actualidad un uso específico, sirve para colocar en el centro del mismo una candela para alumbrarse. La parte inferior, el platillo, sirve para detener la cera derretida. Tienen una altura aproximada de 10 a 15 cm (Figuras 17 y 18).

COPA

Balfet et al. (1992:23), lo toman para la forma prehispánica, como una variante de escudilla o plato hondo, con base de pedestal. Los ejemplares de Santo Domingo no difieren sustancialmente de esta definición. Estos son abiertos, circulares, borde redondeado, fondo cóncavo, soporte en pedestal. El uso, como recipiente para bebidas, en su momento debió haber sido doméstico y ritual (Figura 19).

OLLA

Se trata de un recipiente cerrado globular, boca amplia, cuello corto, borde redondeado. Tienen dos asas verticales que van de la boca al cuerpo. Base plana, pero a veces anular. Su función es doméstica para contener y cocinar alimentos (Figuras 20 y 21).

TAPADERA

«Es una cubierta separada que puede quedar embutida o fuera de obturación de recipientes abiertos, de silueta semi-esférica aplanada, cilíndrica aplanada, cónica o cónica truncada. El cuerpo puede presentar reborde horizontal lateral y es común que tenga una pestaña o reborde vertical, para el ajuste al recipiente que cubre» (Fournier 1990:221; Figura 22).

LEBRILLO

Esta forma presenta ejemplares que van desde 40 cm hasta 15 cm de diámetro. Tiene paredes inclinadas más altas que un plato, borde redondeado, base plana. Esta vasija seguramente se utilizó para el aseo personal diario. Las formas pequeñas seguramente se utilizaron para colocar el jabón y otros utensilios de limpieza personal. La decoración y uso de colores en las mismas es variado (Figura 23).

GARGOLA

En las excavaciones de Santo Domingo, fragmentos de estos objetos son abundantes, pero los ejemplares completos son escasos. Por lo regular tienen vidriado verde en la parte exterior, su interior es alisado. Tienen forma de un tubo alargado que se amplía hacia afuera, la boquilla que queda integrada dentro del edificio es restringida. Las gárgolas tienen como función específica botar el agua de lluvia acumulada en los techos de los edificios hacia afuera de los mismos (Figura 24).

Los estudios arqueológicos llevados a cabo en el ex-Convento de Santo Domingo han aportado diversidad de materiales arqueológicos. La muestra de vasijas presentada anteriormente se ha vista aumentada considerablemente en más de 300 piezas ya catalogadas. La riqueza y colorido de los vidriados, también la evidencia la muestra de bellos ejemplares de la cerámica Chinautla Policromo.

Los aportes presentados en estas ponencias de arqueología no tradicional, únicamente son avance de los futuros trabajos que aún están por iniciarse. El inventario de objetos arqueológicos recolectado es basto, incluye azulejos, trabajos en estuco, vidrio, cuero, objetos de hierro, medallas, tela, madera, entre otros. Todo ello permitirá en un futuro cercano conocer sobre el «modo de vida» que llevaban los Dominicos en los recintos conventuales de esta Orden de Predicadores.

Figura 1 Ejemplo de cerámica Colonial

Figura 2 Ejemplo de cerámica Colonial

Figura 3 Ejemplo de cerámica Colonial

Figura 4 Ejemplo de cerámica Colonial

Figura 5 Ejemplo de cerámica Colonial

Figura 6 Ejemplo de cerámica Colonial

Figura 7 Ejemplo de cerámica Colonial

Figura 8 Ejemplo de cerámica Colonial

Figura 9 Ejemplo de cerámica Colonial

Figura 10 Ejemplo de cerámica Colonial

Figura 11 Ejemplo de cerámica Colonial

Figura 12 Ejemplo de cerámica Colonial

Figura 13 Ejemplo de cerámica Colonial

Figura 14 Ejemplo de cerámica Colonial

Figura 15 Ejemplo de cerámica Colonial

Figura 16 Ejemplo de cerámica Colonial

Figura 17 Ejemplo de cerámica Colonial

Figura 18 Ejemplo de cerámica Colonial

Figura 19 Ejemplo de cerámica Colonial

Figura 20 Ejemplo de cerámica Colonial

Figura 21 Ejemplo de cerámica Colonial

Figura 22 Ejemplo de cerámica Colonial

Figura 23 Ejemplo de cerámica Colonial

Figura 24 Ejemplo de cerámica Colonial

REFERENCIAS

Balfet, H., Marie-France Fauvet-Berthelot y Susana Monzón

1992        Normas para la Descripción de Vasijas Ceramicas.Centre d`Etudes Mexicaines et Centramericanes, México.

Buys, Jozef

1992        La Cerámica Colonial, Dentro del Proyecto La Preservación y Promoción del Patrimonio Cultural del Ecuador, Convento Santo Domingo, Quito. Ponencia, Conference on Historical and Underwater Archaeology, Kinston, Jamaica.

Fournier García, Patricia

1990        Evidencias Arqueológicas de la Importación de Cerámica en México, con Base en los Materiales del Ex-Convento de San Jerónimo. Serie Arqueología, Instituto Nacional de Antropología e Historia, México.

Lister, Florence y Robert H. Lister

1982a        Sixteenth Century Maiolica Pottery in the Valley of Mexico. The University of Arizona Press, Tucson.

1982b        A Descriptive Diccionary for 500 Years of Spanish-Tradition Ceramics (13th Through 18th Centuries). Special Publication Series, No.1. The Society for Historial Archaeology.

Luján Muñoz, Luis

1975        Historia de la Mayólica en Guatemala. Instituto de Antropología e Historia, Ministerio de Educación, Guatemala.

Rodríguez Girón Zoila

1992        Programa de Arqueología Colonial: Investigaciones Arqueológicas en el Convento de Santo Domingo, Ciudad de Antigua Guatemala. Revista Estudios 2/92. Escuela de Historia, Universidad de San Carlos, Guatemala.

Valencia Arriola, Miguel Santiago

1991        Introducción a la Arqueología y Cerámica del Convento Santo Domingo en Antigua Guatemala. Ponencia, V Simposio de Arqueología Guatemalteca, Museo Nacional de Arqueología y Etnografía, Guatemala.

 

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