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Ciudad Ruiz, Andrés y María Josefa Iglesias Ponce de León
1995 Arqueología del Occidente de Guatemala: Estado actual y perspectivas de futuro. En VIII Simposio de Investigaciones Arqueológicas en Guatemala, 1994 (editado por J.P. Laporte y H. Escobedo), pp.90-101. Museo Nacional de Arqueología y Etnología, Guatemala (versión digital).
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ARQUEOLOGÍA DEL OCCIDENTE DE GUATEMALA:
ESTADO ACTUAL Y PERSPECTIVAS DE FUTURO
Andrés Ciudad Ruiz
Mª Josefa Iglesias Ponce de León
El Occidente de Guatemala es una región culturalmente mal definida, dada la carencia de suficientes elementos de juicio para sostener la existencia de rasgos específicos que la identifiquen arqueológicamente como tal. La tradición de análisis de sitio único ha hecho que su conocimiento sea pobre y aleatorio y, aunque diversos programas de área han paliado este problema en algunas regiones -El proyecto Quiché Central de la Universidad de Albany, o los efectuados por la Misión Franco-Guatemalteca en los Llanos de Canilla, San Andrés Sajcabaja y en la cuenca media del Chixoy-, otras permanecen desconocidas. Las investigaciones de la Misión Española en los departamentos de Totonicapán y Quetzaltenango deberían haber solucionado esta cuestión, pero no se dilataron el tiempo necesario y sólo obtuvieron una información parcial sobre el particular. La presente investigación fue parcialmente financiada por el Programa Sectorial de Promoción de Conocimiento (DGICYT PB88-0412).
PERIODO PRECLÁSICO
El poblamiento detectado por la Misión Española se remite al Preclásico Tardío, aunque la escasez de datos, la diversidad y calidad de materiales cerámicos procedentes de Salcaja y de otros yacimientos como Chukumuk en el lago Atitlán, han hecho que existan versiones contradictorias sobre la antigüedad de los sitios de Occidente (Wauchope 1950; Borhegyi 1956). Contamos con una fecha de radiocarbono extraída en Las Victorias que corresponde al 140 DC. Esta, unida al análisis de la cerámica y a diferentes rasgos de patrón de asentamiento hace que datemos el primer poblamiento de estos valles en el Preclásico Tardío. En el Alto Samalá encontramos 10 sitios del Preclásico Tardío y Protoclásico (Iglesias y Ciudad 1984); seis se sitúan en las laderas de las colinas y los otros cuatro se estacionan en la base de los valles (Figura 1).
Los hallazgos realizados en Las Victorias, Salcaja, incluyen pozos abiertos -donde fueron colocadas ofrendas (Figura 2)-, pozos de boca estrecha posiblemente dedicados al almacenaje y enterramientos.
La cerámica rescatada da constancia de dos momentos que a veces son difíciles de diferenciar: Preclásico Tardío y Protoclásico. Las tradiciones cerámicas incluyen seis grupos; cuatro monocromos (Chabal Negro-Marrón, Cot Naranja, Hilih Rojo y Xic Rojo Fino) y dos bicromos (Utatlán y Molay Rojo sobre Blanco; Figura 3).
Tales cerámicas presentan semejanzas con Chukumuk, Zacualpa, sitios de Quiché, Chimaltenango, Baja Verapaz, etc. En estos momentos se comparten grandes complejos de rasgos en el sur del área Maya, distribuyéndose desde Chiapas hasta el Altiplano Central. En el caso concreto del Protoclásico, el Alto Samalá tiene una evolución cerámica similar, aunque menos evolucionada, a los complejos Noguta y Lililla de La Lagunita (Ichon y Arnauld 1985:Figura 41). Durante la fase Aurora estos rasgos surgen dentro de la Tradición Solano, como un complejo completo e intrusivo en Kaminaljuyu, por lo que Hatch (1987:161-164) propone que su origen se encuentre en torno a estas zonas, o incluso en Chiapas.
El establecimiento de aldeas agrícolas en el Alto Samalá es paralelo al del resto de lugares del Altiplano. El modelo durante el Preclásico Medio de aldeas autónomas de un nivel socio-económico homogéneo, que empieza a romperse con unos inicios de jerarquización durante el Preclásico Tardío (Ichon et al. 1988), debió ser el más generalizado.
El nivel cultural adquirido denota un cierto grado de diferenciación social reflejado en lugares de centralización ritual. Los dos grandes montículos de San Cristóbal Totonicapán, con enterramientos de élite (jade y conchas marinas), constituyen el nivel más alto de organización. Su estratégica situación en la confluencia de tres valles, lo sitúa a la cabeza de la integración ceremonial y política de una vasta zona.
En los momentos finales del Preclásico, parte de la población agrícola evoluciona a un sistema más complejo y esto se refleja en el avance técnico que supone la excavación de cámaras funerarias frente a los pequeños recintos circulares y en la variedad y riqueza de las ofrendas. Los ajuares hallados manifiestan la aparición de formas más especializadas, aunque las ofrendas no sufren cambios radicales en calidad o técnicas de fabricación. Estos rasgos, calificados como Protoclásicos, son compartidos por numerosas poblaciones del Altiplano y la Costa.
PERIODO CLÁSICO
Se poseen dos tipos complementarios de información sobre esta etapa: comunidades campesinas localizadas en el valle de Totonicapán y yacimientos de mayor entidad, como Monrovia y La Estancia, que constituyen centros de integración sociopolítica y ceremonial. Existe una problemática específica en cuanto a cronología ya que el Clásico Temprano está muy poco conocido en el Altiplano Oeste, mientras que constituye el punto de arranque de sitios como Nebaj y Zaculeu, así como el fuerte desarrollo de Kaminaljuyu, Zacualpa y sitios de Quiché.
Los vestigios para el estudio del Occidente se limitan a materiales dispersos que forman parte del relleno de pozos de almacenaje de etapas tempranas en Salcaja, muestras fragmentarias en montículos como los de San Cristóbal Totonicapán o simples reconocimientos como el de La Estancia (Carmack et al. 1972) y Monrovia (Iglesias y Ciudad 1984).
Aunque si se asume que existió una cierta continuidad para algunos rasgos culturales tales como los modelos habitacionales, no debemos dudar a la hora de generalizar a partir del completo ejemplo investigado en Agua Tibia (Totonicapán).
Agua Tibia representa el modelo socioeconómico de comunidad rural con un patrón disperso de Clásico Tardío (Figura 4). Las estructuras tienen forma rectangular (7 m x 4 m) y, acorde con el tipo de vida campesino, en su interior se realizaron diversas actividades: transformación y preparación de alimentos, almacenaje, procesos de manufactura, descanso, etc (Ciudad 1984).
En el mismo entorno se encontraron un temazcal (4.25 x 2.25 m) y un horno para cocer cerámica, consistente en un muro rectangular (4.25 x 0.50 x 0.50 m). En un cantón próximo se halló constatación de este interesante rasgo.
Además del modelo rural, existen centros de integración social de diferentes tamaños, indicativos de jerarquización a niveles locales y regionales. Las diferencias entre ambos estarían reflejadas por un mayor número de montículos, el uso de mejores técnicas constructivas, mayor riqueza y variedad de los ajuares funerarios, etc. En un primer nivel estarían centros como San Cristóbal Totonicapán, con una localización estratégica que favorece su continuidad temporal hasta el Clásico Tardío; otros centros localizados en torno a Momostenango (Carmack et al. 1972), como La Estancia, cuentan con cierta planificación que incluye juego de pelota. En esta misma zona y en el Clásico Tardío, se fundó Xuabaj en un área bien defendida.
También durante el Clásico Tardío existe asentamiento de tipo intermedio en Monrovia, a 6 km de San Juan Ostuncalco. Cuenta con varios montículos dispuestos en torno a una plaza que incluye un juego de pelota abierto (20 m x 1.5-2 m; Iglesias y Ciudad 1984:16-17).7).
En el Clásico Tardío se producen cambios cuantitativos y cualitativos. Agua Tibia incluye cerámicas de tradición Preclásica (Tzic Negro-Marrón y Bulux Rojo), de innovación autóctona (Jelic Rojo sobre Crema; Figura 5) y otras procedentes del Altiplano Norte (Xibal Negro-estucado, Wech Negro, Chemala Rojo-Pulido y Latz Blanco), la Costa Sur (Tiquisate, San Juan Plomizo, Zozot Rojo-Marruecos y Umal Rojo-Fino); e incluso las Tierras Bajas (Poval Negro-Pulido-Exciso y Saxche Naranja-Polícromo).
POSTCLÁSICO
La reconstrucción de esta etapa se fundamenta en diversos y desiguales trabajos de campo. Numerosos investigadores han llamado la atención acerca de la contradicción existente en la reconstrucción de los fenómenos culturales ocurridos en el Occidente durante el Postclásico, al existir -por una parte- una rica documentación escrita y -por otra- una decepcionante escasez de datos arqueológicos.
Por ejemplo, el reconocimiento del Alto Samalá (Iglesias y Ciudad 1984) suministró varios lugares pertenecientes al Postclásico Tardío, pero la información es tangencial ya que las cerámicas diagnósticas están mezcladas con materiales de otros periodos o al menos en sus mismos contextos (Las Victorias, Chovicente, El Instituto y Agua Tibia), por lo que no podemos incluirlos en un patrón claro. Otros dos sitios, Pacaja-Nixcaja y El Calvario, en San Andrés Xecul, están definidos por montículos muy erosionados con cerámica Protohistórica.
Algo parecido sucede en el Cerro Quiac, que se eleva a 2635 m en los Llanos de Urbina. Se trata de un conocido lugar de costumbre que en 1970 (E. Shook, comunicación personal) contaba con cinco losas esculpidas, de las que en 1977 sólo quedaban cuatro. Tienen decoración geométrica en un caso y con figuras en otros dos (Rivera 1975:29).
Un lugar de gran interés es Tajumulco (San Marcos) que se desarrolla y es abandonado en el Postclásico Temprano. La investigación realizada por Dutton y Hobbs (1943), que constó tanto de su excavación como de la exploración de lugares próximos, nos muestra un centro provincial que incluye al menos cinco grandes montículos situados en torno a la Plaza Principal y otras terrazas con montículos más pequeños (Figura 6).
En Momostenango no se conocen sitios de Postclásico Temprano, a excepción de Xuabaj (Carmack et al. 1972). En cambio durante el Postclásico Tardío destaca la influencia K’iche’, construyéndose Ojertinamit (1 km al sureste de Momostenango) y Chwa Tz’ak (6/7 km al oeste de Momostenango). Otros sitios detectados como Malacatancito, Mazatenango, o Tzolojche (Carmack et al. 1972), pueden ser de gran utilidad para conocer el poblamiento y la expansión de los K’iche’ hacia el oeste del Altiplano guatemalteco.
Si bien el Occidente no es un área de gran desarrollo en cuanto a la presencia de escultura monumental, si existen lugares como Tajumulco (Dutton y Hobbs 1943) y otros cercanos como Quen Santo (Villacorta 1927) y Chacula (Navarrete 1979), que entran en el periodo denominado por Parsons (1986:102) Style Division VI (Mexicano Tardío, 950-1550 DC), que está marcado por la distribución de estilos y rasgos de naturaleza Tolteca y Mexicana (esculturas de bulto redondo, toscas y de gran rigidez, marcadores de juego de pelota y petroglifos, etc).
Así pues nos encontramos que Tajumulco posee una variada y característica muestra que incluye la presencia de altares redondos con depresiones cóncavas o de planta cuadrada, monumentos con toscas figuras humanas y de animales como águilas, jaguares o sapos, sin que falten representaciones de discos solares (Dutton y Hobbs 1943:Figuras 15-23), que coinciden en parte con los registrados por Seler (1901) y Navarrete (1976, 1979) en el área.
Con el Postclásico Tardío la mexicanización del Altiplano alcanza su punto culminante, aunque se mantienen ausentes del registro los rasgos «puros» Toltecas (columnas con serpientes emplumadas, águilas y jaguares pintados, escenas de batallas o sacrificios, Chac Mool, atlantes, caballeros de órdenes militares, tzompantlis o jeroglíficos Mexicas), evidenciando que este proceso de cambio en los Altos tiene una procedencia multicultural en la que confluyen aportaciones proporcionadas por comunidades de diferente procedencia y origen étnico (Carmack 1968).
Por lo tanto, en la región de nuestro interés se produce una fusión de estos elementos -la mayor parte aceptados de manera voluntaria, pero otros impuestos por vía militar como lo demuestran los procesos de expansión del estado K’iche’ con las tradiciones locales nativas en distintos procesos de cambio, según nos refiramos al norte o al sur.
En la mitad sur apenas si hay elementos arqueológicos para enjuiciar la etapa. Es evidente la existencia de lugares en sitios bien defendidos como El Calvario en San Andrés Xecul, pero resultan tan aislados y escasos que no podemos definir sus características básicas (Figura 7).
La documentación escrita señala que los K’iche’ de Utatlán tuvieron una estrategia adaptativa de tipo solar, conquistando territorios al norte, sur, este y oeste (Fox 1978, 1987). Con la anexión de los valles de Totonicapán y Quetzaltenango consiguieron dominar el estratégico paso del Samalá entre el Altiplano y la Costa, con plantaciones tan ambicionadas como el cacao y el algodón. Para mantener controlada esta zona y defenderla de los Mam, que contrajeron su frontera oriental hasta poco más allá de Quetzaltenango, se construyeron fortalezas y se potenció la creación de grandes centros; es el caso de Momostenango -Chwa Tz’ak-, Totonicapán -Chuwi Mik’ina-, la propia Quetzaltenango, Xelajuj -la Culaha de los Mam-, Zunil y otros más. Por desgracia, esta documentación no ha sido contrastada aún por la arqueología, en parte debido a la superposición colonial que ocultó los asentamientos mencionados en los textos escritos.
EPÍLOGO
En definitiva, el área analizada resulta dispar y mal conocida. Los procesos culturales identificados demuestran una evolución poco uniforme. Parece probable que se pobló a inicios del Preclásico Tardío, aceptando poco más tarde algunos de los cambios materiales e ideológicos introducidos desde el exterior mediante el subcomplejo Protoclásico, en un periodo que parece haber sido de bastante dinamismo en la zona.
No hay evidencias claras de cambio cultural con la llegada del Clásico; al contrario, la tónica general es de continuidad. En el Alto Samalá se producen transformaciones de importancia hacia el 700 DC. Parece evidente la desaparición de las tradiciones cimentadas en el Preclásico Tardío, apareciendo patrones más acordes con el Clásico. En este sentido Agua Tibia y otros yacimientos de Totonicapán, pueden considerarse la faceta más meridional de una esfera que incluye la Meseta Quiché, Zacualpa, los Llanos de San Andrés Sajcabaja y Canilla y llega hasta Baja Verapaz.
De nuevo, a lo largo del Postclásico se produce una evolución divergente en el área estudiada. En el Alto Samalá no existen grandes cambios entre el 700 y el 1250 DC. No hay elementos que presupongan la instalación de modas toltequizadas de los inicios del Postclásico. Algunas patas moldeadas con caras de animales pertenecientes a cuencos y rostros humanos asociados a mangos tubulares de incensario, constituyen toda la información al respecto. Hemos de pensar, pues, en una continuidad cultural similar o más profunda aún que la detectada entre el Preclásico Tardío-Protoclásico y el Clásico.
Sin embargo, esto no ocurre en toda el área. En Tajumulco se funda un pequeño centro en el que confluyen rasgos que identifican la toltequización del Altiplano a partir del 800/900 DC: cerámicas Tohil Plomizo y Naranja Fina, escultura, ciertos rasgos arquitectónicos y el empleo de metal, manifiestan esta realidad. Por desgracia, se trata de un sitio de periodo único, pero en cualquier caso manifiesta también elementos propios de la tradición cultural de sitios del Altiplano y, sobre todo, de la bocacosta, con los que mantiene fuertes afinidades.
El Protohistórico acentuará estos procesos. El Alto Samalá se integró, al menos desde finales del siglo XV en la órbita K’iche’ de Utatlán y se transformó en frontera política, lingüística y cultural entre los K’iche’ y los Mam, situación en la que se mantuvo hasta la llegada de los españoles.
A la vista de lo expuesto, parece clara la necesidad de prestar una mayor atención a un sector del país que tuvo una gran incidencia en el desarrollo la historia prehispánica, pero que por diversos avatares del destino aún permanece, aunque esperemos que por poco tiempo, en un ostracismo no merecido.
Figura 1 Mapa de localización de sitios Preclásicos en Quetzaltenango y Totonicapán
Figura 2 Perfil de pozos de forma abotellada. Las Victorias, Salcaja
Figura 3 Formas diversas de los periodos Preclásico Tardío y Protoclásico
Figura 4 Plano general de Agua Tibia, Totonicapán
Figura 5 Cerámicas de Clásico Tardío. Agua Tibia, Totonicapán
Figura 6 Plano general de Tajumulco, San Marcos (según Dutton y Hobbs 1943; Mapa VI)
Figura 7 Cerámicas del Postclásico Tardío del Alto Samalá
REFERENCIAS
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