91. Relaciones socio-políticas de la provincia Cochistan con sus vecinos del área Petén campechana

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Relaciones socio-políticas de la provincia Cochistan con sus vecinos del área Petén campechana

 

¿Reflejan las provincias autónomas Mayas al momento de contacto español regiones naturales funcionales? ¿Y cuál es el carácter de estas comarcas grandes cuando se considera su perfil ambiental e hidrológico? En su libro clásico sobre la geopolítica prehispánica de la Península de Yucatán, Ralph L. Roys (1957) reconstruye estas jurisdicciones políticas autónomas independientes durante los Siglos XV y XVI, a través de topónimos y personajes mencionados en los documentos históricos coloniales españoles y etnohistóricos Mayas. En el caso del estado actual de Campeche, este territorio abarcaba tres distintos cuuchcabalob y la información escueta recabada sobre dos de ellos, Canpech y Chanputun, aparece al final de su libro. No obstante, las dos colindan con la provincia Ah Canul localizada justo al norte (Okoshi Harada 1992, 2009; Okoshi Harada, Williams-Beck e Izquierdo y de la Cueva 2006). Debido a la corta distancia entre las tres unidades políticas en esta extensión geográfica campechana, era de suponerse que existiera un traslape también en cuanto al habla de sus pueblos, en donde se parlaban por lo menos tres a cinco variantes del idioma Maya: el chol o chol-chontal, mopan e itzae hacia el sur sudeste y tierra adentro (Scholes y Roys 1968), el canpechta’an como variante local del área inmediata entre Champotón y Campeche (Voss 2007) y el Maya yucateco del rumbo norte y noreste (Gerhard 1991; Okoshi Harada 1992, 2009; Williams-Beck 2013). Pero al considerar límites concretos entre estas dos unidades mismas así como otros menos claros con sus vecinas localizadas al noreste, este, sureste y sur que mostraban cierto nivel institucionalizado de organización política Roys enfrentó una incógnita mayor, porque no había realmente evidencia documental para delimitarlas bien. Sin embargo, se puede argumentar que esta área constituye una verdadera región funcional, definida por Taylor (1975) como aquella que se caracteriza por flujos constantes de interacción espacial a través de tiempo y sus límites estarían definidos por la disminución de esta reciprocidad como producto de la distancia o de otra índole. En efecto, esta región, representada por un circuito ritual limitado por dos redes hidrológicas, formaba un paisaje sagrado de alternancia del poder (Williams-Beck, Liljefors-Persson y Anaya Hernández 2013) semejante en tamaño geográfico al que este modelo define también. Al identificar la presente área de estudio de esta manera, permite estimar que el fenómeno de macro regiones de poder social y ritual religioso practicado por pares asentados en ciertos nichos ambientales podría manifestarse a través del tiempo en otras comarcas geográficas también. El paisaje de estos grupos, entonces, es un artefacto de la acción humana que refleja la huella de la interacción entre tecnología, medio ambiente, estructuras sociales y valores de las sociedades que lo habitaron. En este sentido la red de vías de comunicación utilizada por una cultura en particular deberá expresar en parte indicios de composición interna, sistema de valores y opciones de conectividad, así como los modos de adaptación al entorno físico y cultural.

En el caso de Canpech y Chanputun, Roys menciona que “los mexicanos se referían a esta región entera como la ‘provincia de Cochistan’” (1957:167), sin ofrecer mayores detalles sobre el origen o sentido de este apelativo. Relatar la historia de esta región requiere consultar múltiples fuentes, amarrar cabos sueltos e intercalar entre ellos sentidos comunes para urdir un tapiz más completo de un devenir multiétnico y multi-cultural. Por medio del perfil ambiental de esta región compartida (Williams-Beck 2011), de los topónimos y de sus raíces etimológicas, esta información conjunta ofrece algunos atisbos adicionales para salir del enigma que aún la rodea.

La provincia combinada de Cochistan abarca una área geográfica de aproximadamente 4,800 km2 (Fig.1), delineada por dos ríos, el Homtun por el costado norte y Champotón por el lado sur, sin poder especificar su extensión tierra adentro. A pesar de que Roys no contaba con instrumentos lo que quizá le llevó (Roys 1957) a suponer también fuese una tierra de nadie, boscosa y desocupada que ningún pueblo o facción política en su alrededor reclamaba como suya.

Sin embargo, por un hallazgo fortuito a finales de la década de 1960 (Matheny et al. 1983) cerca de Edzná se localizó un canal de 18 km lineales, que se dirige al sur hacia un enorme humedal, una laguna y un xuch o sumidero natural de drenaje. Al término norte del mismo se encuentra otro sistema hidráulico de 13 acueductos como formaciones geológicas naturales asemejando rayos pero que fueron modificados por los Mayas quizá durante la fase tardía del periodo Preclásico Medio o, con datos más precisos, a principios del Preclásico Tardío (entre 650 y 450 años AC) (Forsyth 1983). Esta red hidráulica unía los orígenes de ambos ríos que brotaban de múltiples ojos de agua al oriente y al sur de la obra construida, creando así un perímetro delimitando una región discreta con características ecológicas y topográficas parecidas (Williams-Beck y Geovannini Acuña 2014).

Con la presente hipótesis de que Cochistan constituyera una región funcional estructurada alrededor de un sistema hidrográfico, se decidió delinearla utilizando la herramienta ArcHydro de ArcGIS, así como algunas cuencas hidrográficas y redes hidrogeométricas de la Península de Yucatán, con el propósito de relacionar las áreas delimitadas por la presente investigación con el mapa geopolítico de los cuúchcabalob peninsulares desde el Horizonte Clásico hasta el periodo de contacto y, en particular, a concretar los límites que no se podían imaginar sólo a través de una fuente de información, los documentos históricos. El resultado de este análisis identificó de manera contundente un circuito fluvial que parte de Edzná hacia el sur hasta conectarse con el Río Champotón (Fig.2). De ahí también se une a la cuenca del riachuelo Desempeño, cuyas zonas de escurrimiento van rumbo a la cuenca de Calakmul y el área Petén campechana y guatemalteca (Fig.3). La red hidrológica del Río Homtun, que colinda hacia la parte norte de la cuenca del Río Champotón, está separada hoy día por una distancia de poco menos de 20 kilómetros, mismos que pueden ser salvadas fácilmente por vía terrestre, pero que en época prehispánica probablemente estuviesen unidos por ramales pluviales de escurrimiento por temporal. Lo anterior se sustenta en el hecho de que cerca del núcleo monumental del sitio Acanmul, como el sitio de mayores dimensiones que domina esta región intermedia, se registró un complejo embarcadero monumental (el Grupo Uerek) localizado a 16 km tierra adentro de la costa del Golfo de México, probablemente transitable en época prehispánica por medio de una marisma costera, otra serie de ramales y un río que hoy día está azolvado por troncos a unos cuantos kilómetros desde su estero en Punto El Cuyo (Williams-Beck 2000; Williams-Beck 2011:75).

El medio natural de Cochistan proporcionaba un telón de fondo como pasaje especial compuesto por dos nichos ambientales con términos particulares a cada uno: el peten (Arzápalo Marín 1995:419), que se refiere a una especie de elevación topográfica menor insertando una pequeña isleta de agua dulce en medio de un marisma costero de agua salobre y otra clase de peten parecida de humedal y planicie situada tierra adentro; ambos albergan especies como tortugas, lagartos, ciertos peces y aves, así como bosques bajos mejor adaptados a condiciones de inundación perennes o de temporal (Villalobos-Zapata y Mendoza Vega 2010) (Fig.4). El otro nicho lo representa el vocablo ch’e’en (Barrera Vázquez et al. 1982:90; Arzápalo Marín 1996:90; Astor-Aguilera 2010:240; Tokovinine 2013:26) que se refiere tanto a los manantiales de agua dulce que brotan en medio del mar y alimentan los humedales costeros y de tierra adentro, como a las infraestructuras edificadas para captar el líquido vital en la forma de pozos con bocas y cuellos confeccionados de mampostería que penetraban el sustrato para acceder a los ríos subterráneos, o también chultunob o cisternas prehispánicas cavadas en los bancos de caliza polvorizada, llamada sahcab, revocadas con aplanados del mismo material pétreo para almacenar el agua de lluvia en las Tierras Bajas Mayas del norte (Fig.5).

Este medio de humedales con extensiones masivas hacia tierra adentro, descrito por una fuente mexicana anónima como una provincia compartida, albergaba a tres centros urbanos prehispánicos colocados estratégicamente a lo largo del contorno acuático que lo delimitaba: Edzná en el rumbo oriente, en donde nacen ambos caudales y cuyo núcleo monumental está rodeado por el complejo hidráulico uniendo los dos ríos transformándolos en una especie de circuito acuático; Acanmul, como el punto más al norte y trazado a ambos lados del drenaje –cauce reconocido como homtun, cuyo sentido recuerda el “…hundimiento en la tierra dejado por un acueducto…” hecho de piedra (Arzápaño 1995:322, 731) como límite entre las provincias Ah Canul al norte y Canpech al sur (Okoshi Harada 1992, 2009); y en el sector sur de la región delimitada por el Río Champotón, cuyo término en Maya significa “que no se escabullaron” (Voss 2004:142) al referirse a los españoles liderados por Hernández de Córdoba al concluir la batalla de 1517 cerca del estero en donde fue mortalmente herido el Capitán. Remontando el río se encuentran los barrios dispersos colocados en la cima de tres colinas frente al pueblo de indios del Siglo XVI, Ulumal, que significa “la tierra de los del oficio lunar” (Arzápalo Marín 1995) los ahkinob o cargadores del tiempo. El topónimo de uno en lo alto del trio, pa’ilbox, coincide con otro nombre mencionado en los Chilam Balam como ichpaa-mayapan “centinela con vista panorámica como asiento de este lugar-agua” (Arzápalo Marín 1995:381, 603, 489-490), localizado a aproximadamente 16 km de distancia de la orilla del mar como su par norteña Acanmul, cuya voz significa “el vocero de la mancomunidad” (Barrera Vázquez et al. 1982:291). Si es que esta federación compartida de tan solo 4,800 km2 entre tres ciudades reales rituales es la que constituye la legendaria chakan puut(ah) tun de las fuentes, su nombre se refiere también a su oficio, “el tiempo precioso que las [cahob] de la sabana se carga a cuestas” (Arzápalo Marín 1995:228, 657, 721) y, a su vez, al pueblo ombligo de esta gran provincia llamado genéricamente como dzaptun, “piedra sembrada en la tierra” (Arzápalo Marín 1995:213, 731) como en los bosques de estelas del área Petén campechana pero cuyo término en la historia más reciente señala a la principal en donde está asentado el calendario ritual tzolk’in. El nombre propio del lugar aparece en los documentos coloniales españoles como la “Zeyba” y años después Ceiba Cabecera, recordando el gran árbol del cosmos Maya también rector que anclara la comarca en el universo (Schele y Miller 1986:42).

Reconocer en las Tierras Bajas Mayas a estas áreas geopolíticas de gran importancia tiene sus antecedentes desde el periodo Preclásico Medio. En fechas recientes Erick Boot (s.f.) identificó magistralmente el glifo toponímico de la región Chatan/Chata, que se refiere a la zona que incluía en ese entonces las hegemonías de grandes centros como Nakbe, El Mirador, Calakmul y posiblemente Naachtun. Nikolai Grube propone que esta región fuese el asiento del primer mega-centro de poder político, como lo sugiere siglos después el Altar 3 de Altar de los Reyes, en donde aparecen mencionadas 13 ciudades capitales consideradas las más importantes de su época (Grube 2003:83). Además, Boot argumenta que esta comarca se reconocía como Chatan/Chata hasta tiempos coloniales siendo utilizado como título locativo ah chata y como el patronímico chata.

En el Chilam Balam de Chumayel se refiere al área de Canpech como u chun luum (Roys 1933:86) la tierra del origen que nació de acuerdo con la profecía de responsabilidades compartidas por pares rituales por un periodo completo del k’atun de 260 años en el ciclo sagrado de creación, destrucción, muerte, transformación y renacimiento. En esta jurisdicción compartida, los tres centros urbanos prehispánicos se colocaban estratégicamente a lo largo del entorno acuático de acuerdo con los rumbos del cosmos y el cuarto lugar como eje central del periodo Colonial. La evidencia arqueológica y arquitectónica analizada de dos de ellas sustenta periodos precisos de auge y destrucción, vistas por grandes obras públicas desde mediados del Siglo VIII, cuando se promulga probablemente el primer calendario campechano en el sitio de Edzná –Siyan ca’an, “nacido del cielo”, que dura hasta pocos años después de 1000 de nuestra era, cuando varios contextos y conjuntos fueron sistemáticamente arrasados en el lugar. Después del ocaso de Edzná y en sentido imitando el paso solar se trasladaron las insignias del poder ritual religioso hacia el norte del contorno acuático a Acanmul, en donde se registraron también grandes obras públicas semejantes en corte y perfil a su par contemporáneo en Chichén Itzá (Williams-Beck 2000). Luego de sustentar el cargo ritual por otro ciclo calendárico, a partir de finales del Siglo XIII el poder se trasladaría a los socios asentados en tres colinas, como las tres piedras de la creación del mundo Maya, en el área champotonera de Porfía – Pailbox, con conjuntos arquitectónicos al estilo del “minimalismo al máximo” como su par contemporáneo de Mayapán (Williams-Beck, Liljefors-Persson y Anaya Hernández 2013), en donde la obligación del cargo del tiempo ritual se quedaría en el centro ritual religioso en las tierras sureñas de aquellos del oficio lunar hasta un k’atun y dos años después de la batalla en 1517 cerca del estero del río Champotón que provocaría otra especie de destrucción del universo Maya por la llegada de los extranjeros, con miras a que se volviera a fundar el universo que se le siguiera en otro paraje céntrico de Cochistan de acuerdo con lo que pronosticaba el Chilam Balam de Chumayel (Roys 1933; Knowlton 2010).

Ahora bien ¿cuáles son los elementos materiales del registro arqueológico que sustentan estos hechos narrados por leyendas y documentos etnohistóricos de contenido esotérico? Los tres centros prehispánicos colocados en lugares estratégicos en el contorno acuático y el eje central del periodo Colonial muestran periodos de auge y caída sucesivos en esta gran unidad geopolítica compartida (Williams-Beck, Liljefors-Persson y Anaya Hernández 2013). Comenzando con la cuenta regresiva de 1799, año en que se acabó el periodo k’atúnico en Ceiba Cabecera, nos proporciona el siguiente escenario de cambios de poder y la rotación de obligaciones rituales entre los cuatro socios (Rice 2004). El trazo urbano y el periodo de mayor actividad constructiva sugieren que Edzná – Siyan ca’an, “nacido del cielo” es el lugar en donde arranca el calendario may desde 759 a 1019 años de nuestra era. En este momento de su historia compartida la zona norte de la provincia ha de haber asumido el nombre propio Canpech, “ave acuática del cielo” de la variante Maya campechta’an y señalada como la tierra de origen en el Chilam Balam de Chumayel. Después del año 1019 y del ocaso de Edzná (Forsyth 1983) se trasladaría el poder a Acanmul que ya había comenzado la obra pública masiva para recibir las insignias del poder del calendario may, compartiendo una afinidad estructural en planta y perfil con su socios peninsulares más cercanos de la planicie costera al noroeste, del área Puuc occidental campechana y de Chichén Itzá (Williams-Beck 2011). A partir del Postclásico Temprano se remozaba la arquitectura del periodo Clásico Tardío en Acanmul, tapando las bóvedas del Clásico y levantando en la cima de estas grandes plataformas sub-estructurales crujías dobles adosadas mirando un mismo rumbo o de espaldas y con columnas de fuste cilíndrico colocadas en el vano de acceso (Williams-Beck 2000). Después de cumplir otro ciclo del calendario alrededor del año 1279, al tiempo que se le acabara el “veinte” también a Chichén Itzá, pasaría la batuta al sector sureño de la provincia conocido como chakan puut (ah)tun, “piedra preciosa que [las cahob] de la sabana llevan a cuestas” (Arzápalo Marín 1995:228, 657, 731) cuyo topónimo se parece al concepto de cargador del tiempo, a Pa’ilbox y los otros dos barrios aledaños, al igual que Edzná y Acanmul que se fundaron en la cresta de un peten edificado y rodeado de agua. El mandato cíclico religiosos que coloca a Pa’ilbox por encima de una elevación topográfica considerable coincidía con otro nombre mencionado en las fuentes Mayas ichpaa-mayapan, “centinela con vista panorámica” (Arzápalo Marín 1995:381, 603, 489-490), como la sede de poder en este lugar edificado en medio de un mar primordial simbólico a la vera del río.

Al comenzar el K’atun 11 Ahau en la segunda promulgación del calendario campechano paralelo al de Mayapan en 1539 (Rice 2004) y una vez que se concluyera el periodo de mando en Pailbox y sus barrios aledaños, el lugar señalado para recibir las insignias de poder sería Ceiba Cabecera, el ombligo del cuuchcabal compartido. Es el único pueblo de indios del Siglo XVI en toda la comarca en donde permanecen todavía dos inmuebles religiosos en pie, pero ambos sin iconografía católica: los restos de una capilla abierta franciscana y al costado sur una iglesia mayor (Williams-Beck 2014) (Fig.6). Los acabados en pintura mural, en el altar remetido de mampostería en forma de íik rodeado por otras escenas pintadas sugieren que este inmueble religioso Maya era un paraíso llamado Mundo Florido (Taube 2004:81) que encarna el lugar ancestral de origen y retorno. Los Mundos Floridos se asocian comúnmente con el andar solar en el cielo y asumen el papel de hogar para los dioses y de los ancestros como una manera para poder ascenderse hacia el reino del sol que se sitúa en un paraíso terrenal con flores fragantes y trece componentes que representan el ool o esencia humana del alma del maizal y de un bello jardín de flores, plantas y pájaros tropicales (Taube 2004:87, 2010:147, 156-161). Asimismo, las flores plumarias de cinco pétalos de la Flor de Mayo, nicte ha “flor de agua o sol de agua” (Barrera Vázquez et al. 1982), identifican a este lugar como un H’o H’anab Witz o 5 Montaña Flor, “…el axis mundi que soportaba el tronco del árbol ancestral del maíz” (Taube 2004:81) en la época prehispánica y en el contexto colonial temprano se relaciona con un lugar del amanecer, del viento y del lugar sagrado de contacto con el reino sobrenatural (Ibíd.:87) (Fig.7). El altar remetido en forma de íik no sólo reitera los temas del viento, del alma y del aliento, sino también sugiere las fuerzas sobrenaturales involucradas directamente con la muerte y el renacimiento, así como de la renovación de los dioses del sol y del maíz a diario o por temporada de siembra-cosecha (Taube 2010:147).

 

Comentarios finales

 

Contemplar al área completa entre Champotón–San Francisco de Campeche y los lindes hacia el norte y noreste como una provincia compartida llamada Cochistan o “la orilla preciosa del mar que contiene los cuatro rumbos y el ombligo del cosmos” (Arzápalo Marín 1995:125, 129, 236, 699) brinda también otros aspectos para redondear el panorama histórico del área extensiva de sabanas, humedales, ojos de agua y elevaciones topográficas de menor alzado, como si éstas fueran islas en un mar primordial tierra adentro, con tres protagonistas prehispánicas Acanmul, Edzná y Pa’ilbox y otro de la época colonial Ceiba Cabecera como ombligo de este territorio sagrado del calendario ritual en donde se infiere que hubo también una estrategia de rotación de poder entre los principales a través del tiempo. El análisis de cuentas hidrográficas muestra que esta región peninsular, previamente delimitada a través de documentos historicos del periodio de la época de contacto para ilustrar una provincia autónoma independiente, representa también una región natural debido a sus carácteristicas ambientales y zonas de escurrimiento y flujo del líquido vital en la vida humana, que, como pudiera haber extendido sus lazos de comunicación e intercambio social con otros socios pares asentados en el área Petén campechana y guatemalteca, visto por la mención de Edzná como miembro destacado con otros 12 sitios de la federación de pares rituales mencionada en el Altar 3 del sitio Altar de los Reyes. La presencia de este fenómeno de mega-regiones de perfiles social y ambiental parecidos que pudiera haber comenzado desde el Horizonte Formativo y, de acuerdo con el análisis de Boot (s/f) perduraría hasta la época colonial a través de individuos o grupos afiliados con las insignias de Chatan/Chata o incluso con otros solidarios con las facciones Caanul desde tiempos remotos.

Reconocida seguramente entre los naturales desde la historia ancestral como un firmamento acuático y terrestre “nacido del cielo”, o siyan ca’an, la provincia Cochistan estuvo rematado inmediatamente al noroeste también con otro espacio edificado en medio del mar primordial rodeado por nueve ojos de agua, cuyo perfil ambiental, como isla, y cultural, por su topónimo Hina (Okoshi Harada 1992, 2009; Williams-Beck 2013), por el contenido arqueológico, arquitectónico del entorno edificado y por la cantidad de individuos enterrados en sus entrañas, la identificaba también como el portón al inframundo. Esta misma ínsula artificial sería a su vez la troje metafórica en donde se atesoraban las semillas del maíz –infantes como kehinah para “suceder a otro en la muerte…es profecía de los indios” (Arzápalo Marín 1995:419), comuntando una especie de energía pura por otra con los dioses a través de ke’ex para asegurar el orden del cosmos y que el sol diurno pasara por este portón al inframundo (Williams-Beck 2013), se transformara de un estado difunto a otro vital para volver a nacer en el oriente en otro espacio de paso hacia el alumbramiento en Tulum. Este mismo concepto se repita en el área Petén campechano y guatemalteco, comunicada también por medio de las cuencas hidrológicas con y posibles estrategias de organización socio-ritual con sus pares en la provincia Cochistán y espacios rituales anexados justo hacia su noroeste, como se ilustran conceptos y motivos iconográficos plasmados en las vasijas policromadas que escenificaban el sacrificio del Bebé Jaguar. Martin comenta que en casi todos los casos la escena del rito con el bebé recostado se encuentra “…en una montaña (representada por una cabeza de monstruo zoomorfo) rodeada de agua espumosa (indicada por un engobe aguado pincelado sobre la superficie) –como si estuviese situada en una isla rocosa colocada en un mar primordial (Martin 2002:53). Esta montaña sagrada edificada en medio del mar primordial podría identificarse también por la forma, el tamaño, el entorno natural y el contenido cultural como aquél espacio en donde se estibaban a los infantes sacrificados en medio de una matriz de sahkab, como bebé jaguares o niños ofrendados a los dioses. Al igual que resguardar las mazorcas modernas de maíz rociadas con cal viva en las trojes modernas confeccionadas con materiales perecederos o cumchee documentadas hoy día en las regiones Camino Real y Chenes de la geografía campechana, estas infraestructuras con alto sentido simbólico tenían y tienen la finalidad de asegurar la continuidad del ciclo solar en el pensamiento cosmogónico Maya y la vida humana. Como tropo biocultural esta imagen del bebé jaguar o el niño recostado refleja fielmente un eje central del pensamiento mitológico Maya: la regeneración de la vida a través de la agencia humana y la intervención divina para asegurar que continuara el ciclo solar, el calendario ritual y de la vida –hombre– maíz. Que estas ofertas de sacrificio o k’ex ocurren en una isla artificial edificada en medio de nueve ojos de agua en el mar constituyen también “…un puente de paso que vincula el nacimiento, la muerte y la resurrección. El nacimiento se concibe como un momento de transformación análogo al de la muerte, la diferencia en esencia sólo la de la dirección del paso –por dentro o por fuera del Inframundo” (Martin 2002:53) a través de un espacio liminal que conectara los rumbos celestes, terrestres y del más allá con los momentos mismos de creación narrados en el mito del K’atun Once Ahau del Chilam Balam.

 

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Fig. 1: Mapa de la provincia Cochistan.

Fig. 2: Resultado del análisis hydrogeométrico de la provincia Cochistan.

Fig. 3: Red hidrológica que enlaza los ríos Homtun, Champotón y Desempeño, creando un mega-territorio con potencial para fomentar relaciones sociopolíticas entre las cuencas Canpech, Chanputun, Calakmul hidrogeográficas ubicadas alrededor del área de estudio: la provincia Cochistan.

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Fig. 4: Ilustración gráfica aérea del elemento ecológico conocido como peten, localizado en la planicie costera de tierra adentro en la provincia Cochistan.

Fig. 5: Ilustración gráfica del término ch’e’en, representando un pozo y una infraestructura arquitectónica para captar y almacenar agua de lluvia (chultun).

Fig. 6: La Iglesia Mayor de Ceiba Cabecera, cuyo contenido completo en forma y pintura mural representa un “Mundo Florido”.

Fig. 7: Altar en forma de “Ik”, viento, localizado en la Iglesia Mayor de Ceiba Cabecera.