038 Evidencias de reingreso a los espacios sepulcrales en grupos habitacionales del Clásico Tardío-Terminal en Naachtun, Petén, Guatemala. Isaac Barrientos, Julien Sion, Chloé Andrieu, Daniel Salazar y Julio Cotom – Simposio 28, 2014

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038 Evidencias de reingreso a los espacios sepulcrales en grupos habitacionales del Clásico Tardío-Terminal en Naachtun, Petén, Guatemala.

Isaac Barrientos, Julien Sion, Chloé Andrieu, Daniel Salazar y Julio Cotom

 

XXVIII Simposio de Investigaciones
Arqueológicas en Guatemala

Museo Nacional de Arqueología y Etnología
14 al 18 de julio de 2014

Editores
Bárbara Arroyo
Luis Méndez Salinas
Lorena Paiz

 

Referencia:

Barrientos, Isaac; Julien Sion, Chloé Andrieu, Daniel Salazar y Julio Cotom
2015 Evidencias de reingreso a los espacios sepulcrales en grupos habitacionales del Clásico Tardío-Terminal en Naachtun, Petén, Guatemala. En XXVIII Simposio de Investigaciones Arqueológicas en Guatemala, 2014 (editado por B. Arroyo, L. Méndez Salinas y L. Paiz), pp. 465-479. Museo Nacional de Arqueología y Etnología, Guatemala.

 

Evidencias de reingreso a los espacios sepulcrales en grupos habitacionales del Clásico Tardío-Terminal en Naachtun, Petén, Guatemala
Isaac Barrientos
Julien Sion
Chloé Andrieu
Daniel Salazar
Julio Cotom
Palabras clave
Petén Norte, Naachtun, reingreso a sepulturas, Clásico Tardío-Terminal.

Abstract
The excavation of residential patios by the Naachtun Petén Norte archaeological project have revealed a variety of different funerary contexts that enabled us to gather important data about Late and Terminal Classic funerary treatments. In particular, it enabled us to observe post funerary practices, that is, re-entries in the sepulchral space, either during the occupation, or at the moment of the abandonment of the residential structures. This article aims to present a complete description of the specificities of such funerary treatments. We will present the different archaeological contexts in which they occur, the taphonomic evidences of each of them, the meaning of these re-entry practices, as well as a discussion about the different deposits related to them, in particular lithic and marine fauna.

 

Introducción
La participación de los ancestros es quizás uno de los referentes más importantes por los que se puede reconocer a la cultura Maya. El vínculo a los ancestros se extendió desde el ámbito de la cosmovisión y hasta la política, donde la intervención de estos era crucial para legitimar el poder y el orden social. El mundo de los vivos no se puede entender sin la estrecha relación con el mundo de los muertos, donde los ancestros reales resuelven muchas veces el destino de las poblaciones. Las numerosas evidencias iconográficas muestran escenas míticas donde los ancestros participan, por ejemplo, de la transferencia del poder, pero además durante algunas ceremonias rituales que denotan este culto, se accede a los espacios sepulcrales para obtener y utilizar como medio físico a los restos óseos.

El reingreso a los espacios sepulcrales ha sido una práctica registrada en tumbas reales, esta involucra para Fitzsimmons (2009), la destrucción de los elementos arquitectónicos de la sepultura, la modificación y desplazamiento de elementos que constituyen el interior de la tumba, donde se incluye la incineración y la remoción de huesos y el posterior sellado del contexto. Sin embargo, estos criterios pueden ocurrir mediante otro tipo de prácticas sepulcrales, por ejemplo en las sepulturas múltiples, donde se reabre el espacio con la intención de realizar una nueva inhumación. Es evidente que la determinación de un reingreso debe estar precedida del análisis que permita definir las motivaciones de las personas al realizar dicha práctica.

El presente texto evidencia el análisis de tres contextos funerarios con evidencia de reingreso en los conjuntos habitacionales del grupo B de Naachtun, Se presenta en cada caso los rasgos antrópicos que le caracterizan y le distinguen de otras prácticas sepulcrales y al mismo tiempo se proporcionan los rasgos característicos de esta práctica hacia el Clásico Tardío y Terminal.

El Grupo B de Naachtun
El Grupo B se presenta como un área residencial organizada en tres conjuntos compactos de “unidades-patio”: los Complejos Oeste, Central y Sur, vecinos pero independientes. En total, los tres reagrupan a 46 patios, sin contabilizar unas posibles prolongaciones al noreste, y delimitan en parte dos plazas con edificios monumentales, las plazas Este y Río Bec. Cada complejo se presenta como una aglomeración coherente de unidades habitacionales con patios, espacios de circulación y accesos controlados, separado de los demás por plazas o zonas vacías. Se puede suponer que el Grupo B en su totalidad, estuvo ligado al poder político debido a su ubicación central. Uno de los principales ejes de investigación del Proyecto es el estudio del proceso de desarrollo espacio-temporal de las unidades del Grupo B, con su organización espacial inusual para las Tierras Bajas Mayas, con sus tres complejos de escala intermedia de patios residenciales agrupados.

Es el Complejo B-Sur, que comprende 22 patios y se extiende al sur de la Plaza Río Bec, que fue el centro de las investigaciones entre 2011 y 2014. De hecho, este conjunto muestra una organización espacial menos concentrada que los demás complejos, lo que podría reflejar un proceso de aglomeración “en curso”, áreas libres de construcciones las cuales pueden haber sido espacios de circulación para acceder a las unidades. El Complejo Central, que se ubica al norte de la Plaza Río Bec, se compone de 7 patios y es excavado de manera extensiva desde 2013. En lo que concierne a su organización interna, este conjunto se presenta como espacios muy concentrados y entradas muy controladas, sin espacios “libres”. A nivel cronológico, la ocupación de los alrededores de la plaza Río Bec es visible a partir del Clásico Temprano, a través de varias nivelaciones de terreno así como apisonados. La construcción de los pisos estucados y de los edificios que constituyen las unidades habitacionales hoy en día visibles, se fecha fundamentalmente para el Clásico Tardío (fase Ma’ax), en particular en la sub-fase Ma’ax 3 que corresponde al Clásico Tardío Final. Siguen luego varias modificaciones durante el Clásico Terminal (fase Muuch), con huellas de esta última fase de ocupación en casi todos los patios de los Complejos Sur y Central: parece ser que durante el Clásico Terminal, el “centro” de Naachtun se localizó en torno a la Plaza Río Bec. Para poder comparar entre sí las Unidades Habitacionales del Grupo B, se decidió excavar el Patio 28 y sus alrededores de manera exhaustiva, entre 2011 y 2013 (Sion et al. 2014), con el fin de tener un punto de referencia. Durante las temporadas 2013 y 2014, se amplió el análisis mediante excavaciones en los Patios 31 y 34 del Complejo Sur, que presentan tamaño y organización espacial distintos, pero igualmente a los complejos Central y Oeste, de manera a poder acercarse a la organización socio-política, así como a la economía, de todo el Grupo B.

Las sepulturas de los Patios 31, 32 y 22
Durante las excavaciones en los Patios 31, 32 y 22, se han recuperado hasta el momento cuatro sepulturas, tres de las cuales presentan huellas de reingreso. Se describirá brevemente cada una de estas que presentan evidencias claras de reingreso al espacio sepulcral.

La Unidad Habitacional 6O-15 se compone de tres edificios principales, 6O-14, 6O-15 y 6O-15bis, organizados en “U” para delimitar el Patio 31 en sus lados norte, este y sur. La estructura principal, 6O-15, se presenta como una residencia de dos cuartos en tándem, mientras que 6O-14, al sur, presenta una organización interna más compleja, con una subdivisión en cuatro espacios distintos. Al norte, 6O-15bis se distingue de las otras estructuras por su función, con dos puertas que permitían el acceso al Patio 31 desde la zona de circulación que cruza el Complejo Sur de norte a sur. Todos los datos recopilados en esta Unidad Habitacional indican que los edificios fueron edificados en una misma etapa constructiva que se fecha para la sub-fase Ma’ax 3 del Clásico Tardío Final, y conocieron un abandono durante el Clásico Terminal (Sion 2014).

La sepultura 37 puede considerarse de ocupación ya que durante la construcción de la arquitectura funeraria y la instalación del cadáver se perforó el piso de estuco y el piso de construcción del Patio 31, en la esquina que forman las estructuras 6O-14 y 6O-15 (Barrientos 2014). Fue posible identificar su existencia gracias a una intrusión en el piso del patio justo en la esquina sureste que se orientaba en sentido este-oeste. Al continuar el proceso de excavación se describieron dos intrusiones más al norte, en conjunto correspondían a tres diferentes depósitos que contienen una importante variedad de materiales entre los que destacan numerosos elementos de obsidiana (núcleos, navajillas, lascas), malacológicos, restos óseos de fauna marina, desechos de fabricación en jade, así como un recipiente antropomorfo cerámico.
Debajo de estos depósitos, una capa de mortero protegía las lajas más o menos acomodadas que fungían como techo de una cista. Al retirar este techo, fue posible identificar los restos óseos de un infante en decúbito dorsal extendido. Además, se encontraron a la altura del tórax dos recipientes cerámicos, un cuenco polícromo completo de un tipo desconocido y una mitad de cuenco trípode Telchac Compuesto del Grupo Chablekal que permiten fechar este contexto del Clásico Tardío Final. Durante el proceso de excavación, se pudo observar que existían tiestos del recipiente gris fino dispersos en el borde norte de la cista, algunos de ellos incluso por debajo de los órganos dentales y los fragmentos de la mandíbula.

El proceso de excavación del esqueleto, así como el análisis de los proceso tafonómicos que sufrió el cuerpo al interior del espacio sepulcral, demostraron que algunos elementos óseos fueron desplazados intencionalmente. Además, se evidenció la ausencia del cráneo: como se ha escrito con antelación, se encontraron tiestos de un cuenco debajo de los órganos dentales en el espacio que debería ocupar la región facial. Estas evidencias en conjunto denotaron que en esta sepultura había ocurrido un reingreso, en esta ocasión con la intención de recuperar el cráneo.
Gracias a la excavación y al registro sistemático, se puede restituir el conjunto de procesos que ocurrieron. Se intentará describir cada uno de ellos en orden cronológico:

• De inicio, se hizo una intrusión en la esquina sureste del Patio 31, hasta el sedimento de nivelación con la intención de construir una cista donde se inhumaría al individuo infantil. En un segundo tiempo, se rellenó esta intrusión y se restituyó el piso estucado exterior (Fig.1).
• Posteriormente, se reingresó al espacio sepulcral, rompiendo nuevamente el piso del patio y destruyendo algunos de los elemento arquitectónicos de la cista como las lajas del techo y algunos elementos de las paredes verticales. Es durante esta práctica ritual que se extrajo el cráneo, ya que al realizar el análisis de laboratorio sólo cuatro diminutos fragmentos de bóveda craneal fueron encontrados. Finalmente, se intentó restituir el techo de la cista colocando lajas y mortero cubriendo los restos óseos y los recipientes, aunque de forma poco cuidadosa y burda, antes de instalar nuevamente el piso externo del patio (Fig.2).
• Finalmente, durante las prácticas rituales de abandono, se colocaron tres depósitos en relación a la sepultura: uno justo a los pies; uno al nivel del tórax y un tercero al norte de la cista. Cabe señalar que estos jamás alteraron el esqueleto, sin embargo es evidente que existió una intención de depositarlos en relación a la sepultura probablemente en conmemoración de la misma. Como se mencionó anteriormente, la colocación de estos depósitos ocurrió probablemente durante al abandono del patio ya que el piso intruído no se volvió a restituir más (Fig.3).
Los párrafos anteriores permiten entender los procesos ocurridos en el espacio sepulcral. Sin embargo, existen incógnitas a las cuales no es posible dar solución por el momento. En principio, se puede cuestionar si ambos recipientes fueron depositados como mobiliario funerario o si, por el contrario, al momento del reingreso a la sepultura, el cuenco policromo se depositó en conmemoración de esta práctica post-sepulcral.

En lo que concierne el espacio al norte de la UH 6O-15, que corresponde a la parte sur del Patio 32, los datos disponibles indican una construcción de las estructuras 6O-9 y 6O-16 durante la sub-fase Ma’ax 3 (Clásico Tardío Final) y un abandono durante el Clásico Terminal. Se trata de edificios residenciales que conocieron una serie de modificaciones internas durante su ocupación, como pisos sobre elevados y subsecuentes etapas de banquetas (Sion 2014).

La Sepultura 38 se localizó al interior de la estructura 6O-16 Oeste, debajo de la banqueta ubicada al oeste del edificio (Barrientos 2014). Se trata de una sepultura de ocupación, ya que para su instalación se realizó una intrusión en el piso de construcción de la estructura. El proceso de liberación de los elementos arquitectónicos había denotado una intrusión del piso sobre elevado que corría de norte a sur a lo largo del muro oeste. Además, la ruptura de este elemento arquitectónico mostraba tres lajas dispuestas horizontalmente parecidas a las utilizadas en la construcción de cistas. Esta intrusión se encontraba rellenada con un sedimento suelto grisáceo que contenía algunos restos óseos, es por esta razón que se decidió realizar un sondeo en esta área para confirmar si existía algún contexto funerario.

Tras retirar el piso elevado, debajo de un nivel horizontal de lajas características de las que conforman las cistas, se pudo observar el piso de una banqueta anterior roto nuevamente en sentido norte-sur. Este piso estucado describía una fosa que corría a lo largo de todo el muro oeste con una anchura de 80 cm desde el muro oeste. Esta fosa contenía numerosos restos óseos humanos destruidos, sin ningún orden anatómico, integrando el relleno. Tras retirar este sedimento, se localizó un acomodo de piedras que delimitaba un depósito peculiar que consistía en un cráneo colocado en forma posterior y ambas extremidades superiores en relación anatómica, acompañados de diversos fragmentos de un recipiente cerámico del tipo Chinja Impreso, dispersos en toda el área. Además de los numerosos tiestos dispersos y rotos, tres elementos componen el mobiliario funerario: un pico de pedernal, un hueso trabajado en forma cilíndrica y un malacate inciso en cerámica. Estos objetos se concentran en la base del depósito y parecen no haber sido perturbados por la alteración del contexto. Al final del proceso de excavación, fue posible identificar la morfología de la intrusión hecha para la probable instalación de una cista.

Como es posible suponer, una de las principales incógnitas a resolver consiste en demostrar si en este espacio existió una sepultura. De hecho, se contaban con indicios para poder sustentar esta hipótesis: en principio, había que recordar el nivel de lajas características de las utilizadas en la construcción de las cistas y en otro sentido al final de la excavación, fue posible encontrar la huella de la intrusión excavada en el sedimento negruzco de nivelación donde al parecer se instaló la cista. Por último, se realizó el análisis de los restos óseos para conocer la representación con respecto del esqueleto y conocer si estos correspondían a un solo individuo o si por el contrario, habían representados varios individuos. Este análisis demostró que huesos dispersos en el relleno y los del depósito corresponden a un único individuo. Esto permitió demostrar que existió en este espacio una sepultura, la cual sufrió una serie de modificaciones asociadas a los reingresos.

Los diferentes procesos que ocurrieron a la sepultura pueden resumirse de la siguiente forma:
• En principio se realizó una sepultura que excavó el piso de la estructura y el piso de construcción, donde se instaló una cista de aproximadamente 1.35 m en sentido norte-sur y 0.5 m en sentido este-oeste. Es muy probable que en este momento se depositó el recipiente Chinja Impreso. Hasta el momento no podemos saber si existía la primera banqueta antes de la instalación de la sepultura porque el reingreso destruyó una posible huella que permitiera afirmar tal hipótesis. Parece muy probable que la construcción de este espacio sobre elevado fue una consecuencia de la instalación de la cista. Existió después una modificación arquitectónica ajena al contexto funerario, con la construcción de una segunda etapa de banqueta que se extiende hacia el este (Fig.4).
• Posteriormente, existió un reingreso donde se perforó la banqueta, desmantelando por completo la cista y removiendo los restos óseos. Es importante precisar que este reingreso ocurrió en un tiempo relativamente corto a la instalación del cadáver, ya que se encontraban las extremidades superiores en relación anatómica. Así, para que estos segmentos anatómicos se mantuvieran unidos, al menos debieron existir los ligamentos que mantienen unida la articulación del codo. Esta última cuestión es interesante porque permite comprender que el reingreso ocurrió en un tiempo relativamente corto a la muerte del individuo, pero además, porque demuestra que el cuerpo se manipuló en estado de putrefacción. Durante esta práctica se destruyó el recipiente cerámico y sus fragmentos se colocaron, seguramente intencionalmente, en el depósito. En este caso el motivo del reingreso no era extraer un elemento óseo, ya que como hemos mencionado anteriormente, todos los restos se encuentran representados. Al parecer, el objetivo era generar una configuración simbólica donde se eligieron elementos corporales específicos como lo son las extremidades superiores y el cráneo (Fig.5).
• Después del reingreso, se rellenó el espacio con un sedimento grisáceo que incluye, sin ningún cuidado, los restos óseos que no fueron seleccionados para el depósito. En este caso, el piso de la banqueta no fue restituido y se colocaron todas las lajas de la cista para generar un nivel estable que soportaría la instalación de un nuevo piso sobre elevado que cubría la primera etapa de banqueta (Fig.6).
• Finalmente, se volvió a ingresar al espacio sepulcral mediante una pequeña abertura pegada al muro oeste, probablemente mediante las prácticas de abandono, ya que no se reparó el piso sobre elevado.
El registro y la excavación sistemática de este contexto proporcionan datos interesantes al respecto del tratamiento funerario de la población de Naachtun hacia el Clásico Tardío-Terminal. En principio, se puede mencionar el hecho de reingresar al espacio sepulcral con la intención de generar una nueva configuración simbólica donde se seleccionan elementos óseos específicos como son el cráneo y las extremidades superiores. Este caso permite comprobar, aunque no es en realidad algo muy novedoso, que los reingresos pueden ocurrir en un tiempo relativamente corto después de la inhumación del cadáver y que se manipulan segmentos corporales que contienen aún tejido blando. Este contexto demostró que en algunos casos, las modificaciones arquitectónicas pueden deberse a las prácticas de reingreso, así como lo demuestra la instalación de piso sobre elevado.

De nueva cuenta, se presenta en esta sepultura la incógnita sobre el mobiliario funerario. Es evidente que el recipiente doméstico se rompió durante el reingreso, sin embargo el pico de pedernal, el hueso trabajado y el malacate pudieron haber sido ingresados en conmemoración del reingreso, ya que parece poco probable que estos elementos no hayan sufrido ninguna alteración cuando toda la cista fue desmantelada, aunque no podemos descartar esta posibilidad por inverosímil que parezca.
Finalmente, la unidad habitacional que rodea el Patio 22 en el Complejo Central parece conocer un desarrollo similar a los grupos descritos anteriormente, con estructuras residenciales edificadas a final del Clásico Tardío y ocupadas hasta el Clásico Terminal (Gillot 2014). Los diferentes edificios estudiados conocieron importantes modificaciones en su organización interior, con la construcción de banquetas y de muros de división interna.

Localizada al interior del cuarto central de la estructura 5O-120 debajo de una banqueta, la Sepultura 46 puede considerarse de fundación, ya que su instalación al parecer ocurre antes de la construcción del edificio. Fue posible localizarla gracias a un sondeo en el interior de la banqueta, debajo del piso de construcción, con la aparición de un acomodo de piedras y restos de lodo que cubrían una intrusión en sentido norte-sur. Tras retirar este nivel, fue posible observar un par de lajas que cubrían el extremo norte de una fosa excavada directamente en el sedimento negruzco de nivelación, mientras en la porción sur se mostraban un conjunto de lajas características de las utilizadas en los techos de las cistas.

Debajo de las lajas que cubrían la porción norte de la fosa, se pudo observar una importante cantidad de restos óseos removidos y dispersos. En su extremo norte, se localizó un plato trípode policromo colocado boca abajo, mientras que al sur de la sepultura se encontraron los restos rotos de dos cuencos monocromos. Tras retirar el primer nivel de huesos dispersos y alterados, se localizó el húmero izquierdo y los huesos del antebrazo en relación anatómica correspondientes a un individuo adulto. Además, fue posible encontrar un segmento del tórax articulado y los huesos correspondientes a la cintura pélvica en relación anatómica. Estas evidencias en conjunto denotaban que se trataba de un contexto primario alterado. En otro aspecto, debajo del plato se encontró una importante cantidad de restos óseos que no corresponden al cráneo, demostrando que estos fragmentos de hueso habían sido colocados debajo del plato intencionalmente. Sin embargo, el dato más relevante lo constituye la ausencia de los huesos de la extremidad inferior: salvo el peroné derecho, no se localizó ningún hueso de las extremidades inferiores, mientras los huesos correspondientes a los pies se encontraron debajo de las piedras colocadas en el extremo sur de la fosa.

Estas evidencias en conjunto demuestran que en esta sepultura existió un reingreso, esta vez con el objetivo de recuperar los huesos de la extremidad inferior. Podemos entonces resumir los procesos ocurridos de la siguiente manera:
• En principio, se excavó la fosa en el interior del sedimento negruzco con la intención de inhumar al individuo adulto en decúbito dorsal extendido, con los miembros superiores en semiflexión. Para cubrir la inhumación y conservar un espacio vacío, se cubrió el espacio sepulcral con lajas apoyadas en las paredes de la fosa distribuidas horizontalmente. Es muy probable que ambos cuencos monocromos se encontraban depositados cerca de las extremidades inferiores. Cabe señalar que esta sepultura probablemente es anterior a la construcción del edificio, ya que no se encontró ningún indicio ni en el piso de construcción ni en el de ocupación que permita reconocer su carácter intrusivo (Fig.7).
• Posteriormente, ocurrió el reingreso que desmanteló el acomodo del techo de la fosa. Durante este proceso se destruyeron los cuencos monocromos y se extrajeron los huesos correspondientes a la extremidad inferior (Fig.8). Es importante anotar que durante este proceso, una parte de los huesos procedentes de esta acción fueron acomodados encima del cráneo y colocados debajo del plato trípode policromo, específicamente las vértebras. Las lajas desmanteladas fueron desplazadas y acomodadas en la porción sur de la fosa y se colocaron un par de lajas cubriendo el norte de la fosa, para proteger el plato y el cráneo. Finalmente, fueron colocadas piedras pequeñas y lodo cubriendo el entierro (Fig.9).

• Posteriormente, se instalaron los pisos de construcción y de ocupación, para finalmente construir una banqueta. Todas estas modificaciones arquitectónicas tuvieron lugar después del reingreso.
Los diferentes procesos post-sepulcrales ocurridos en esta sepultura permiten cuestionarse nuevamente sobre el origen y dinámica de deposición de los objetos de mobiliario funerario. Como se puede leer con antelación, durante el reingreso los huesos removidos de diferentes segmentos anatómicos fueron colocados debajo del plato policromo. Es importante acentuar que si el plato se encontraba encima del cráneo, debió levantarse para colocar los huesos encima y después se volvió a colocar. Sin embargo, parece probable que el plato se introdujera conmemorando el reingreso.

Los elementos que permiten definir el reingreso
Estos tres ejemplos, aunque limitados en número, permiten esbozar los elementos que caracterizan el reingreso en los conjuntos habitacionales del Grupo B. Se puede mencionar en principio que en todos los casos fue posible comprobar la remoción y destrucción, parcial o total, de los elementos arquitectónicos que constituyen la sepultura. Esta alteración puede comprender la remoción de algunas lajas del techo, o el desmantelamiento total de la arquitectura como lo que se observó en la Sepultura 38. En todo caso, se debe apuntar que esta destrucción no es un proceso cuidadoso ya que, como se comprobó, durante este proceso se alteran los restos óseos y se rompe parte del mobiliario funerario.

En cuanto a las motivaciones que llevaron a los antiguos pobladores de estos complejos habitacionales a reingresar al espacio sepulcral, se puede identificar dos objetivos diferentes. El primero consiste en la recuperación de algún segmento anatómico, concretamente el cráneo y los huesos correspondientes a la extremidad inferior, mientras el segundo consiste en el desmantelamiento de la sepultura, la selección de algunos segmentos anatómicos para integrarlos a un depósito cuyo significado simbólico es desconocido por el momento.

Otra cuestión importante que se puede anotar es que, al menos en el caso de la Sepultura 38, el reingreso al espacio sepulcral ocurrió en un tiempo relativamente corto después de la muerte, ya que como se ha mencionado anteriormente, ambas extremidades superiores contenían aún los ligamentos que les permitían mantenerse en relación anatómica. Como fue mencionado con antelación, esta evidencia demuestra que los antiguos pobladores manipulaban segmentos corporales aún con tejido blando. De hecho, existen otros tipos de contextos en Naachtun (como es el caso de algunos depósitos), que contienen segmentos corporales articulados que fueron manipulados con tejido blando. Al respecto, la información de la literatura denota que la manipulación de restos humanos, y los procesos de re-enterramiento podría ocurrir en un tiempo promedio de año y medio (McAnany 1998: 289), este tiempo promedio puede corresponder con la preservación de ligamentos que mantuvieron unidos los segmentos corporales en esta sepultura. Los ejemplos presentados se componen de la destrucción de la arquitectura funeraria, la modificación parcial o total de los elementos que componen la sepultura incluyendo los restos óseos, así como de la restitución o sellado del contexto. Estos rasgos antrópicos en conjunto definen el reingreso (Fitzsimmons 2009: 142).

Otro elemento que permite caracterizar el reingreso consiste en demostrar que estos espacios sepulcrales alterados son nuevamente visitados con el objetivo de realizar diferentes acciones al final de la ocupación de los espacios habitacionales. Así, mientras en la Sepultura 37 fueron depositados numerosos elementos materiales, el piso sobre elevado de la Sepultura 38 fue nuevamente abierto con la intención probablemente de recuperar algunos elementos. En ambos casos, ni el piso sobre elevado, ni el piso del Patio 31 fueron restaurados, lo que indica lo tardío de estas acciones. Es evidente que estos espacios sepulcrales son importantes y recordados por las poblaciones, ya que se acude a ellos incluso al momento de abandonar el sitio, probablemente acudiendo a los ancestros, conmemorando con ellos el abandono de los espacios habitacionales.

El mobiliario funerario
Como se ha podido leer durante el desarrollo de este texto, una incógnita compartida por los tres contextos detallados consiste en determinar si algunos elementos del mobiliario funerario fueron introducidos después del reingreso. Al respecto, se puede mencionar que en las tres sepulturas presentadas existen materiales cerámicos rotos y dispersos al interior del espacio sepulcral que fueron alterados durante el ingreso a los entierros. Sin embargo, existen objetos intactos que no sufrieron alteraciones.
Como puede intuirse, es difícil determinar con precisión qué sucedió, al respecto es posible proponer tres posibilidades. Se puede suponer que los objetos existían en el interior de las sepulturas, y que durante el reingreso y la destrucción parcial del contexto, no fueron tocados. Sin embargo, habría que decir que es poco probable dado el poco cuidado con el que se realizó la reapertura de los espacios sepulcrales. La segunda posibilidad es que estos objetos contienen un valor simbólico que les merece ser tratados con sumo cuidado, entonces durante este proceso fueron retirados y re depositados intactos. Finalmente, se puede sugerir que estos elementos fueron depositados justo después del reingreso, es decir ocurrían en conmemoración de esta práctica.

La última hipótesis al parecer, resulta más probable, si se toma como ejemplo lo sucedido en la Sepultura 46 donde algunos huesos, producto de la alteración, fueron dispuestos debajo del plato trípode policromo y encima de los huesos del cráneo. Resulta coherente pensar que los huesos fueron agrupados sobre el cráneo y el plato, como elemento conmemorativo fue colocado sobre estos restos y protegido después con las lajas.

Las modificaciones arquitectónicas
Los reingresos en ciertas sepulturas tuvieron también consecuencias a nivel arquitectural, a través de reorganizaciones internas y edificaciones de nuevos elementos arquitectónicos (piso, banqueta, entre otros). En la mayoría de los casos, se trata de la reconstitución del piso estucado roto al momento de la intrusión en la sepultura, un proceso que se caracteriza al nivel arqueológico por la existencia de un “parche” de reparación (un elemento que puede igualmente referirse a un entierro intrusivo de ocupación). En otros casos, como para la Sepultura 38, el reingreso implicó hasta la realización de un nuevo nivel de piso sobre elevado, con la reutilización de las lajas de la cista destruida.

De manera general, se sabe que la arquitectura doméstica y las sepulturas muestran una importante relación en la cultura Maya clásica, ligada a la importancia concedida al culto de los ancestros (McAnany 1998), así como a la estructura de residencia que se considera como la sede de la historia del grupo social (Arnauld et al. 2013). De hecho, una parte de los contextos sepulcrales presentan una ubicación directamente relacionada con los momentos claves del desarrollo de los edificios (fundación, restructuraciones arquitectónicas mayores…) y marcan las principales etapas de la “vida” de las estructuras (Pereira 2013). Los eventos de reingreso permiten confirmar que los entierros, y los ancestros que contienen, siguen teniendo un papel importante durante toda la ocupación: los habitantes realizaron numerosos rituales en relación con estos contextos, incluso hasta el abandono de las unidades habitacionales, como lo demuestran los ejemplos de las Sepulturas 37 y 38.

La extracción de huesos durante el reingreso y la relación con los ritos de abandono
Fue demostrado que los contextos funerarios con evidencia de reingreso son espacios a los que se acude, incluso al momento del abandono. No obstante, se puede establecer otro tipo de vínculo entre el fenómeno generalizado de abandono del Grupo B durante el Clásico Terminal y el reingreso a los espacios sepulcrales. Como fue dicho con antelación, y en realidad como es conocido para otros sitios de las Tierras Bajas Mayas (McAnany 1998; Fitzsimmons 2009), la obtención de restos óseos es uno de los principales objetivos porque los habitantes de Naachtun reingresaron a las sepulturas. Los dos contextos que presentan esta característica denotaron que los huesos extraídos fueron las extremidades inferiores y el cráneo, y una de las principales inquietudes que surgen consiste en conocer cuál es el uso que se les da a estos huesos extraídos y cuál podría ser su paradero.

Al respecto las excavaciones en los Complejos Sur y Central del Grupo B han evidenciado la existencia de depósitos que conmemoraran el abandono y que contienen restos óseos humanos. Fue preciso clasificar los depósitos en dos categorías: los que se encontraron sobre el piso o dentro del derrumbe muy cerca de él y aquellos que para su instalación se perforó el piso. Si se toma en consideración los depósitos sobre los pisos, se puede encontrar que existe una tendencia muy clara a incluir precisamente los huesos correspondientes al cráneo y a la extremidad inferior (Fig.10). Este dato resulta sugerente al respecto de cuál puede ser uno de los usos que se le da a los restos óseos obtenidos mediante el reingreso. No intentamos en absoluto afirmar que todos los huesos contenidos en los depósitos provengan del reingreso, sin embargo podemos especular que es posible que los huesos que integraron estas prácticas rituales de abandono puedan provenir de los “ancestros” que contenían las sepulturas con huellas de reingreso.

Los depósitos de abandono y la Sepultura 37
Si bien se demostró que los depósitos encontrados encima de la sepultura 37 denotan cómo se acude a los espacios sepulcrales incluso durante el abandono del sitio, es importante destacar algunas características sobre el contenido de los depósitos, las connotaciones simbólicas y las implicaciones que representa a nivel de la prosperidad y las redes de interacción comercial.

En cuanto al material lítico, comprenden 272 fragmentos de obsidiana (102 en el Depósito 16 y 170 en el Depósito 17), así como 9 fragmentos de jade, todos dispuestos en el Depósito 17 (Andrieu 2014). Una gran parte de estos elementos corresponden a desechos de fabricación: son 45 fragmentos de núcleos prismáticos, 19 lascas de destrucción de núcleos, 185 fragmentos de navajas prismáticas, de las cuales 4 pegan entre ellas y 19 fueron sacadas desde un mismo núcleo, 3 navajas de secunda serie y 20 fragmentos sin clasificar. En cuanto a los elementos de jade, extrañamente, corresponden todos a desechos de producción: 6 fragmentos son desechos de corte con hilo, y los tres más son preformas de cuentas. Esto merece ser subrayado ya que esta etapa de la cadena operatoria nunca había sido documentada tan lejos de las fuentes en las Tierras Altas de Guatemala (Andrieu et al. 2012; Andrieu et al. en prensa).

Sin embargo, varios indicios enseñan que este depósito no corresponde a actividades artesanales que hubieran tenido lugar en el patio donde fue encontrada la inhumación. La diversidad de los métodos de “debitage” de los núcleos, así como la variedad de los métodos de preparación del plan de presión indican que no corresponden a la producción de un solo artesano y que por lo tanto estos desechos fueron reunidos desde varios talleres distintos. A esto se añade el hecho de que estos 45 fragmentos de núcleos corresponden a la producción de 4500 navajas, lo cual es mucho más que el número de navajas descubiertas para la ocupación del Clásico Terminal, y podría indicar que provienen de varios depósitos o de varios talleres cuyo material ha sido re-depositado sobre este entierro.

Estos depósitos de desechos de talla son relativamente comunes en las Tierras Bajas Mayas, sin embargo se encuentran generalmente asociados a contextos reales en edificios cívico ceremoniales (Andrieu 2009; 2011). Esta concentración de desechos de producción de jade y de obsidiana sobre una inhumación simple podría indicar que los códigos de la realeza han sido recuperados por las élites del Clásico Terminal como una estrategia de legitimación del poder en una época de intensa reorganización social y económica en las Tierras Bajas.

Para el caso de la fauna marina asociada con este entierro, el inventario contiene conchas sin modificar de bivalvos como Tellina sp., Anadara sp., Mactra cf. fragilis, Chama sp., Arca zebra, así como de gasterópodos del género Cerithium sp. y Serpulorbis decussata, acompañados por los restos de un coral y al menos dos espinas de mantarrayas y de un pez globo (Cotom-Nimatuj 2014). Es interesante observar que en esta ofrenda únicamente fue encontrado un objeto (colgante) elaborado en un bivalvo de tono naranja que no fue identificado. Fuera de ser bienes exóticos procedentes del Atlántico evidenciando redes de interacción con las costas del Caribe, reafirman el estatus y poder adquisitivo de los individuos de este sector. Así también, todos están asociados directamente con el hábitat acuático evocando una relación directa con el “Mar Primordial” como lo mencionan Freidel et al. (1999) para los depósitos de este tipo, indicando una ideología compartida en esta región.

Es importante anotar que normalmente estas especies de bivalvos se utilizaron para conformar ofrendas dedicatorias y funerarias, dejándose sin modificación alguna, lo que indica la importancia de conservar las características naturales del molusco. En Naachtun se han encontrado en otras ofrendas dedicatorias las mismas especies o elementos similares tal es el caso de la Ofrenda 9 donde se incluían valvas de la especie Arca zebra o la Ofrenda 2 donde además de las distintas valvas marinas se encontró una espina de mantarraya. También en otros asentamientos de la región de Petén se ha documentado ofrendas que tienen dentro de sus materiales, algunas valvas sin modificar como en el caso de Tikal (Laporte e Iglesias 2004), El Zotz (Garrison et al. 2012), Holmul (Mauricio Díaz, comunicación personal 2014) y Xultun (Rivera et al. 2012), por mencionar algunos.

Comentarios finales y perspectivas
Durante el desarrollo de este trabajo se fueron develando diversos tópicos que vale la pena recapitular. En principio, podemos destacar que el hecho de que esta práctica de reingreso haya sido reconocida en los espacios habitacionales de la élite pero no directamente ligados del poder dinástico, permite evidenciar que no es una práctica exclusiva de la realeza en contextos cívico-ceremoniales. En cambio es posible sugerir que esta práctica se integra a la cosmovisión de las poblaciones Mayas ante el fenómeno ineludible de la muerte y el relevante vínculo con los ancestros.
Se ha comprobado que los habitantes de los Complejos Sur y Central del Grupo B en Naachtun se vinculan a sus ancestros incluso durante el abandono delsitio. Al respecto, hemos propuesto que los restos óseos extraídos durante el reingreso pudieron ser utilizados para la configuración de depósitos de abandono, donde se incluyen los huesos que se determinó fueron extraídos de las sepulturas.
En cuanto a la dinámica de los objetos interpretados como mobiliario funerario, es importante destacar que probablemente en conmemoración del reingreso, se introducen materiales, así lo demuestran los diversos materiales rotos; en oposición, vasijas y elementos que se conservan intactos. Además, se sabe que se acude al final de la ocupación a los espacios sepulcrales con reingreso donde son depositados materiales que denotan la prosperidad de quienes realizaron dichos depósitos.
Finalmente, es indispensable diferenciar el reingreso de otras prácticas como la reutilización dinámica del espacio sepulcral. Este tratamiento funerario implica desde luego la ruptura de algunos elementos arquitectónicos así como la alteración y remoción de algunos segmentos óseos, sin embargo el objetivo de estas acciones es la nueva inhumación de un cadáver. Las connotaciones simbólicas contenidas en cada una de estas prácticas les diferencian indudablemente.

Referencias
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Fig.1: Sepultura 37. Dibujo: D. Salazar, I. Barrientos, J. Sion.

Fig.2: Detalle Reingreso Sepultura 37. Dibujo: D. Salazar, I. Barrientos, J. Sion.

Fig.3: Depósitos de abandono Sepultura 37. Dibujo: D. Salazar, I. Barrientos, J. Sion.

Fig.4: Sepultura 38. Dibujo: J. Sion, D. Salazar, I. Barrientos.

Fig.5: Reingreso Sepultura 38. Dibujo: J. Sion, D. Salazar, I. Barrientos.

Fig.6: Instalación de piso sobre elevado sepultura 38. Dibujo: J. Sion, D. Salazar, I. Barrientos.

Fig.7: Sepultura 46. Dibujo: J. Sion, D. Salazar, I. Barrientos.

Fig.8: Reingreso Sepultura 46. Dibujo: J. Sion, D. Salazar, I. Barrientos.

Fig.9: Modificaciones Post Reingreso Sepultura 46. Dibujo: J. Sion, D. Salazar, I. Barrientos.

Fig.10: Porcentajes de huesos ubicados en depósitos de abandono sobre piso.