Categorías

024 Chiapa de Corzo y su arqueología a la luz de las investigaciones actuales – Lynneth Lowe – Simposio 25, Año 2011

Descargar este artículo en formato PDF

Lowe, Lynneth

2012        Chiapa de Corzo y su arqueología a la luz de las investigaciones actuales. En XXV Simposio de Investigaciones Arqueológicas en Guatemala, 2011 (editado por B. Arroyo, L. Paiz, y H. Mejía), pp. 275-282. Ministerio de Cultura y Deportes, Instituto de Antropología e Historia y Asociación Tikal, Guatemala (versión digital).

24

CHIAPA DE CORZO Y SU ARQUEOLOGÍA A LA LUZ DE LAS INVESTIGACIONES ACTUALES

Lynneth Lowe

PALABRAS CLAVE

Chiapas, Chiapa de Corzo, investigaciones recientes, zoques, astronomía

ABSTRACT

This paper presents a sinthetic view of the development of archaeological research at the site of Chiapa de Corzo, from 19th Century until our days, showing the major changes on its conceptions through time. The ancient settlement motivated the interest of early travelers and explorers, as Brasseur de Bourbourg, Berendt and Seler. Later on, the investigations carried during the last 50 years confirmed its relevance as one of the major regional centers on the Central Depression of Chiapas and its close relationships with other sites identified with Zoque cultural expresions. The 2010 field season of the Chiapa de Corzo Archaeological Project has provided solid information on the chronology and early development of this city during the Middle Formative period. The finding of an elaborated funerary chamber inside the pyramid of the Group E (Mound 11), dated around 700 BC, has clarified important aspects of the early occupation: notable social stratification and complex public rituals, close relations with the Olmec Hearthland and well established exchange routes for the obtention of amber, jade, pirite, pearls and sea shells, among other precious products.

INTRODUCCIÓN

La trascendencia histórica de la antigua ciudad de Chiapa de los Indios como capital del territorio ocupado por los belicosos Chiapanecas en el momento de la Conquista resulta un hecho bien conocido gracias a las crónicas y documentos coloniales. Este grupo, que dio su nombre a la provincia, parece haber llegado a la Depresión Central entre los años 500 y 900 DC momento en que se dan los principales movimientos de población en el Altiplano Central y en la Costa del Golfo, de acuerdo con los estudios realizados por Navarrete (1966:97).

Sin embargo, la ocupación prehispánica de la Depresión Central de Chiapas se remonta a épocas mucho más antiguas. Más de un milenio antes de la llegada de los Chiapanecas, los grupos Zoques se extendían por toda la región del Istmo y el occidente de Chiapas, estableciendo una de sus capitales más importantes en este sitio. Para ello, escogieron precisamente la meseta elevada que domina un pequeño valle aluvial del río Grijalva, en el extremo oriental de la ciudad moderna. Evidentemente, se trataba de una ubicación estratégica en el control de esta importante vía de comunicación que enlaza las Tierras Altas de Guatemala con la planicie costera del Golfo.

La antigua capital Zoque, ubicada sobre la meseta, parece haber sido fundada hacia 1200 AC o quizás antes, y a lo largo de muchos siglos constituyó el principal centro de poder de la región, hasta su abandono en la segunda mitad del periodo Clásico. La parte central de la ciudad estaba organizada alrededor de grandes plazas, con templos piramidales y palacios adornados con monumentos esculpidos, un complejo de conmemoración astronómica y muchas otras edificaciones. A pesar del tiempo transcurrido, la ubicación de las ruinas del antiguo asentamiento en las afueras de la ciudad colonial y moderna permitió que se conservasen en buena medida hasta hace algunas décadas.

Los primeros reportes de la existencia de un asentamiento prehispánico en el lugar datan de la segunda mitad del siglo XIX, en concordancia con el creciente interés de la época por acercarse al conocimiento del pasado indígena. Al parecer, la referencia más antigua corresponde al abate Charles-Etienne Brasseur de Bourbourg, quien visitó Chiapa de los Indios en 1859 como parte de un recorrido que lo llevaría desde el Istmo de Tehuantepec hasta Guatemala. Brasseur asocia el asentamiento a la etnia Chiapaneca y la describe como “una ciudadela formidable que, dominando el curso del río, es llamada en su lengua Chapa-Nanduimé, y de la cual la ciudad moderna de Chiapa-de-Indios no representa más que un gran suburbio” (Brasseur 1865:126).

Una década más tarde, en 1869, llega a Chiapa el notable médico y filólogo alemán C. Hermann Berendt, quien realiza el primer registro detallado de las ruinas. Aunque su interés fundamental radicaba en los estudios lingüísticos, también dedicó su atención a las antigüedades locales, incluyendo en su cuaderno de notas un pequeño croquis con la ubicación del sitio arqueológico al este de la ciudad, sobre una loma (Figura 1). Allí observa que: “Cerca de las pirámides (d) y aun en la loma, muy reducida por las lluvias, se encuentran tiestos, pedazos de ídolos, de piedras labradas, de conchas (unio), de obsidiana, etc.” (Berendt 1869-1870: 16r), y coincide con la opinión de Brasseur de que se trataba de un cerro fortificado de los Chiapanecas. En realidad, en aquella época era difícil imaginar que las ruinas de esos grandes edificios piramidales, que asociaban a los Chiapanecas y al momento de la Conquista, pudiesen corresponder a una época más antigua y a otros grupos que habitaron previamente la región; habría que esperar hasta mediados del siglo XX para que las investigaciones cambiaran esta visión y confirmaran la presencia de una cultura arqueológica Zoque que se extendía por todo el centro y el occidente de Chiapas desde épocas muy tempranas (Berlín 1946; Lowe y Agrinier 1960).

Otra de las aportaciones realizadas por el Dr. Berendt fue el dibujo a escala de un plano de la ciudad con la ubicación de tres “teocallis” o montículos piramidales, donde agregó el levantamiento detallado de uno de ellos: la planta arquitectónica de la “Plataforma del Cuyo b llamado Dili-Calvario (Loma del Calvario)”, que conservaba restos de una escalinata del lado este y una cruz en su parte superior, así como un alzado del basamento y los edificios superiores (Figuras 2 y 3).

EL MONTÍCULO 11

Por su ubicación y características este edificio parece corresponder al Montículo 11, la gran pirámide del complejo de conmemoración astronómica del sitio o Grupo Tipo E, cuya cima fue destruida hace varias décadas para colocar allí el tanque de agua de la ciudad (Figura 4). Gracias a los detallados apuntes de Berendt, podemos saber que el basamento alcanzaba una altura original de más de 13 m y que conservaba restos de varias plataformas secundarias en su cima, de hasta 3 m de altura. Las excavaciones llevadas a cabo en el montículo el año pasado, después de la remoción del tanque de concreto, demostraron que, a pesar de la destrucción sufrida en el último siglo, todavía se conservaba una larga secuencia constructiva en su núcleo y su fachada principal. Este complejo, fundado hacia 900 AC, constituyó el centro original de la ciudad, y sufrió múltiples ampliaciones y remodelaciones en siglos posteriores; las excavaciones practicadas en la cima de la estructura expusieron excelentes ejemplos de arquitectura preclásica de barro y dos tumbas tempranas, entre otros elementos arqueológicos que han permitido obtener valiosa información cultural y estratigráfica sobre la primeras etapas de ocupación del sitio.

La temporada 2010 del Proyecto Arqueológico Chiapa de Corzo fue resultado de un proyecto de colaboración académica entre la Fundación Arqueológica Nuevo Mundo y el Centro de Estudios Mayas del Instituto de Investigaciones Filológicas de la Universidad Nacional Autónoma de México, con el apoyo administrativo del Centro INAH Chiapas y el financiamiento de National Geographic Society y el programa Fulbright-García Robles, bajo la dirección de los doctores Bruce Bachand y Emiliano Gallaga.

TUMBA 1

La exploración del núcleo del Montículo 11 permitió identificar la presencia de una veintena de edificios superpuestos que van desde los inicios del periodo Formativo Medio hasta mediados del Clásico, en una excavación que alcanzó los 11 m de profundidad hasta la roca madre (Figura 5). La construcción más temprana correspondía a una plataforma basal de arcilla que se fecha hacia 900 AC (fase Dili o Chiapa II). La siguiente etapa, de la fase Escalera (Chiapa III), fue realizada alrededor de 700 AC, y se trataba de un basamento piramidal recubierto de barro, de 6 m de altura, que resguardaba en su interior un importante recinto funerario. La Tumba 1 fue colocada debajo del piso del templo en su parte central y constaba de dos cámaras anexas construidas a base de arcilla, rocas burdas y algunas lajas. El techo estaba formado por morillos y tablones de madera colocados en forma transversal que, con el paso del tiempo, sufrieron un desplome en su parte central según pudo apreciarse durante el proceso de excavación gracias a las improntas y restos de la corteza que se conservaron en el núcleo de barro.

La cámara principal de la tumba contenía los restos óseos de un dignatario depositado en posición dorsal con la cabeza orientada al norte, acompañado por un rico ajuar funerario que indicaba con claridad su elevado estatus (Figura 6). Aparentemente, tanto el cuerpo como las ofrendas fueron colocadas encima de una tarima evidenciada por un delgado estrato de fibras de madera conservado sobre el piso de arcilla. En los costados del recinto se depositaron 15 vasijas de cerámica, algunas de ellas decoradas al negativo con patrones geométricos. Uno de los platos contenía restos de estuco y un par de ojos –elaborados en concha nácar y hematita–, que parecen indicar la presencia de una máscara o una escultura como parte de la ofrenda.

El personaje central era un hombre adulto, de 40 a 50 años de edad y 1.66 m de altura, que llevaba incrustaciones dentarias de nácar y pirita en los incisivos y caninos superiores. Su boca estaba cubierta por una concha asociada a dos pequeños discos de obsidiana gris pulida, que podrían haber formado parte de una máscara elaborada con materiales perecederos. Junto al hombro derecho fue colocado un espejo rectangular de placas de pirita de color dorado, colocado sobre una base desintegrada con restos de aplanado de estuco. Llevaba también un elaborado collar de casi un millar de minúsculas cuentas de jade entrelazadas con pequeñas placas en forma de conchas o “cucharillas” olmecas en miniatura, rematado con un contrapeso formado por dos cuentas tubulares. Sobre las caderas se apreciaban restos de un material orgánico degradado de color blanco, quizás parte del atavío, que mostraba al centro una marca circular de color gris con un pequeño espejo pentagonal de hematita. Un posible cinturón remataba en la parte posterior con tres grandes cuentas de jade, representando una de ellas la cabeza de un lagarto o un ave, y el colgante delantero de su faldellín estaba ornamentado con varias decenas de cuentas y pendientes de concha nácar. Este suntuoso atavío se complementaba con múltiples sartales de jade en los brazos, las muñecas, las piernas y los tobillos; éstos últimos estaban intercalados con perlas diminutas.

Todo el cuerpo del personaje, así como el piso de la tumba fue cubierto por una capa de polvo de cinabrio de color rojo intenso. Junto a él se hallaron los restos de otros dos individuos, muy probablemente colocados como acompañantes o víctimas sacrificiales: un infante de cerca de dos meses de edad cerca de la cabeza del personaje principal y un joven ubicado en posición angular que parece haber sido arrojado sobre un extremo de la cámara encima de algunas vasijas de la ofrenda; ninguno de ellos presentaba ornamentos.

Posteriormente se encontró una cámara anexa en el costado norte de la tumba, comunicada con ella por medio de un escalón de 0.50 m de altura. El anexo funcionó como recinto funerario para otro personaje principal, en este caso una mujer, que fue colocada en posición extendida con la cabeza hacia el este, cubierta por cinabrio. El rico ajuar funerario de la señora principal presentaba muchas semejanzas con el primer personaje y su contexto indica que fueron contemporáneos. También se trataba de una persona adulta, de alrededor de 50 años con una estatura de 1.58 m, que llevaba incrustaciones dentarias dobles de pirita en los incisivos laterales superiores. Sobre su cráneo aparecieron dos mosaicos de hueso y obsidiana verde pulida formando un par de ojos, así como una concha sobre la boca, calada en forma de una pequeña máscara con ojos de nácar. Además de esto, llevaba una espina de mantarraya en el lado derecho del torso y un espejo de pirita cuadrangular junto a la rodilla del mismo lado, así como dos cuencos invertidos sobre la pierna izquierda. Su extraordinario collar estaba formado por pequeñas perlas, cuentas de pirita y pendientes de jade en forma de aves acuáticas, además de dos tubos espaciadores y un contrapeso esférico. Los brazaletes y pulseras fueron elaborados con cuentas de jade, y las ajorcas de las piernas y tobillos incluían además pequeñas perlas y cuentas de pirita.

A diferencia del personaje masculino, la señora portaba alrededor de la cintura un ornamento elaborado con cuentas de jade y ámbar, que remataba en la parte posterior con dos grandes cuentas de jade talladas en forma de calabaza y otra que representaba la cabeza de un mono aullador. La presencia de los ornamentos de ámbar en este contexto representa sin duda la evidencia más antigua de la explotación y manufactura de esta resina fósil en Chiapas que, con el paso del tiempo, se convertiría en uno de los recursos más preciados de la región.

La Tumba 1 representa un antecedente relevante en el ámbito de la Arqueología mesoamericana. Constituye una de las tumbas piramidales más tempranas halladas hasta la fecha, y en un complejo de conmemoración astronómica o Grupo Tipo E. Así mismo, parece tratarse de uno de los primeros casos de la presencia de un hombre y una mujer depositados juntos en una tumba de élite del Formativo Medio. Su ajuar funerario resulta muy rico y variado para un contexto funerario de élite en esta época, con más de 2,700 cuentas de jade, 900 perlas, 45 cuentas de pirita y cerca de 50 de ámbar, con un total de 3,728 piezas. En el occidente de Chiapas este recinto constituye el primer ejemplo de una cámara funeraria con techo de madera que resultarán comunes en fechas posteriores, durante el Formativo Tardío y el Protoclásico, así como el registro más antiguo de la tradicional práctica funeraria Zoque de cubrir la boca de los dignatarios con una concha marina y el posible uso de máscaras. Aunque todavía es necesario llevar a cabo un análisis tecnológico y comparativo más profundo de estos materiales, la presencia de cuentas y espejos cuadrados de placas de pirita resulta bastante novedosa para este horizonte y faltaría aún por establecer su procedencia.

ENTIERRO 4

Al final de la temporada 2010 se logró detectar otro contexto funerario correspondiente al mismo periodo cronológico, aunque debido a su compleja ubicación solamente se exploró en forma parcial. El Entierro 4 consistió en una tumba colocada debajo del piso del último templo construido en la fase Chiapa III, hacia 500 AC y quedó expuesto casualmente en una de las esquinas de la excavación. Aparentemente se trataba también de una tumba con techo y piso de madera, aunque hasta el momento no ha sido posible establecer sus dimensiones y características constructivas. En la sección explorada, que corresponde a su extremo oriental, se identificó la presencia de dos individuos jóvenes, que fueron colocados en forma paralela, con la cabeza orientada al este, acompañados por un rico ajuar funerario. El personaje ubicado al norte llevaba una mano levantada encima de la cabeza, así como los restos de un posible tocado de material orgánico; junto a éste, se encontraron fragmentos del cráneo de un cocodrilo y un caparazón de tortuga con diseños incisos. Como ornamento principal, el individuo portaba un gran collar elaborado con cuentas globulares de hueso y caracoles, que llevaba como elemento central un pendiente elaborado a partir de la placa ventral de una tortuga. El pendiente fue tallado con la imagen de un rostro Olmeca de excelente factura, y en su extremo inferior pendían varios sartales de caracoles pequeños.

El segundo personaje llevaba sobre el pecho un atavío brocado con decenas de colmillos de cánidos; sobre su costado izquierdo se identificó la presencia de otro collar elaborado con grandes cuentas discoidales de hueso, cuyo pendiente -elaborado en un mineral de hierro (probablemente pirita)- muestra el delicado relieve de un venado en actitud yacente. La ofrenda recuperada incluyó también una olla bícroma, un cuenco, dos platos y una vasija de doble cámara con asa de estribo y vertedera, decorada con la figura de un enano.

CONSIDERACIONES FINALES

En conjunto, los contextos funerarios explorados (además de otros hallazgos de contextos rituales ubicados en la plaza central) brindan un claro testimonio de la importancia social que representaba la pirámide del complejo de conmemoración astronómica al identificar a Chiapa de Corzo como el asiento principal del poder político entre los grupos Zoques de la Depresión Central de Chiapas. Los nexos establecidos entre este sitio y los grupos Olmecas de La Venta, así como su ubicación estratégica sobre una de las rutas de comunicación más importantes entre las Tierras Altas y la Costa del Golfo, lo coloca en un lugar central de la cuestión acerca de las interacciones culturales mantenidas en la época (Bachand y Lowe 2011). Resulta claro que para el periodo Formativo Medio, en Chiapa de Corzo existía ya una marcada jerarquización del poder político y religioso, así como una evidente participación temprana en redes de comunicación e intercambio que permitieron el acceso a ideas y materiales importados desde regiones lejanas. La presencia de jade, ámbar, obsidiana gris, pirita, perlas, conchas y caracoles se contextualiza a través de importantes nexos ideológicos con la región Olmeca de la Costa del Golfo, destacando la compleja naturaleza de tales interacciones, al mostrar una combinación de rasgos locales, regionales y extra-regionales. Aún falta conocer con mayor detalle el desarrollo específico de otros sitios de esta época, especialmente de La Venta, pero el avance de las investigaciones hasta el momento ha permitido establecer cuestiones básicas acerca de la cronología y el desarrollo cultural precursor de este asentamiento en el ámbito regional durante el periodo Formativo Medio.

REFERENCIAS

Bachand, Bruce R. y Lynneth S. Lowe

2011        Chiapa de Corzo y los olmecas, Arqueología Mexicana, Vol. XVIII, No. 107, pp. 74-83. México.

Berendt, Carl Hermann

1869-1870        Apuntes y estudios sobre la lengua chiapaneca, Colección Lingüística Berendt-Brinton, Ítem 121. Universidad de Pennsylvania, ms., versión digitalizada.

Berlin, Heinrich

1946        Excavaciones arqueológicas en la región chiapaneca, Informe en el Archivo Técnico del INAH, Tomo 7, Exp. 63. México

Brasseur de Bourbourg, Charles Etienne

1865        “Esquisses d’histoire, d’ethnographie et de linguistique pouvant servir d’instructions générales”, Archives de la Comission Scientifique du Mexique, I, pp. 85-136. Paris.

Lowe,Gareth W. y Pierre Agrinier

1960         Mound 1, Chiapa de Corzo, Chiapas, Mexico, Papers of the New World Archaeological Foundation, No. 8.Brigham Young University, Provo.

Navarrete, Carlos

1966        The Chiapanec History and Culture, Papers of the New World Archaeological Foundation, No. 21. Brigham Young University, Provo.

NOTA DE EDICIÓN:  La calidad de las ilustraciones, es debido a que el autor no respetó los lineamientos requeridos.

Figura 1. Croquis de la ciudad de Chiapa con la ubicación del sitio arqueológico al este (d), realizado por HermannBerendt en 1869.

Figura 2. Plano de la ciudad de Chiapa reducido a escala por HermannBerendt en 1869.

Figura 3. Detalle del teocalli b de Chiapa, según Berendt (1869).

Figura 4. Vista reconstructiva del Complejo de Conmemoración Astronómica o Grupo tipo E (Montículos 11 y 12) de Chiapa de Corzo, según G. Lowe (Dibujo de Áyax Moreno, NWAF).

Figura 5. Corte E-W del Pozo 1, Montículo 11, Chiapa de Corzo. Dibujo: Lynneth S. Lowe, digitalización: R. C. Hoover (Proyecto Arqueológico Chiapa de Corzo, NWAF).

Figura 6. Planta de la Tumba 1, Montículo 11, Chiapa de Corzo. Dibujo: Lynneth S. Lowe, digitalización: R. C. Hoover (Proyecto Arqueológico Chiapa de Corzo, NWAF).

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *