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1. Al otro lado de la frontera: El auge del periodo Protoclásico en Chiapa de Corzo – Lowe, Lynneth – Simposio 24, Año 2010

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Lowe, Lynneth

2011        Al otro lado de la frontera: El auge del periodo Protoclásico en Chiapa de Corzo. En XXIV Simposio de Investigaciones Arqueológicas en Guatemala, 2010 (editado por B. Arroyo, L. Paiz, A. Linares y A. Arroyave), pp. 1-9. Museo Nacional de Arqueología y Etnología, Guatemala (versión digital).

1

AL OTRO LADO DE LA FRONTERA:

EL AUGE DEL PERIODO PROTOCLÁSICO EN

CHIAPA DE CORZO

Lynneth S. Lowe

PALABRAS CLAVE

Chiapas, México, Chiapa de Corzo, Protoclásico

ABSTRACT

Although the notable and innovative developments seen throughout the Maya area during the Protoclassic period occupy a highlighted place in the archaeological discipline, other local expressions of equivalent importance for this era are poorly known. Here, I address the particular case of Chiapa de Corzo, one of the most important regional capitals located in the Zoque area of western Chiapas. During this period, the city experienced an extraordinary fluorescence in many of its cultural material expression, including smudged-black ceramics, architecture, and low-relief sculpture with calendrical notations, as well as access to diverse foreign elements indicating the reach of communication and exchange networks established with other regions of Mesoamerica. Analysis of evidence from recent excavations at the site (2008 and 2010), together with other data from prior excavations, allows for a more complete view of this important period, which established a firm basis for cultural continuity in the Zoque region, with its essential characteristics preserved until the middle of the Classic period.

Durante los primeros siglos de nuestra era (0-300 DC), Chiapa de Corzo representaba una de las principales capitales Zoque en la frontera occidental del área Maya. Ubicado estratégicamente sobre una meseta elevada a orillas del río Grijalva, en aquella época el centro cívico-ceremonial de la floreciente ciudad comprendía grandes plazas, templos y palacios adornados con monumentos esculpidos en bajorrelieve, que desplegaban notaciones calendáricas e imágenes de ancestros o gobernantes.

El área principal del asentamiento, que desde su fundación había estado centrada en el Complejo de Conmemoración Astronómica formado por las Estructuras 11 y 12, fue desplazada hacia el sur a finales del periodo Formativo. La comunidad parece haberse reorganizado en la gran plaza ubicada en el borde del antiguo barranco, alrededor del complejo arquitectónico del Gran Templo y el Palacio, que pasó entonces a ocupar el lugar prominente de la ciudad con frecuentes ampliaciones y remodelaciones en los siglos posteriores.

Es muy probable que Chiapa de Corzo evolucionase de constituir el principal cacicazgo del occidente de Chiapas en el Formativo Medio, hasta formar un pequeño reino o Estado hacia finales del Formativo Tardío, la época en que se construyó este Palacio (Estructura 5) y se aumentaron notablemente las dimensiones del Gran Templo (Estructura 1), debiendo considerarse el probable estímulo de las entidades políticas de las Tierras Bajas Mayas entre otros factores de importancia (Lowe 2001:123).

Tanto la fase Horcones (Chiapa VI), que marca el paso del Formativo al Protoclásico, como la fase Istmo subsiguiente (Chiapa VII), se caracterizan por un desarrollo cultural excepcional expresado en términos materiales por la calidad de su arquitectura, cerámica y artefactos. Se construyen grandes plataformas y estructuras piramidales de piedra careada, con muros rectos o inclinados que rematan con molduras. Las estructuras superiores eran también de piedra con techos planos de mampostería y llevaban un par de columnas en los accesos, en un estilo arquitectónico que continuará siendo distintivo de la región Zoque del occidente de Chiapas por seis siglos hasta mediados del periodo Clásico, al igual que la cerámica negra ahumada.

Durante la fase Horcones, la Estructura 1 estaba conformada por un gran basamento de casi 4 m de altura, que sostenía una serie de plataformas bajas, construidas para sostener templos, en una distribución tripartita (Lowe 1998). La plataforma basal presentaba características bien definidas dentro del estilo local, como sería la planta en forma de “T”, con una escalinata de acceso al frente y otras dos de menores dimensiones en la parte posterior, así como el uso de grandes molduras decorativas. Otro elemento destacado es la función de esta Acrópolis como uno de los principales recintos funerarios de élite desde el final del periodo Formativo.

Dicha tradición da inicio con la Tumba 7, excavada parcialmente en la roca madre al centro del gran basamento y construida con paredes de adobe y restos de un piso y un techo de madera recubierto por lajas. Correspondía a un personaje adulto orientado hacia el sur, cuyos ornamentos personales consistieron en un par de orejeras compuestas de jade, ámbar y concha, un collar de cuentas de jade y una concha marina sobre la boca. El ajuar funerario incluía también dos puntas de lanza, una gran navaja de obsidiana, diez pequeños cantos de río y una hoja de mica. De especial interés resultan las 35 vasijas colocadas en el interior de la tumba, que confirman la existencia de una amplia red de comunicación con diferentes regiones del sur de Mesoamérica: vasijas estucadas con decoración estilo Usulután, importadas del este, ollas efigie con vertedera de pasta gris fina elaboradas en Oaxaca, cerámica negra con borde blanco y café incisa de Veracruz, así como grandes «floreros», vasos y cuencos del tipo Sierra Rojo, característico de las Tierras Bajas Mayas en esta época (Lowe y Agrinier 1959).

De las otras seis tumbas correspondientes al periodo Protoclásico en la Estructura 1 destaca la Tumba 1, ubicada sobre el eje central del basamento, pues constituye sin duda una de las más importantes de su época. El personaje fue colocado en posición extendida con la cabeza al este, cubierto con cinabrio, y con un suntuoso atavío que incluía un par de orejeras de azabache con espejos de hematita y un pectoral de mosaico de concha. A su lado derecho se depositó una impresionante lanza con punta prismática de obsidiana, cuyo mango estuvo adornado con 56 dientes de tiburón. Además de algunas vasijas, se encontraron dos pares de huesos humanos trabajados, estando uno de ellos delicadamente tallado con escenas mitológicas y que hasta la fecha se cuentan entre las piezas más conocidas del sitio (op. cit.:42).

Por su parte, la Estructura 5 era un elegante edificio tipo palacio, que sufrió varias modificaciones durante la fase Horcones del Protoclásico Temprano. Después de la última remodelación de esta época el edificio fue destruido y quemado en un ritual de terminación, conteniendo una gran cantidad de ofrendas de vasijas, aunque posteriormente fue reconstruido en la fase Istmo con una plataforma basal mayor, indicando una continuidad en su uso que siguió hasta el periodo Clásico.

Un elemento característico de la Depresión Central en esta época fueron los incensarios de tres picos, que se utilizaban en combinación con cuencos profundos de paredes rectas a manera de bases o soportes para el quemador, que muchas veces contenía cantos de río, lo cual parece indicar un marcado regionalismo y la continuidad de los tipos cerámicos especializados (Lowe y Mason 1964:221). Entre los desechos contemporáneos de la plaza también llama la atención la presencia de una gran cantidad de núcleos de perforación para orejeras de alabastro o travertino, que parecen indicar que esta labor de manufactura se llevaba a cabo localmente, aunque la procedencia de la materia prima queda aún por ser investigada.

LOS MONUMENTOS DE CHIAPA DE CORZO

Sin duda, el conjunto de monumentos esculpidos de Chiapa de Corzo representa una de las expresiones de mayor interés de la época Protoclásica, a pesar de su estado fragmentario. Con excepción de la Estela 1, que se encontró caída en las cercanías del Montículo 6, todos los demás fragmentos fueron hallados fuera de su contexto original, al explorar un pequeño montículo ubicado en el extremo este de la plaza principal (Lowe 1962, Lee 1969). Aunque no se sabe cual era la función exacta

de este basamento, su ubicación al interior de la zona cívico-ceremonial de la ciudad implica una posible asociación con las actividades que allí se desarrollaban, tanto en el palacio, como en la zona de templos (Figura 1).

El Montículo 5b presentaba una larga secuencia constructiva, que se inició en el Preclásico Tardío (fase Francesa) con el cimiento de una choza rodeada por un muro. Siglos después, durante el Clásico Medio o Fase Laguna (hacia 500 DC), la plataforma fue reconstruida y para ello se reutilizaron los fragmentos de varias lápidas esculpidas. Ya para este momento la ocupación del sitio se encontraba en declive y resulta probable que sus habitantes aprovecharan como materiales constructivos los elementos que tuviesen más a la mano, sin importarles los motivos tallados en las piedras. De los fragmentos recuperados en esta plataforma ha podido identificarse la presencia de por lo menos seis monumentos esculpidos; en su mayoría corresponden a delgadas lápidas de piedra con motivos en bajorrelieve, que parecen haber estado integradas a la arquitectura, empotradas en algún muro formando parte de un edificio público.

El más conocido de estos fragmentos, la Estela 2, debe su importancia al hecho de contener parte de un registro calendárico en el sistema posicional de puntos y barras o Serie Inicial, y es considerado como el más temprano hallado hasta la fecha en el sur de Mesoamérica (Figura 2). La parte superior está fragmentada, pero la fecha ha sido reconstruida a partir de comparaciones estilísticas con otras piezas como 7.16.3.2.13 6 B’en (16 Xul) en el sistema Maya, que corresponde al año 36 AC (Lowe 1990:86).

La Estela 3 corresponde a la esquina superior de un monumento cuadrangular de piedra caliza y en ella se aprecian solamente algunos registros horizontales grabados con diseños que podrían representar una banda celeste. En su parte inferior se distingue una serie de volutas u olas que se repiten. La Estela 4, por su parte, es una sección angosta de otra pieza similar y aquí aparecen de nuevo diseños geométricos, con una franja de volutas.

El monumento más completo es la Estela 5, tallado en bajorrelieve de excelente calidad. De éste se recuperaron varios fragmentos que permiten visualizar gran parte de la representación (Figura 3). La figura central corresponde a un personaje de pie que parece cargar un bulto o canasto a la espalda con un mecapal. De la parte superior de éste surge un elemento trilobulado, similar al signo del día de la Estela 2, y en la base aparece una banda de olas, como en las dos estelas anteriores. Todavía es posible apreciar los rasgos de la cabeza y parte del tocado del personaje, por lo que resulta plausible considerar que no existió una intención de destrucción intencional de la imagen representada, sino que la pieza se fragmentó y reutilizó como parte del relleno de una nueva construcción.

De la Estela 6 sólo se conserva un pequeño fragmento de la sección inferior, donde se nota un par de pies sobre un registro horizontal. Y por último, de la Estela 7 se conocen cuatro fragmentos de piedra caliza fina. Los diseños consisten en líneas paralelas que delimitan un registro horizontal con líneas diagonales que forman triángulos, con un círculo y un elemento escalonado al interior; tales motivos resultan comunes en la iconografía de esta época en el sur de Mesoamérica y según Quirarte (2007:265) suelen referirse al ámbito terrestre del universo.

Adicionalmente, se debe mencionar un tiesto o fragmento de cerámica que presenta dos columnas glíficas incisas en uno de los lados y que constituye una pieza única por su importancia, ya que no se conocen otros ejemplos comparables (Figura 4). Fue descubierto al interior del relleno Clásico Tardío (fases Chiapa IX-X) durante las excavaciones de la misma plataforma (Montículo 5b), pero el examen tipológico de la cerámica permitió fechar su elaboración para la fase Chiapa IV o Francesa, 450-250 AC (Norman 1966:4). Aunque el texto no es muy largo resulta evidente su similitud con otros registros procedentes del área del Istmo, que se fechan para el Preclásico Tardío o Protoclásico.

Las evidencias del hallazgo de las piezas mencionadas, aun cuando resultan muy fragmentarias y carecen de asociaciones estructurales directas dada su reubicación fuera de los contextos originales de uso, son los únicos datos que se conocen hasta la fecha de las imágenes que alguna vez se desplegaron

en el centro de la ciudad en los albores del periodo Clásico. A pesar de ello, se puede confirmar con claridad la presencia de fechas registradas en el sistema de Cuenta Larga y de algunos personajes, ya sean míticos o históricos, representados en un contexto simbólico que destaca su lugar central en el universo, del mismo modo que aparecen en sitios contemporáneos, como Izapa, Kaminaljuyu o Cerro de las Mesas, entre otros.

Evidentemente, el conjunto de esculturas de Chiapa de Corzo no representó una expresión cultural aislada, sino que formaba parte de una tradición regional de inscripciones que se desarrolló en el Istmo de Tehuantepec durante el Protoclásico, conocida como “Epi-Olmeca” o “Istmeña”, en referencia al área geográfica de dispersión de los textos (Justeson 1986, Justeson y Kaufman 1993, Kaufman y Justeson 2001, Velázquez 2008). El número reducido de ejemplares, la longitud de sus textos y su apariencia tan desarrollada, con signos de estilo anguloso, han hecho pensar a Houston y Coe (2003: 157) que se trataba de un sistema originado y principalmente elaborado en soportes de madera, material que fácilmente se descompone en el clima tropical.

Se desconocen las razones que motivaron el cese de su desarrollo en la región del Istmo en los albores del periodo Clásico, cuando en el área Maya se experimenta un impresionante aumento en la producción de monumentos esculpidos con fechas y registros dinásticos. De cualquier forma, parece bastante probable que el abandono de la tradición escultórica istmeña a escala regional hubiese repercutido en la pérdida gradual de la importancia o el sentido de los monumentos, al grado de ser apreciados solamente como material para la construcción de plataformas menores en las últimas épocas de ocupación del sitio.

EXCAVACIONES RECIENTES

Las excavaciones realizadas durante este año en el Montículo 11 del Complejo Astronómico revelaron asimismo la continuidad de la ocupación protoclásica en esta sección del sitio, aunque no tuviese la importancia de la Plaza Sur. Desafortunadamente la cima del basamento piramidal había sufrido una intensa destrucción durante el último siglo debido a la construcción de un gran tanque municipal de agua que destruyó los últimos niveles constructivos y las evidencias de los templos superiores.

No obstante, las exploraciones realizadas sobre la fachada este de la estructura lograron identificar una veintena de etapas constructivas sucesivas en la escalinata de acceso, y por lo menos cuatro de ellas corresponden a las fases Horcones e Istmo del Protoclásico, por debajo de la última etapa del Clásico, aunque los materiales se encuentran aún en proceso de análisis. En general, los escalones están conformados por lajas y piedras burdamente careadas, que parecen haber estado recubiertas de arcilla o estuco de muy baja calidad, aunque conservan las mismas dimensiones y orientación que en las etapas precedentes. La última escalinata correspondiente a la fase Istmo estuvo asociada en su desplante a una ofrenda compuesta por dos urnas sin engobe (Ofrenda 1), una de la cuales contenía un entierro infantil sin otros artefactos (Entierro 2).

Aunque en el pozo de sondeo excavado en la parte superior del basamento no se detectaron ya las construcciones contemporáneas a estas escalinatas, sí fue posible definir toda una serie de edificios consecutivos que se iniciaron desde el Formativo Medio, hacia 900 AC, y demostraron una larga y continua ocupación de este complejo. El hallazgo de una tumba de élite que se fecha para los inicios de la fase Escalera, hacia 700 AC indicó claramente que muchos de los rasgos de las costumbres funerarias protoclásicas tienen sus antecedentes desde estas épocas tempranas. A pesar de sus diferencias y mayor complejidad, en la Tumba 1 de este montículo aparece ya el uso de cámaras funerarias construidas con lajas y barro con pisos y techo de morillos y tablones de madera, además de la presencia de vasijas importadas, espejos de pirita y hematita, ornamentos de jade, ámbar y perlas, así como de conchas marinas sobre la boca de los personajes principales.

A pesar de la continuidad notable en algunos de estos rasgos resulta innegable que durante el Formativo Medio existió un nexo muy cercano con el área nuclear Olmeca, especialmente con La Venta,

como se puede ver en la iconografía asociada a algunas de las ofrendas de la época (Bachand et al. 2009). Sin embargo, un par de siglos después esta relación pierde importancia en Chiapa, que enfatizará entonces su preeminencia como capital regional en relación con los sitios Zoque del occidente de Chiapas y en general con toda la región del Istmo, hasta su abandono a finales del periodo Clásico, tal como se puede apreciar en muchas de las expresiones de su cultura material, incluyendo la arquitectura, la escultura y la cerámica, así como el acceso a diversos elementos foráneos que indican el alcance de las redes de comunicación e intercambio establecidas con otras regiones de Mesoamérica a lo largo de muchos siglos.

REFERENCIAS

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2009         Un reencuentro con Chiapa de Corzo: rescatando y aumentando los datos de un centro mayor mesoamericano. En XXII Simposio de Investigaciones Arqueológicas en Guatemala, 2008, (editado por J.P. Laporte, B.Arroyo y H. Mejía) pp. 499-514. Museo Nacional de Arqueología y Etnología de Guatemala, Instituto de Antropología e Historia, Asociación Tikal, Guatemala.

Houston, Stephen D. y Michael D. Coe

2003        Has Isthmian Writing been Deciphered? Mexikon 25 (6):151-161.

Justeson, John S.

1986        The Origin of Writing Systems: Preclassic Mesoamerica. World Archaeology 17(3): 437-458.

Justeson, John S. y Terrence Kaufman

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1990        Izapa, entre los Olmecas y los Mayas. En México: Esplendores de treinta siglos (72-86), Museo Metropolitano de Arte y Los Amigos de las Artes de México, Verona.

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2001         Chiapa de Corzo (Chiapas, Mexico). En Archaeology of Ancient Mexico and Central America (editado por S. T. Evans y D. L. Webster): 122-123, Garland Publishing Inc., Nueva York.

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Norman, V. Garth

1966        Evidences of a Pre Mayan ancestral writing system through Late Preclassic and Protoclassic glyphic ties between Chiapa de Corzo and the Tres Zapotes region. Preliminary research, ms., Archivo de la Fundación Arqueológica Nuevo Mundo, San Cristóbal de las Casas.

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Velásquez García, Erik

2008         El desciframiento de la escritura istmeña: reevaluación del estado de la cuestión. En Olmeca. Balance y perspectivas. Memoria de la Primera Mesa Redonda (editado por M. T. Uriarte y R. B. González Lauck) pp. 639-665. Instituto de Investigaciones Estéticas-UNAM, Instituto Nacional de Antropología e Historia, Fundación Arqueológica Nuevo Mundo, México.

Figura 1        Ubicación del Montículo 5b de Chiapa de Corzo, donde fueron hallados los monumentos reutilizados (según Lowe 1962: Fig. 1).

Figura 2        Estela 2 de Chiapa de Corzo, Chiapas (Archivo de la Fundación Arqueológica Nuevo Mundo).

Figura 3        Estela 5 de Chiapa de Corzo (según Lee 1969: Fig. 62b)-

Figura 4        Tiesto esgrafiado de Chiapa de Corzo según G. Norman (1966).

 

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