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068 – ¿BANCOS, TABURETES U OBJETOS DE MOLIENDA? – María Elena Ruiz Aguilar – Simposio 22, Año 2008

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Ruiz Aguilar, María Elena

2009        ¿Bancos, taburetes u objetos de molienda? En XXII Simposio de Investigaciones Arqueológicas en Guatemala, 2008 (editado por J.P. Laporte, B. Arroyo y H. Mejía), pp.905-924. Museo Nacional de Arqueología y Etnología, Guatemala (versión digital).

68

¿BANCOS, TABURETES U OBJETOS DE MOLIENDA?

María Elena Ruiz Aguilar

Instituto de Investigaciones Antropológicas-UNAM

ABSTRACT

¿BENCHES, STOOLS, OR GRINDING OBJECTS?

In this work, I examine archaeological pieces that have been reported as “ceremonial” grinding stones. In spite of this designation, not all of these stones were used for grinding, nor should all of them be assigned a ceremonial function. In the archaeological literature it is common to find under the broad title of “Stone Objects”, many kinds of artifacts. For example, various authors argue for terms such as: seat, bench, stool, altar or grinding stone; many are frequently applied to the same object. Undoubtedly, the characteristics presented in each category tend vary by the presence or absence of use patterns, among other features.

El interés por este tema surgió al analizar algunas piezas de molienda procedentes de las Tierras Altas Mayas que presentan vestigios de efigies zoomorfas o antropomorfas, así como soportes sumamente trabajados. Al revisar la escasa y dispersa bibliografía nos percatamos que son varios los autores quienes de alguna manera describen estos elementos en el continente americano. Dentro de los estudios más sobresalientes en Centro América destacan los de Stone en la costa norte de Honduras, en el valle de Aguán y Piedra Paya (1943:figs.34b, 99), en la vertiente atlántica de Costa Rica y en la región del Altiplano (Stone 1958:figs.2e, 23a, c; Stone y Balser 1957:pl.XXXV e, f, g). En Tajumulco, Guatemala,  Dutton y Hobbs encontraron una piedra de moler con efigie de tortuga (1943:fig.26). Woodbury y Trik comentan que en Zaculeu la fecha estimada para la aparición de piedras de moler con efigie es el Postclásico (1953:220-222, figs.290o, p, r). En Bilbao, un sitio arqueológico localizado en la Costa Pacífica de la región de Cotzumalguapa, Parsons (1967:233, pl.25) halló piedras de moler con efigie de animal; los ejemplares corresponden a la fase Peor-es-Nada del Postclásico. En la región de Motozintla, Chiapas, Navarrete ubicó un fragmento de piedra de moler con efigie antropomorfa muy semejante a las que son comunes durante el Clásico en la costa del Soconusco (1978:31, lámina 5c). Durante las excavaciones de Guajilar, Chiapas, Tejada (1990:37) reporta el hallazgo de dos piedras de moler con efigie completas. El autor, en su discusión, indica que estas piezas pueden ser fechadas con certeza en el Clásico Tardío  y muestran un aporte para establecer la cronología y evolución del estilo en este tipo de piedras de moler. No obstante, se considera que la evidencia es  escasa para proponer cambios evolutivos y menos aún una cronología absoluta.

Para el Occidente de México, en Jalisco, Williams tiene información de formas de molienda similares (1992:figs.161-169). En Carapan, Michoacán, Cabrera Castro (1995:69, figs.8 y 9) los reporta con soportes de figuras antropomorfas colocadas en cada esquina. Por lo anterior, se puede decir que esta clase de objetos con efigie son comunes en gran parte de Centro América y en algunos lugares de México cercanos a la costa del Pacífico.

No obstante, es oportuno comentar que hay ciertos ejemplares labrados con esmero, que reflejan el estilo de las tradiciones costarricenses y hondureñas. A este tipo de piedras de moler se les designa con el término de ceremoniales, debido a que presentan ciertas particularidades en su forma, estilo y función.

En lo que se refiere a la forma, por lo general responden a una morfología relativamente homogénea; poseen una plataforma de moler plana, poco profunda y en ocasiones sumamente delgada, lo que no permite un uso continuo y prolongado. De planta circular, cuadrada o rectangular, en su mayoría muestran escasas huellas de uso en la superficie de molienda, a diferencia de las piedras de moler ordinarias. Generalmente son trípodes y tetrápodas; en unas piezas se advierte una profusa decoración con diversos motivos esculpidos o tallados, ya sean zoomorfos, antropomorfos o diseños geométricos de textiles en los soportes mayores a manera de efigies, creando así un  estilo propio muy particular.

En lo tocante a la función, y de acuerdo con la insuficiencia de huellas de uso, es factible que  fueran destinadas a cumplir con propósitos especiales como el de moler productos altamente cotizados, entre ellos el cacao, o en la preparación de alimentos rituales y medicinales que van desde tierras de colores hasta elementos vegetales –alucinógenos, flores, plantas, semillas etc.- con alguna significación religiosa y comida ritual. Por otro lado, el hecho de que ciertos especímenes fueran hallados en contexto de ofrendas en tumbas de élite, implica un uso ritual-ceremonial-funerario. A pesar de esta designación, se considera que no todos son piedras de moler ni a todos se les puede asignar una función estrictamente ceremonial. Por ejemplo, si se examinan cuidadosamente las publicaciones de Mason (1945:338), Stone y Balser (1957:168), es común encontrar que bajo el amplio título de “objetos de piedra” se incluyan toda clase de artefactos; es decir, que los términos de asiento, banco, taburete, altar o piedra de moler son frecuentemente aplicados al mismo tipo de objeto.

Cabe enfatizar que algunos aspectos importantes en lo que concierne a la manufactura como lo son: la materia prima, la técnica de trabajo y la forma de las piedras de moler, se prestan a diferentes usos y por tanto se puede confundir el tipo de empleo o función. Sin embargo, es necesario mencionar que a mayor complejidad en el diseño, mayor desconcierto sobre su funcionalidad.

Me refiero específicamente a las piedras de moler que lucen una extraordinaria técnica de talla, cuyos elementos decorativos son sumamente finos y por tanto frágiles, como son los soportes muy delgados, circunstancia que no los hace propicios para labores domésticas (Figuras 1, 2 y 3).

En ellos la función simbólica de los motivos ornamentales es lo relevante, ya que algunos presentan entrelaces geométricos (Figura 4a) combinados con zoomorfos y figuras antropomorfas a manera de atlantes como soportes (Figura 4b). En otros se observa que los soportes son los que forman la efigie de un animal esquematizado, en la parte ventral de la piedra de moler (Figuras 5a y b). Aquí cabe cuestionar cuál fue el propósito práctico al proyectar un animal en dicha cara, puesto que es obvio que no es visible al estar en acción. Mason (1945:292) comenta que el tallar motivos en la parte ventral de los utensilios es un concepto convencional tomado de los diseños dibujados en la cerámica. Mientras que Stone (1958:34) sostiene que es costumbre apoyar las piedras de moler contra la pared de la casa cuando no están en uso, por lo que podrían servir como adorno. También es posible que ciertos animales de la localidad fueran representados en algunas piezas, considerándolos símbolos sagrados. A este respecto Tozzer (1982:57) menciona que una práctica común de los Lacandones es mantener en cautiverio a los animales relacionados con el asentamiento, dándoles una significación totémica cargada probablemente de poderes sobrenaturales.

Por lo tanto, es factible que dichos ejemplares con las características señaladas fueran empleados como altares o mesas ceremoniales, y otros quizá como asientos o tronos. Al respecto, Grove (1973:135) sugiere que los “altares” Olmecas del periodo Formativo en La Venta pudieron haber servido en realidad como tronos, refiriéndose específicamente a los grandes altares monolíticos. Empero, hay que considerar que un altar por lo general está destinado a ofrendas votivas por lo que no iba a ser utilizado de manera “profana” como asiento, aún tratándose de un alto dignatario. Sin embargo, en lo que concierne a tronos es factible que algunas formas zoomorfas pudieron servir como tales, por ejemplo el trono-jaguar de Chichen Itza (Figura 6a). Aunque Marquina (1981:855) no está de acuerdo en cuanto a su función  de trono, sino  que opina que se utilizó para alojar un disco solar sobre su lomo. Por otro lado, para el Occidente de México Williams (1992:89) documenta lo siguiente: “[…] el equipal es una silla ritual utilizada actualmente por los huicholes y su diseño probablemente se derive de un prototipo prehispánico”.

Estos datos etnográficos sugieren la posibilidad de que algunas esculturas zoomorfas de bulto, con el lomo plano, pudieron ser empleadas como tronos (Figura 6b), como el ejemplar procedente de Michoacán que representa un coyote.

En el caso de las piezas de menor tamaño, mi opinión respecto a este tipo de  objetos es que podrían relacionarse con la idea de un altar portátil, tomando en cuenta su  tamaño, el peso relativamente ligero y las formas más elaboradas, sin descartar que ocasionalmente se les diera la acción de molienda o incluso la de un contenedor o recipiente, como ya advirtió Cabrera Castro (1995:70). Se puede apreciar en ellos un reborde o ceja perimetral que ocasiona una mayor profundidad, a manera de recipiente, acaso para ofrendas dirigidas a los difuntos (Figuras 7 a y b). Un ejemplo extremo de recipiente o contenedor de gran trascendencia en la arqueología mesoamericana es el Ocelot Cuauhxicalli (Figura 8), monolito azteca que probablemente estuvo vinculado al sacrificio humano en la época prehispánica (Williams 1992:88); sin embargo, este no podría haber sido empleado como asiento debido a que el reborde y la profundidad del mismo no son prácticos ni cómodos para reposar en ellos. A propósito de asientos, bancos o taburetes, es oportuno decir que realmente poco se sabe de ellos, salvo por los datos proporcionados por Stone (1943, 1958), Mason (1945) y Stone y Balser (1957).

Para Stone y Balser existen básicamente dos formas de asientos: una es cilíndrica, típica de la Vertiente Atlántica de Costa Rica, dentro de la que se encuentra la variante acinturada procedente de la región de Nicoya (Figuras 9 a y b), ambas semejantes a los taburetes sin soportes. Stone (1958:44) también comenta que estos elementos fueron localizados alrededor de una piedra cubierta con petroglifos (Figura 10 a), la cual tiene una depresión central y un canal de salida; la autora propone que sirvió para llevar a cabo “sacrificios” de sangre. Lo interesante de esta asociación es que indudablemente estos objetos estuvieron vinculados con un ritual que a la fecha se desconoce. Por otro lado, este estilo recuerda a los cilindros o tambores, elementos decorativos que posiblemente funcionaron como partes de columnas. Mason (1945:291) propone otro tipo de taburete circular tetrápode, con un animal esquematizado en la cara ventral (Figura 10b). Mientras que la otra forma detectada por Stone y Balser es rectangular (Figura 11a), generalmente tetrápode, similar a los bancos de madera elaborados hoy día en Costa Rica y Honduras; Navarrete (comunicación personal 2008) reporta el hallazgo de un asiento de madera “prehispánico” encontrado entre agua y arena, proveniente de Paredón, Chiapas, México (Figura 11b).

En el Cenote de Chichen Itza, Coggins y Shane (1996:106, fig.113) registran el hallazgo de otra banca de madera con soportes piramidales, decorada con mosaicos de jade, turquesa y obsidiana (Figura 11c), actualmente en el Museo Peabody.

También hay ejemplares de piedra trípodes como el asiento de Tonjagua, en el valle de Agalta y del Aguán, Honduras (Figuras 12 a y b). Estos especímenes nos traen a la mente los bancos de “tijera” actuales, fabricados de madera y cuero, utilizados hoy día en actividades recreativas de campo.

En resumen, se puede decir que las dos formas de asientos están frecuentemente decoradas con diseños de textiles, motivos geométricos, con cabezas o cuerpos de zoomorfos y antropomorfos que sobresalen y evocan a las piedras de moler con efigies. Otro aspecto importante que debe considerarse en estas piezas es el que se refiere a las dimensiones o tamaños, con la intensión de conocer que tan confortables eran para sentarse. En este rubro, Mason (1945:240) comenta que los asientos rectangulares son más adecuados para este propósito, aunque demasiado pequeños para permitir movimiento; tal vez los más pequeños estaban destinados para mujeres o niños. Las medidas de estos ejemplares varían desde  17.5  a  32 cm de largo, 14.5 a  25 cm de ancho, y  9 a 12.5 cm de altura. Un dato interesante en cuanto al modo de empleo de estos asientos o taburetes, es que pudieron ser usados de manera transversal, como silla de montar, con los elementos decorativos al frente y atrás, aludiendo quizá  al símbolo de animales míticos o emblemas de gobernantes (Mason 1945:239).

Respecto al tamaño mencionado por Mason, habría que recurrir a la etnografía indígena contemporánea, dada la poca altura que presentan los asientos del ajuar doméstico. Hay que recordar que una de las posiciones de descanso más comunes en Mesoamérica  es en cuclillas, muchas veces  “al aire”, actitud en la que se puede permanecer durante mucho tiempo. En consecuencia, la escasa altura de estos asientos viene a constituir una especie de refuerzo para una posición natural. Talvez la reticencia de algunos investigadores para aceptar la función de asientos para estas piezas se deba a la baja altura que muestran, pero si esta limitación la vemos antropológicamente, nos damos cuenta que este rechazo obedece a un criterio etnocentrista: dichos investigadores lo expresan sobre la base de lo que para ellos es “cómodo o incómodo”. Olvidan que en la mayoría de hogares indígenas no existe un mobiliario de tipo occidental.

Por otro lado, había que recordar que muchas labores artesanales indígenas se hacen casi al ras del suelo, por lo que la altura del asiento o banco facilita su tarea. Muchas veces estos bancos son simples troncos ahuecados, llamados caanché en lengua Maya (Figura 13); procedentes de Chan Kom, Yucatán, habiendo también troncos labrados en el lado de la base y el asiento; con estos también utilizan mesas pequeñas, igualmente bajas.

Según Villa Rojas (1995:93), la altura y forma de estos enseres aumenta de acuerdo al avance y desarrollo de la comunidad. Si fuera preciso ofrecer un ejemplo contemporáneo, traería a colación los pequeños bancos de los limpiadores de calzado. Finalmente, a pesar de la naturaleza un tanto confusa de las piezas, se logró advertir las diferencias entre asientos, bancos, taburetes, altares y piedras de moler, cuya importancia radica básicamente en sus formas poco usuales, con diseños complejos que suelen desorientar su modo de empleo. Por ello, ante los trabajos citados y la opinión de sus autores, se vuelven a manifestar una serie de dudas, en donde aflora la pregunta inicial que plantea la dicotomía de lo ritual-doméstico.

CONSIDERACIONES

El propósito de este trabajo consistió en examinar algunas piezas consideradas como problemáticas debido a su forma, estilo y función. Durante el transcurso de esta investigación se han discutido las características principales de cada categoría, para ir descartando las diversas funciones que se les han adjudicado. Por ejemplo, en el caso de las piedras de moler llamadas ceremoniales, pensamos que su misma complejidad formal no la hace propicia para la molienda doméstica. Por otro lado, la importancia que tuvo la molienda ceremonial está  presente en el hecho de que no sólo utilizaron artefactos elaborados con este fin. Un ejemplo claro ofrecido por Navarrete y Hernández, es el de las dos esculturas preclásicas de obesos ubicadas en la Costa Pacífica de Guatemala y Chiapas. En ambas se advierten “pectorales de molienda” (Figuras 14 a y b) con superficies desgastadas, incluso su postura sugiere que fueron usadas para moler en ellos, tal como lo señalan los autores (2000:594, figs.14 a y b):

“Si tomamos en cuenta que ambas esculturas  tienen la espalda sin trabajar, existe la posibilidad de que su posición  original  fuera  acostada, como personajes yacentes, horizontalidad requerida para que las cavidades cumplieran su función: moler, machacar o macerar alguna planta o semilla dedicada al culto.”

Un dato etnográfico que quizá podría parecer exagerado, tratándose en este caso de la función  simbólica de los zoomorfos que se hallan presentes en los materiales arqueológicos, es el ya citado comentario de Tozzer acerca de que los Lacandones le dan una significación totémica. Mientras que Villa Rojas (1995: 293) sostiene lo siguiente:

“En algunos caribales  se observó que los nativos tenían en cautiverio animales diversos, como monos, palomas y pájaros de varias clases; sin embargo, no se  llegó a establecer de modo categórico si el animal se guardaba por simple gusto o por atribuírsele significado totémico […]”.

No obstante, valdría la pena reconsiderarlo y pensar que también en época prehispánica era importante mantener cerca la imagen de animales valiosos, que de alguna forma estaban vinculados familiarmente, a los cuales veneraban y guardaban respeto religioso. Una de las explicaciones a las efigies presentes en estos objetos podría ser ésta y derivaría en la profunda relación que el concepto de nagualismo conlleva en cuanto a la intimidad hombre-animal. Así mismo se trae a colación el concepto de “tona” que se alude como el animal acompañante, protector o “sombra”. Respecto a esta idea Villa Rojas (1995:537) sustenta lo siguiente:

“De carácter  bastante similar a este concepto del nagual es el relativo al de tona o tono que es el espíritu guardián que acompaña a todo individuo desde el momento en que nace.

Ambos conceptos, nagual y tona, no se contradicen sino más bien se traslapan y se fortalecen mutuamente. Esta reflexión únicamente es un camino a seguir en este caso arqueológico concreto. Finalmente, la intención de esta síntesis ha sido reactivar la vieja polémica que hasta el momento no ha sido dilucidada del todo por la carencia de datos tanto arqueológicos como etnográficos.

REFERENCIAS

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Figura 1 Piedras de moler tetrápodas: a. con efigie de jaguar, b. labrado complejo, c. esculpido y pintado de blanco. Región de la Vertiente Atlántica y el Altiplano, Costa Rica (Stone 1958:figs. 2a, d, e)

Figura 2 Piedras de moler trípodes y tetrápodas: a. soportes planos, motivos calados y cabeza de jaguar, Nicoya, Costa Rica (Stone 1958:fig.2 a), b. zoomorfo posible jaguar, Las Mercedes, Costa Rica

(Mason 1945:Pl. 21d)

Figura 3 Piedras de moler trípodes con efigie zoomorfa estilizada, Costa Norte de Honduras

(Stone 1943:fig.34b, 99)

Figura 4 Piedras de moler tetrápodas: a. zoomorfo con motivos geométricos, Las Mercedes, Costa Rica (Mason 1945:Pl.23a), b. con figuras antropomorfas a manera de atlantes, Carapan, Michoacán, México (Cabrera Castro 1995:figs.8 y 9)

Figura 5 Piedras de moler trípodes con la parte ventral trabajada: a. con soporte efigie de un animal esquematizado, Bilbao, Guatemala (Parsons 1967:Pl.25 b), b. con diseños geométricos, Nicoya,

Costa Rica (Stone 1958:fig.2b)

Figura 6 Posibles tronos: a. Trono-Jaguar, Chichen  Itza, Yucatán, México (Covarrubias 1961:256), b. Figura zoomorfa “coyote”, Michoacán, México (Williams 1992:179)

Figura 7 Contenedores o recipientes: a. con soportes de jaguar, Las Mercedes, Costa Rica (Mason 1945:Pl.26a), b. zoomorfo, Occidente de México (Williams 1992:fig.167)

Figura 8 Contenedor o recipiente: Ocelot Cuauhxicalli, Museo Nacional de Antropología e Historia, México (Alcina, León Portilla y Matos 1992:363, XCII)

Figura 9 Asientos: a. cilíndricos, b. variante acinturada, Costa Rica (Stone 1958:figs.4c, d; 2c, d)

Figura 10 Piedra cubierta con petroglifos, Costa Rica (Stone 1958: fig.2 d),

b. Taburete con cara ventral trabajada, Costa  Rica (Mason 1945:fig.43 b)

Figura 11 Asientos rectangulares tetrápodos: a. de piedra, Diquis, Costa Rica (Stone 1958:fig.2a), b. de madera, Paredón Chiapas, México (Colección Rueda, Museo Regional de Tuxtla Gutiérrez), c. banca de madera con incrustaciones, Cenote de Chichen Itza, Yucatán, México

(Coggins y Shane 1996:fig.113; Museo Peabody)

Figura 12 Asientos trípodes de piedra: a. Tonjagua, Valle de Agalta, b. Valle del Aguán, Honduras

(Stone 1943:figs.3, 34d, e)

Figura 13 Bancos de madera actuales Chan Kom, Yucatán (Wauchope 1938:Pl.32c, 34a)

Figura 14 Pectorales de molienda en esculturas preclásicas de Obesos, Costa Pacífica de Guatemala y Chiapas, México (Navarrete y Hernández 2000:figs.14a, b)

 

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