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41 Cambios en la situación política y las condiciones sociales y económicas de los Mayas de San Pedro en Honduras Británica, 1855-1936 – Jason Yaeger, Minette C. Church, Jennifer Dornan y Richard M. Leventhal – Simposio 18, Año 2004

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Yaeger, Jason, Minette C. Church, Jennifer Dornan y Richard M. Leventhal

2005        Cambios en la situación política y las condiciones sociales y económicas de los Mayas de San Pedro en Honduras Británica, 1855-1936. En XVIII Simposio de Investigaciones Arqueológicas en Guatemala, 2004 (editado por J.P. Laporte, B. Arroyo y H. Mejía), pp.464-472. Museo Nacional de Arqueología y Etnología, Guatemala.

41

CAMBIOS EN LA SITUACIÓN POLÍTICA Y LAS CONDICIONES SOCIALES Y ECONÓMICAS DE LOS MAYAS DE SAN PEDRO EN HONDURAS BRITÁNICA, 1855-1936

Jason Yaeger

Minette C. Church

Jennifer Dornan

Richard M. Leventhal

Palabras clave:

Etnohistoria Maya, Arqueología Histórica, Belice, Mayas de San Pedro, San Pedro Siris, San José Yalbac, excavación

El Proyecto de los Mayas de San Pedro comenzó en el año 2000, y emplea una metodología multidisciplinaria que une datos arqueológicos, documentos escritos e historias orales, con el fin de lograr un mejor entendimiento de los Mayas de San Pedro y, más específicamente, descubrir los procesos que resultaron en su incorporación – tanto política como económica y socialmente – en la colonia inglesa de Honduras Británica (Leventhal et al. 2001; Yaeger et al. 2004a). El grupo Maya que sirve como el enfoque del proyecto es uno de los grupos de habla Yucateco que llegó a Honduras Británica – actualmente Belice – durante la Guerra de Castas en Yucatán.

En el simposio del 2003 se presentó de manera detallada el contexto histórico de los Mayas de San Pedro y se describió el trabajo de las primeras cuatro temporadas de trabajo de campo que se había realizado (Yaeger et al. 2004a). Ahora, se describen los resultados obtenidos durante la temporada 2003 después de un resumen breve de los Mayas de San Pedro y sobre cómo llegaron a Belice.

LOS MAYAS DE SAN PEDRO

La Guerra de Castas estalló en Yucatán en 1847 cuando campesinos Mayas y mestizos se levantaron con el motivo de ganar su independencia de México (Reed 2001; Rugeley 1996). Aunque los líderes Mayas casi realizaron su meta de liberar a Yucatán y Campeche, en el espacio de un año las tropas Mexicanas lograron empujar a las fuerzas sublevadas hacia la costa oriental y el interior de la península, una zona de selvas aisladas y espaciadamente pobladas. En esta región, los Mayas establecieron aldeas y rancherías unidas por una red de senderos y caminos, donde gozaron de autonomía política aunque sin reconocimiento internacional de su soberanía de facto. Las décadas siguientes fueron marcadas por esporádicos enfrentamientos armados con el ejército de México, hasta que el gobierno logró controlar toda el área a principios del siglo XX (Dumond 1997; Reed 2001; Sullivan 1989).

Los Mayas sublevados se organizaron en dos grupos territoriales. La zona oriental de la península era el territorio de los Cruzob, cuya capital era Chan Santa Cruz. El grupo llamado los Pacíficos del Sur ocupaba la zona sur-central de la península, y tenían su capital en Chichanha y, luego, en Santa Clara Icaiche (Dumond 1977; Sapper 1904; Villa Rojas 1945). Estos grupos se diferenciaban por la religión; los Cruzob adoraban la profética Cruz Parlante, y los Pacíficos eran Católicos (Barabas 1976; Dumond 1997; Reed 1997). A la vez, cada grupo manejaba una distinta política externa: los Cruzob buscaban la ayuda de los oficiales y negociantes de Belice e Inglaterra para poder adelantar su guerra de independencia contra México, mientras que el liderazgo de los Pacíficos – como se puede inferir por el nombre que se les dio – quería lograr un tratado de paz con el gobierno de Yucatán, política opuesta a la de los Cruzob (Angel 1997; Antochiw 1997; Dumond 1997; Sullivan 1989). Una consecuencia de estas diferencias profundas era el conflicto crónico entre los dos grupos, sintonizado por acciones bélicas de un grupo contra el otro (Dumond 1977).

Varios grupos Mayas salieron de la zona del conflicto entre los Cruzob y los Pacíficos, y uno de ellos llegó a poblar una región de montaña en el actual noroeste de Belice y noreste de Petén, Guatemala, que era en aquel entonces un territorio reclamado por México, Guatemala, e Inglaterra (Bolland 1977; Jones 1977; Schwartz 1987, 1990; Shoman 2000; Sullivan 1978; Tzul 1993). Grant Jones (1977), les nombró los Mayas de San Pedro porque su asentamiento principal fue San Pedro Siris, dónde vivían unas 350 personas en un pueblo que se organizaba alrededor de una iglesia, un cabildo, y un cuartel para la guardia del pueblo. La otra aldea principal de la región era San José Yalbac (Figura 1).

Figura 1 El sector central de Belice en el siglo XIX (tomado de Jones 1977)

Como se mencionó anteriormente, el Proyecto de los Mayas de San Pedro pretende descubrir los procesos sociales, políticos, y económicos por los cuales este grupo llegó a estar incorporado en la colonia Inglesa. Para realizar esta meta, se utiliza una metodología multidisciplinaria:

  • Investigaciones en los archivos de Belice e Inglaterra revelan documentos tocantes a los cuestionamientos del proyecto.
  • Entrevistas con las algunas pocas personas nacidas en San José Yalbac, la última aldea de los Mayas de San Pedro que se abandonó en 1936, graban las memorias de la vida cotidiana y de la política local durante aquella época.
  • Finalmente, investigaciones arqueológicas proporcionan una perspectiva material a la vida cotidiana, la economía, y la etnicidad en la aldea de San Pedro Siris.

Los trabajos de campo en San Pedro Siris se iniciaron en 2000. Las primeras temporadas tenían como enfoque el recorrido del área y la recolección de los miles de artefactos que se hallaban en la superficie del sitio (Leventhal et al. 2001, 2002). Los artefactos se concentraron en tres componentes discretos, separados por un riachuelo y la recolección de superficie llegó a implementarse en casi toda el área del sitio con concentraciones de artefactos coloniales. Durante esta primera etapa del proyecto, fue frustrante la ausencia de rasgos arquitectónicos u otras indicaciones visibles de la existencia y ubicación de edificios, tanto públicos como residenciales. Para poder identificar dichos rasgos bajo la superficie, se implementaron varias metodologías, como son pozos de sondeo con coba, y unidades más formales de 1 por 2 m, pero no tuvieron éxito en localizar edificios u otros rasgos (Yaeger et al. 2004a).

En la temporada 2002, se implementó una nueva estrategia para descubrir rasgos arquitectónicos (Yaeger et al. 2003, 2004a). Se excavaron 11 trincheras de 0.50 m de ancho y entre 14 y 38 m de largo (Figura 2), en las cuales se descubrieron 29 rasgos, los cuales presentaron una diversidad impresionante. Las excavaciones descubrieron líneas de piedras que probablemente demarcan los bordes de edificios y varios hoyos pequeños con piedras alteradas por el fuego y con mucho carbón, los cuales parecen haber sido usados como hornos para cocinar excavados en la tierra. Se hallaron algunos basureros y unos estratos muy sutiles pero a la vez claros y distintos, que contenían pequeñas piedras de calcita, artefactos y piedras alteradas por el fuego, que parecen haber sido superficies de uso exterior.

La distribución de los rasgos de claro carácter doméstico que se identificaron en las trincheras, conjuntamente con las diferencias de densidad de artefactos en la superficie, sugiere la presencia de dos distintas unidades habitacionales. Más al noreste se hallaron dos entierros en pozos cavados en la laja caliza; los entierros y la estratigrafía muy distinta de la zona indican que fue un cementerio.

Los descubrimientos de 2002 impulsaron a armar un programa de investigaciones más amplias de ocho semanas en 2003, el cual tenía cuatro objetivos (Yaeger et al. 2004b):

  • Se realizaron unos recorridos y transectos para asegurar que no había otros sitios o componentes del sitio que quedaran por descubrir, esfuerzos que no proporcionaron nuevos sitios que pudieran asignarse al siglo XIX.
  • Se finalizó la recolección de superficie en los últimos sectores del sitio donde había ocupación histórica.
  • Se llevó a cabo una excavación extensa de una de las unidades domésticas ya mencionadas, con el fin de poder entender mejor la organización del espacio en los contextos domésticos y las actividades de la vida cotidiana. Esta operación se denominó Op.27 (Figura 2).
  • Se avanzó en el trabajo de laboratorio, en especial los análisis de artefactos de los siglos XIX y XX.

Figura 2 Detalle de San Pedro Siris, mostrando operaciones de excavación en las temporadas 2001

LAS EXCAVACIONES DE 2003

Como se mencionó, las excavaciones que se llevaron a cabo en la temporada 2003 se dedicaron a revelar el área amplia de una unidad doméstica. Se denominó Op.27 y se basó en una cuadrícula de unidades de 1 m por 1 m. Se comenzó en áreas donde se hallaron rasgos en las temporadas anteriores, y de allí se extendió para descubrir rasgos o estratos de interés. Las unidades se excavaron en niveles de un máximo de 0.05 m de grueso, respetando siempre los estratos culturales y naturales. También se implementó un programa de muestreo de suelos para análisis químico, y se recolectaron numerosas muestras para flotación. Se logró excavar 133 m² y descubrir varios rasgos que parecen constituir una sola unidad doméstica. Los artefactos asociados indican que la casa se ocupaba durante la última década del siglo XIX.

El enfoque de la unidad es una plataforma (Rasgo 36), que mide menos de 10 cm de alto, y es totalmente invisible en la superficie del sitio, al estar cubierto por menos de 5 cm de tierra. Consiste en piedras de tamaño mediano, las cuales probablemente fueron recolectadas del riachuelo y de los florecimientos de laja cercanos. Unos sondeos en la plataforma revelaron por lo menos un episodio más de construcción muy semejante (Rasgos 37 y 38).

La presencia de dos agujeros de poste en la superficie de la plataforma sugiere que sostuvo un edificio de materiales perecederos (Rasgos 43 y 44). Cabe señalar que no se hallaron fragmentos de arcilla quemada, así que parece no haber sido un edificio de bajareque sino de palo y guano, como los que se llaman coloche´. Además, se hallaron algunos pocos clavos, vidrio de ventana, y fragmentos de alambre, lo cual sugiere que la casa fue construida con materiales de la selva, al estilo tradicional de los Mayas.

Encima de la plataforma se encontraron unas capas delgadas de cascajo (Rasgos 39 y 40), en las cuales había muchos artefactos. Este cascajo parece haber sido una superficie formal, aunque no se encontró preservado en toda la plataforma, sino solamente en partes. No había evidencia de piso de barro apisonado ni de sascab. El Rasgo 41 es una banda de tierra y piedras con una elevación de menos de 5 cm, que probablemente servía para prevenir la inundación de la casa durante lluvias fuertes.

Había una diversidad de artefactos de carácter doméstico asociados con la plataforma y su edificio: tazones de loza decorada importados de Inglaterra, jarras de cerámica de fábrica local, botellas de medicina, tijeras, botones, pipas, fragmentos de muñecas de porcelana, etc. Los materiales asociados con el edificio sugieren que tenía función doméstica, o sea, que era una casa. Además, la presencia de dos crucifijos y un medallón con la imagen de San José da apoyo concreto a las historias orales y los documentos archivados, los cuales subrayan la importancia de la iglesia Católica en las aldeas de los Mayas de San Pedro.

El Rasgo 42 se extiende desde el borde oriental de la casa, siendo otra capa delgada de cascajo y piedras que mide 1 m de ancho. Parece formar un camino hacia el noreste, pero desgraciadamente no hubo tiempo suficiente para excavar el área hacia donde se dirige.

Desde los bordes sur y oeste de la plataforma, se extiende otro rasgo de sumo interés, el Rasgo 35, que es un estrato de tierra oscura con una alta concentración de pedazos de piedra caliza y unas piedras muy pequeñas. Este estrato mide de 5 a 8 cm de grueso, y se encuentra aproximadamente a 10 cm debajo de la superficie actual. Este estrato probablemente corresponde a un sector de mucha actividad en la zona que era el solar asociado con la casa. Contenía artefactos, pero hay que señalar que la mayoría de ellos son pequeños, de un tamaño promedio menor que el de los artefactos asociados con la plataforma residencial. Parece que el proceso de mantener limpio el solar resultó en redepositar los artefactos grandes en otros lugares, y que la actividad y movimiento constante que caracterizaba este sector del solar fragmentaron los artefactos. Asociado con el Rasgo 35, había un agujero con piedras calizas en la orilla – alteradas fuertemente por el fuego – lleno de carbón y tierra negra, lo cual posiblemente era un horno o pib para cocinar bajo la tierra.

En otros sectores de la excavación se encontraron artefactos de tamaño notablemente más grande. Primero, alrededor de la plataforma residencial había artefactos más grandes y aun enteros. Parece ser que los habitantes depositaron basura y artefactos útiles en áreas de menos uso adyacentes a la casa, tal vez guardándolos para luego usarlos de nuevo.

Al otro extremo de la superficie de fuerte uso en el solar, se encontraron otros rasgos notables, que son acumulaciones no muy grandes de piedras de un tamaño mucho mayor que las que forman la plataforma (Rasgos 31, 33 y 34). Artefactos grandes estaban entremezclados con las piedras en estas acumulaciones, los cuales incluyen unas botellas enteras y muchos fragmentos de material óseo, mayormente huesos de cerdo. El Rasgo 31 está asociado directamente con la superficie de uso ya mencionado (Rasgo 35); los otros dos no lo son, pero sí están asociados con agujeros de poste (Rasgos 45 y 46).

Estos tres rasgos parecen ser de otras áreas del solar de poca actividad, dónde se acumulaban grandes piedras y artefactos durante la limpieza del mismo, aunque cabe notar que las botellas enteras obviamente se depositaron cuidadosamente para no quebrarlas, quizá con el propósito de reutilizarlas después. La hipótesis que se manejan para entender estos rasgos es que se acumularon en la orilla del solar, probablemente junto a una cerca de material perecedero o un seto que demarcaba la orilla de la unidad residencial.

ANÁLISIS DE ARTEFACTOS

Ahora bien, el último objetivo de la temporada 2003 fue analizar los artefactos procedentes de la Op.27 y de las investigaciones de años anteriores. Los análisis fueron dirigidos por Minette Church (2002; Church et al. 2001), y han sido de suma importancia, proporcionando datos y observaciones muy interesantes tocantes a la integración e incorporación de los Mayas de San Pedro en Belice.

Primero, se puede aseverar que los Mayas de San Pedro gozaban de un nivel de autonomía sorprendentemente alto durante las primeras décadas después de su llegada a Belice. Un aspecto central de esta autonomía era una estrategia de subsistencia autosuficiente, pues no dependían del mercado colonial para obtener alimentos básicos, un contraste muy claro y clave con otras poblaciones en la colonia. Las herramientas básicas para el cultivo se encuentran distribuidas por todo el sitio, los documentos y las historias contadas por las personas que vivían en San José hablan de un sistema de cultivo bastante complejo.

Aunque las hachas y los machetes fueron importados, otros artículos de la economía doméstica no se originaron en el mercado colonial. Por ejemplo, se han encontrado muchos ejemplares de cerámica fabricada localmente o en Yucatán. Los habitantes de San Pedro también trabajaban fragmentos de botellas y el sílex para elaborar herramientas sencillas como raspadores y cuchillos, aunque también importaban cuchillos de metal.

Los documentos indican que este nivel de independencia correspondía a un grado de autonomía política también. En la primera década después de su llegada a Belice, los Mayas de San Pedro no estaban sometidos formalmente a la Corona Inglesa, aunque ocuparon territorio que llegaría a incorporarse en Belice. En 1866, los soldados Mayas derrotaron a una fuerza Inglesa que pretendía invadir la región, así mostrando una fuerte voluntad de mantener su autonomía. En 1867, volvieron las tropas Inglesas y quemaron las aldeas de San Pedro y San José, entre otras, eventos que se demuestran en la colección de artefactos, que incluye fragmentos de cohetes incendiarios que usaron los Ingleses en 1867. Por su parte, los Mayas pelearon con escopetas viejas, de las cuales se descubrieron muchos fragmentos. Es interesante que todas las escopetas están dañadas, con los cañones doblados y/o los puntos cerrados. También se hallaron cartuchos de fabricación más tardía que indican que el uso de las armas de fuego no cesó con el saqueo de la aldea.

Luego de esta acción, los Mayas de San Pedro se incorporaron políticamente en la colonia Inglesa, y esta incorporación se reforzó con la imposición de un sistema de alcaldes reconocidos por las autoridades coloniales (Bolland 1987). Sin embargo, los datos materiales no indican una reducción en el nivel de autosuficiencia en cuanto a su subsistencia.

La segunda observación importante que se puede concretar es que los Mayas participaron en la economía colonial a pesar de su autosuficiencia agrícola. De hecho, hay evidencia incontrovertible que consiguieron muchos artículos de varias fuentes coloniales. Existen en el sitio muchas botellas para licor, medicinas, y productos comestibles, numerosos artefactos de metal, como hachas, machetes, tijeras, y cuchillos, además de muchos tazones y platos de loza decorada.

La cantidad y diversidad de productos importados en San Pedro demuestran que los Mayas de esta aldea participaron en la economía colonial y global de una manera comprensiva. Además, implica que tenían dinero o productos agrícolas y/o silvestres disponibles para este intercambio, que tuvo lugar durante las excursiones ocasionales que hicieron los aldeanos a la ciudad de Belice y el pueblo de San Ignacio.

La tercera conclusión que se debe subrayar es que los propios Mayas regulaban su participación en la economía colonial, haciendo decisiones que les permitían satisfacer las necesidades que ellos mismos valorizaban más. Por ejemplo, el análisis de las formas de loza indica que escogían formas hondas como tazones o soperas, los cuales constituyen la mayoría de la colección de loza, mientras los platos constituyen menos del 10% (Figura 3). Las cerámicas de una aldea Inglesa coetánea demostrarían frecuencias muy distintas. Además, se han hallado muy pocos cubiertos. Evidentemente, los Mayas de San Pedro compraban loza para servir y comer sopas y pucheros, probablemente guisos emblemáticos de la comida Yucateca como escabeche, chilmole, y frijoles negros. Parece que se comía con tortilla en vez de con tenedor o cuchara.

Los numerosos hornos de pib, en combinación con cazuelas de hierro, demuestran la preparación de comida al estilo pibil. La alta frecuencia de mandíbulas de marrano sugiere que se consumía el cochinito pibil, el guiso exquisito de los Mayas Yucatecos. Conjuntamente, los datos de las investigaciones descritas aquí tocantes a la alimentación y agricultura indican el mantenimiento de un sistema alimenticio Maya Yucateco en San Pedro Siris. Además, se ha documentado la utilización de técnicas tradicionales para construir casas con materiales locales como piedra, palos, bejucos, y guano.

Figura 3 Frecuencias de formas de fragmentos de loza en Op.27

RESUMEN

El trabajo que se realizó en la temporada de 2003, especialmente la excavación de una unidad doméstica, ha permitido un acercamiento más concreto a la incorporación de los Mayas de San Pedro en la antigua colonia de Honduras Británica, ahora Belice. Todos los datos arqueológicos, así como las entrevistas y los documentos archivados, sugieren que los Mayas de San Pedro tenían un nivel de autonomía en cuanto a su participación en la economía colonial y en sus relaciones con los extranjeros, especialmente durante las primeras décadas de la aldea.

Es muy notable e interesante que los habitantes de la aldea mantenían prácticas de alimentación, un sistema de subsistencia y técnicas de construcción de casas tradicionales, a pesar del hecho de que su participación en la economía colonial les posibilitaba otras formas y normas. Dicho esto, hay que advertir que las interpretaciones que se acaban de presentar deben considerarse provisionales hasta que se completen los análisis de artefactos, que es el objetivo de la temporada 2004.

AGRADECIMIENTOS

Se agradece al gobierno de Belice y en especial el Instituto de Arqueología, a Jaime Awe, John Morris, Alan Moore, George Thompson, Brian Woodye, Teresa Batty, Annette Waight, Melissa Badillo, Joyce Tun, Charles Gibson, Michael Artemief, Florentín Penados, Luis Godoy, Virgilio Godoy, Laura Cahue, Robert y Donna Langlois. No se puede subestimar el valor de las entrevistas en Santa Familia y San José Palmar con los descendientes de San José Yalbac, y el apoyo de Carlos Montalbán, Pitts, y Alwin Smith, en cuyos terrenos se ubica San Pedro Siris.

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