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82 La arqueología y las lecturas químicas de las actividades rituales en la Plaza Monumental del sitio El Coyote, Santa Bárbara, Honduras – Christian Wells – Simposio 16, Año 2002

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Wells, E. Christian

2003         La arqueología y las lecturas químicas de las actividades rituales en la Plaza Monumental del sitio El Coyote, Santa Bárbara, Honduras. En XVI Simposio de Investigaciones Arqueológicas en Guatemala, 2002 (editado por J.P. Laporte, B. Arroyo, H. Escobedo y H. Mejía), pp.918-930. Museo Nacional de Arqueología y Etnología, Guatemala.

82

LA ARQUEOLOGÍA Y LAS LECTURAS QUÍMICAS DE LAS ACTIVIDADES RITUALES EN LA PLAZA MONUMENTAL DEL SITIO EL COYOTE, SANTA BÁRBARA, HONDURAS

E. Christian Wells

Los estudios antropológicos recientes de las fiestas mesoamericanas han hecho contribuciones significativas a nuestro entendimiento teórico de los comportamientos sociales del consumo comunal de los alimentos en contextos rituales (Dietler y Hayden 2001; Pérez Martínez 1998; Wiessner y Schiefenhövel 1996). Sin embargo, estos estudios han hecho menos avances en la identificación de los criterios diagnósticos de las fiestas y sus manifestaciones en el registro arqueológico. Dado que el consumo comunal de los alimentos ocurre en lugares públicos, como por ejemplo las plazas, a menudo es difícil documentar los restos arqueológicos de estas actividades porque estas áreas se mantuvieron limpias para el uso ritual ya que las consideraciones de pureza y polución fueron importantes simbólicamente (Herrera y Tordesillas 1944).

Para mejorar nuestro entendimiento de la organización de los rituales festivos en las sociedades prehispánicas en el sureste de Mesoamérica, en este trabajo se examinan los datos relacionados a la distribución de los artefactos y patrones químicos de sedimentos asociados con las actividades antiguas en la plaza cívico-ceremonial del sitio Clásico Tardío/Terminal (600-1000 DC) de El Coyote en el valle de Cacaulapa, noroeste de Honduras. De acuerdo a la comparación de un estudio etno-arqueológico de las fiestas en la plaza mayor del pueblo moderno de Petoa, Santa Bárbara, se infieren algunos aspectos de la organización de fiestas en El Coyote.

Los resultados demuestran que los análisis químicos comparativos entre los sedimentos modernos y antiguos, combinados con las consideraciones de la distribución de los artefactos, pueden aumentar nuestro entendimiento sobre algunas características sociales y espaciales de las fiestas antiguas. Estos hallazgos son importantes porque sugieren que, al analizar las lecturas químicas de los suelos junto con la arqueología, es posible inferir los tipos y los lugares de las actividades en contextos donde ha quedado muy poca evidencia arqueológica.

SITIO EL COYOTE Y EL VALLE DE CACAULAPA

El valle de Cacaulapa se ubica a lo largo del río del mismo nombre en el departamento de Santa Bárbara, noroeste de Honduras, y abarca los pueblos de Petoa y Pueblo Nuevo (Figura 1). Circunscrito por cerros sedimentarios altos, el valle contiene casi 7 km2 de tierras planas. Reconocimientos arqueológicos en el valle durante la temporada de campo de 1999 (Urban et al. 1999), han revelado un asentamiento prehispánico de 40 sitios compuestos de agrupamientos de montículos bajos, los que probablemente representan conjuntos de complejos residenciales de patios, ubicados en terrazas angostas que tienen vistas al río. El sitio arqueológico más grande es El Coyote, mismo que se encuentra a 100 km al noreste de Copan y a 75 km al este de Quirigua. El área de ruinas se ubica aproximadamente a 15° 15.760′ latitud norte y 88° 16.920′ longitud oeste, su altura sobre el nivel del mar es de 270 m.

Figura 1  El valle de Cacaulapa, mostrando la ubicación del sitio arqueológico El Coyote

El sitio El Coyote cubre casi 0.25 km2 de una terraza natural aproximadamente 150 m oeste del río Cacaulapa y se delimita por arroyos profundos y angostos al norte y sur, la falda escarpada del cerro Macutalo al oeste, y por una bajada acantilada al este de casi 30 m al piso del valle. El sitio se compone de un núcleo monumental que incluye 28 plataformas (1-10 m de altura), arregladas en seis plazas grandes, un juego de pelota y 370 otras estructuras (Figura 2). La plaza principal mide aproximadamente 107 m norte-sur por 51 m este-oeste y se delimita por edificios monumentales representativos de dos categorías distintas: en el este de la plaza, estructuras cuadradas con lados escarpados y cimas muy restringidas y en el oeste de la plaza, estructuras rectangulares con lados inclinados y cimas más angostas. Se gana acceso a la plaza en la esquina noreste por una escalinata monumental que se compone de cuatro gradas que bajan a una calzada estucada, la que extiende casi 220 m al norte hasta la quebrada La Coyota.

Figura 2  Plano del sitio El Coyote

Un rasgo impresionante de la organización de la plaza mayor es que cada edificio imita un rasgo topográfico del valle, es decir, la plaza y sus montículos representan un microcosmo antropogénico de la topografía del valle. De la vista de una plataforma baja en el centro de la plaza, cada pirámide circundante se empareja con un cerro en la distancia. Así, los gobernantes de El Coyote crearon un escenario ritual para las expresiones públicas del poder de las elites conducidas en una reconstrucción artificial de los cosmos, lo que sirvió para aumentar la importancia de las actividades en la plaza y la gente que participó en ellas.

LOS RESTOS MATERIALES DE LAS FIESTAS PREHISPÁNICAS EN EL COYOTE

En El Coyote, se desea entender la manera en que las fiestas se articularon con la economía política y el punto en el cual éstas alentaron los habitantes a participar en otras actividades, como por ejemplo el trabajo para las elites (Wells 2002). Así, la investigación llevada a cabo en El Coyote tuvo por objetivo: 1) conocer las actividades antiguas en la plaza y la manera como cambiaron ellas a través del tiempo; 2) investigar los rasgos asociados a las áreas de actividad; 3) determinar la historia arquitectónica de los edificios que flanquean la plaza; y 4) obtener una muestra cerámica representativa para establecer la secuencia cronológica. A fin de poder realizar los objetivos, se efectuaron un total de 231 unidades de excavación distribuidas dentro de y fuera de la plaza principal durante los años 2000 y 2001 (Figura 3).

Figura 3  Plano de la plaza mayor en El Coyote, mostrando la ubicación de las excavaciones

En la plaza se colocaron cuarenta pozos de sondeo de 2 x 2 m, arreglados en una cuadrícula hexagonal sobre la plaza. Las investigaciones recogieron fragmentos de comales quemados, cuencos y ollas sin decoración, platos rojos monocromos y piedras de moler, así como una variedad de artefactos de obsidiana y pedernal, los que sugieren la preparación y el consumo de los alimentos en la plaza mayor durante el Clásico Terminal (800-1000 DC). Se encontraron todos los artefactos sobre el piso de la plaza y se agruparon principalmente en las esquinas de ella. La densidad de los artefactos generalmente es baja: un promedio de 58 tiestos/m3, 4 fragmentos de obsidiana/m3, y 2 fragmentos de pedernal/m3, comparado con las áreas habitacionales en el sitio que contienen casi tres a cinco veces más artefactos por metro cúbico de tierra excavada. Las formas de las vasijas cerámicas incluyen cántaros, cuencos, platos y vasos. Los cántaros grandes (con curvaturas de cuerpo generalmente más de 50 cm) representan casi 80 a 90 % de la cerámica recuperada, mientras que los cuencos grandes (con diámetros de borde generalmente más de 25 cm) representan solamente 10 a 20 % de la cerámica. En contraste, con respecto a la cerámica de las áreas habitacionales de las elites en El Coyote y en otros sitios vecinos (Joyce 1991; Schortman y Urban 1994), los cántaros representan 50 a 60 %, mientras que las otras formas representan 40 a 50 %.

Figura 4  Plano y perfil de la Estructura 124 en la plaza mayor

Excavaciones más amplias fueron conducidas en la Estructura 124 (Figura 4), una plataforma pequeña (4.20 m por 5.60 m), construida de piedras del río, ubicada en el centro de la plaza. Se expusieron más de 2500 tiestos en el piso del edificio, los que incluyeron fragmentos grandes de incensarios moldeados – uno en forma de jaguar – que sugieren que en este edificio se llevaron a cabo rituales de quema de incienso como copal.

También se halló un escondite de dos conchas Spondylus sobre el piso de la plataforma, lo que apoya la aserción que la plataforma tenía importancia ritual. La investigación de la Estructura 125 (Figura 5), una plataforma estucada de piedras labradas (4.10 m por 5.30 m), ubicada casi 10 m al norte de la Estructura 124, también proporcionó cantidades grandes de cerámica, así como un cuerno de venado, lo que sugiere que funcionó en contextos rituales. También se investigó la esquina noreste de la plaza, la que reveló una gran escalinata (Estructura 138), de 12 m de ancho por 8 m de largo (Figura 6). Las cinco gradas de la escalinata suben aproximadamente 2 m sobre la superficie de la calzada estucada que conecta a la escalinata. Se halló un depósito de basura en la base de la escalinata al lado este que se fecha al Clásico Tardío (600-800 DC), lo que proporcionó más de 12,000 tiestos que incluyeron los restos de vasijas policromadas y un incensario grande, moldeado en forma de figura humana. Al sur del basurero se halló un entierro múltiple que pertenece a catorce adultos masculinos desarticulados colocados dentro de una cavidad circular en la caliza (como una cista), cubierta con lajas (Figura 7). No presentaron ofrendas asociadas, a excepción de unos fragmentos de un incensario sin decoración que se fecha al Clásico Terminal. Un análisis microscópico de los huesos indica que se les quitó la carne a algunos de los cráneos, mandíbulas y huesos largos en antigüedad.

Las investigaciones efectuadas fuera de la plaza encontraron un depósito de basura dentro de un pozo grande, que se formó tal vez durante la nivelación de la plaza y la construcción de los montículos que flanquean la misma. Se colocaron cinco pozos de sondeo de 2 m2 que excavaron 24 m3 de tierra (el volumen total estimado del depósito es 780 m3), lo que proporcionó casi 20,000 artefactos que incluyeron tiestos de cántaros y platos, candeleros para quemar incienso, figurillas y pitos en formas de animales, piedras de moler para preparar el maíz y semillas, restos óseos de fauna (venado, jaguar, armadillo, tortuga, aves, y caracoles de jutes), martillos de corteza para fabricar el papel o tela, morteros y machacadores para moler los pigmentos, y desechos de producción de herramientas de obsidiana y de pedernal como raspadores, navajas y puntas proyectiles. Dada su proximidad a la plaza y su larga distancia a las áreas habitacionales en el sitio, es probable que el depósito comprenda los restos de las actividades de la plaza y quizá de otras fuera de ella. Mientras que la presencia de las vasijas y artefactos de moler sugiere la producción y el consumo de los alimentos, la mayoría de los materiales culturales indica otras actividades, como por ejemplo las prácticas rituales y la artesanía (incluso la fabricación de parafernalia ritual).

LOS RESTOS QUÍMICOS DE LAS FIESTAS PREHISPÁNICAS EN EL COYOTE

Aunque las excavaciones en la plaza principal de El Coyote han sido útiles en determinar la variedad de materiales culturales empleados en las actividades efectuadas allí dentro, no se conocieron los lugares de éstas ya que la distribución de los artefactos indica que se limpiaba la plaza en la antigüedad, transportando o trasladando los restos de las actividades a los límites de la plaza o fuera de ella en basureros. Es decir, en los casos de superficies frecuentemente aseadas, los materiales más pequeños son removidos perdiendo valiosa información. A fin de entender mejor las distribuciones de las actividades en la plaza de El Coyote, se tomaron y se analizaron muestras de suelo para caracterizarlas con respeto a los fosfatos y otros compuestos antropogénicos, los que pueden implicar los restos químicos y los lugares de las actividades (Wells s.f.).

Los últimos diez años han visto gran avances en el estudio químico de los suelos antropogénicos para inferir información acerca del modo de vida de los habitantes prehistóricos (Barba 1986, 1990). El análisis químico tiene como objetivo el estudio de iones y moléculas químicas derivadas de actividades que desecharon fluidos y que quedaron impregnadas en los pisos de ocupación, ya que los compuestos químicos (como por ejemplo los del fósforo), están íntimamente asociados con las actividades humanas que enriquecen el suelo.

Figura 5  Plano y perfil de la Estructura 125 en la plaza mayor

Figura 6  Perfil de la Estructura 138 (la gran escalinata) en la esquina noreste de la plaza mayor

Figura 7  Plano del entierro múltiple asociado con la Estructura 138

Por ejemplo, es bien conocido que la preparación y el consumo de la comida (las plantas y los animales), resultan en el depósito de cantidades diferentes de fósforo y potasio en el suelo, dependiendo de la escala y la intensidad de las actividades (Terry et al. 2000). Además, la fabricación de artefactos de vidrio volcánico proporciona el titanio (bióxido de titanio), el hierro (óxido de hierro) y el potasio (feldespato de potasio), en el suelo (Wells s.f.). Los rasgos arqueológicos también están asociados con las lecturas químicas, como por ejemplo, los hornos con el sodio en la ceniza (Middleton y Price 1996), y los escondites con el hierro, y el mercurio en los minerales hematites y cinabrio (Wells et al. 2000). Dado que se fijan estos compuestos en las superficies minerales de los sedimentos, ellos quedan inmóviles en el suelo por periodos largos en la forma de iones complejos como los óxidos, los sulfuros y los carbonatos, todos los que pueden ser detectados químicamente.

En El Coyote, se tomaron 250 muestras de suelo de la superficie estucada de la plaza principal y de la gran escalinata, así como 280 muestras de la superficie actual de la tierra fuera de la plaza y detrás de los edificios que delimitan a la misma. Las muestras eran arcillas arenosas de consistencia suave y compacta, entre gris (clasificación Munsell 10YR 4/1-5/1), a café grisáceo oscuro (10YR 3/2-4/2). Los valores de pH obtenidos de las muestras indican que el promedio es alcalino (8.5 ± 3.1). Se transportaron todas las muestras al Laboratorio para la Química Arqueológica de la Universidad de Wisconsin-Madison en los Estados Unidos, donde se analizaron según los métodos reportados por James Burton y Arleyn Simon (1993), y adaptados para el análisis del suelo por William Middleton y Douglas Price (1996), para los elementos químicos: aluminio (Al), bario (Ba), calcio (Ca), hierro (Fe), potasio (K), magnesio (Mg), sodio (Na), fósforo (P), estroncio (Sr), zinc (Zn), manganeso (Mn) y titanio (Ti). Cada muestra se dejó secar al aire, tamizándose por un colador plástico del tamaño 2 mm2 para evitar desechos orgánicos y piedras y se molió en un mortero de porcelana. Se tomó una porción de .2 g de cada muestra y se mezcló con 20 mL de 1 N ácido clorhídrico. Se agitó intermitentemente cada solución resultante durante catorce días a temperatura ambiente (26˚C). Después, se filtraron las soluciones con papel de filtro sin ceniza. Se analizó cada solución buscando elementos químicos con un espectrómetro ICP (ARL 3520 OES ICP/AES). Se reportaron los resultados cuantitativos en piezas por millones (ppm), los que se analizaron con un programa geo-estadístico (Surfer) para realizar un mapa de la plaza junto con las concentraciones halladas.

La figura 8 muestra la distribución del P/Al en la plaza principal de El Coyote; el color negro representa las áreas de alta concentración, generalmente >2000 ppm del P comparado con el promedio de los controles de 634 ± 486 ppm. El fósforo se normalizó por el aluminio, porque el aluminio es un componente mayor del suelo en el sitio. La concentración alta del P en la esquina noreste de la plaza corresponde al entierro múltiple en el lado este de la escalinata monumental (P=5156-11107 ppm). No obstante, generalmente las áreas con las concentraciones más altas están ubicadas al centro y en al lado sur de la plaza cerca de las Estructuras 124 y 125. La distribución parece tener la forma de un círculo alrededor de estos edificios. Junto con los datos de los artefactos (herramientas de moler y de cocer, cántaros y platos), este patrón sugiere que estos edificios se involucraron con las actividades asociadas con la preparación y el consumo de los alimentos.

En contraste, el lado norte de la plaza no tiene concentraciones significativas del P (es decir, >2000 ppm), lo que sugiere que posiblemente se reservó esta área para otras actividades que no incluyeron las materias orgánicas. Alternativamente, este patrón puede representar el barrido o la limpieza del lado norte de la plaza inmediatamente después de las actividades del consumo, lo que podría haber impedido impregnar los fosfatos a la superficie de la plaza. La distribución del K/Al (Figura 9) apoya esta aserción; el color negro representa las áreas de alta concentración, generalmente >1000 ppm del K comparado con el promedio de los controles de 810 ± 507 ppm. Sobresale la ausencia de niveles elevados del K alrededor de las plataformas, lo cual indica que se reservaron los edificios para las actividades que no incluyeron la preparación de los alimentos. Finalmente, las concentraciones elevadas del P y K fuera de la plaza corresponden a los depósitos de basura, ubicados al lado posterior de los edificios. No obstante, faltan niveles elevados del P y K fuera de la plaza, con la excepción de los basureros. Este patrón contrasta con el de la plaza y sugiere que se restringió el consumo de los alimentos adentro de la plaza y adentro de los patios habitacionales de las elites al sur.

LOS RESTOS QUÍMICOS DE LAS FIESTAS MODERNAS EN PETOA

A fin de entender mejor los patrones de los artefactos y las lecturas químicas en El Coyote, se tomaron y se caracterizaron químicamente muestras de suelo de la plaza mayor en el pueblo contemporáneo de Petoa, Santa Bárbara, ubicado casi 2 km al oeste del sitio El Coyote (Wells y Urban 2002). El objetivo de este tipo de estudio es obtener modelos comparativos, observando por un lado las actividades realizadas en la plaza y por otro, estudiando químicamente la tierra que contiene los desechos químicos de dichas actividades, con la intención de obtener patrones de contaminación y poder extrapolar la información al registro arqueológico (Barba y Ortiz 1992:81).

Figura 8  Mapa de la distribución de P (ppm) en la plaza mayor de El Coyote

Figura 9  Mapa de la distribución de K (ppm) en la plaza mayor de El Coyote

Petoa, de la palabra indígena lenca tepetoa (“lugar de los cerros”), es una comunidad fundada en 1791 con una población actual de aproximadamente de 4000 habitantes. Se refiere al pueblo en el repartimiento de Pedro de Alvarado como una cabecera con cuatro sujetos. Se enfoca el pueblo en una plaza grande y abierta, casi 50 m2 en tamaño, con una iglesia católica en el lado sur. Aproximadamente 5 m al frente de la iglesia hay un altar de una cruz. Se ha observado que ocurren una variedad de actividades religiosas cerca del altar durante la Semana Santa y durante la feria del pueblo en agosto cuando se celebra al santo patrón, San Bartolomé. Las actividades que ocurren incluyen una variedad de ceremonias que involucran música, baile, y el consumo de las comidas y bebidas fermentadas de maíz y frutas (piña o anona), que se llaman cususa. Los lugares de las actividades varían, aunque se enfocan todos en la plaza y frente de la iglesia por el altar. Además de la iglesia y el altar, hay un gran árbol aproximadamente 10 m al oeste del altar, alrededor del cual se colocan cuatro bancos cementos. Siempre se puede encontrar gente debajo de la sombra del árbol, ocupada con varias prácticas como la artesanía.

En Petoa se tomó un total de 56 muestras de suelo en una cuadrícula hexagonal que mide 36 m por 25 m, y se procesó cada una en la manera descrita anteriormente. El altar de la cruz está marcado por niveles elevados en la distribución del P/Al. Es interesante notar que el área comunal alrededor del árbol no tiene concentraciones altas del P en comparación con el espacio cerca del altar. La ausencia del P bajo del árbol podría ser el resultado de la limpieza, como se ha observado que se asea cada semana la basura que amontona allí. Por eso, normalmente los fosfatos no tienen la oportunidad de impregnarse en el piso de la plaza. Los datos químicos juntos con las observaciones de las actividades en la plaza indican que, como en el caso de El Coyote, se divide la plaza en dos espacios diferentes: un espacio ritual (la iglesia y el altar), ocupado en los días especiales, y un espacio utilitario (el árbol y los bancos), ocupado todos los días.

OBSERVACIONES FINALES

Como ha sido demostrado por Luis Barba y su colegas (Barba y Bello 1984; Barba y Denise 1984; Barba y Ortiz 1992), las observaciones directas de las actividades humanas que afectan la química del suelo tienen gran capacidad para informarnos sobre el uso de espacios en tiempos prehispánicos. En este trabajo se compararon los patrones químicos del suelo en los contextos arqueológicos y etnográficos para dar luz a algunas características sociales y espaciales de fiestas antiguas en El Coyote. En base a la información etno-arqueológica de Petoa, así como los estudios etnográficos de los Lenca contemporáneos que habitan las regiones central y norte de Honduras (Castegnaro de Foletti 1989; Chapman 1985), la presencia y distribución en la plaza mayor de la evidencia arqueológica y química para la preparación de los alimentos permiten plantear la existencia de fiestas prehispánicas en El Coyote.

Para concluir este breve análisis, las fiestas de El Coyote parecen tener, por lo menos, dos componentes: la preparación y el consumo de los alimentos en contextos rituales y la fabricación de productos utilitarios y rituales. La superposición de los dos componentes en el espacio de la plaza mayor sugiere que las elites de El Coyote patrocinaron las fiestas para aumentar su poder social para movilizar el trabajo excedente de la gente de la comunidad (Wells 2002). Estas “fiestas de trabajo” podrían implicar el mantenimiento de talleres transitorios que permitían a los gobernantes de El Coyote dominar la fabricación de ciertos productos, como crear una relación de dependencia de la población del valle en la producción y la distribución de los objetos utilitarios patrocinados por las elites. Además, las grandes cantidades de comida producidas por las fiestas pudieron haber sido redistribuidas, sirviendo como pago para los servicios rendidos o como un método de protección contra las temporadas agrícolas poco productivas (Wells 1998). Este tema merece estudios más sustanciales, tanto en el valle de Cacaulapa como fuera de ella. El estudio reportado aquí demuestra que la investigación de la química del suelo, junto a las consideraciones de la distribución de artefactos y rasgos asociados y procesos de formación en el registro arqueológico, puede proporcionar información importante con respeto a la procedencia y el carácter de las actividades antiguas en las plazas mesoamericanas.

AGRADECIMIENTOS

El trabajo presentado aquí forma parte del Proyecto Arqueológico Valle de Cacaulapa, dirigido por Patricia A. Urban y Edward M. Schortman de Kenyon College, que se llevó a cabo con la autorización del Instituto Hondureño de Antropología e Historia (IHAH), a quien también agradecemos. Las investigaciones fueron financiadas por becas de la National Science Foundation, la Wenner-Gren Foundation for Anthropological Research, y el Departamento de Antropología de la Universidad del Estado de Arizona, y por premios de la División de Geología Arqueológica de la Sociedad Geológica de América, el Laboratorio para la Química Arqueológica de la Universidad de Wisconsin-Madison, y el Instituto de Investigaciones Arqueológicas de la Universidad del Estado de Arizona.

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