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Daneels, Annick
2001 La relación entre la costa del Golfo de México y la Costa del Pacífico de Centroamérica, vista desde Veracruz. En XIV Simposio de Investigaciones Arqueológicas en Guatemala, 2000 (editado por J.P. Laporte, A.C. Suasnávar y B. Arroyo), pp.1013-1029. Museo Nacional de Arqueología y Etnología, Guatemala (versión digital).
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LA RELACIÓN ENTRE LA COSTA DEL GOLFO DE MÉXICO Y LA COSTA DEL PACÍFICO DE CENTROAMÉRICA, VISTA DESDE VERACRUZ
Annick Daneels
En el marco del simposio “Orígenes de la civilización Maya: desarrollo local e influencias externas”, pareció interesante hacer una revisión de los contactos entre las culturas de la Costa del Golfo de México y la Costa del Pacífico de Guatemala, que parecen haberse mantenidos de una forma u otra desde el principio de los asentamientos sedentarios hasta el periodo Postclásico. Aunque la Costa del Pacífico no se incluye en lo Maya, se admite la influencia de esta región en el desarrollo de la cultura Maya propiamente dicha; por ende, estudiar la relación de esa región con la Costa del Golfo permite acercarnos por un lado a los límites geográficos de las distintas esferas culturales a través del tiempo, y por otro lado a la naturaleza e intensidad de la interacción entre ellas.
Parsons, en su trabajo de 1978, acuñó el término de “Peripheral Coastal Lowlands”, recalcando la intensa interacción entre las Tierras Bajas, en particular durante el Clásico. La existencia de esta interacción fue reforzada y extendida hacia atrás en el tiempo por las investigaciones de la New World Archaeological Foundation en Chiapas, tomando una dimensión de contraste étnico (Zoque/Maya). Sin querernos meter en la polémica, deseamos relatar datos recientes hallados en la Costa del Golfo, que precisan algunos aspectos de este aparente continuum de interacción. La investigación en Veracruz ha tenido importantes avances en los últimos 20 años, y uno de los resultados es de haber reconocido una gran complejidad en el desarrollo y la distribución de los complejos culturales. Ya no es posible referirse a “la Costa del Golfo” como una entidad homogénea y abstracta como lugar de origen de ciertos rasgos, como se ha hecho en tiempos pasados. Por esto presentamos aquí los datos en su contexto geográfico y cronológico local, de manera resumida. Las limitaciones de espacio impuesto por la naturaleza del artículo no permiten profundizar en cada apartado, pero se incluyen las referencias bibliográficas para orientación del lector.
EL PRECLÁSICO
Mencionaremos brevemente la existencia de ocupación humana en la planicie costera del Golfo desde la época Pre-cerámica, bien atestiguada en varios sitios entre 4000-2000 AC, con un modo de vida sedentario basado en la caza, pesca y la recolección (de mariscos), asociada a una industria primitiva de talla de obsidiana en nódulos de río, con indicios de domesticación (perro) (Wilkerson 1981; Merino y Cook 1989; Daneels y Pastrana 1988; Daneels 1997). De este periodo se obtuvo la primera evidencia de polen de maíz y perturbación de vegetación por actividades agrícolas (Sluyter 1997, ca. 4100 AC; Goman y Byrne 1998, ca. 1900 AC). Sin embargo, las piedras de moler y manos no aparecen sino hasta la fase siguiente, junto con la cerámica. Estos datos ponen en entredicho la teoría generalmente aceptada que el sedentarismo, la agricultura y la producción cerámica hayan sido introducidos en conjunto desde el sur. Aunque una influencia del sur no se descarta, parece probable que la adopción de estos rasgos no haya sido simultánea, ni impulsada por los mismos estímulos.
Las fases tempranas en la costa de Chiapas (Barra, Locona y Ocós, 1550-1100 AC) han sido recientemente duplicadas tanto en el sur y norte de Veracruz, donde los complejos culturales presentan una similitud general, aunque con un repertorio más pobre: tecomates con engobe rojo y/o color guinda (hematita especular), alisados o cepillados, decorados por medio de acanaladuras, incisiones, impresión de mecedora (rocker-stamping), así como cuencos de piedra. En la Huasteca, Merino y Cook (1989, 1997) definen las fases Chajil (1600-1400 AC) y Pujal (1400-1150 AC), mientras Wilkerson (1981) en el Centro-Norte de Veracruz, define las fases Raudal (1700-1450 AC), Almería (1450-1350 AC), Monte Gordo (1350-1150 AC) y Ojite (1150-1000 AC), y estima que la fase Almería tardía (1400-1350 AC) en particular, refleja una influencia directa del istmo. En la cuenca del Coatzacoalcos, Rodríguez y Ortiz (1997) reportan una ofrenda de hachas pulidas y pelotas de hule fechada hacia 1600 AC, cuya cerámica asociada ofrece similitudes con vasijas Barra y Locona. La presencia de pelotas de hule y una posible cancha de juego de pelota (Rodríguez, comunicación personal 1999), se puede interpretar como evidencia cuando menos tan temprana de la práctica del juego como la cancha Barra Tardío y Locona reportada en Chiapas (Clark 1996). En Tabasco, Rust y Sharer (1988) tienen la fase Bari (1750-1150 AC), parcialmente equivalente a las fases Pellicer y Molina de Sisson (1976), respectivamente fechadas 1350-1250 AC y 1250-1050 AC.
Varios proyectos de superficie en el sur de Veracruz y Tabasco reportan materiales del Preclásico Inferior o Formativo Temprano, fechado en general 1400-1000 AC, con base en la presencia de tecomates alisados o de color guinda, a veces con decoración de mecedora; sin embargo, en ausencia de contexto estratigráfico, no es posible distinguir si se trata de materiales pre-San Lorenzo o San Lorenzo (Symonds 1997; Kruger 1997; von Nagy 1997). En el Centro-Sur de Veracruz aún no se han ubicado depósitos primarios de fases tan tempranas; los tiestos frecuentemente citados de García Payón (1966), así como los hallados por la autora (Daneels 1997), provienen del relleno de montículos de finales del Formativo.
Hasta ahora, no hay nada que invalide la posición de Clark (1997: 228), según la cual las similitudes en el inventario básico de artefactos indica que hubo una intensiva interacción entre dos grupos empezando alrededor de 1500 AC; sin embargo, su otro enunciado sobre que los Olmecas podrían haber recibido su estímulo inicial para desarrollar una sociedad compleja de los habitantes de la región del Soconusco, ya no es tan evidente.
La fase siguiente corresponde al horizonte pan-mesoamericano del estilo “Olmeca” (1200-1000 AC). En Veracruz, la fase está caracterizada por las vasijas de decoración excavada e incisa con símbolos Olmecas, figurillas baby-face, piedras de moler y manos. El centro ceremonial más destacado de la época es San Lorenzo Tenochtitlan, tanto por su extensión, arquitectura y escultura monumental (Coe y Diehl 1980; Cyphers 1997). En Manatí, de este periodo procede la ofrenda de bustos de madera, asociados a “bastones de mando” de madera y pelotas de hule (de un tamaño mayor que las de la ofrenda más antigua).
Su influencia se hace sentir hasta el Centro-Norte de Veracruz (Wilkerson 1981: fase Ojite (1150-1000 AC), pero en la Huasteca, aunque se registró una ocupación prehispánica entre 1100-650 AC, no se reporta el tipo “calzada excavado” (Merino y García 1987: fase Tampaon). En el Centro-Sur, los materiales aparecen otra vez revueltos en rellenos de estructuras más tardías, pero hay reportes de máscaras de jade y grandes figuras huecas con engobe blanco, aunque proceden de excavaciones clandestinas. La influencia parece ser más marcada en Chiapas:
“At about 1100 BC [fase Cherla], significant contact with the Gulf Coast Olmec became evident in the presence of imported ceramic vessels (sans dragon designs) and human figurines (…). Thus, the initial period of clear Olmec influence in the Soconusco involved trade and emulation by a thriving, independent society. (…). In the first half of the eleventh century [fase Cuadros], the Mazatan region underwent radical reorganization that can be attributed to intervention by the Olmecs (…) from domestic cooking vessels to figurines to public art” (Clark 1997: 228).
La distribución de la obsidiana parece sugerir una ruta por el istmo, pasando por Laguna Zope (Nelson y Clark 1998). La evidencia para la primera ruta es bastante escasa, aunque sí parece ser la más directa hacia la cuenca del Coatzacoalcos. Es posible que para entonces ya también se utilizara la ruta del Grijalva, entrando por su afluente el río La Venta (Figura 1; Navarrete 1973).
Para el periodo Olmeca Tardío, 800-400 AC, corresponde al apogeo de La Venta en Tabasco. Los diagnósticos del periodo son la cerámica de engobe blanco con decoración de doble línea quebrada, una gran proporción de cerámica negra y de cocción diferencial, figuras de tipo “Olmeca”, y escultura en piedra donde predominan los relieves. Estos diagnósticos tienen una amplia distribución hasta la Huasteca (finales de la fase Tampaon), en Centro-Norte (Wilkerson 1981, fase Esteros), y el Centro-Sur (Daneels 1997; Castro y Cobean 1996). La tradición de cerámica naranja, considerada característica en Chiapas y Guatemala (Lowe 1989) llega hasta Los Tuxtlas (Ortiz 1975), pero no es un componente significativo de los complejos más al norte. En la costa de Chiapas corresponde a la fase Conchas. La distribución de la obsidiana y la aparición de la arquitectura monumental sugieren que la ruta de interacción se movió hacia el norte, por la depresión del Grijalva (Figura 1; Daneels s.f.; Lowe 1981; Nelson y Clark 1998).
Para el Preclásico Superior la costa del sur de Veracruz y Tabasco parece entrar en un periodo de receso, pero no se interrumpe la relación con el istmo, como lo refleja las similitudes en el complejo cerámico con cerámica negra de silueta compuesta, a veces con decoración incisa, que abarca desde la zona Huasteca (Merino y Cook 1987) hasta la zona de Chiapas.
Una esfera más meridional está conformada durante el Protoclásico (100 AC -100 DC) por el estilo escultórico a veces llamado “Post-Olmeca”, compartido por Izapa en Chiapas, Kaminaljuyu y Monte Alto/La Democracia en Guatemala, Santa Leticia en El Salvador, Remojadas, Cerro de las Mesas, La Mojarra, Loma Iguana y Nopiloa en el Centro-Sur de Veracruz y Tres Zapotes en la sierra de Los Tuxtlas (Scott 1980; Parsons 1981; Miller 1991; Medellín 1987). Este estilo incluye “barrigones”, jaguares, columnas basálticas y estelas, con motivos de volutas y de monstruo de la tierra semejante a un cocodrilo, y personajes ricamente ataviados. Asociado a este complejo escultórico aparecen en el Centro-Sur de Veracruz los primeros yugos y ritos de decapitación, relacionados con el juego de pelota; en los complejos cerámicos, tanto la costa de Guatemala como el Centro-Sur de Veracruz siguen la misma transición de vasijas de silueta compuesta con incisiones geométricas a vasijas de fondo plano y formas cilíndricas (a veces con reborde basal), en acabados monocromos negro, café, guinda, y en menor proporción naranja y crema (Daneels s.f.). En cuanto a la obsidiana, al contrario, se interrumpe el intercambio (Nelson y Clark 1998): es interesante que este fenómeno ha sido ligado a la toma de control de los yacimientos de obsidiana por Kaminaljuyu, ya que para el mismo momento la distribución de obsidiana en el Centro y Sur de Veracruz se reorienta hacia un abastecimiento casi exclusivo de los yacimientos de Zaragoza-Oyameles, probablemente ya en este entonces controlados por Cantona (Daneels y Miranda 1999).
Del Protoclásico también proceden las primeras evidencias de fechas de Cuenta Larga y escritura: la estela de La Mojarra, descubierta en la cuenca del río Papaloapan, con una larga inscripción jeroglífica, fue interpretada como un texto en un idioma pre-proto-Zoqueano por Justeson y Kaufmann (1993, 1997). Méluzin (1995) presenta un catálogo de las piezas con glifos relacionados, cuya distribución abarca desde Cerro de las Mesas en el Centro-Sur de Veracruz hasta Guatemala, pasando por Chiapas y Oaxaca.
Durante el periodo de 100-300 DC, que algunos autores llaman Clásico Temprano y otros como final de Formativo o Preclásico, es más difícil establecer las relaciones, porque es uno de los periodos menos estudiados. En el Centro de Veracruz se caracteriza por la aparición del acabado de doble engobe naranja sobre crema y naranja sobre blanco. En los ejemplares más finos, la representación del monstruo de la tierra, con rasgos de cocodrilo o de iguana, es frecuente, así como el mono, varias clases de pájaros, y a veces humanos. Es interesante observar que a la par con las secuencias de Chiapas, se continúa produciendo cerámica de cocción diferencial, en particular una variante que consiste en un cuenco sencillo de fondo plano, negro con el borde claro. La zona comprendida entre el Centro de Veracruz y la mitad norte de Chiapas es la única donde la supervivencia de la tradición y tecnología de cocción diferencial continúa después del Preclásico Medio.
En el Clásico Medio, que se puede fechar grosso modo 300-600 DC, uno de los fenómenos que más ha llamado la atención es la distribución de elementos teotihuacanos. Borhegyi (1965) y Jiménez Moreno (1959) han supuesto que los elementos de Teotihuacan pasaron por “el Golfo” en su ruta hacia el Soconusco y la costa de Guatemala, en parte por la escultura de Cerro de las Mesas y por la iconografía de decapitación que aparece en los cilindros trípodes de la vajilla Tiquisate y los cajetes hemisféricos moldeados del Centro de Veracruz. Sin embargo, es preciso indicar aquí que si bien el rito de decapitación está atestiguado en el Centro-Sur de Veracruz tan temprano como el Protoclásico (por ejemplo, en la Trinchera 30 de Cerro de las Mesas, Drucker 1943), la iconografía (tanto en piedra como en cerámica) y la tecnología del molde cóncavo aparecen hasta en Clásico Tardío. Además, en Veracruz los elementos que reflejan influencia Teotihuacana consisten por lo general en manufactura local de: 1) vasijas cilíndricas son soportes rectangulares; 2) candeleros; y 3) figurillas de tipo retrato y femeninas de molde; y en mucho menor grado braseros con tres soportes internos, floreros, vasijas Tlaloc, máscaras de piedra, y excepcionalmente fragmentos de incensario de tipo teatro. Estos elementos han sido encontrados tanto en contextos de unidades domésticas como de montículos mayores, y siempre en proporciones menores al 1 % del complejo cultural del periodo, aun en Matacapan donde se ha supuesto la existencia de un enclave (Pascual 1997; Wilkerson 1994a-b; Daneels 1997a; Stark 1989, 1990 y 1997; Stark y Curet 1994; Santley 1987; Santley y Alexander 1996). Esto no corresponde al patrón que se observa por ejemplo en la zona de Escuintla, donde los incensarios tipo teatro parecen ser hasta más frecuentes que en el mismo Teotihuacan (Berlo 1989). Se esperaría más consistencia entre los elementos transmitidos si el Centro y Sur de Veracruz, y el sur de Guatemala hubieran formado parte de una misma ruta de interacción.
Para el Clásico Tardío y Terminal nos encontramos con otro corpus de literatura referente a la relación Golfo-Pacífico con la escultura de Cotzumalguapa, y el reporte de yugos, hachas y en particular palmas en Guatemala, Honduras y Salvador, así como en la problemática de los Pipiles o grupos Nahuas de Centroamérica.
Los yugos y las hachas aparecen en todo el centro de Veracruz a partir del Protoclásico, esto es al principio de nuestra era (Daneels s.f.); las palmas, por su lado, se restringen al área Centro-Norte (entre los ríos Cazones y La Antigua), y al Clásico Tardío/Epiclásico (Sánchez 1978). La presencia de palmas fuera de esta área indica por lo tanto un contacto de alguna índole con el Centro-Norte de Veracruz durante la última parte del Clásico, ca. 700-1000 DC.
Las esculturas de Cotzumalguapa tienen un estilo propio (Chinchilla 1996), pero muchos elementos tienen su paralelo en la iconografía del Centro-Norte de Veracruz en el Clásico Tardío/Epiclásico: decapitación con sangre que brota del cuello en forma de serpientes, ser esquelético, figura humana con tocado de fauces de serpiente (¿emplumada?), representaciones relacionadas al juego de pelota como pelotas, manoplas, yugos, indumentaria de faldellines con bandas anudadas que cuelgan al frente y/o atrás, etc. Pero sorprende la ausencia de palmas.
En El Salvador, la fase Lepa de Quelepa (Andrews 1976) tiene algunos tipos cerámicos cuyas formas y decoración tienen equivalentes en los complejos del Clásico Tardío y/o Epiclásico del centro y sur de Veracruz (Figura 2). Por otro lado, la fase Guazapa, con incensarios Tlaloc, sahumerios de mango, a veces con decoración impresa por molde cóncavo, y cerámicas Anaranjada Fina, ha sido descrita como Postclásica por Fowler (1989), pero recientemente reubicada en la esfera Epiclásica (Ringle 1999).
Estos rasgos cerámicos e iconográficos han sido interpretados como elementos diagnósticos del culto a Quetzalcoatl, compartido y promovido por los centros más poderosos surgidos a la caída de Teotihuacan, como Cholula, Tajín y Chichen Itza (Ringle, Gallareta y Bey 1998, Ringle 1999). A nuestro juicio, los rasgos propios de Veracruz, como las esculturas de yugos, hachas y palmas, y algunos tipos de decoración cerámica, podrían haber alcanzado la Costa del Pacífico a través del eje de interacción norte/sur que parece haber tenido su foco en el área de El Tajín, extendiéndose por la zona serrana hacia el norte (Sierra Gorda y altiplano de San Luis Potosí), y hacia el sur por Puebla y Oaxaca (eje que corresponde bastante bien a la distribución de lenguas Otomangues descritas por Ringle en 1999); alternativamente podrían haberse trasladado por el eje de interacción este-oeste, cuyo foco dinámico parece haberse ubicado en la zona Chontal (Tabasco y Campeche), y probablemente sur de Veracruz, donde se localizaban los centros de producción de la cerámica Anaranjada Fina (Figura 3). Por este eje también se distribuía la obsidiana del Altiplano Central hasta Yucatán (Daneels y Miranda 1999). El sur de Veracruz, para esta época, se alinea de manera clara con esta zona Chontal: la fase Villa Alta tiene un complejo cerámico parecido, aunque de menor diversidad que la fase Jonuta, pero refleja un importante auge demográfico y una impresionante actividad constructiva. De hecho, los grandes sitios monumentales “Olmecas” son construidos en este periodo (San Lorenzo Tenochtitlan, Las Limas, Laguna de los Cerros, para solo mencionar algunos). En este contexto, es interesante recordar que es hacia 800 DC que se separa el Chontal del Chol, y que se caracteriza por muchos préstamos del Zoque (Justeson et al. 1983, 1985), idioma de los centros del sur de Veracruz (?). Es tentador identificar esta amplia región dinámica entre la costa de Campeche y los Tuxtlas como la cuna de los Olmeca-Xicalanga.
Visto desde Veracruz, es importante recalcar que hasta el final del Clásico no hay evidencia de presencia Nahua o Totonaca en la Costa del Golfo. La transición del Preclásico al Clásico se hace de una manera progresiva e ininterrumpida, sin que se pueda reconocer una inmigración (ver Stark y Arnold 1997 para una síntesis de investigaciones recientes). Aunque no hay seguridad al respecto, lo más probable que los grupos del Golfo hayan sido constituidos por un substrato proto-Mayense, posteriormente fuertemente matizado de Mixe-Zoque, considerando la similitud general con los materiales Olmecas en el Preclásico Inferior y Medio, y la interpretación Zoqueana de la estela de La Mojarra, que ya se inscribe perfectamente en el patrón cultural del Clásico en el Centro de Veracruz. Por esto, si bien son innegables los puntos de similitud entre varios rasgos de Veracruz y la Centroamérica en el Epiclásico, y si se sostiene que el origen de estos rasgos está en Veracruz (como lo sugiere su trayectoria local), no hay evidencia para atribuirlos a un grupo Nahua.
EL POSTCLÁSICO
La transición al Postclásico ha experimentado los mismos ajustes que se han dado en el llamado “Clásico Terminal Maya”, 800-1000 DC, que incluye la aparición de los elementos “mexicanos” de Chichen Itza (complejo Sotuta), y de Ceibal y Altar de Sacrificios (Tepeu III), entre otros. En Veracruz se expresa como una prolongación de los patrones del Clásico Tardío hasta una fecha tan tardía como 1000 DC, incluso tal vez más tarde, abarcando parte de lo que tradicionalmente se consideraba el Postclásico Temprano.
El único complejo que se puede ubicar plenamente como Postclásico Temprano es el complejo intrusivo en el valle de Córdoba, caracterizado por cuencos con o sin fondo sellado con soportes zoomorfos o fitomorfos, cazuelas con asas zoomorfas, comales, y algunos fragmentos de Plomizo Tohil. En cuanto a formas y técnicas de manufactura (vasijas hechas en dos partes, con la parte superior empatada con un ribete de barro a la parte inferior hecha en molde convexo), lleva mucho parecido con las piezas Protohistóricas de Guatemala (Wauchope 1970), pero recalcamos que: 1) este complejo es intrusivo en el Centro de Veracruz, con origen probable en la zona Popoloca del sur de Puebla; y 2) que es claramente Postclásico Temprano, y por lo tanto anterior a la fecha Protohistórica propuesta para los materiales guatemaltecos.
Después de 1000 DC, hay evidencia de nuevos complejos cerámicos en el centro de Veracruz que se han relacionado con la llegada por un lado de los Totonacas en el Centro-Norte (el complejo de tipos cerámicos de pasta fina caolinítica conocidos como Isla de Sacrificios, Tres Picos, Quiahuistlan y Cerro Montoso), y por otro lado de los Nahua en el Centro-Sur (el complejo guinda, con Fondo Sellado, que después de 1350 DC se ve aumentado con Cholulteca Laca, Negro sobre Guinda, y Blanco y Negro sobre Guinda – el llamado complejo “Mixteco-Puebla”). Aparecen los comales por primera vez en la costa. Ambos grupos procederían de las Tierras Altas: los Totonacas de la sierra de Puebla, los Nahuas del altiplano Poblano-Tlaxcalteca. En la frontera entre ambos, situada en el río La Antigua, hay un área en que el complejo “Mixteco-Puebla” tardío es asimilado al complejo de pastas finas Totonacas: es el territorio de la ciudad de Zempoala, sometida al imperio Azteca, y los sitios en los flancos de la Sierra Madre, como Comapan y Zentla.
En el sur de Veracruz se da una situación parecida a la del Postclásico Temprano en Guatemala: el Postclásico es invisible de un punto de vista arqueológico, aunque las fuentes indican una densidad alta de población de habla Nahua (Pool 1995). Es probable que esté conformado por complejos cerámicos de pastas finas naranja y grises, siguiendo la tradición Tabasqueña a la que se liga de manera íntima a partir del Epiclásico, pero hasta la fecha no ha sido identificado, a pesar de las investigaciones en curso enfocando este problema en Los Tuxtlas (Killion y Urcid; Arnold), y en el sur de Veracruz (Cyphers).
Las evidencias concretas de interacción hacia el sur son escasas: por un lado la obsidiana, por el otro algunos ejemplares de figuras de barro monumentales halladas en El Salvador. En cuanto a la obsidiana, es relevante la información acerca del Pico de Orizaba. Iniciando en el Epiclásico y continuando durante todo el Postclásico, se explotan las minas de obsidiana en el flanco este del Pico, y las características navajas gris transparente de plataforma pulida son diagnósticas en todo el Centro-Sur de Veracruz, en la misma región donde aparece el complejo “Mixteco-Puebla” (Figura 4). Tanto la explotación de las minas como la distribución de los productos parecen haber estado en manos de los Nahuas locales, tal vez bajo el control de Quauhtochco, sitio principal al momento de la Conquista. La obsidiana del Pico de Orizaba se distribuye por el valle de Tehuacán hasta la Costa del Pacífico (Laguna Zope), al mismo tiempo que la obsidiana de Pachuca y Otumba, en una proporción de 50-50%. Esto contrasta con la proporción de 90% (Pico) y 10% (Pachuca) que impera en el Centro-Sur de Veracruz, lo que sugiere otra red de distribución, tal vez no-Nahua, hacia el sur (Daneels y Miranda 1999).
Las figuras de barro salvadoreñas con representación de Xipe y de Tlaloc reportadas por Casasola (1978) sí tienen mucho parecido con piezas del Centro-Sur de Veracruz, donde están asociadas al complejo “Mixteco-Puebla” (Torres 1970, piezas de Piedras Negras, en la Mixtequilla). Se reportan como provenientes de Cihuatán, pero al revisar la publicación, son piezas de colecciones privadas de sitios cercanos a Cihuatán, pero cuya ubicación arqueológica es desconocida. El dato es interesante, pero su interpretación queda en suspenso hasta que se pueda precisar su contexto.
Juzgando por los materiales descritos por Wauchope (1970), en general hay poca relación directa entre los complejos del Postclásico entre la Costa del Golfo y la del Pacífico. Ya mencionamos que los cuencos de soportes zoomorfos tiene más parecido con cerámicas del Postclásico Temprano en el valle de Puebla que con los tipos del complejo “Mixteco-Puebla” del Centro-Sur de Veracruz. Con base en la evidencia arqueológica conocida hasta la fecha es difícil reconocer un lugar en Veracruz que hubiera podido ser el punto de partida de los Pipiles a Centroamérica, como lo sugieren las fuentes. Un problema crucial al respecto es el problema de reconocer los sitios del Postclásico tanto en el sur de Veracruz como en Centroamérica.
CONCLUSIONES
Las investigaciones recientes ponen en una nueva luz los contactos entre la Costa del Golfo y la Costa del Pacífico de Centroamérica. Tanto la ruta, como la naturaleza misma de la interacción, parece haber variado a través del tiempo: en un principio corría por el istmo (Preclásico Inferior), luego se desplazó a la cuenca del Grijalva (Preclásico Medio hasta por lo menos el Protoclásico). Si la identificación con grupos Zoques se confirma (como lo sugiere entre otros la traducción Zoque de la estela de La Mojarra), la interacción temprana podría tener raíces en un substrato lingüístico y cultural común, cuando menos para los periodos Preclásico y Clásico.
Posteriormente, al final del Clásico, las rutas de comunicación parecen haber cambiado drásticamente: aunque no se descarta un trayecto a lo largo del Usumacinta, hay indicaciones que la vía marítima circumcaribe, por un lado, y la vía serrana, a través de los valles de Cuicatlán y de Oaxaca, por el otro, hayan sido por donde se transmitieron los rasgos “del Golfo”. Una propuesta atractiva, formulada por Ringle, sería que los rasgos podrían haberse distribuido a través de la red de ciudades-estado que participaron en el culto de Quetzalcoatl durante el Epiclásico; sugerimos que hubo los dos ejes de interacción dentro de esta red, uno norte-sur, con foco en El Tajín (posiblemente relacionado a los movimientos de grupos Otomangues), y uno este-oeste, con foco en la Chontalpa y en el sur de Veracruz (posiblemente relacionados a los Olmeca-Xicalanga, si estos eran Chontales). Durante el Postclásico, las evidencias de la obsidiana y de la cerámica sugieren que la ruta serrana por los valles de Cuicatlán y Oaxaca, ahora en gran parte controlados por Mixtecos, haya sido la vía de comunicación hacia la Costa del Pacífico de Centroamérica.
Los puntos más sobresalientes que se relevaron fueron la presencia temprana de grupos agricultores en Veracruz, que vuelve a equilibrar el péndulo en el argumento alrededor de cual de las dos áreas, de la costa de Veracruz o de Chiapas, tiene la prioridad de desarrollo, la diferencia entre los complejos de influencia teotihuacana durante el Clásico Medio, en oposición con la similitud de los rasgos durante el Clásico Tardío y el Epiclásico; finalmente, la ausencia aparente de evidencia de contactos directos en el Postclásico, debido a los problemas de identificación en un nivel arqueológico de las poblaciones Nahua en ambas regiones.
Esperamos que el repaso de los datos recientes de Veracruz, apoyados con las referencias bibliográficas, permita a los investigadores evaluar de manera más precisa de dónde proviene la “influencia del Golfo” que ven en las culturas locales de la vertiente Pacífica de Centroamérica.
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Figura 1 Sitios Preclásicos mencionados en el texto, y posibles rutas de intercambio
Figura 2 Comparación entre materiales de Quelepa y el Centro de Veracruz (redibujado de García 1951: Foto 2 a y b, Strebel 1885: Taf. XIV, Figura 17, Andrews 1976: Figura 136 e, o, q, u, a, 131:c-e, t-u, k, n, y, bb, 137: a)
Figura 3 Sitios Clásicos mencionados en el texto y posible ruta de interacción
Figura 4 Sitios Postclásicos del Centro de Veracruz mencionados en el texto y distribución de los
complejos cerámicos