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40 El patrón de asentamiento en Las Margaritas, Chiapas y su cronología tentativa – Carlos Álvarez A. – Simposio 6, Año 1992

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Álvarez A., Carlos

1993        El patrón de asentamiento en Las Margaritas, Chiapas y su cronología tentativa. En VI Simposio de Investigaciones Arqueológicas en Guatemala, 1992 (editado por J.P. Laporte, H. Escobedo y S. Villagrán de Brady), pp.462-473. Museo Nacional de Arqueología y Etnología, Guatemala.

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EL PATRÓN DE ASENTAMIENTO EN LAS MARGARITAS, CHIAPAS Y SU CRONOLOGÍA TENTATIVA

Carlos Álvarez A.

Las viviendas han tenido una larga evolución y desarrollo. Es posible observar que los animales inferiores tienen la necesidad de albergue y consecuentemente lo construyen, recurriendo a las formas más simples como oquedades en la tierra o troncos y otros utilizan para tal fin diversos materiales orgánicos e inorgánicos. Por ejemplo, los canguros hacen sus moradas en una forma intermedia entre la madriguera y la choza, con características similares a las casas presentes en varias partes del mundo (como la kiva del suroeste de los Estados Unidos y la tateana del Japón). También los castores, las ratas almizcleras y otros mamíferos llegan a modificar notoriamente su habitat. Es curioso observar el instinto de las aves para hacer sus nidos, desde hoyos y estructuras colgantes hasta los promontorios de lodo que fabrican algunos loros.

El hombre, como las aves y otros animales, ha demostrado la capacidad creadora de su instinto constructivo al resolver, desde tiempos inmemoriales, el problema de hacer sus moradas, legando esfuerzos y logros que ahora se manifiestan en el conocimiento de los indígenas para construir sus viviendas.

Los procedimientos de construcción de los grupos aborígenes pueden ser muy variados debido a las diversas condiciones climáticas y a la profusión de los materiales locales. Estos procedimientos determinan características dominantes en la arquitectura de la vivienda y son similares en varias regiones, aunque se utilicen materiales distintos. Las necesidades particulares, el medio ambiente, los materiales disponibles, así como cierta lógica en la construcción pueden producir obras semejantes aunque no idénticas. La utilización de materiales vegetales, comúnmente locales, es generalizada en todos los medios rurales y en cada región existen conocimientos tradicionales que resultan en el mejor aprovechamiento de esos recursos. Las casas de los Mayas, si bien pueden presentar semejanzas estructurales, en realidad no todas son iguales.

Existen diferencias significativas desde los puntos de vista histórico, económico y social. Se puede suponer que el tipo de vivienda Maya no es importado y su origen se remonta a la Prehistoria y los sistemas de construcción han venido transmitiéndose por generaciones con poca variación desde la época prehispánica hasta la segunda mitad del presente siglo, cuando la asimilación de los indígenas a la cultura industrial, así como la acelerada destrucción de su habitat original, ha motivado una nueva y drástica dependencia de los Mayas hacia los productos industriales manufacturados en el exterior y la cual se refleja directamente en los materiales de construcción de sus moradas. Es evidente que los indígenas han aprovechado en forma bastante inteligente, los materiales que encuentran en la región que habitan, seleccionando los que les proporcionan mejores resultados como agentes protectores en contra del clima y los cambios atmosféricos.

Según Borhegyi (1965b:59), los asentamientos reflejan distinciones sociales, así como medios de control social, el tamaño relativo y la densidad de la población. También indican las actividades de subsistencia, la disponibilidad del abastecimiento alimenticio y el grado de especialización económica.

El estudio del patrón de asentamiento prehispánico del pueblo Maya, implica un amplio rango de tópicos de los cuales cada uno demanda ser analizado por separado, sin aislarse de otros tipos de investigación arqueológica e histórica.

El conocimiento de los patrones de asentamiento (o de comunidad) ha permitido interpretaciones más realistas de aspectos ininteligibles en la vida de los antiguos Mayas. Este enfoque proporciona una visión sistemática, interdisciplinaria, más completa de las sociedades y culturas, que posibilita al arqueólogo establecer teorías comprensibles de la Prehistoria y el mundo antiguo.

El arqueólogo, en esta línea de investigación, intenta reconstruir de los pueblos su ecología, cultura y organización social vistos como sistemas separados. Para Rouse (1972:95), el sistema ecológico de una cultura arqueológica se relaciona con su adaptación al medio ambiente y la forma en que la población aprovechó los recursos naturales. El sistema cultural comprende las actividades que se realizaron durante el curso de la vida diaria de la comunidad. Y finalmente, el sistema social está compuesto por las instituciones o grupos sociales en que se organizó para realizar sus actividades.

En este sentido Sanders (1956:115) denominó al patrón de asentamiento como ecología humana, ya que se interesa por la distribución de la población en el paisaje y las razones de ella.

La combinación de los conocimientos de la geografía y la antropología con las evidencias arqueológicas facilita la reconstrucción de estos tres sistemas reflejados en los asentamientos (Willey 1973b). Así, según G. Willey, el patrón de asentamiento se entiende como la manera en que las instituciones sociales y las actividades culturales se distribuyeron sobre el terreno.

Rouse (1972:96) considera que los asentamientos representan los restos materiales tangibles de la actividad social y resalta su equivalencia con el concepto antropológicosociológico de comunidad.

Para Meggers (1956:156), el enfoque del patrón de comunidad permite al etnólogo y el arqueólogo correlacionar su información de manera diacrónica.

En la bibliografía arqueológica se ha hecho referencia constante a la importancia del estudio de las zonas habitacionales de los estratos primarios de la sociedad Maya, la cual con su mano de obra y tributo mantenían los palacios y edificios de los centros económicopolíticos.

Todas las sociedades están compuestas de unidades domésticas las cuales corresponden a la menor unidad de organización social. La unidad residencial mínima o casa (grupo de construcciones de una familia extensa) es el componente básico del patrón de asentamiento, tanto arqueológico como etnográfico y en casi todas las sociedades preindustriales, es también la unidad básica de producción y consumo (Ashmore 1981:44).

«La unidad doméstica es un concepto valioso porque permite al arqueólogo tratar los restos que se encuentran en la tierra en términos del grupo social responsable de su creación. El grupo doméstico constituye un nivel intermedio entre el individuo y la comunidad. Al describir y comparar los grupos domésticos de una o varias culturas el arqueólogo puede analizar las sociedades antiguas y sus transformaciones» (Winter 1986:331).

La unidad doméstica o habitacional está integrada por la concentración de artefactos y elementos arqueológicos, mientras que el grupo doméstico corresponde a las personas que utilizaron los artefactos, elementos y el deshecho resultante de sus actividades y presencia. En la realidad etnográfica es equivalente a la unidad social fundamental en la mayoría de las sociedades, la familia, cuya composición y tamaño puede variar de una cultura a otra o dentro de una misma sociedad.

Se ha observado que las casas aisladas tienden a agruparse y conformar una comunidad. Sobre el nivel de las comunidades locales, generalmente existe una serie de otras comunidades mayores.

Algunos autores han considerado el grado de concentración de una sociedad como una invención social con la función principal del control e integración socioeconómica de la comunidad. Las principales fuerzas de esta concentración son la disponibilidad de tierras cultivables, existencia de condiciones favorables para la milpa y otros cultivos, acceso a una fuente permanente de agua y combustible, facilidad en la obtención de caza y recolección, así como su cercanía a peñas, cuevas, manantiales y otros lugares que sean considerados sagrados. Se debe mencionar también el aumento de la población aunado a la necesidad de protección y defensa de los agresores.

La unidad habitacional de una familia extensa se compone de varias construcciones separadas dedicadas a dormir, cocinar, así como actividades ceremoniales distribuidas alrededor de un patio. Este patrón arquitectónico adopta características propias a través del tiempo y ha sido objeto de diversas clasificaciones en los estudios del patrón de asentamiento (Ashmore 1981; Bullard 1960).

EL PRYECTO DE RECONOCIMIENTO ARQUEOLÓGICO

El municipio de Las Margaritas, Chiapas, está ubicado en la zona suroccidental de las Tierras Bajas del área Maya e incluye sitios con inscripciones jeroglíficas como Tonina, Poco Winik, Chinkultic y Tenam Puente (Figura 1).

Además, esta zona corresponde aproximadamente a la actual distribución de grupos hablantes de Tzeltal y Tojolab’al, lenguas Mayas que hasta hace poco tiempo, habían sido clasificadas junto con el Tzotzil; pero en la actualidad, el Tojolab’al se agrupa con el Chuj, lengua hablada en los Cuchumatanes.

La etnia de los tojol winik ha sido poco estudiada en comparación a sus vecinos. La distribución de los asentamientos Tojolab’al y Tzeltal, en la porción suroriental de la altiplanicie de Chiapas, al momento de la conquista española, así como durante el siglo XVI, es incierta. El problema es aún más complejo para la época prehispánica. Se desconoce mención alguna del Tojolab’al anterior al final del siglo XVII; además, existe controversia en considerar al Coxoh, lengua registrada en documentos de los siglos XVI y XVII, como otro nombre con el cual se conocía al Tojolab’al en esa época o como un dialecto del Tzeltal ahora extinto (Calnek 1970; Campbell 1978; Lee 1979; Gerhard 1979; Ruz 1981; Lenkersdorf 1986).

En las fuentes tempranas del siglo XVI, Comitán es considerado de habla Coxoh al igual que Zapaluta, población localizada en el extremo sur del valle de Comitán y que congregó a los habitantes del antiguo Atahuistlán. Este último fue considerado como uno de «los pueblos más principales de la provincia» de Chiapa según la declaración del adelantado Montejo fechada en 1546 (Lenkersdorf 1986:3940).

Durante la segunda mitad del siglo XVI, también fue reportada la presencia de hablantes de Tzeltal en Comitán, se menciona que una mitad hablaba Coxoh y la otra Tzeltal, aunque no es claro si la mención hace referencia a todo el priorato.

Un siglo más tarde, hacia finales del XVII, aparece en algunos documentos el término chanaval, empleado para designar al Chañabal o Tojolab’al; esta mención tardía motivó que algunos autores consideraran la llegada de los Tojolab’al a esta región unos cien años después de la conquista (Lee en Lenkersdorf 1986:14; Ruz 1981:81). Sin embargo, a la luz de nuevas investigaciones, es posible suponer que esta etnia tiene una mayor antigüedad en el área que ahora habita (Lenkersdorf 1986:81).

Los primeros reportes científicos acerca del grupo étnico Tojolab’al se realizaron a fines del siglo pasado para ser continuados durante el presente siglo por diversos estudiosos extranjeros y nacionales. Si bien estos trabajos dieron a la luz algunos aspectos interesantes, solamente abrieron grandes interrogantes respecto al desarrollo cultural de los Tojolab’al, que habitan en la porción suroriental de la altiplanicie de Chiapas.

El Centro de Estudios Mayas, de la Universidad Nacional Autónoma de México, ha realizado investigaciones en los distintos campos antropológicos desde hace más de 15 años, por instancia de Otto Schumann, con la finalidad de integrar un estudio interdisciplinario acerca de la antropología de los Tojolab’al. Estos trabajos comprenden estudios lingüísticos acerca de la posición del Tojolab’al en la familia Maya; estudios de Antropología Física relacionados con algunos marcadores genéticos que permitan tipificar a este grupo, así como trabajos etnográficos y recopilaciones históricas.

Figura 1 Mapa de localización

Este amplio programa de investigación, además incluyó un proyecto arqueológico sobre el patrón de asentamiento con el interés de cubrir la carencia, en la literatura arqueológica, de menciones acerca de la ocupación prehispánica en los valles cercanos a Las Margaritas, Chiapas.

Este proyecto de reconocimiento arqueológico pretendió indagar en primer término qué papel jugó el grupo Tojolab’al dentro de la dinámica económica, social y cultural del área, así como qué distribución geográfica tuvo durante la época prehispánica y cual es la antigüedad de sus asentamientos. En estrecha relación a esta cuestión, surgen las preguntas de si los Tojolab’al son originarios de la región y por consiguiente, los constructores de las zonas arqueológicas o, si bien, llegaron en una época posterior provenientes de otras regiones.

El estudio del patrón de asentamiento prehispánico comprendió su comparación con asentamientos coloniales y modernos, aspecto importante para el análisis de problemas demográficos y de movimientos de población entre la zona Chuj de los Cuchumatanes y la zona Tojolab’al del estado de Chiapas. En este sentido, además, se realizó un rescate etnográfico acerca de los sistemas y materiales de construcción en las casas de los ladinos y Tojolab’al en Las Margaritas, para más adelante poder establecer analogías entre las casas de los pobladores actuales y el patrón de asentamiento prehispánico, especialmente durante el periodo Postclásico. Así mismo, se consideró el aprovechamiento y control del medio ambiente con énfasis en los cultivos y productos de intercambio. Se estableció una cronología regional tentativa a partir de los materiales recolectados, para su comparación con las secuencias cronológicas de centros ceremoniales como Tonina y Chinkultic. Además, fue posible identificar contactos externos, aspecto que implicó el estudio de rutas de comercio que según Navarrete, son importantes para detectar asentamientos antiguos y su interrelación (Álvarez 1982, 1987).

La información obtenida ha permitido conocer la situación, las dimensiones, la distribución de los sitios arqueológicos, así como sus relaciones interregionales y externas con zonas vecinas, en donde se han reportado algunos sitios con monumentos e inscripciones jeroglíficas durante el Epiclásico, como Sacchana (874 y 879 DC), Chinkultic (844 DC), Comitán (874 DC) y Tonina (909 DC; Navarrete 1981:77).

Esta investigación se relaciona con un proyecto que el Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM, ha realizado en la zona Chuj bajo la dirección de Carlos Navarrete desde 1981. Este, comprendió estudios arqueológicos y etnográficos para conocer los rasgos culturales actuales, así como su evolución histórica; también incluyó trabajos de Antropología Física en los que se analizaron los mismos marcadores genéticos estudiados en la población Tojolab’al. Es importante mencionar las salinas de San Mateo Ixtatan, en donde Navarrete ha postulado que mucho del material arqueológico encontrado en asociación a ellas es acorde a las relaciones con la zona Tojolab’al, que establecen la lingüística, los mitos y la etnografía (Navarrete 1981:81).

Ambos estudios están localizados en regiones vecinas que han sido trabajadas por diversas instituciones y existe una bibliografía arqueológica antigua, que después de más de medio siglo, puede hoy ser revisada y sus materiales reinterpretados dentro de nuestros respectivos problemas.

EL PATRÓN DE ASENTAMIENTO PREHISPÁNICO EN LAS MARGARITAS, CHIAPAS

Los cuarenta asentamientos localizados en la región de Las Margaritas (356 km² aproximadamente), que constituyen la muestra estudiada, se adaptan a las condiciones topográficas particulares que fueron aprovechadas por los pobladores durante los principales periodos de ocupación (Figura 1).

Es importante mencionar que las escasas frecuencias de los materiales arqueológicos adscritos al Preclásico Medio no permitieron caracterizar este momento con la misma precisión que los del Preclásico Tardío. Algo similar sucedió con los grupos cerámicos correspondientes al Postclásico.

Los volúmenes de la ocupación fueron más evidentes para el periodo Clásico, factor que permitió diferenciar la cerámica en los complejos temprano y tardío.

Los 28 asentamientos identificados para el Preclásico Tardío corresponden a la mayor cantidad de sitios ocupados en toda la historia cultural de la región. Nueve de éstos parecen haber tenido su momento de mayor población en esta época. Algunos tuvieron una ocupación constante desde el Preclásico Medio hasta el Postclásico, mientras otros evidentemente fueron abandonados hacia el final del Preclásico.

Por sus proporciones y localización al centro del valle, el sitio MII2 debió fungir como el mayor asentamiento Preclásico en la región, con otros conjuntos medianos y menores como satélites (Figura 2).

Figura 2 Levantamiento topográfico del sitio Preclásico MII2 (San Joaquín)

        Durante el Clásico Temprano y Tardío la cantidad de sitios ocupados disminuyó levemente a 25 asentamientos, pero las frecuencias de los materiales arqueológicos aumentaron en forma considerable.

Para el Clásico Temprano, los sitios MII6 y MII18 muestran su mayor momento de ocupación, con MII18 como el principal centro rector. Después de éstos, nueve asentamientos les siguen en frecuencia, pero cuyo clímax corresponde al Clásico Tardío y Terminal.

Fue durante el Clásico Temprano que se iniciaron las construcciones de piedras labradas, asentadas sobre los cerros que limitan al valle. Algunos autores atribuyen este fenómeno a la necesidad de protección de grupos Mayas hostiles que arribaron a la región para el Protoclásico (Bryant y Clark 1983:223). Cabe agregar que Borhegyi (1965b:66) encontró una situación similar en las Tierras Altas de Guatemala.

A este respecto es importante considerar, también, la imposibilidad de utilización del piso del valle para habitación y agricultura, por razones naturales como agotamiento o excesiva humedad del suelo debido a las constantes fluctuaciones en el nivel freático, a causa de la naturaleza caliza del subsuelo en las Tierras Altas de Chiapas, donde son muy abundantes los sumideros, lagunas y ciénegas especialmente en el fondo de los valles.

El rasgo arquitectónico típico de este momento lo constituyen los juegos de pelota con las canchas abiertas en los extremos, como el sitio MII14 que presenta materiales cerámicos diagnósticos del Protoclásico y el Clásico Temprano. A su vez, otros asentamientos tienen juegos de pelota parcialmente abiertos hacia el este y el extremo del lado oeste cerrado, asociados también con materiales del Clásico Temprano. Cabe mencionar que es frecuente encontrar tumbas construidas de mampostería con tapas de grandes lajas de piedra caliza (Figura 3).

Durante el periodo Clásico Tardío la población, que habitaba el mismo número de localidades (25 sitios) como en el complejo cerámico anterior, se multiplicó varias veces sin precedente en la historia de la región (Figura 3).

Se debe mencionar que 20 de estos asentamientos alcanzaron su mayor población y extensión durante el lapso del Clásico Tardío y Terminal. Solamente cuatro sitios son abandonados al inicio del Clásico Tardío y otros tres desde el comienzo del Clásico Temprano.

Los sitios MII28 y MII34 tienen juegos de pelota semiabierto y cerrado respectivamente, con uno de los extremos de la cancha de mayor tamaño, en una planta similar al de Chinkultic.

Es para esta época que aparecen, con relativa frecuencia, los altares cilíndricos adosados a los muros de las estructuras ceremoniales.

El almacenamiento de agua debió realizarse dentro de aguadas semejantes a las que se encuentran en la cercanía de algunas colonias ejidales actuales.

Hacia el final del siglo X, el valle de Las Margaritas mostró una notoria disminución de las localidades habitadas (18 sitios), así como de las concentraciones de materiales arqueológicos en los sitios ocupados para el periodo Postclásico. Unicamente las localidades MII1, 19 y 21 representan concentraciones significativas durante el complejo cerámico del Postclásico (Figura 4).

Este momento en el área Maya es de cambios fundamentales en la organización social y política de las comunidades los cuales son reflejados en la región de Las Margaritas. Es cuando se reportan incursiones militares desde el centro de México en las Tierras Bajas y en los Altos de Guatemala y Chiapas hay migraciones y movimientos de población en ambas direcciones.

En resumen, cabe decir que el aumento paulatino de la ocupación desde el Preclásico hasta el Clásico Tardío se ve notablemente interrumpido (Figura 5).

Figura 3 Levantamiento topográfico del sitio Clásico MII1 (Najlem)

Figura 4 Plano del sitio Postclásico MII19 (Cimientos de Las Margaritas)

Figura 5 Gráfica del total de la cerámica por complejo

        El sitio defensivo en la ciénega de Las Margaritas representa el único centro de población para el Postclásico, seguido de una considerable ocupación habitacional en el sitio MII1 y con un centro de culto o veneración en la cueva Najchawk (MII21).

Lee (1989:27590), con apoyo en Lowe (1977) y Bryant y Clark (1983), ha postulado que la ocupación del Preclásico Medio y Tardío (600200 AC) en los Altos de Chiapas, corresponde a una población MixeZoque portadora de cerámicas como Teopisca Blanco y Mundet Rojo iguales a las de Chiapa de Corzo. Más adelante, para el Protoclásico (200 AC  250 DC), en la región aparece una presencia Maya de las Tierras Bajas, como resultado de la dispersión de la esfera Chicanel, en asociación a los grupos cerámicos Sierra, San Felipe y Polvero el cual tiene relación, a su vez, con el tipo San Jacinto NegroCafé de Chiapa de Corzo.

Este fenómeno se refleja en el cambio del patrón de asentamiento con el abandono, casi total, de los sitios en el fondo de los valles, para iniciar la ocupación en las cimas de los montes, como en El Cerrito y otros centros, debido a conflictos entre los dos grupos. Aparece la mampostería en las pequeñas construcciones arriba de los cerros, en las terrazas de sus laderas y para los cimientos de las estructuras habitacionales.

Lee plantea un modelo de cuatro niveles de organización sociopolítica evidentes en el patrón de asentamiento, desde la Depresión Central de Chiapas hasta las Tierras Altas contiguas, que se basa en características cuantitativas y cualitativas, a saber: 1) aldeas menores; 2) aldeas mayores; 3) centros subregionales y 4) centros regionales.

Menciona que la jerarquía social debió estar compuesta por dos clases principales: los nobles hereditarios y los plebeyos. En su modelo los sacerdotes, artesanos especializados, comerciantes y guerreros pudieron ser unidades separadas dentro de estos estratos.

Agrega también que no se han excavado sitios Postclásicos en el valle de Comitán, ni se ha estudiado su cerámica, así como se desconocen el momento de la Conquista y los albores de la época colonial. Esta circunstancia acrecienta la necesidad de realizar excavaciones arqueológicas en el sitio Postclásico Cimientos de Las Margaritas (MII19).

Si bien los resultados de este reconocimiento arqueológico no pueden ser considerados como respuestas finales para muchos de los problemas relacionados con la reconstrucción de la historia cultural en una porción de las Tierras Altas Mayas, la muestra estudiada representa el rango de variabilidad en la forma de los sitios, las frecuencias de los tipos reconocibles y su estructuración espacial dentro del universo regional, aspectos que son los requerimientos básicos de una tipología de los patrones de asentamiento arqueológico.

REFERENCIAS

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