Categorías

031 Los puentes y las calzadas de Cotzumalguapa: Un patrimonio excepcional que se pierde – Oswaldo Chinchilla Mazariegos, Ivan Zamora, Alejandro Garay, Hector Neff, James T. Daniels – Simposio 25, Año 2011

Descargar este artículo en formato PDF

Chinchilla Mazariegos, Oswaldo, Ivan Zamora, Alejandro Garay, Hector Neff y James T. Daniels

2012        Los puentes y las calzadas de Cotzumalguapa: Un patrimonio excepcional que se pierde. En XXV Simposio de Investigaciones Arqueológicas en Guatemala, 2011 (editado por B. Arroyo, L. Paiz, y H. Mejía), pp. 365-373. Ministerio de Cultura y Deportes, Instituto de Antropología e Historia y Asociación Tikal, Guatemala (versión digital).

31

LOS PUENTES Y LAS CALZADAS DE COTZUMALGUAPA:

UN PATRIMONIO EXCEPCIONAL QUE SE PIERDE

Oswaldo Chinchilla Mazariegos

Ivan Zamora

Alejandro Garay

Hector Neff

James T. Daniels

PALABRAS CLAVE

Costa Sur de Guatemala, Cultura Cotzumalguapa, escultura, puente, calzadas, Clásico Tardío

ABSTRACT

This paper presents information on the destruction of archaeological remains at the site of El Baúl and the Cotzumalguapa region.  Agriculture and other activities in the area have contributed to the destruction.  New findings will be presented on the discovery of new causeways and the use of prehispanic bridges.  The rescue and protection of Monument 69 from El Baul will be presented.

La destrucción del patrimonio arqueológico de Guatemala es cosa de todos los días. Estamos acostumbrados a oír reportes sobre la destrucción de sitios enteros o la pérdida de tales o cuales objetos, que los arqueólogos consideramos irreemplazables, pero que para la mayor parte del público, solamente tienen valor en razón de su precio de mercado. Su pérdida se justifica fácilmente si se pone en la balanza con cualquier actividad económica; la vivienda, las obras de infraestructura, la producción agrícola, siempre tienen prioridad sobre la conservación de los restos de nuestro pasado. En un país donde suceden a diario cosas mucho peores, ¿qué relevancia puede tener la destrucción de vestigios que, en la mayoría de los casos, han permanecido abandonados, a la buena de Dios, y se han conservado solamente porque la acción de los elementos todavía no ha acabado con ellos y porque a ninguno se le ha ocurrido ir a darles el golpe final?

En la actualidad, Cotzumalguapa es uno de los teatros más notorios de esta destrucción. Por su escala y su importancia arqueológica, no hay en Guatemala ningún sitio arqueológico comparable, que carezca completamente de cualquier forma de protección. Las grandes acrópolis de El Baúl y Bilbao yacen en el abandono, sujetas a las decisiones de ingenieros agrónomos, supervisores y tractoristas que carecen de criterios apropiados para el manejo de las zonas arqueológicas y que no dudan en sacrificarlas si se trata de acrecentar los rendimientos agrícolas que están obligados a reportar. El estado guatemalteco no ha tomado cartas en el asunto, posiblemente debido a que los sitios se encuentran en propiedades privadas, pero también porque, a decir verdad, los sitios de la Costa Sur han pasado desapercibidos para las autoridades encargadas de su protección, con la notoria excepción de Tak’alik Ab’aj. Nunca se ha nombrado un inspector de monumentos para el departamento de Escuintla, sin duda uno de los más ricos en términos arqueológicos. Nunca se han entablado conversaciones con los propietarios de los terrenos, en busca de soluciones para estos problemas.

No todo es negativo. En el antiguo ingenio El Baúl y en la Finca Las Ilusiones, han sido los mismos propietarios quienes han implementado sendos museos que resguardan las esculturas de Cotzumalguapa. Ojalá que en un futuro cercano lleguen a cristalizar las intenciones, muchas veces expresadas por algunos de ellos, de poner en valor los sitios arqueológicos e implementar programas de protección y restauración que aseguren su conservación. Pero, mientras tanto, hay mucho que se está perdiendo. En este trabajo, reportamos la pérdida irremisible de dos testimonios arqueológicos únicos, no solo en Cotzumalguapa, sino en toda Mesoamérica: los puentes de Thompson y de El Baúl. Una combinación de factores debidos a la incuria humana y las fuerzas de la naturaleza acabó con ellos en 2010.

Paradójicamente, estas pérdidas se producen cuando apenas estamos comenzando a documentar el gran sistema de calzadas de Cotzumalguapa, del que estos puentes formaban parte (Figura 1). Durante la temporada de 2010-2011, descubrimos dos calzadas y los restos de por lo menos dos puentes que no conocíamos, pero, a la vez, nos topamos con la triste pérdida de los puentes que encontramos no mucho tiempo atrás. En esta ponencia reportamos los hallazgos y las pérdidas, así como el trabajo que realizamos para rescatar el monumento 69, un gran ejemplo del arte de Cotzumalguapa, que quedó en riesgo como resultado de la destrucción del puente de El Baúl.

LA CALZADA LEHMANN

Una combinación de varias líneas de evidencia nos condujo a sospechar la existencia de una calzada al poniente de la acrópolis de El Baúl:

  1. Operación EB4: En 1997, durante los trabajos de rescate realizados por Oswaldo Chinchilla y Sonia Medrano en el lado este de la carretera que conduce al ingenio Los Tarros, excavamos lo que entonces identificamos como un conjunto habitacional, centrado alrededor de un gran patio empedrado. La excavación, denominada Operación EB4, reveló estructuras al norte y sur del supuesto patio, pero no se identificaron otras que cerraran los lados este y oeste. En aquel momento no sospechábamos la existencia de calzadas empedradas en Cotzumalguapa. Años después, el hallazgo de las calzadas (Chinchilla Mazariegos et al. 2007, 2008) nos condujo a sospechar que este empedrado pudiera no ser un patio, sino parte de una calzada que se dirigiera de la acrópolis de El Baúl hacia el oeste.
  2. Juego de Pelota: En 1997, en colaboración con Lawrence Conyers, realizamos un trabajo de prospección por medio de georadar en el lado oeste de la carretera a Los Tarros. Al año siguiente, excavamos lo que resultó ser un patio de juego de pelota en este sector (Chinchilla Mazariegos 2002, 2009). Con este descubrimiento, quedó claro que este sector formaba parte del conjunto principal de edificios monumentales de El Baúl.
  3. Operación J-107: Años atrás, en 1982-83, Marion P. Hatch había realizado otra excavación, motivada por la presencia de un empedrado visible en el corte de la carretera, del lado oeste. Las excavaciones revelaron un área empedrada, que fue interpretada como parte de una vivienda (Rubio 1986). Cuando empezamos a trabajar en la zona, este empedrado no se veía, y era difícil localizarlo con precisión el lugar de esta excavación. Hace pocos años, una limpieza del corte del camino lo sacó a luz nuevamente, y resultó estar alineado aproximadamente con el empedrado de la Operación EB4, del lado opuesto de la carretera.
  4. Prospección con georadar: En 2009 realizamos una prospección con georadar, en el lado oeste de la acrópolis de El Baúl (Lynch 2009). En un pequeño sector, situado al extremo sur del área examinada, se registró una franja de alta intensidad, entre la acrópolis y el riachuelo que corre junto a ella. Por su aspecto, esta franja se corresponde bien con las signaturas registradas para las calzadas Gavarrete y Seler-Sachs, observadas en otros trabajos de prospección con GPR y comprobadas por medio de excavación (Chinchilla et al. 2008).

Tomando en cuenta estos indicios, en diciembre de 2011 realizamos excavaciones para comprobar la existencia de la calzada. El resultado fue positivo. Se comprobó la presencia de la calzada en cuatro excavaciones, a lo largo de su trayecto, a las que se pueden sumar los segmentos documentados anteriormente en las operaciones J-107 y EB4. Se decidió bautizarla como “Calzada Lehmann”, en honor a Walter Lehmann, el gran lingüista y etnógrafo que visitó El Baúl en 1925 y fue el primero en interpretar correctamente la fecha de la estela 1 (Lehmann 1926, 2000).

Empezando en el patio de la estructura 21, donde se alzaba la estela 1, un caminante del periodo Clásico habría entrado en la calzada después de pasar entre las estructuras 23 y 24. Realizamos excavaciones en la pendiente oeste de la acrópolis, con la esperanza de encontrar una escalinata u otro arreglo formal, pero solo se encontró parte del empedrado, que bajaba como una rampa desde lo alto de la acrópolis y al parecer se unía con rellenos o pisos de barro apisonado en este sector. Más abajo, nuestro caminante llegaba hasta el riachuelo, junto al cual comprobamos la veracidad de la signatura del georadar. A pocos centímetros bajo la superficie se encontró el empedrado, un tanto dislocada por la cercanía del cauce.

Algunas piedras de buen tamaño en el cauce sugieren que quizá hubo un puente para pasar el riachuelo, el cual debió caer hace tiempo. Al otro lado, el caminante pasaba cerca del Monumento 4, una gran roca labrada con una escena sacrificial. En este sector, excavamos una trinchera de 16 x 2 metros, que atravesó todo el ancho de la calzada. El empedrado apareció en muy buen estado, y alcanzó 13 metros de ancho. Por medio de una excavación más pequeña, situada 40 metros al noroeste, comprobamos nuevamente su presencia en la dirección esperada.

Después de pasar por el área del monumento 4, el caminante debía atravesar otro zanjón para llegar al área de la Operación EB4, donde la calzada pasaba entre las estructuras excavadas en 1997, y finalmente atravesaba el sector donde la carretera a Los Tarros ha cortado el empedrado. Una zona de alta intensidad en la gráfica de georadar de 1997 puede corresponder con el empedrado que Popenoe de Hatch y sus colaboradores consideraron parte de una vivienda, pero que ahora parece ser más bien el extremo oeste de la calzada. A poca distancia, se encontraba el patio de juego de pelota, que el caminante alcanzaba tras recorrer 300 metros desde la acrópolis.

Realizamos sondeos para comprobar si la calzada se extendía aún más, en el lado oeste del juego de pelota, con resultados negativos. No comprobamos la presencia de empedrado, pero aún así, no descartamos la posibilidad de que la calzada haya continuado en esa dirección, pues sabemos ahora que algunas calzadas no estaban completamente empedradas. Vale la pena realizar más investigaciones para corroborar esta posibilidad.

CALZADA Y PUENTE DE ICHANHUEHUE

Siguiendo las indicaciones de un vecino del entorno, realizamos un reconocimiento a lo largo del cauce del río Santiago, al este de la acrópolis, y localizamos los muros de un puente prehispánico antes desconocido, que se conservan en ambos lados del cauce. Como es característico, están formados por piedras de gran tamaño, colocadas sin mezcla alguna, y debieron servir como cimientos para el paso de un puente hecho de materiales perecederos. Esta es la misma técnica de construcción que se utilizó en el puente de El Baúl, varios cientos de metros río abajo.

Realizamos este hallazgo al final de la temporada y no hubo tiempo para documentarlo en forma más completa. Sin embargo, logramos dedicar un día de trabajo a la prospección con georadar en el cañaveral cercano, con resultados satisfactorios. En las gráficas obtenidas se distingue un rasgo muy amplio, formado por dos líneas paralelas de alta intensidad, separadas 10 metros entre sí. El aspecto de estos rasgos difiere de la signatura de georadar observada en otras calzadas. En este caso, pareciera ser que no hay un empedrado continuo, sino que la calzada está definida por dos parapetos, quizá con pavimento de barro apisonado entre ellos. Sin embargo, no hay duda de que son los lados de una calzada, que va de la acrópolis al puente.

De acuerdo con un informe proporcionado por el Sr. Edwin Orlando Galindo, guardián de la finca, en este mismo sector se encontró el monumento 76 de El Baúl, en el año 2008. El monumento es una gran laja de forma irregular, que mide 1.40 x 0.96 metros, y 0.37 metros de grosor. La superficie superior es plana y representa el rostro del Dios de la Muerte, labrado por medio de líneas picadas en la superficie, no muy profundas. Da la impresión de que es una talla muy sencilla, aunque bien delineada, y también existe la posibilidad de que no se haya completado. El monumento se encuentra actualmente en el Museo de El Baúl. Por su localización, es probable que haya estado en o muy cerca de la calzada. Con anterioridad, se ha reportado que los relieves con el rostro del Dios de la Muerte se encuentran consistentemente asociados con los pavimentos de las calzadas (Chinchilla et al. 2008).

No tenemos más detalles sobre su trayecto, y no sabemos a qué parte de la acrópolis se dirige. Del mismo modo, suponemos que continúa en el lado opuesto del río Santiago, pero no sabemos hacia donde. Este sector está ocupado por una plantación de hule, en terreno muy irregular, cuyas características dificultan la prospección arqueológica. Sin embargo, sabemos del hallazgo de un monumento esculpido de gran calidad en esos terrenos, lo que indica que el área debió ser importante para la ciudad clásica. En la época colonial, en la parte más alta de este terreno se encontraba el pueblo de San Francisco Ichanhuehue, por lo cual hemos bautizado esta calzada y puente con ese nombre.

Con el hallazgo de las calzadas Lehmann e Ichanhuehue, la acrópolis de El Baúl adquiere un nuevo significado, como eje de un sistema radial formado por no menos de cinco calzadas que convergían en ese gran conjunto. Los hallazgos de esta temporada prueban que falta mucho para entender este sistema en toda su complejidad. Por ello es aún más triste la pérdida de los puentes que, en primer lugar, proveyeron claves iniciales para identificar todo el sistema de calzadas.

LA DESTRUCCIÓN DEL PUENTE DE THOMPSON

El puente de Thompson (Figura 2) era una pequeña joya de la arquitectura prehispánica. Probablemente, el único puente prehispánico que permanecía en pie en toda Mesoamérica. Fue reportado por Eric Thompson (1948:38), pero permaneció desapercibido, al igual que tantos otros hallazgos importantes en la Costa Sur. Thompson pensó, erróneamente, que podía ser una obra de la época colonial. En 2002 identificamos la calzada Thompson, la más delgada que conocemos en Cotzumalguapa, que se extiende desde el Grupo Norte de El Baúl en dirección al puente, y sin duda continúa en el lado opuesto.

El puente de Thompson estaba construido sobre un río pequeño pero permanente. Cimentados sobre grandes piedras, sin mezcla alguna, los muros convergían hasta dejar un espacio estrecho, que se salvaba por medio de dos grandes piedras planas. La única documentación que tenemos es fotográfica, pues nunca realizamos un estudio arquitectónico o arqueológico más detallado.

¿Cómo explicar la caída del puente, después de más de mil años de permanecer en pie, soportando los embates de muchos inviernos rigurosos? Cuando lo conocimos, en 1997, estaba rodeado de malezas y vegetación secundaria que, de algún modo, debió ayudar a consolidar el cauce del río y evitar la erosión acelerada. Hace pocos años toda la vegetación fue removida, sin duda como parte de un nuevo estilo de manejo del cultivo de caña de azúcar en este sector. Sin vegetación alguna, el cauce del río quedó completamente expuesto y, en 2010, la crecida del río durante la tormenta Agatha socavó el suelo alrededor del puente y los destruyó por completo. Actualmente, no quedan más que unas piedras dispersas.

LA DESTRUCCIÓN DEL PUENTE DE EL BAÚL

El puente de El Baúl era el más grande de Cotzumalguapa (Figuras 3 y 4). Fue construido para facilitar el paso de la calzada Gavarrete, que se dirigía hacia el sur de la acrópolis de El Baúl, en dirección a Bilbao. Para construirlo, se realizó un gran relleno que permitió nivelar la pendiente del río Santiago, levantar muros enormes en ambos lados del cauce, y colocar la calzada empedrada en ambos lados. Las excavaciones realizadas en 1998 permitieron identificar dos etapas de construcción, que correspondían con dos niveles de pavimentos de la calzada en el lado oeste del cauce. Los muros se extendían 30 metros a lo largo del cauce, y, como en el puente de Ichanhuehue, sirvieron para sostener el puente, que debió estar construido de material perecedero, a una altura aproximada de 6 metros sobre el nivel del agua en la estación seca.

Cuando lo descubrimos y documentamos, en 1997, había segmentos amplios de los muros, en buen estado de conservación, en ambos lados del cauce. En ambos lados del cauce había vegetación con árboles, arbustos y malezas. Esta vegetación desapareció paulatinamente, no como resultado de la agricultura, sino del paso constante de los habitantes de la colonia Maya, la misma que ocasionó la destrucción de la mitad sur del conjunto monumental de El Baúl a partir de 1997. Además de bajar al río a lavar y a bañarse, la gente llevaba animales a pastar y, sin duda, también cortaba leña en esta pendiente. Además, el terreno adyacente fue modificado severamente por la construcción de canchas deportivas. Desprovisto de su cubierta vegetal y debilitado por todos estos factores, el puente no resistió ante el embate de la tormenta Agatha en 2010. Como en el caso del puente de Thompson, el efecto de la tormenta se exacerbó debido al deterioro acelerado del cauce.

EL RESCATE DEL MONUMENTO 69 DE EL BAÚL

El monumento 69 es una roca de forma oval, cuyo peso se estima en más de 20 toneladas. Está labrada con la figura de un ser mitológico que combina la cabeza de un jaguar con el cuerpo de una iguana (Chinchilla Mazariegos 2006). Fue descubierto en 1997, durante una excavación realizada en la parte alta de la garganta en la que corre el río Santiago en este sector. Por medio de esta excavación se descubrió el pavimento de la calzada Gavarrete y se comprobó que se prolongaba en el lado oeste del río, en dirección a la acrópolis de El Baúl. La excavación también reveló que la calzada, y probablemente el puente, tuvieron dos etapas constructivas. El monumento 69 estaba colocado al lado sur del pavimento de la primera etapa constructiva, y quedó enterrado bajo la nivelación de la segunda etapa constructiva de la calzada. En vez de alzar la gran roca en la que está labrado, los constructores de la calzada lo dejaron enterrado, y colocaron encima los monumentos 54 y 55. El primero representa un personaje de pie, y el segundo es otra roca labrada con la figura del Jaguar Iguana. Al parecer, era importante que este animal guardara el paso de la calzada junto al río Santiago.

Con la caída del puente, el monumento 69 quedó expuesto y en peligro de caer a la garganta del río. En consulta con las autoridades del Departamento de Monumentos Prehispánicos del Instituto de Antropología e Historia, se tomó la decisión de trasladarlo al Museo de El Baúl. Para ello, se requirió el uso de maquinaria pesada, que se obtuvo gracias a la colaboración de la empresa Pantaleón S.A. Para evitar el riesgo de que la escultura cayera al excavarla, se construyó un terraplén con piedras y tierra en la garganta del río, por medio de una excavadora de tipo “mano de mica”. Con la misma máquina se preparó el terreno en la pendiente para asentar la grúa que levantó el monumento y lo colocó en una plataforma de transporte para llevarlo al museo. La operación se realizó exitosamente.

OBSERVACIONES FINALES

La destrucción de los puentes de Thompson y de El Baúl es un ejemplo de cómo el efecto de los desastres naturales se potencializa como resultado de las actividades humanas. El deterioro y erosión de las cuencas fluviales, ocasionado por las actividades agrícolas, el paso de personas y animales, fueron los factores determinantes para la destrucción de los puentes. Sin estos factores condicionantes, es poco probable que la tormenta Agatha hubiera tenido el mismo efecto. En ambos casos, la destrucción de la cobertura vegetal creó las condiciones que propiciaron la caída de los puentes.

La falta de protección que padecen los sitios arqueológicos de Cotzumalguapa es desalentadora. La protección de esta zona arqueológica, una de las más grandes e importantes de Guatemala, es un reto para las autoridades encargadas de salvaguardar el patrimonio cultural de Guatemala, así como para los habitantes y propietarios de terrenos en Santa Lucía Cotzumalguapa. No se debe permitir que continúe el deterioro y la destrucción paulatina de los restos de una de las ciudades más importantes del periodo clásico en nuestro país.

AGRADECIMIENTOS

Este trabajo fue posible gracias al apoyo institucional del Museo Popol Vuh de la Universidad Francisco Marroquín, y al financiamiento otorgado por la National Geographic Society. Se contó además con el apoyo incondicional de la empresa Pantaleón S. A., por el cual agradecemos en particular la colaboración del Ing. Mauricio Cabarrús y del supervisor Gilberto Cruz. Además de los autores, el proyecto contó con la colaboración de los estudiantes Andrea Rojas y Gilberto Cruz. Por su colaboración durante el trabajo de prospección geofísica, agradecemos a Javier Estrada y Emanuel Serech.

REFERENCIAS

Chinchilla Mazariegos, Oswaldo

2002        Investigaciones por medio de Radar de Penetración al Suelo (GPR) en la Zona Nuclear de Cotzumalguapa. En XV Simposio de Investigaciones Arqueológicas en Guatemala, editado por Juan Pedro Laporte et al., pp. 493-511. Guatemala: Instituto de Antropología e Historia/Asociación Tikal.

2006        El Jaguar Iguana. Arqueología Mexicana 81:82-85.

2009        Games, Courts, and Players at Cotzumalhuapa, Guatemala. En Blood and Beauty: Organized Violence in the Art and Architecture of Mesoamerica and Central America, editado por Heather Orr and Rex Koontz, pp. 139-160. Los Angeles: Cotsen Institute of Archaeology Press.

Chinchilla Mazariegos, Oswaldo, Víctor Castillo, Carl Lipo, Hector Neff, Kristin N. Safi, Clarus Backes, Veronica Harper, Marisela Galindo y James T. Daniels

2008         Las Calzadas de Cotzumalguapa: Nuevos Datos Arqueológicos y Geofísicos. En XXI Simposio de Investigaciones Arqueológicas en Guatemala, editado por Juan Pedro Laporte et al., pp. 1017-1030. Guatemala: Instituto de Antropología e Historia/Asociación Tikal.

Chinchilla Mazariegos, Oswaldo, Carl Lipo, Hector Neff, Erika Gómez, Beatriz Cosenza, Erick Reyes, Ileana Bradford, Kristin N. Safi y Bret Plaskey

2007         Nuevas investigaciones geofísicas y arqueológicas en Cotzumalguapa. En XX Simposio de Investigaciones Arqueológicas en Guatemala, editado por Juan Pedro Laporte et al., pp. 687-697, Guatemala: Instituto de Antropología e Historia/Asociación Tikal.

Lehmann, Walter

1926        Letter. Verhandlungen Der Berliner Gesselschaft für Anthropologie, Ethnologie Und Urgeschichte, Jahrgang 1926, pp. 171-177. Apéndice a Zeitschrift für Ethnologie 58.

2000        Letter from Puerto Mexico. En Early Scholars’ Visits to Central America, editado por Marilyn Beaudry-Corbett and Ellen T. Hardy, pp. 103-111. Cotsen Institute of Archaeology, University of California, Los Angeles.

Lynch, Maureen Faith

2009        Comparing densities in the prehistoric architecture of the Cotzumalguapa Nuclear Zone Through the Use of Ground-Penetrating Radar. Tesis de Maestría, State University of California, Long Beach.

Rubio Cifuentes, Rolando

1986        Estructura J-107, Sitio Arqueológico El Baúl, Santa Lucía Cotzumalguapa, Escuintla, Guatemala. Tesis de Licenciatura, Universidad del Valle de Guatemala.

Thompson, J. Eric S.

1948        An Archaeological Reconnaissance in the Cotzumalguapa Region, Escuintla, Guatemala. Carnegie Institution of Washington, Publication 574. Washington.

NOTA DE LA EDICIÓN: La calidad de las ilustraciones, es debido a que el autor no respetó los lineamientos requeridos.

Figura 1. Plano de El Baúl, con indicación de las calzadas y otros rasgos mencionados en el texto

Figura 2. Puente de Thompson.  Fotografía tomada en 2009.

Figura 3. Plano del puente de El Baúl, con indicación de las excavaciones realizadas en 1997.


Figura 4. Corte del puente de El Baúl, y elevación parcial del muro norte, que cayó en 2010. Se indica la localización del Monumento 69.

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *