18. LO AJENO Y LO PROPIO ENTRE LOS MAYAS DEL CLÁSICO

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Lo ajeno y lo propio entre los mayas del Clásico

Entre los mayas del Clásico era relativamente común el uso de objetos considerados ajenos: ciertos personajes usaban objetos que pertenecían a otros sujetos y dioses, e incluso en algunas ocasiones empleaban objetos identificados con otros pueblos y otras temporalidades. El presente artículo explora algunos casos en los que personajes usan objetos ajenos como propios y se da una posible explicación a este fenómeno.

Más que buscar una distinción clara de dos supuestas categorías excluyentes, se busca entender cómo se articula aquello que era considerado “propio” con lo considerado “ajeno”. A través de los diferentes casos, se procurará analizar la inclusión de lo ajeno como parte integral y constituyente de lo propio.

 

Identificación de lo ajeno en la arqueología del área Maya

 

Cuando contamos tan sólo con fuentes arqueológicas, no resulta fácil o intuitivo identificar en qué momento un personaje está haciendo uso de un objeto ajeno. En los estudios mayistas tenemos la suerte de encontrar la costumbre más o menos común de anotar el nombre propio de personajes en textos epigráficos e incluso algunos objetos portátiles llevan consignado el nombre de su poseedor original. Por estas razones no resulta conveniente tan sólo aplicar las nociones de propio y ajeno erigidas desde la antropología contemporánea, sino construir esta diferenciación a partir de los materiales mayas del Clásico, atendiendo a las categorías que eran relevantes para este pueblo.

Para lograr esto se va seguir tres estrategias concretas: a) analizar escenas iconográficas en donde aparece un personaje identificable a través del texto epigráfico que en la imagen sale portando objetos pertenecientes a otra persona, dios o cultura; b) estudiar contextos funerarios en los que podemos determinar que existen objetos dentro de la tumba que no pertenecen al personaje allí enterrado, ya sea por su propio contexto, o porque los objetos tienen un texto que indica ser de un poseedor diferente; y c) hacer una relectura de ciertos contextos arqueológicos en los que se puede apreciar cierta intención de los mayas del Clásico de resaltar la alteridad de los objetos.

Estas tres estrategias ayudarán a organizar el escrito en tres acápites de exposición de los ejemplos: lo ajeno en figuraciones plásticas, objetos ajenos en tumbas y contextos de alteridad. Tras la exposición de los ejemplos, se va a resaltar lo que todos estos tienen en común y cómo a partir de los casos concretos se puede vislumbrar un modo específico con el que los mayas vinculaban lo propio y lo ajeno.

 

Lo ajeno en figuraciones plásticas

 

En algunas figuraciones iconográficas se puede apreciar que ciertos personajes incluyen en sus atavíos objetos que le son ajenos. En este apartado se va a revisar algunos de los casos más representativos.

En la ciudad de Yaxchilán era costumbre representar a los gobernantes en las estelas con un cinturón con una cabeza humana que portaba un tocado con el nombre de su padre (Martin y Grube 2008:120). Entre las estelas que contienen esta característica se pueden contar la 27, 14 y 6. En la estela 27 se encuentra la fecha más temprana en el registro epigráfico de la ciudad (9.4.0.0.0 13 Ajaw 18 Yax) y en ella se encuentra el noveno gobernante de la ciudad, Joy B’ahlam (Vega 2006:14). En la parte posterior del cinturón del personaje se aprecia una cabeza humana con un yelmo de un jaguar con un pequeño elemento que Simon Martin y Nikolai Grube han interpretado como un ave, dando el nombre del padre de este gobernante: Yaxuun B’ahlam, el segundo con este nombre en la dinastía de la ciudad (la secuencia dinástica de Yaxchilán esta registrada en la escalera jeroglífica 1) (Martin y Grube 2008:119, 120, 231).

La estela 14 muestra de nuevo al gobernante Joy Bahlam en la fecha 9.4.8.8.15 13 Men 13 Kayab (Vega 2006:15), y en la escena epigráfica sale el gobernante con una cabeza humana en la parte posterior de su cinturón. Desafortunadamente el monumento esta muy deteriorado en la parte del tocado, por lo que su nombre no puede ser identificado.

El ejemplo más claro es el de la estela 6. En este monumento se aprecia la fecha 9.11.16.10.13 5 Ben 1 Wayeb (Tate 1991:107) y pertenece al reinado de Yaxuun B’ahlam, pero esta vez del tercer gobernante de la dinastía que porta este nombre. Al igual que en los casos anteriores, en la escena iconográfica aparece el gobernante con una cabeza humana en su cinturón con un tocado que indica su nombre y, en este caso, se puede leer claramente el nombre de su antecesor, [K’inich] Tataab’ Joloom (Fig.1).

El hecho de portar atavíos con nombres de antecesores y ancestros no se reduce a los cinturones de los gobernantes de Yaxchilán. Uno de los ejemplos más conocidos es la estela 31 de Tikal, en la que Sihyaj Chan K’awiil porta un tocado con el nombre del fundador de la dinastía, Yax Ehb Xook (Borowicz 2003:226). No se va a abundar más en ejemplos sobre el mismo fenómeno, pero sí es necesario remarcar que varios gobernantes mayas del periodo Clásico usaban en su atavío algunos elementos que referían a otras personas, en específico a antecesores y ancestros.

Además de portar elementos de otras personas dentro del atavío propio, los mayas del Clásico usaban objetos reconocidos como ajenos culturalmente. El ejemplo más extendido de esto son los atavíos teotihuacanos portados por algunos personajes mayas. De todos los casos posibles, voy a enfocarme en la ciudad de Copán, no sólo por la variedad de figuraciones plásticas que tiene esta ciudad, sino por los avanzados análisis osteológicos de las osamentas encontradas allí, que permiten determinar el origen geográfico de algunos de sus habitantes.

Es bien conocido el arribo de K’inich Yax K’uk’ Mo’ a la región del Motagua en 427 DC. Este personaje funda la dinastía de la cabeza del murciélago que reinaría en Copán varios siglos. En representaciones iconográficas (como el altar Q y el portaincensario de la tumba bajo la estructura 10L-26) este personaje sale portando las anteojeras de Tláloc que lo identifican como teotihuacano. Sin embargo, análisis de isótopos de estroncio sobre los huesos que se creen que pertenecieron a la persona de K’inich Yax K’uk’ Mo’ han revelado que este personaje provienen de la región alrededor de Tikal (Price et al. 2015:126). La estela J de Copán parece indicar que el lugar de origen de este personaje es Caracol, Belice (Stuart 2007). Aunque K’inich Yax K’uk’ Mo’ es de las Tierras Bajas Mayas, decide incluir en sus atavíos elementos de una cultura que le es ajena, en este caso de Teotihuacan.

Pero el caso de K’inich Yax K’uk’ Mo’ y las anteojeras de Tláloc no son los únicos casos de un personaje de Copán portando objetos foráneos en su vestimenta. En el marcador central de la cancha principal de Juego de Pelota de esta ciudad se aprecia la confrontación entre Jun Ajaw contra el gobernante copaneco Waxaklaju’n U B’aah K’awiil (para un reconocimiento de estos personajes ver Tokovinine 2002). Sin embargo este último (el personaje de la derecha) sale portando implementos de jugar a la pelota provenientes de la costa del golfo como yugos y hachas que son atípicos para el área Maya. Este tipo de instrumentos para jugar a la pelota se han hallado arqueológicamente en el patio A del conjunto 9-N8 de Las Sepulturas, aunque no se ha encontrado ninguna evidencia física que la población de allí provenga del golfo de México (Hendon 2010:224-226). Al parecer los habitantes de este conjunto, y el propio gobernante, entraban al juego con atavíos reconocidos como foráneos (Fig.2).

Dentro del fenómeno general de ver en la iconografía a personajes incluyendo elementos ajenos en su atavío, el más común es que se incluyan objetos que hacen referencias a dioses. Los casos de esto son incontables, por lo que se va a analizar uno lo suficientemente difundido: las diademas del llamado “dios bufón”. Por ejemplo en Aguateca, el gobernante Tahn Te’ K’inich aparece en la estela 19 de esta ciudad portando una de estas diademas. No obstante las diademas del dios bufón no solo se encuentran representadas en las estelas, sino que en la misma ciudad de Aguateca, en la estructura M8-4 también conocida como la Casa de los Espejos, se encontró uno de estos objetos manufacturado en alabastro (Inomata 2013:132). Las apariciones en iconografía de diademas del dios bufón no se restringen al Petexbatún, sino que pueden apreciarse por ejemplo en la lápida oval de Palenque y en la Placa de Leiden (Fig.3).

 

Objetos ajenos en tumbas

 

No sólo a través de las figuraciones plásticas podemos identificar el uso de objetos ajenos por parte de los mayas del Clásico, los contextos mortuorios son una fuente de información especialmente fecunda en este sentido. Para estar seguro de que existe un objeto ajeno en una tumba personal, se debe encontrar un objeto con un nombre legible que difiere de la identidad de la persona hallada en la tumba. Esto se puede hacer comparando diferentes registros epigráficos que dicen pertenecer a personajes diferentes pero se encuentran en una misma tumba, o, en casos en los que contamos con un solo registro escrito, analizando el contexto mortuorio que sugeriría la imposibilidad de que la persona encontrada en una tumba fuera la mencionada en el texto. A continuación se exploran algunos casos que muestran las diferentes posibilidades de estas identificaciones.

Sabemos que la persona enterrada en el Templo de las Inscripciones es K’inich Janaahb’ Pakal porque así lo confirman los textos y la iconografía del sarcófago. No obstante, dentro del ajuar funerario se encuentran unos objetos en lo que se registra un poseedor diferente: en el texto de las orejeras se especifica que estas son el tributo de jadeíta de O’-Kan, señor de Lah (Bernal 2008). Aunque no se ha podido identificar la ubicación exacta de la localidad llama Lah, debió ser un pequeño asentamiento cerca de Palenque que en tiempos de K’inich Janaahb’ Pakal estaba bajo el control de esta ciudad, pues un señor de Lah vuelve a ser nombrado en el tablero de los esclavos como cautivo de K’inich Ahkal Mo’ Nahb’ (Fig.4).

Dentro de la estructura 23 de Yaxchilán, Roberto García Moll (2004:268-270) excavó dos tumbas, una que contenía un cuerpo femenino (tumba 3) y la otra un cuerpo masculino (tumba 2). Dentro de estas tumbas se encontró una gran cantidad de objetos en los que resaltan varios huesos tallados y espinas de rayas con escritura. En la tumba 2 en específico, se encontraron varios objetos que hacían referencia a Itzamnaaj B’ahlam, el tercero con este nombre dentro de la dinastía de la ciudad, pero también algunos huesos tallados que decían pertenecer a su esposa, la señora K’abal Xook (Stuart 2013). Como el cuerpo de la tumba 2 es masculino, lo más probable es que se trate de la tumba de Itzamnaaj B’ahlam y que los objetos con el nombre de su esposa sean una muestra del uso objetos ajenos (Fig.5).

Otro caso en que un gobernante incluye en su ajuar funerario objetos pertenecientes a su esposa es el de la tumba 5 de Piedras Negras. En este lugar se encontró un personaje masculino y una espina de raya grabada que lo identificaba como K’inich Yo’nal Ahk, el segundo en portar este nombre dentro de la dinastía de Piedras Negras. No obstante, en esta tumba también se encontraron unas conchas de Spondylus princeps que relatan algunos pasajes de la vida de su esposa (Stuart 1985).

Uno de los ejemplos que resaltan por la importancia de las personas involucradas es el de la tumba la tumba 4 de la Subestructura IIB de Calakmul. En un plato polícromo está consignado que el poseedor de este era Yuknoom Yich’aak K’ahk, sin embargo la máscara mortuoria asegura ser la persona/imagen (B’aah) de su antecesor, Yuknoom Ch’een, el segundo en tener este nombre dentro de la dinastía de la cabeza de la serpiente. Comúnmente se acepta que este enterramiento corresponde a Yuknoom Yich’aak K’ahk, por lo que la máscara mortuoria sería un objeto ajeno dentro del ajuar funerario de este importante personaje (Fig.6).

En una zona residencial de Tikal, la 5G, en la estructura 8, el enterramiento 72 contiene un cuerpo femenino que como única ofrenda posee un cuenco polícromo (Goudiaby 2012/2013:64). Lo interesante es que en este objeto de cerámica hay un texto que dice ser el recipiente para beber cacao del poderoso joven/príncipe ‘Ajwosal (Luin 2013:183). Aunque en muchas ocasiones se utiliza el texto de los objetos en las tumbas para identificar a la persona allí enterrada, el contexto sugiere que en este caso esto no es posible. ‘Ajwosal es un gobernante bien conocido de la dinastía de Naranjo y su tumba no solo debe corresponder con un cuerpo masculino, sino que lo más posible es que incluya varios objetos y estar ubicada en el núcleo urbano de Naranjo o sus alrededores, pues este es el patrón que siguen las tumbas de gobernantes que han sido identificadas. Otro hecho relevante es que en la época de ‘Ajwosal, Naranjo estaba aliada con la dinastía de la cabeza de la serpiente, establecida probablemente en Dzibanché, por lo que las relaciones con Tikal no debieron ser amistosas. Por todo este contexto es válido considerar este cuenco polícromo como un objeto ajeno en la tumba 72 de la estructura 5G-8 de Tikal.

Existe otro posible ejemplo proveniente de Naranjo. En la ciudad de Holmul, ubicada a tan sólo 17 kilómetros de Naranjo, se encontró un plato polícromo, el H19, en la tumba bajo el edificio F del grupo 1 que hace referencia a un gobernante de Naranjo. Aunque a primera vista pareciera que este plato encontrado en Holmul con el glifo emblema de Naranjo fuera un objeto ajeno (así ha sido explicado por Callaghan 2013), una revisión más a fondo hace dudar de esta interpretación.

Las relaciones entre la dinastía de Naranjo y la élite de Holmul son muy cercanas, por ejemplo, en el friso dado a conocer en el 2013 en Holmul, la inscripción de esta fachada menciona que el monumento fue comisionado por ‘Ajwosal. El hecho de que el gobernante de Holmul no posea glifo emblema, y que el señor de Naranjo pueda mandar construir grandes edificios en el corazón de la vecina ciudad, hacen dudar de la independencia política de Holmul. Además, el gobernante mencionado en el plato no está mencionado en ninguna inscripción conocida de la ciudad de Naranjo (lo que hace dudar que gobernó allí). Podría ser entonces que el dueño del plato fuera un miembro de la dinastía de Naranjo (hijo de un gobernante como se explicita en el texto del plato) pero que gobernó en la ciudad satélite de Holmul (Reents 1986). Este ejemplo sirve para demostrar lo difícil que es determinar si un objeto en una tumba es ajeno o propio y como puede ser confundido.

 

Contextos de alteridad

 

Hasta ahora se han analizado casos de objetos ajenos usados por personas identificables, pero también existen algunos contextos en los que se depositan objetos reconocidos como ajenos que no están vinculados a un sujeto.

La estela 4 de Copán contiene una compleja narración que incluye las acciones de Waxaklaju’n U B’aah K’awiil en 9.14.15.0.0 11 Ajaw 18 Sak y las de K’inich Yajaw Hu’n en 8.6.0.0.0 10 Ajaw 13 Ch’en, haciéndolas contemporáneas. Bajo esta estela que habla del pasado y su vínculo con el presente, se encuentran dos objetos que son considerados ajenos pues remiten a un tiempo antiguo: un altar del abuelo de Waxaklaju’n U B’aah K’awiil, el gobernante 11 y una escultura barrigona decapitada, comunes en el Preclásico del occidente de Guatemala y el norte del Salvador (Biro y Reents-Budet 2010:88-97, Fash y Fash 2006:111). Tanto el texto de la estela como los objetos depositados bajo este monumento remiten a un tiempo ajeno, antiguo (Fig.7).

El siguiente ejemplo no pertenece propiamente al Clásico, aunque involucra objetos manufacturados durante este periodo. En el cenote principal de Chichén Itzá se han encontrado varios objetos que se pueden considerar ajenos geográfica y temporalmente. Los cenotes eran considerados por los mayas como portales way, lugares de comunicación entre seres humanos y seres existentes en otras realidades, por lo que no es de sorprender que los habitantes de Chichen Itzá depositaran en el cenote principal de su ciudad objetos que refirieran a la alteridad de los seres con los que buscaban comunicarse. Las piezas de metal encontradas en este lugar provienen en su mayoría del sur de Centroamérica, y cabe la posibilidad de que algunas provengan incluso desde Suramérica (Arenas Alatorre et al. 2010:71), es decir eran ajenas culturalmente.

Asimismo en este mismo cenote se encuentran algunas piezas antiguas provenientes de las ciudades del Clásico, que en el momento de apogeo de Chichen Itzá se encontraban prácticamente abandonadas. Entre los muchos ejemplos de este tipo de objetos se puede leer el nombre de K’inich Kan B’ahlam señor de Palenque en un pectoral de jadeíta (Proskouriakoff 1974:110-111), y siguiendo el texto epigráfico y la evidencia iconográfica de una mascarita de jade, se infiere que esta perteneció en vida al gobernante 3 de Piedras Negras (Pitts 2013:94-97) (Fig.8).

Los dos ejemplos presentados, los objetos bajo la estela 4 de Copán y las piezas halladas en el cenote principal de Chichen Itzá, muestran que en contextos donde se hace referencia a la alteridad y se busca establecer una relación con esta, se necesita utilizar objetos considerados ajenos por la comunidad, ya sean ajenos cultural o temporalmente.

 

Conclusiones

 

A lo largo del texto se ha venido analizando aquello que los mayas consideraban ajeno, es decir su régimen de alteridad. Más que sujetos o cosas, lo ajeno era una posición relacional, pues estas apariciones se dan en contextos específicos y dependen más de la relación que se está llevando a cabo que de una característica inherente de dichos elementos. A través del estudio de los contextos se hace patente que lo ajeno no era alejado y evitado, sino incluido en la construcción de lo considerado propio de las personas y comunidades.

Paradójicamente en este proceso de reconocimiento de lo ajeno, la categoría que a primera vista parecía más evidente, lo propio, empieza a desdibujarse. Desde esta perspectiva lo propio no se diluye, sino que adquiere una nueva dimensión: lo propio no se conceptualiza como una identidad inmutable y excluyente, sino que obedece a una serie de procesos dinámicos de relaciones con lo considerado otro. Es propio de los mayas su régimen de alteridad, es decir, los otros reconocidos por los mayas son parte de su construcción personal y comunal. Esto hace evidente que para el Clásico propio y ajeno no son un binomio excluyente, sino que eran categorías que se incluían mutuamente.

Esta inclusión se debe a que tanto personas y comunidades no eran entidades discretas e individuales, sino que se construían a través de su inserción en una red de relaciones. Las personas se configuraban como tales gracias a la posibilidad de establecer relaciones sociales, por ejemplo, para ser gobernante había que ubicarse en una red de relaciones familiares de parentesco con sus antecesores (cercanos y lejanos) y sus alianzas matrimoniales, pero también en una relación con las deidades patronas de la ciudad y con los señores bajo su mando político o a quienes se debía obediencia. Aunque los gobernantes eran los personajes de los que tenemos más información, este no era un fenómeno que se restringía a la élite, sino que la construcción personal a través de las relaciones sociales era un esfuerzo que comprendía a toda la sociedad maya del Clásico. No obstante, al ser personajes más poderosos política, social y económicamente, los gobernantes podían movilizar más relaciones sociales en su propia construcción personal de lo que lo podría hacer un personaje más humilde. Lo que vale para las personas también es cierto para las comunidades. Más que reforzar una identidad cerrada, las colectividades buscaban insertarse en interacciones con otros pueblos lejanos y cercanos, así como con ubicarse en una red de relaciones temporales con su pasado.

Estas relaciones no eran tan sólo concepciones culturales abstractas, sino que se condensaban en objetos materiales que mantenían las relaciones vigentes. Así, la inclusión en el atavío personal, en el ajuar funerario y en depósitos públicos de objetos de otras personas, dioses, geografías o tiempos, ubicaban a la persona y a la comunidad relacionalmente desde donde se podían tejer a su vez nuevas relaciones.

Se ha especulado sobre si muchos de estos objetos que contextualmente aparecen como ajenos, pertenecían realmente a otras personas, temporalidades o geografías (Fitzsimmons 2003:675-676). Como ya se advirtió en el comienzo del texto, no es suficiente con aplicar lo que nosotros consideramos cierto sobre lo que es propio y lo que es ajeno a la realidad maya del Clásico. El contexto arqueológico, epigráfico e iconográfico, hace evidente que para los mayas estos elementos fueron considerados ajenos. La constatación que de que algunos de estos objetos no fueron, según nuestras concepciones, pertenecientes a otras personas, seres, tiempos o geografías, sino que fueron manufacturados por los mismos mayas para que así parecieran, no niega a estos elementos su posición como pertenecientes alguna alteridad, sólo nos plantea la posibilidad que lo ajeno no sólo fue una condición reconocida a algunos objetos, sino literalmente construida para fines concretos.

Entender a los objetos que aparecen en la iconografía y que se encuentran en contextos arqueológicos como relaciones condensadas, y a los sujetos y comunidades mayas del Clásico como relaciones de relaciones, nos da la oportunidad de apreciar a un pueblo dinámico en acción y, en vez de condenar a los mayas del Clásico a un pasado irrecuperable, reactualizar sus redes de interacción utilizando lo que llamamos “vestigios arqueológicos” como crisoles de nuevas relaciones dialógicas entre temporalidades y geografías.

 

Referencias

 

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Fig. 1: Estela 6 de Yaxchilán (Dibujo de Carolyn Tate, tomado de Tate1991: Fig. 8).

Fig. 2: Marcador central de la cancha de juego de pelota principal de Copán (Dibujo de Barbara Fash, tomado de Tokovinine 2002: fig. 2).

Fig. 3: Estela 19 de Aguateca con la imagen de Tahn Te’ K’inich portando la diadema del dios bufón y uno de estos objetos de la Casa de los Espejos (Tomado de Inomata 2013: fig. 9.2 y 9.3).

Fig. 4: Orejeras del ajuar funerario de K’inich Janaahb’ Pakal (Tomado de Bernal 2008: 94).

 

Fig. 5: Huesos tallados que indican pertenecer a la señora K’abal Xook encontrados en la tumba 2 del templo 23 de Yaxchilán (Dibujo de David Stuart, tomado de Stuart 2013).

Fig. 6: Texto de la máscara mortuoria de la tumba 4 de la Subestructura IIB de Calakmul (Tomado de Martin y Grube, 2008: 109).

Fig. 7: Escultura barrigona decapitada bajo la estela 4 de Copán (Tomado de Fash y Fash 2006: fig. 1).

 

Fig. 8: Máscara de Jade encontrada en el cenote principal de Chichén Itzá que hace referencia al gobernante 3 de Piedras Negras (Tomado de Pitts 2013: 95).