54. Señales de humo: interpretaciones

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Señales de humo: interpretaciones

Introducción

 

Hace tres años se presentó un análisis relacionado con las vasijas rituales usadas para quemar, conocidas genéricamente como incensarios (Ivic de Monterroso y Popenoe de Hatch 2012:1269-1280). Las ideas principales de dicho trabajo fueron que: (1) las vasijas que se identifican como incensarios tuvieron distintas funciones tanto en contextos domésticos como ceremoniales. En estos últimos se adaptaban a las intenciones de las ceremonias, es decir, no siempre funcionaron para perfumar o incensar; (2) la arqueología sólo ha logrado un ligero acercamiento a las funciones de tales vasijas y se necesitan análisis químicos de sus contenidos y estudios de contextos in situ para lograr una mejor comprensión; (3) los ejemplares más antiguos de incensarios corresponden al Altiplano de Guatemala. No se encontró bibliografía en donde se señale que se usaron en sitios del Centro de México, la Costa del Golfo, Chiapas o la Bocacosta de Guatemala. Tampoco aparecen representados en el arte olmeca. Por tanto, en dicho trabajo se concluyó que jugaron un papel fundamental en la religión Maya.

Respecto de nuestras tres ideas originales, se necesita revisar la información sobre los ejemplares más antiguos. El interesante artículo de Lynneth Lowe (en prensa) informa de la presencia de incensarios en el Preclásico Temprano en Chiapas. Según esta información durante las excavaciones en Paso de la Amada se descubrieron incensarios de las fases Locona, Ocós y Cherla (1400-1000 AC). Allí Lesure identificó tres formas: a) una plataforma rectangular con soportes cónicos pequeños y huellas de quemado; b) incensarios con base tubular y un cuenco pegado; c) incensarios en forma de cuencos con un pedestal que tiene aberturas circulares o cuadradas. Al respecto se considera que es necesario investigar si realmente se trata de incensarios o si tuvieron otra función; o bien considerar si en la zona de Chiapas durante el Preclásico Temprano estaban representadas diferentes etnias, incluyendo a la Maya. Asimismo, nos preguntamos si los pedestales que muestra Lynneth Lowe pudieron ser los ancestros de los incensarios de distintas regiones mesoamericanas. Esto sería un tema interesante para investigar.

Ahora se pueden agregar más detalles derivados de contextos arqueológicos in situ de Guatemala. Como se mencionó en nuestra publicación anterior, por lo común se ha considerado que el humo de los incensarios “perfumaba” el espacio alrededor de los altares y la parafernalia involucrada en la ceremonia, produciendo un velo sagrado de misterio. De esta manera, se ha creído que tanto el olor como la presencia del humo inspiraban veneración religiosa, tranquilidad y paz. En este trabajo se presenta una hipótesis alternativa a la función del humo y del olor que emanaba de los incensarios y a la vez se considera que durante el periodo Preclásico es posible diferenciar el ceremonial Maya de la de otros grupos mesoamericanos.

 

Diferenciación entre las concepciones de las antiguas poblaciones mesoamericanas

 

Nuestro estudio de los patrones del ritual precolombino permite proponer la idea de que los incensarios funcionaron como mecanismos para producir humo, a fin de promover el acontecimiento sagrado a un nivel celestial; el humo, en lugar del incensario en sí mismo era sagrado. Las observaciones de ceremonias contemporáneas ayudan a interpretar los posibles significados. Durante una ceremonia, el humo asciende y transporta un mensaje supra sensorial y místico a los ancestros, que sale de la esfera mundana e introduce una armonía cósmica al universo. De esta manera alivia la ansiedad psíquica y social de los que observan desde abajo.

En la época Prehispánica ocasionalmente después de la ceremonia y luego de que los incensarios dejaban de funcionar como medios para producir humo, eran destruidos ritualmente o enterrados. De acuerdo con la interpretación de Gabrielle Vail (2004:231, 232 Fig. 8.3), una escena del Códice de Madrid muestra el enterramiento de un incensario luego del final de una ceremonia del Posclásico. Vail compara el dibujo de dicho códice con la descripción de Alfred Tozzer (1907:146-146) acerca del enterramiento ritual de incensarios en ceremonias de los Lakandones.

Además de sus cualidades aromáticas y vaporizantes, otros incensarios pudieron haber sido usados para repeler insectos, disimular olores, funcionar como pequeñas estufas para cocinar alimentos o bien como braseros para calentar el ambiente. En la literatura arqueológica se han descrito muchas formas de incensarios, pero en esta presentación se concentró en lo siguiente: (1) comparaciones entre los conceptos Mayas y los procedentes del Centro de México (principalmente Aztecas y Mixtecas); (2) el cambio experimentado en los incensarios del Preclásico Tardío en relación a los del Clásico Temprano.

El hecho de comparar los conceptos Mayas y del Centro de México posibilita datar y categorizar a los incensarios. En la década de 1930, se asumió que las similitudes entre los conceptos Mayas y Aztecas se derivaban de ancestros en común y generalmente se aceptó que las diferencias se debían principalmente al idioma (Thompson 1950:69). Las comparaciones entre los nombres de los días Mayas y Aztecas a menudo requerían extensas explicaciones para justificar que el nombre Maya tuviera el mismo significado que el Azteca, el cual en algunos casos podía haber sido distinto. En esa época, cuando el significado de la palabra o del concepto Maya no era claro, los investigadores tendían a referirse a las extensas fuentes Aztecas y Mixtecas, asumiendo que las explicaciones se aplicarían similarmente a los conceptos Mayas. Según Eric Thompson (1950:80-81), el nombre del día Eb, que se relaciona con agua, corresponde al día azteca de Malinalli, relacionado con pasto o con mandíbula. Se requería de un largo discurso de una o dos páginas para argumentar que podía tener el mismo significado. Actualmente, se necesita un estudio profundo para separar los conceptos del Centro de México de los que realmente son Mayas, y también establecer la diferencia entre lo que es Maya, Zapoteca y Mixteca.

Por medio de una revisión acerca del pensamiento mesoamericano precolombino, uno percibe que el mundo Maya estaba dividido en tres niveles: (1) el cielo, con los elementos celestiales, la lluvia, las nubes, el relámpago, el viento, etc.; (2) la tierra, con las montañas, el suelo, las plantas, los animales y los humanos; y (3) el inframundo con su orden especial de seres sobrenaturales, el Xib’alb’a del Popol Wuj.

Este universo tripartito se manifiesta en el Popol Wuj, así como en la cosmología de las poblaciones Mayas contemporáneas, expresándose en rituales de origen muy antiguo en los que el humo asciende desde la tierra y alcanza el cielo, para permitir la comunicación con los ancestros y las entidades sagradas. Es interesante notar que en las manifestaciones artísticas de distintas regiones de México, como la Costa del Golfo o el Altiplano Central, los personajes emergen desde el interior de cuevas, montañas, templos, oscuridad. Esto implica que el personaje está en comunicación con el inframundo. Entre los Mayas, el enfoque va hacia el nivel superior, como se observa en el Monumento 11 de Kaminaljuyu en el que el personaje gesticula y mira hacia arriba. Asimismo este interés en el plano superior se nota en las imágenes que representan al ancestro surgiendo desde el cielo y las nubes en forma de una serpiente celestial.

En nuestros estudios comparativos de los incensarios precolombinos del Altiplano y la Costa Sur de Guatemala, la imaginería sugiere que hubo una diferencia básica entre los conceptos Mayas y del Centro de México. En el mundo Maya y en Mesoamérica, las fuerzas naturales y otros elementos parecen haber sido considerados seres animados, provistos de un cerebro humano y que a veces se presentaban en una forma casi humana. Cada fuerza natural estaba animada, concentrada y pura, con su propio comportamiento y características particulares. Eran sagradas y entre los Mayas se podía tener un acceso directo a ellas, pero no parecen haber sido “dioses”, si los “dioses” son definidos como seres sobrenaturales con poderes infinitos, que controlan a las fuerzas naturales desde el más allá.

Al interpretar las imágenes Mayas prehispánicas y al observar a las ceremonias contemporáneas, se ve que el humo asciende y transporta por su medio un mensaje místico supra sensorial a los ancestros que están más allá del mundo terrenal, introduciendo armonía cósmica y aliviando la ansiedad social y personal de los participantes.

Para los Mayas y otros grupos mesoamericanos, el sol estaba animado. Algunas veces era joven y otras era un viejo, dependiendo de la hora del día. El sol era activo, podía luchar contra el viento y podía ponerse enojado. Aun hoy, muchos Mayas reverencian y agradecen al sol por las mañanas, como si fuera un ser vivo. También, cada planta era y está viva; cuando brotan y se desarrollan juntas en la milpa, pueden ser simbolizadas en lo abstracto y se dice que: “el maíz está triste por la sequía”.

Entre los chujes de San Mateo Ruth Herrera Piedrasanta (2009:63, 68) anota que el tiempo en sí mismo era sagrado y activo. Ella registró un diálogo chuj entre el lago y la sal, con manifestaciones de seres vivos. La sal llegó a visitar al lago, pero éste le dijo que se retirara, aduciendo que los animales hacían tanto ruido que la sal no podría tolerarlo.

Durante las tormentas, actualmente los Lakandones cantan una canción de cuna para calmar al viento. Este concepto hacia la naturaleza es ilustrado en los códices que representan a un elemento (la lluvia, el maíz o el sol) con caras y rasgos humanos (Fig.1). Aún el espacio y el tiempo, como los tunes y los katunes estaban animados. Un buen ejemplo del animismo de los periodos de tiempo es la Estela D de Copán, que los muestra como criaturas vivas que llevan sus cargas a través del tiempo, y que Thompson (1950:59) describió bellamente.

El concepto mesoamericano de que las fuerzas naturales estaban animadas, es ilustrado al inicio del Popol Wuj. El ancestro Wuqub’ Kaqix reclamó que él era el sol y se jactó de ello. Posteriormente los Héroes Gemelos lo mataron, porque era demasiado “arrogante” y quería convencer a todos de que él era el sol. Sin embargo, para los Mayas, hacerse pasar por una fuerza sagrada natural era una falta imperdonable.

A diferencia de los Mayas, el concepto Azteca y Mixteca incorporaba una perspectiva distinta. No era posible alcanzar a una fuerza sagrada directamente. La comunicación sólo era posible a través de la intercesión de una persona (un sacerdote o un guía espiritual) que cargaba a la fuerza natural (el viento, el sol, y otras) o lo incorporaba a su persona por medio de las vestimentas, que incluían los atributos simbólicos apropiados. En otras palabras, un actor humano estaba involucrado (Fig.2). En algunos casos, las representaciones artísticas en esculturas, incensarios o códices no están claras para el observador, pues es difícil distinguir si exhibe a un humano representando al dios o si el dios aparece en forma humana. La solución a este dilema podría aportar elementos sobre cuándo usar el título de “dios de la lluvia” o “dios del sol”, si es que “dios” es externo a la fuerza y el actor es el comunicador. Es más, a diferencia de lo Maya, las imágenes Aztecas y Mixtecas eran creaciones compuestas que incorporaban a más de una fuerza natural, agregando más poder y energía. Como un ejemplo, en los textos Nahuas, Zapotecas y Mixtecas, Quetzalcoatl funcionaba como un dios de la lluvia y del viento, al mismo tiempo era un dios creador, era Venus, un dios mercader y también era la serpiente emplumada.

Similarmente, los elaborados incensarios teotihuacanos del periodo Clásico Temprano ilustran la función del actor humano en asociación con la fuerza natural. La cara humana emerge de un templo incrustado con símbolos sagrados, o bien surge de las mandíbulas de un monstruo. En combinación con muchas fuerzas reunidas (viento, lluvia, noche y planeta), el dios se vuelve todo poderoso y cuando el humano lo incorporaba, podía identificarse a sí mismo como el propio poder. Se puede agregar que el incensario de cucharón va de acuerdo a los conceptos Aztecas y Mixtecos, porque permitía al humano transmitir lo sagrado a la ceremonia a través de su mano (Fig.3).

También es importante tomar en consideración que el concepto de “dios de algo”, puede derivarse de las ideologías griegas y romanas que se difundieron a España y que luego fueron impuestas a los grupos mesoamericanos por los castellanos, al usar su propia terminología para interpretar los sistemas de creencias locales. No obstante, aunque el término pudo haber sido impuesto en Mesoamérica, la idea de la combinación entre lo humano y la deidad es claramente indígena.

 

Aplicación de nuestra hipótesis

 

Para comprobar estas ideas, se analizaron los incensarios de Tak’alik Ab’aj (Fig.4).En este sitio se ha descubierto una pequeña cantidad de incensarios, la mayor parte recuperados de los contextos ceremoniales de la sagrada Estructura 7. Ésta incluyó un observatorio astronómico que funcionó durante el periodo Preclásico Tardío para llevar el registro de los movimientos estelares y solares. Tres líneas de monumentos estaban alineadas a lo largo del eje del observatorio, a fin de seguir la pista a eventos astronómicos cruciales. La Estela 13 se ubicaba al final de la fila central de monumentos, asociada con una ofrenda de cientos de vasijas, que reflejan rituales repetitivos pero importantes. La escultura de la Estela 13 muestra una versión Maya muy antigua de una serpiente y Popenoe de Hatch argumentó que puede representar a una constelación de forma serpentina, que se localizaba al norte en el cielo. Esta imagen no es la de una serpiente emplumada y carece de símbolos agregados. Simplemente muestra la imagen de una serpiente. Un incensario con espigas se encontraba junto con las otras vasijas, directamente al frente de la Estela 13. Dicho incensario podría representar a la ceiba, el axis mundi que sostenía al cielo en el pensamiento Maya. No obstante esta es una conjetura. Ningún otro incensario fue descubierto con esta ofrenda. Nótese la similitud entre la forma de este incensario con las formas ancestrales del Preclásico Temprano de Chiapas.

Los otros incensarios encontrados en Tak’alik Ab’aj, que datan del Preclásico Tardío, corresponden a la forma de tres picos. La mayoría de éstos muestran una figura simple; una es la cara de un jaguar, otro no tiene imagen, dos parecen mostrar a niños con piernas delgadas, pero sin un simbolismo particular; otro más lleva el retrato de una mujer poco atractiva, que lleva una gorra con cuentas (Fig.5). La cerámica de Tak’alik Ab’aj señala que la población era Maya y que estos incensarios corresponden a la tradición Maya preclásica, similares a otros encontrados en el Altiplano de Guatemala. Se relacionan a contextos de antiguas poblaciones Mayas y muestran imágenes simples y directas.

A inicios del Clásico Temprano, ocurrió un cambio radical en Tak’alik Ab’aj. Las relaciones comerciales y los nexos ideológicos y políticos cambiaron de Kaminaljuyu al Centro de México. El enfoque central de la Estructura 7 cambió de las observaciones siderales de norte-sur, a otras diurnas de este-oeste para observar el sol en los solsticios y equinoccios. En esa época, botaron y quebraron a la Estela 13. No hubo una sustitución de la población preclásica, pero en el Clásico los cambios en ideología fueron muy profundos. El Altar 46 reemplazó el puesto de atención anteriormente ocupado por la Estela 13. Lo colocaron estratégicamente para observar el solsticio de invierno en diciembre. Los rituales para inaugurar este cambio radical incluyeron una ofrenda, un incensario de tres picos con una cara compleja y los fragmentos de dos incensarios adicionales.

La línea de observación desde el Altar 46 coincide exactamente con el 21 de diciembre. Pudo haber sido erigido en tiempos anteriores, pero se volvió más importante a principios del Clásico Temprano. En este periodo, y como parte de un importante ritual, dicho altar fue colocado en una posición (o bien fue más elevado si ya se encontraba ahí) con el propósito de enterrar debajo al incensario de tres picos y una vasija con tapadera (Fig.6).La cara de este incensario está compuesta de varios rasgos, muestra a una cara humana que presenta labios protuberantes, como un pico de pato, y de sus ojos caen lágrimas. Es posible que se relacione con la cara de Ejecatl, porque es la deidad que usualmente se muestra con un pico de ave o de pato. Ejecatl estaba conectado con el viento en el “panteón” Azteca y era el equivalente del Ik’ Maya que simbolizaba al viento o la respiración. Esta imagen sugiere influencia del Centro de México, pues muestra varios rasgos combinados en una forma humana compuesta. Una imagen similar también fue encontrada en otra vasija de la ofrenda y en una terceraenel cuello de un cántaro recuperado de un contexto del Clásico Temprano de Kaminaljuyu. Al parecer en Guatemala esta forma de deidad corresponde al Clásico Temprano, porque hasta donde se sabe, no ha sido descubierta en contextos preclásicos.

Este incensario del Clásico Temprano coincide con la entrada de Tak’alik Ab’aj a una red de comercio dirigida desde el Centro de México. Es muy posible que poblaciones procedentes del Centro de México o bien influenciadas por esta región, entraran simultáneamente, trayendo con ellos sus conceptos y las imágenes compuestas representando a entidades sagradas. También, pudieron introducir su visión religiosa y la estructura política del Estado. Si este argumento es válido, puede ser posible distinguir los conceptos procedentes de México y los Mayas de acuerdo a la fecha y el contexto, aportando luces sobre sus diferencias en la forma de concebir el cosmos, que se hace visible en el arte, la escultura y la cerámica.

 

Agradecimientos

 

Agradecemos a los Directores del Proyecto Tak’alik Ab’aj, Licenciada Christa Schieber y Arqueólogo Miguel Orrego, por compartir con nosotras la información y las imágenes de los incensarios descubiertos in situ en Tak’alik Ab’aj, que son la base para la aplicación de nuestra hipótesis.

 

Referencias

 

Herrera Piedrasanta, Ruth

2009   Los Chuj: unidad y rupturas en su espacio. ARMAR Editores, Guatemala.

 

Ivic de Monterroso, Matilde y Marion Popenoe de Hatch

2012   A los dioses por el humo: Los incensarios del Altiplano y la Costa Sur de Guatemala”. En XXV Simposio de Investigaciones Arqueológicas en Guatemala, (editado por B. Arroyo, L. Paiz y H. Mejía), pp. 1269-1280. Museo Nacional de Arqueología y Etnología, Guatemala.

 

Lowe, Lynneth S.

e.p.       La tradición zoque de los incensarios en el centro de Chiapas.

 

Thompson, J. Eric S.

1950   Maya Hieroglyphic Writing, Introduction. Publication 589. Carnegie Institution of Washington, Washington D.C.

 

Tozzer, Alfred M.

1907   A comparative study of the mayas and the lakandones. Archaeological Institute of America. The Macmillan Company, New York.

 

Vail, Gabrielle

2004 A reinterpretation of Tzolk’in Almanacs in the Madrid Codex. En The Madrid Codex: new approaches to understanding an ancient maya manuscript (editado por G. Vail y A. Aveni) University Press of Colorado, Boulder.

 

Fig.1: Versión maya del Sol (Tomado de Eric Thompson, 1950: Fig. 15, No. 16).

Fig. 2: Actor humano vestido como Quetzalcoatl  (Tomado de Códice Borbonicus de Alfonso Caso, 1958: 19).

Fig. 3: Uso del incensario cucharón en México (Tomado de Códice Nuttall, 1975: 53).

Fig. 4 Incensarios de Tak’alik Ab’aj (Proporcionado por Proyecto Nacional Tak’alik Ab’aj, Ministerio de Cultura y Deportes, Guatemala. Fotografía de Cristha Schieber).

Fig. 5 Incensario con imagen femenina, Tak’alik Ab’aj (Proporcionado por Proyecto Nacional Tak’alik Ab’aj, Ministerio de Cultura y Deportes, Guatemala).

Fig. 6: Incensarios del Clásico Temprano, enterrados debajo del Altar 46, Tak’alik Ab’aj (Proporcionado por Proyecto Nacional Tak’alik Ab’aj, Ministerio de Cultura y Deportes, Guatemala).