077. Reliquias mayas y olmecas de jadeíta en el Templo Mayor de Tenochtitlan 

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Reliquias mayas y olmecas de jadeíta en el Templo Mayor de Tenochtitlan 
Introducción

Una de las problemáticas más antiguas de la arqueología ha sido el determinar la filiación cultural de los objetos arqueológicos a partir de atributos o rasgos diagnósticos. Ello no es ajeno a la clasificación de la lapidaria prehispánica, ya que una gran cantidad de las piezas son geométricas y no presentan elementos morfológicos, estéticos o iconográficos que permitan atribuirles una cultura, lugar o región de origen. Por ello, muchas veces la materia prima ha sido considerada como el indicador más utilizado para rastrear su origen. Sin embargo, no siempre la procedencia geológica de un material necesariamente indica su lugar de manufactura, por lo cual se requieren estudios tecnológicos que permitan comparar las piezas de los sitios consumidores con las supuestas zonas o áreas de donde provienen.

En el caso del Templo Mayor, debido a que la gran mayoría de las materias primas en que están hechos los objetos lapidarios son de origen foráneo a la Cuenca de México o pertenecen a culturas contemporáneas o anteriores a los mexicas, se asume generalmente que son piezas obtenidas por tributo, comercio o saqueo (Olmedo y González 1986; Matos 1988:88; Urueta 1990). Si bien el origen geológico del material o su morfología/iconografía pueden dar algunos indicios de su filiación cultural, resulta necesario el estudio de las huellas de manufactura para confirmar o descartar su supuesto lugar de elaboración o pertenencia a una cultura. Por ejemplo, hay una máscara antropomorfa de la Ofrenda 20 del Templo Mayor que desde su hallazgo se consideró evidentemente olmeca por sus rasgos (Fig.1) (Matos 1988:114). Sin embargo, las dudas sobre su correcta filiación cultural con la Costa del Golfo empezaron con la materia prima en que estaba hecha, una corneana de hornblenda oriunda de los límites de Guerrero, Puebla y Oaxaca, por lo cual se abrió la posibilidad de que fuera una pieza de los llamados olmecas de Guerrero (Matos 1999:158-161). Lo anterior quedó confirmado con su análisis tecnológico, en el cual se identificó que comparte su manufactura con objetos del Formativo de Guerrero, como Teopantecuanitlán y Oxtotitlán y difiere de la lapidaria de sitios olmecas de Veracruz y Tabasco (Melgar 2011: 227). Esto ha sido posible contrastando las evidencias arqueológicas con ayuda de la arqueología experimental y la arqueometría; específicamente el microscopio electrónico de barrido (MEB).

Un ejemplo claro de esta problemática, tiene que ver con la presencia de objetos elaborados en jadeíta verde imperial y azul, un mineral cuyos yacimientos se pueden rastrear hasta el valle del río Motagua, en las Tierras Altas de Guatemala. Estos materiales están distribuidos en varias de las ofrendas del huey teocalli y a lo largo de sus distintas etapas constructivas; sin embargo, resalta el hecho de que la mayoría de las piezas no presentan rasgos estilísticos que puedan relacionarlas con determinada cultura o región de origen debido a que estas corresponden principalmente a cuentas y pendientes con perfiles geométricos o irregulares. En este sentido, surge la necesidad de determinar si estos objetos fueron elaborados por artesanos tenochcas o bien, por grupos mayas. En el caso de la jadeíta de tonalidad azul, se sabe que este fue un mineral muy apreciado por los olmecas y que dejó de circular súbitamente a finales del Preclásico (Seitz et al. 2001), por lo que queda definir si se tratan de reliquias olmecas las piezas halladas en el Templo Mayor.

Con base en lo anterior, en este trabajo se presentan los resultados preliminares del análisis tecnológico en objetos lapidarios elaborados en jadeíta verde imperial y azul procedentes de las ofrendas del Templo Mayor. El objetivo de esta investigación es el de identificar elementos diagnósticos que permitan establecer cuáles piezas podemos determinarlas como reliquias, es decir, que fueron elaboradas por mayas y olmecas. Para ello, la arqueología experimental y la caracterización de sus huellas de manufactura nos permiten identificar la similitud o diferenciación tecnológica de las piezas atribuidas a una cultura o región, así como distinguir las producciones locales de las foráneas.

Identificación de la jadeíta verde imperial y el azul olmeca

Identificar la jadeíta a simple vista no es una tarea sencilla ya que es un mineral que puede presentarse en diversas tonalidades de colores que pueden abarcar el verde, el gris, el rosado, el azul, el blanco y el negro. Aunque cabe destacar que la tonalidad más apreciada por los pueblos mesoamericanos fue el verde imperial, quizás porque puede ser reconocido fácilmente. Se cuantificaron un total de 307 objetos con presencia de verde imperial en las diferentes ofrendas del Templo Mayor (Fig.2). Para confirmar si estos objetos son de jadeíta se tomó en cuenta el acabado vítreo como parámetro de control. Asimismo, inspirados en el trabajo de Andrieu et al. (2012) sobre los distintos valores del jade según sus tonalidades y calidades, se contrastaron los colores con la tabla Munsell de rocas y se definieron rangos específicos de color para el verde imperial. En este sentido, se estableció que los valores 5G 6/6 Brilliant Green y 5G 5/6 Moderate Green corresponden a las tonalidades verdes más intensas.

Por su parte, los objetos de jadeíta azul detectados hasta el momento son 14 (Fig.3). Con la tabla Munsell de rocas fue posible delimitar el rango colorimétrico de este tipo de mineral, el cual abarca los valores 10G 4/2 Grayish Green, 10G 6/2 Pale Green y, en algunos casos un azul más intenso como el 5BG 4/6 Moderate Blue Green.

Otra técnica empleada para identificar jadeítas es el de la fluorescencia por luz ultravioleta con longitudes de onda corta (250 nm) y onda larga (365 nm), empleando una lámpara mineralógica portátil. En un cuarto oscuro, al exponer las piezas bajo el haz, se busca observar si el objeto emite luz o no y si existe variabilidad cromática. Las características y las intensidades varían según la longitud de onda (Verbeek 1995) ya que responde a determinadas impurezas, elementos y compuestos químicos presente en el mineral. Los resultados obtenidos permitieron observar la emisión de colores verdes brillantes, opacos y con lustre vítreo. En contraste, las serpentinas se ven de tonalidades negras sin brillo.

Para corroborar la identificación mineralógica de jadeítas verdes y azules en los objetos analizados, se deben realizar estudios como PIXE, XRF, FTIR Micro-Raman, entre otros. A un grupo de 20 piezas del Templo Mayor ya se le habían aplicado análisis de PIXE y XRF, confirmando la presencia de jadeíta en su composición (Ruvalcaba et al. 2013). Nosotros complementamos los datos anteriores aplicándolo a todas las piezas bajo estudio con la técnica de Micro-Raman en colaboración con la Dra. Cristina Zorrilla del Instituto de Física de la UNAM (Fig.4). Esta técnica permite determinar la presencia de un mineral o compuesto en general a partir de un haz de láser rojo (de 785 nm) que interactúa con las muestras, cuya dispersión inelástica de fotones, llamada efecto Raman en honor a su descubridor, produce espectros vibracionales a partir de una emisión luminosa característica de los que materiales que integran la región analizada (Melgar et al. 2012:332).

Para el análisis químico de los objetos bajo estudio empleamos el equipo de Micro-Raman, modelo Thermo Scientific DXR, del Laboratorio de Materiales Avanzados del Instituto de Física de la UNAM. Todas las piezas fueron observadas a 10x, con un intervalo espectral de 0 a 3500 cm-1 y un tiempo de adquisición menor a dos minutos. Los espectros obtenidos fueron procesados con el programa OMNIC®.

En estos análisis es recomendable contar con muestras pétreas de referencia, como jadeítas del Motagua en este caso. Gracias a ello se pudo identificar en todos los espectros tres grandes picos ubicados en los rangos de 367-375, 684-696 y 1029-1036 cm-1 (Fig.5), donde los primeros corresponden a los enlaces de Al-O, los segundos a vibraciones de flexión Si-O y los últimos a enlaces Si-O de estiramiento (Delgado 2015:80 y 97).

El análisis tecnológico de los objetos elaborados jadeíta verde imperial y azul

Con la finalidad de subsanar la escasa información existente acerca de las técnicas de manufactura empleadas en la lapidaria mesoamericana, se fundó en 2004 el taller de arqueología experimental, el cual forma parte de los proyectos de investigación La lapidaria de Templo Mayor: estilos y tradiciones tecnológicas y Estilo y tecnología de los objetos lapidarios en el México Antiguo, ambos con sede en el Museo de Templo Mayor (Melgar 2004, 2011, 2014). El propósito de este taller ha sido el de reproducir las modificaciones visibles en los objetos arqueológicos, tales como percusiones, desgastes, cortes, perforaciones, incisiones, calados y acabados (Fig.6), con base en las herramientas y los procesos productivos mencionados en documentos históricos (Sahagún 1956:334-339), aquellos reportados en contextos arqueológicos (Domínguez y Folan 1999:643; Kovacevich 2006;2007:74-86; Rochette, 2009:209-216) así como en propuestas de investigadores (Smith y Kidder 1943:33-36; Digby 1964:16-20: Mirambell 1968).

Lo experimentos realizados con diferentes herramientas y materias primas permitieron obtener distintas huellas de manufactura, las cuales se compararon posteriormente con las de los objetos arqueológicos. Para ello se establecieron de tres niveles de observación (Velázquez 2007) (Cuadro 1):

  1. a) El análisis macroscópico, con el que se visualiza el objeto arqueológico in situ y la pieza experimental a simple vista o con ayuda de una lupa de hasta 20 aumentos con el fin de identificar las modificaciones y compararlas.
  2. b) La microscopía estereoscópica que, con aumentos de 10x y 30x, permite observar con más detalle la dirección de las huellas, su relieve, la textura de la superficie y el borde. Acoplando una cámara digital al microscopio es obtener fotografías de las huellas. Este segundo nivel de observación es preliminar ya que, en algunas ocasiones, permite evidenciar o descartar el empleo de posibles herramientas y procesos de manufactura (Cuadro 2).
  3. c) La Microscopía Electrónica de barrido (MEB). Este nivel de observación ha sido el más efectivo para caracterizar y diferenciar las huellas producidas por cada tipo de herramienta. Las modificaciones de las muestras experimentales como de las piezas arqueológicas se observan a 100x, 300x, 600x y 1000x, mismas que se guardan en una imagen digital para su posterior interpretación. Cabe señalar que se emplean siempre los mismos valores de calibración del microscopio en cada imagen (distancia, haz, voltaje y señal). El empleo de este instrumento tiene la ventaja de que no requiere, necesariamente, la presencia en físico del objeto arqueológico, lo cual implicaría demoras en la investigación debido a la obtención de los permisos para el traslado de piezas desde el lugar dónde son resguardadas hasta el laboratorio. Para ello, se recurre a la impresión de polímeros, una técnica no destructiva con la que se obtienen las huellas de manufactura a través de un polímero replicante que se reblandece al aplicarle una gota de acetona industrial; éste último, se coloca sobre la modificación que se busca analizar, ya sea de la pieza arqueológica como de la experimental. Al secarse el polímero, después de pocos segundos, este se retira obteniéndose así un molde de la superficie. Finalmente, los moldes de polímero se recubren con iones de oro para hacerlos conductores y se puedan observar dentro del MEB en el modo de alto vacío.

Las huellas de manufactura se caracterizan con base en tres variables:

  1. a) La estructura cristalina del objeto.
  2. b) Las características superficiales, como rugosidad, alisamiento, irregularidad, porosidad y presencia de partículas.
  3. c) Los rasgos de las huellas (líneas, bandas o texturas) y sus medidas aproximadas en micras. (Cuadro 2).
La jadeíta verde imperial

A nivel macroscópico todos los objetos presentan una superficie vítrea muy lustrosa. Con el MEB se distinguieron bandas de 20 µm con líneas de 4 µm de grosor (Fig.7a) y una textura de partículas cruzada por finas líneas de 1 a 2 µm de anchura, los cuales se parecen a los desgastes hechos con laja de caliza y pulidos con nódulo de jadeíta y bruñido con piel (Fig.7b).

Las perforaciones de los pendientes tienen paredes de aspecto lustroso con líneas muy tenues de entre 1 y 1.5 µm de ancho (Fig.8a); rasgos que coinciden con las huellas experimentales obtenidas con polvo de pedernal y carrizo (Fig.8b). En contraste, las perforaciones de las cuentas presentan sucesiones de bandas rectas paralelas de 2 a 4 µm de ancho (Fig.8c), las cuales son similares a las horadaciones experimentales con buril de pedernal (Fig.8d)

Las incisiones exhiben líneas rectas que miden de 0.6 a 1.3 µm de ancho sobre una superficie relativamente lisa. Dichas características coinciden las incisiones experimentales hechas con lascas de obsidiana.

La jadeíta azul

A simple vista y con microscopía estereoscópica se pueden distinguir superficies con un aspecto lustroso, aunque no alcanzan la apariencia vítrea nítida que caracteriza las jadeítas verdes, esto se debe principalmente a la opacidad del color. La visualización con MEB muestra bandas muy marcadas de 10 µm de ancho, dispuestas de forma paralela y con textura de partículas que le brinda un aspecto relativamente rugoso. También están presentes líneas más finas de 3.5 µm de grosor dispuestas también de forma paralela (Fig.7c). Estas huellas presentan una fuerte similitud con los desgastes realizados experimentalmente con laja de arenisca (Fig.7d).

Las perforaciones se caracterizan por tener líneas difusas de 1 a 1.5 µm de ancho (Fig.8a), las cuales guardan parecido con las perforaciones experimentales hechas con polvo de pedernal (Fig.8b).

Por su parte, los acabados aplanan y difuminan los rasgos de los desgastes iniciales al mismo tiempo que le dan una apariencia de brillo y tersura a las piezas.

Discusión y conclusiones

Identificar el acabado vítreo o lustroso del mineral, así como el empleo de la tabla Munsell de rocas, permitieron corroborar de una forma satisfactoria la jadeíta verde imperial y azul y delimitar, al mismo tiempo, sus rangos colorimétricos. Asimismo, el empleo de la técnica de fluorescencia por luz ultravioleta sustentó la identificación de jadeítas diferenciándolas de serpentinas u otras piedras verdes. Cabe aclarar, no obstante, que es necesaria la complementación de los resultados anteriores con uno o varios análisis químicos (PIXE, XRF, EDS, Micro Raman) pues éstos siguen siendo, indiscutiblemente, el mejor método para determinar jades.

Respecto a los objetos de jadeíta verde imperial, los análisis apuntan hacia una estandarización tecnológica de las técnicas de manufactura ya que todas, salvo una, presentan las mismas huellas en las diferentes modificaciones. En este sentido, se desprende que los desgastes fueron realizados con laja o metate de caliza, las perforaciones se lograron empleando polvo de pedernal como abrasivo y un carrizo como vehículo, las incisiones fueron hechas con instrumentos de obsidiana, el pulido se obtuvo con el uso de un nódulo de jadeíta y el bruñido con trozos de piel. Dos de los instrumentos de trabajo de este patrón tecnológico, los desgastadores de caliza y los pulidores de jadeíta, no se han recuperado en contextos del Altiplano Central, pero son comunes en los talleres lapidarios de las Tierras Bajas Mayas (Kovacevich 2007; Domínguez y Folan 1999), por lo cual es muy probable que sean manufacturas de aquella región. Incluso su empleo se ha corroborado con estudios tecnológicos de las piezas de jadeíta de varios sitios de Guatemala y Chiapas (Melgar y Andrieu 2015). Todo ello apunta a que las piezas de jadeíta verde imperial, algunas con iconografía maya, son objetos elaborados por lapidarios mayas que llegaron por algún mecanismo (comercio, tributo, saqueo o regalo) al Templo Mayor.

Por su parte, las piezas elaboradas con jadeíta azul indican que los desgastes se realizaron con una laja o metate de arenisca, las perforaciones con polvo de pedernal como abrasivo y un carrizo como vehículo y los acabados se obtuvieron empleando un trozo de piel. Al igual que en las piezas mayas, el desgastador de arenisca no es oriundo del Altiplano Central, pero sí se han encontrado en la Costa del Golfo y se ha confirmado su empleo en las huellas de manufactura de objetos lapidarios de diversos sitios olmecas resguardados en el Museo de Antropología de Xalapa (Bernard y Melgar 2016). Nuevamente, esta característica tecnológica permite inferir que estas piezas hechas en jade azul, conocido popularmente como “azul olmeca”, sean reliquias exhumadas de aquella región y depositadas en el Templo Mayor.

Para finalizar, esperamos que en el futuro se hagan más estudios como éste, encaminados a caracterizar los estilos tecnológicos de los distintos grupos mesoamericanos, los cuales permitirán identificar con mayor precisión la circulación de objetos locales y foráneos entre sitios y regiones.

Agradecimientos

Agradecemos a Gerardo Villa y a Mari Carmen Villa, del Laboratorio de Microscopía Electrónica del INAH, a José Luis Ruvalcaba del Instituto de Física de la UNAM, a Cristina Zorrilla del Instituto de Física de la UNAM al proyecto La lapidaria del Templo Mayor: estilos y tradiciones tecnológicas y a los colaboradores del taller de lapidaria del Museo del Templo Mayor.

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Fig. 1. La máscara de supuesto estilo olmeca de la Ofrenda 20 del Templo Mayor. Fotografía de Emiliano Melgar.

Fig. 2. Ejemplos de piezas de jadeíta del Templo Mayor de Tenochtitlan, algunas con iconografía maya, de coloración verde esmeralda y acabado lustroso. Fotografías de Emiliano Melgar y Hervé Monterrosa.

Fig. 3. Ejemplos de piezas de jadeíta del Templo Mayor de coloración azul. Fotografías de Hervé Monterrosa y Emiliano Melgar.

Fig. 4. Análisis con Micro-Raman y detalle de la pieza bajo estudio. Fotografías de Hervé Monterrosa.

Fig. 5. Espectros de pieza de jadeíta verde imperial y azul del Templo Mayor y su comparación con muestras de referencia del Motagua. Espectros cortesía de Cristina Zorrilla.

Fig. 6. Arqueología experimental en lapidaria: corte con lascas de obsidiana (a) y pulido con nódulo de jadeíta (b). Fotografías de Emiliano Melgar.

Fig. 7. Análisis tecnológico de superficies de piezas arqueológicas verde imperial (a) y azul (c) y su comparación con desgastes experimentales con caliza y pulido con jadeíta (b) y con arenisca y bruñido con piel (d). Micrografías de Gerardo Villa, Emiliano Melgar y Hervé Monterrosa.

Fig. 8. Análisis tecnológico de perforaciones arqueológicas de pieza de jadeíta azul (a) y verde imperial (c) y su comparación experimental con polvo de pedernal y carrizo (b) y buril de pedernal (d). Micrografías de Gerardo Villa, Hervé Monterrosa y Emiliano Melgar.

Cuadro 1: Tipos de modificaciones y herramientas empleadas.

Cuadro 2: Características de las huellas observadas con el Microscopio estereoscópico (10x y 30x) y con microscopio electrónico de barrido (100x, 300x, 600x y 1000x).