034. Objeto antiguo: diversas narrativas sobre el pasado de Cerritos Asunción y Kaqjay

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Objeto antiguo: diversas narrativas sobre el pasado de Cerritos Asunción y Kaqjay

Introducción

La historia de las comunidades kaqchikeles ha sido narrada de distintas maneras, en el caso de Kaqjay, los arqueólogos lo han investigado como un asentamiento prehispánico, en este sentido, han analizado los objetos arqueológicos y desde estos han escrito una narrativa partiendo de la metodología científica. Las familias de Cerritos Asunción, a lo largo de los años, también han construido narrativas, a través de las cuales, han dado sentido a los objetos antiguos y a su propia historia comunal. Esta ponencia analiza los procesos y espacios por medio de los cuales, arqueólogos y comunidad construyen nociones, conceptos y establecen procedimientos para cimentar esos sentidos que responden a los intereses de la comunidad, los cetros académicos y la nación.

Cuando se habla del trabajo de los arqueólogos, no se busca criticar sus perspectivas y cuando se escribe acerca de las narrativas de las comunidades, no se pretende magnificar, exotizar o folclorizar las historias comunales. Nuestro interés es demostrar que el pasado no se construye de una sola manera, sino de múltiples formas, de acuerdo a las experiencias e intereses de los grupos sociales. Por otro lado, al investigar las narrativas que se producen desde la comunidad no se trabaja desde la Etnoarqueología ni la Etnohistoria pues, es importante afirmar, que la narrativa histórica comunal no es subsidiaria de la gran historia nacional dominante sino que, tiene su propia estructura, conceptos y sentidos, el propósito es mostrar la autonomía de la narrativa comunal. Autonomía no significa que no existan vínculos entre narrativas comunales y académicas, pues si los hay, lo que se pretende afirmar es que las comunales tienen el mismo valor político y cultural que las que se producen desde la Academia y el Estado.

Kaqjay es un lugar antiguo, ubicado en el municipio de Patzicía, Chimaltenango y que en la actualidad comparte el espacio con la aldea Cerritos Asunción, con población kaqchikel. Kaqjay como sitio arqueológico fue reportado oficialmente como Cakhay por el arqueólogo William Swezey (1998), pensando en el Cakhay que se menciona en el Memorial de Sololá (Otzoy 1999), aunque en algunas otras investigaciones es llamado Chirijuyu (Ivic 1997). En este trabajo será nombrado Kaqjay, debido a que así es como lo llaman las personas de Cerritos Asunción y otras comunidades aledañas. Por otro lado, a través de esta nueva forma de nombramiento se busca reivindicar y utilizar la escritura actual de los idiomas Mayas.

Uno de los mayores retos de la Comunidad de Investigación Kaqchikel es construir un trabajo desde las nociones, intereses y formas de organización comunal. Se cree que desde los conocimientos académicos, en las disciplinas de Historia, Antropología, Arqueología, así como desde las experiencias comunales / kaqchikel de sus miembros, es posible contribuir para hacer visible las historias comunales que hasta este momento han sido invisibilizadas desde las formas convencionales del trabajo y la producción de las nociones académicas dominantes. De esta manera, se busca contribuir en la formación de otros modelos para hacer trabajo de investigación.

Narrativas comunales sobre el pasado de Kaqjay
Objeto antiguo

Cuando la gente de Cerritos Asunción localiza una piedra tallada, una figurilla, un fragmento de cerámica o de jade considera que estos son objetos antiguos. ¿A partir de qué ideas y prácticas los llaman antiguos? En primera instancia al hecho de que la elaboración de dichos objetos es atribuida a personas que habitaron en tiempos remotos el mismo espacio que ellos ocupan ahora, por ejemplo, don Victoriano dice: “ay Dios lindo esa piedra, sin duda son antiguos de saber cuándo, los tatarabuelos saber cómo formaron eso, no sé, dicen que hay más, dicen que era una ciudad, dicen que todo ese pedazo era una ciudad de los antiguos” (Entrevista PO1-E3).

En el imaginario comunal no existe la idea de que aquellos habitantes eran kaqchikeles, pero sí gente antigua. Se comprende que ellos intervinieron sobre el espacio, lo modificaron y los objetos que la gente de Cerritos Asunción localiza en sus campos de cultivos o los patios de sus casas, son restos de su producción material. En este caso el objeto antiguo o su definición, se hace pensando en la relación entre las personas que habitan Cerritos Asunción en la actualidad y Kaqjay en la antigüedad, esto significa que dicho concepto tiene un sentido específico para la comunidad y se relaciona con el pasado y la identidad comunal. Al hablar sobre los antiguos, la gente se refiere a sus antepasados, no es un concepto generalizante sino define solamente a un grupo, se refiere a la gente que vivió en ese lugar antes de la llegada de los españoles, conquistadores o los ladinos que también habitaron estos espacios.

Por otro lado, las ollas, las piedras talladas, las caritas (figurillas), también son antiguas debido a que fueron encontradas debajo de la tierra, dando a entender que fueron elaboradas en tiempos pasados. La familia Xicay, en relación a un objeto antiguo que posee dice: “nunca hemos limpiado esa tierra, de verdad, y todavía tiene ese polvo ahí, bonito, así se mira que es antiguo, eso no hay que lavarlo, es recuerdo” (Entrevista PO1-E3). El hecho de encontrar objetos enterrados, significa que estos tienen una relación con la tierra y con la vida antigua, esta es una de las formas en que se va definiendo el objeto antiguo en la comunidad. Permitir que la tierra permanezca en el objeto es como dejarle la huella de los antiguos, en este sentido, el objeto antiguo se le otorga un significado que ayuda a dar forma al pasado y presente de la comunidad y las familias.

Escarbar para encontrar objetos antiguos

La actividad a la que se dedican los agricultores en la comunidad, también tiene que ver con el manejo cotidiano de la tierra, es decir mover, hacer hoyos, sembrar, limpiar, lo cual, los lleva a encontrar pedazos de cerámica o piedras en la superficie. Miembros de la familia Chicol cuentan que en sus terrenos encuentran muchos fragmentos de cerámica, lo que dificulta su trabajo, esto los obliga a limpiar el suelo, es decir acumular los fragmentos y posteriormente enterrarlos. Don Fermín afirma: “Mi papá en donde sea que compró terrenos todas las piedras las recogía, las juntaba, ¿por qué? Porque cuando trabajaba con azadón él las encuentra y lastiman sus pulmones. Por eso se limpia la tierra de las piedrecitas, por eso siempre llevaba un morralito en la cintura, todas las piedras que encontraba se iban al morral. Después hacía un hoyo como de muerto de unas dos varas y enterraba todas las piedras, entonces, así ya no los encuentra y yo hago lo mismo, y por esa costumbre que tengo de recoger piedras es que encuentro estas antiguas, el que no recoge nada no las encuentra” (Entrevista PO2-E2).

Cuando el trabajo requiere remover la tierra a profundidad, algunos encuentran indicios de objetos mucho más grandes, entonces inician a escarbar hasta desenterrar cualquier piedra u objeto; en muchos momentos éstos resultan ser espigas, ollas, huesos y demás. Es probable que desde el primer indicio las personas empiecen a construir ideas sobre la importancia del objeto y su vinculación con el pasado. Así, en todo este proceso de limpiar el terreno, encontrar señales de que en ese lugar hay un objeto antiguo, escarbar, extraer el objeto y llevarlo a la casa, se va creando una nueva parte de la historia de las familias y la comunidad. A través de este proceso y a lo largo de la vida cotidiana se le va otorgando un sentido histórico al objeto, porque en el momento de hablar sobre su forma, origen y valor y sobre la hazaña de extraerlo, éste tomará un lugar en las historias familiares, sumándose a la narrativa comunal. Todo esto significa que escarbar no es un proceso simple sino algo complejo porque a partir de este procedimiento se van construyendo narrativas sobre el pasado y van estableciendo vínculos con los antiguos.

La suerte de las personas y el k’u’x de los objetos

Hallar objetos antiguos en los terrenos o en los patios de las casas está vinculado a la suerte, la cual se atribuye solamente a ciertas personas. En este sentido, tal vez no sea posible encontrar objetos si se hace con intención premeditada porque los objetos antiguos tienen una característica muy particular que hace que se muestren o que se escondan ante la gente. Don Gabino relata: “cada vez que trabajamos suena el azadón, entonces miramos y es jade, ese terreno siempre tiene eso pero no a todos se les enseña, cuántos trabajadores no he puesto allí, incluso un mi vecino me dice: mira vos, dame oportunidad de venir un día yo quiero hacer un agujero y tal vez encuentro algo y yo le dije: para que veas que no soy egoísta dale pues y te doy un día. Empezó a darle pues, se cansó y se fue, no encontró nada”. (Entrevista PO2-E3).

Muchos objetos antiguos considerados grandes se localizan a poca profundidad y se piensa que han permanecido allí desde mucho tiempo atrás. Entonces la gente se pregunta, ¿sí la actividad de la agricultura se ha practicado desde tiempos atrás por qué los objetos no se habían mostrado? En este sentido don Gabino hace un comentario respecto a una espiga diciendo: “No, no estaba tan profunda, hemos trabajado allí varias veces, me imagino que llegó el día en que se tenía que enseñar” (Entrevista PO2-E3). Lo fundamental en este sentido es que la idea de que el objeto se enseña significa que éste no es algo muerto sino que tiene vida a través de su k’u’x y en este sentido, sería k’u’x, la propia vida del objeto, quien decide a quien se concede la suerte de obtenerlo.

K’u’x en la formación de la historia comunal

K’u’x ha sido traducido como alma, centro, esencia, corazón (Fischer 2001). En este trabajo no se hará una traducción literal de esta noción, se entiende que k’u’x es una fuerza o energía vital que poseen todos los seres (humanos, objetos, animales, plantas, cerros), es como el corazón que define y da vida al ser. En el caso que se analiza, todo objeto antiguo tiene k’u’x y es inherente a él, por ello las personas no van en búsqueda de los objetos antiguos sino que éste decide mostrarse en el momento adecuado, xapon ri q’ij chi nuk’ut ri, las personas afirman que todo tiene su tiempo. Así, la suerte de las personas no está definida por ninguna otra condición sino por la fuerza del objeto mismo (entrevista P01-02). Con relación al hallazgo del altar, por ejemplo, se dice que don Julián lo encontró debido a que su suerte, se lo mostró (entrevista P01-02).

La relación entre el objeto antiguo y la persona se define por el k’u’x de ambos, no obstante, cuando el k’u’x de las personas se transforma, el vínculo se rompe y el objeto deja de manifestarse. “Claro, tiene valor, k’o reqalen, nuestro tiempo no es como el tiempo pasado, en el tiempo pasado las cosas se aparecen pero ahora ya no sucede eso. Ri ojer ni ki k’ut ki ri chuxtäq, wakami muchik ni ki k’ut ta ki’, no se sabe si es porque en ese tiempo la gente tenía más respeto, a lo mejor por eso las cosas se aparecen. Ahora el tiempo ya no es igual, la gente ya tiene una forma diferente de ser. En fin las cosas ya no se manifiestan, antes las cosas se mostraban ahora no, es por culpa de la misma gente, porque la gente ya no cree en ellos, la gente tiene una nueva forma de ser, en fin ya no se manifiestan” (entrevista P01-07).

Cuando el k’u’x de algunas personas se aleja del objeto antiguo ambos sienten dicha transformación. Esta separación también implica un rompimiento y debilitamiento de la historia de la comunidad y la de los antiguos, pues, cuando el vínculo permanece la historia de las comunidades es más fuerte y los objetos se muestran. Las posibilidades de una construcción discursiva coherente y no fragmentada sobre el pasado y presente de las comunidades, de las familias y las personas, en este caso, están estrechamente vinculadas al respeto es decir, al reconocimiento de los conceptos, nociones, momentos, lugares, a través de los cuales se expresan la vida y la historia de los kaqchikeles en las diferentes comunidades. En este sentido, los objetos antiguos que encuentran los habitantes de Cerrito Asunción en el transcurso de sus actividades cotidianas, sí tienen un lugar en la construcción de la historia de esa comunidad y la de los kaqchikeles en general.

Otro hecho importante es que la historia de los pueblos y comunidades kaqchikeles se construye bajo fórmulas que pueden adquirir un sentido sagrado, así, la noción k’u’x está estrechamente vinculada a pensamientos que sacralizan la existencia en el presente y en el pasado. Algunas personas afirman que en la actualidad se produce una pérdida del respeto, esto podría significar que lo que está sucediendo es un rompimiento entre la forma sacralizada de la historia y la vida, sustituyéndose en algún momento por nociones seculares; esto significa que k’u’x dejaría de tener sentido en una narrativa moderna sobre el pasado y la vida. Cuando los ancianos hablan de que en la actualidad no hay respeto lo que están diciendo es que las generaciones actuales han roto su vínculo con la forma sacralizada de vivir el presente y comprender el pasado. K’u’x es una noción fundamental en la historia de los kaqchikeles, pues, es una noción estructurante de las relaciones con el entorno social y natural, en múltiples momentos y tiempos.

Rajawal, los seres humanos y el entorno natural

En las comunidades kaqchikeles los rajawal son seres importantes en la relación que los humanos tienen con su medio natural y social. En primera instancia se puede decir que rajawal representa fuerzas que se muestran como dueños y protectores de espacios naturales, pero también de actividades desarrolladas por los humanos. En la primera categoría, los cerros, volcanes, cuevas, rocas, tu’uj, altares, k’uja’y son espacios protegidos por seres que se manifiestan como serpientes, danzantes, hombres blancos y abuelas. Sí es posible decir que los rajawal son fuerzas, entonces es necesario observar que estas energías vitales toman forma corpórea en algún momento, mostrándose ante las personas.

Los cerritos (montículos) en Kaqjay también tienen rajawal, Doña María afirma: “Los volcancitos tienen dueño de plano, para que molestarlos. Rib’ochil rwach’ulew… De allí sale una culebra que se tira a Iximché, tiene su camino y para allá se va” (entrevista P01-01). Los habitantes de Cerritos Asunción han visto o escuchado que entre los cerritos se manifiestan serpientes, danzantes y hombres rubios. Don Toribio dice: “En la noche aparecían los bailadores, en el otro cerro hay chompipes y gallinas (Entrevista P01-05). Don Esteban también se refiere a los seres: “Esos cerros en los tiempos antiguos eran un pueblo (jun tinamit), en los tiempos antiguos salían los moros, bailaban a la orilla del camino, eso lo vieron los antiguos (entrevista P01-07). Por otro lado, Don Ramón menciona que: “En esos cerritos sale una enorme serpiente que pide las cabezas de las personas” (entrevista P01-09). Finalmente, los rajawal, tal como los humanos, también son dueños de animales como gallinas, patos, perros, chompipes y cerdos que permanecen y deambulan en los montes.

Los rajawal, de muchas maneras, proveen bienestar a los humanos pero también exigen respeto para ellos y hacia los lugares que habitan, en este sentido, la noción de respeto (niman tzij) también toma un lugar importante porque nuevamente define la relación entre humanos y el entorno natural. Entre todos los aprendizajes que deben desarrollar los niños y jóvenes, el del respeto tiene un lugar central porque éste le va dando sentido a las otras nociones (mak, xajan, k’u’x) que están relacionados con rawajal. De esta forma, los kaqchikeles le van dando significado al mundo y a las relaciones sociales que han desarrollado en el pasado y las que viven en el presente.

Las personas que se acercan a un espacio sagrado (rwach’ulew), deben mostrar un cuidado o respeto especial hacia dicho lugar y hacia los rajawal, y en momentos específicos se debe pedir permiso por medio de rituales. De esta manera, la noción de respeto hacia los rajawal implica construir un vínculo estable y estrecho entre los seres que pueblan el mundo. Como se ha analizado, mantener el respeto implica reproducir un sistema complejo de nociones y relaciones. Al contrario, si los humanos se acercan a los sitios sagrados, como los cerros, portando nociones diferentes (modernas o académicas, por ejemplo) los rajawal no se manifestarán e incluso podrían infringir castigos a los humanos, si estos transgreden las reglas definidas.

Las personas en Cerritos Asunción siguen encontrando piedras y otros objetos en sus campos de cultivo o en los cerros, pero no tan abundantemente como en los tiempos pasados. Los rajawal, sin embargo, aunque se manifestaron en el pasado casi nadie los ha visto en el presente, algunas personas afirman que esto se debe a la pérdida del respeto y al hecho de que la gente ya no cree en la existencia de estas fuerzas y seres. La crisis que sufre la comunidad por la pérdida del respeto vuelve a remitirnos al hecho de que la comunidad está perdiendo nociones y prácticas que estructuran la vida comunal y las relaciones sociales.

Al contrario en las comunidades se están reproduciendo nociones modernas sobre el pasado y la vida social que, para muchas personas, parecen amenazantes. El cristianismo también ha impactado en las comunidades, pero no se ve como un peligro sino como una fortaleza en la reproducción de la vida comunal. Las nociones modernas y cristianas crean pasados seculares y cristianas lineales que sustituyen los conocimientos kaqchikeles sobre la vida social y el imaginario sobre el pasado de las comunidades. En este sentido, los cerritos fueron construcciones de pueblos antiguos, pero junto a ellos también se pueden escuchar discursos en donde se afirma que los cerritos fueron creaciones de Dios.

Tanto las nociones vinculadas a rajawal, así como las relacionadas al cristianismo y las otras seculares reproducen narraciones sobre el pasado de Kaqjay manejadas y creadas por las personas en Cerritos Asunción. Visto de esta manera, las narraciones sobre el pasado de Kaqjay que producen actualmente los kaqchikeles de dicha comunidad, son discursos que fundamentan las relaciones sociales y políticas de esta comunidad y otras cercanas. En este sentido, hay que reafirmar que rajawal o k’u’x no son nociones vinculadas a mitos, en el sentido de narraciones maravillosas, sino nociones estructuradoras de la historia, así como de la formación social y política de la comunidad.

¿Se están destruyendo esas nociones estructurantes? En las relaciones de poder, el cristianismo y las nociones académicas sobre la historia, se imponen como las narraciones fundamentales y verdaderas en detrimento de las nociones comunales más antiguas. A pesar de ello, en la actualidad, también se puede ver que dichos conocimientos tienen una gran fuerza o un lugar importante en Cerritos Asunción y otras comunidades kaqchikeles. Es probable que las nuevas formas del comunalismo que surgen en la actualidad provoquen que estos conceptos (k’u’x, rajawal) y muchos otros, se transformen pero al mismo tiempo se fortalezcan en su vinculación con nuevas concepciones y prácticas útiles para vivir el presente y recordar el pasado.

Objeto antiguo como adorno en la comunidad

Los objetos descubiertos en los mismos patios u otros localizados en terrenos cultivables y que en algún momento fueron trasladados a las casas, pueden tomar funciones diversas, algunos de ellos son reutilizados para actividades cotidianas, esto sucede con los fragmentos de piedras y ollas, utilizados para lavar los pies, en la cocina, como recipientes para dar comida a animales o como bases para plantas que adornan el patio.

Por otra parte, cuando se logra tener una pieza completa sea piedra u olla, o un fragmento que parezca bonito a la familia, este pasa a formar parte de los adornos de la casa, sea en patios, corredores, cuartos o altares, es decir, se les da en lugar específico acompañados de una visión estética, como adorno (Figs.1 y 2). La concepción de adorno forma parte de las narrativas en Cerritos Asunción, esto significa que un objeto antiguo puede llegar a ser adorno luego de su descubrimiento no premeditado, toma el valor de adorno después de que es escarbado y trasladado a la casa. El objeto antiguo como adorno sigue siendo portador de historia y como tal tiene un lugar en la casa y en la comunidad.

Se puede afirmar que para la comunidad el adorno colocado en la casa sirve como material visual para recordar el pasado de las familias, la historia de la aldea y la vida de los antiguos. Cuando Don Toribio habla de los objetos recuerda a su papá y con él a su abuelo, de esta manera, el adorno se convierte en un vínculo que estrecha las relaciones con diversas generaciones de personas en el pasado reciente y lejano. Otras formas en que la comunidad construye vínculos con los objeto antiguos es pintarlos, bañarlos (lavarlos), agregándoles elementos decorativos, o simplemente dejar que la tierra impregnada en el objeto permanezca en él para que tenga un aspecto antiguo.

Algunos ejemplos de estas prácticas son las siguientes: Don Julián al abrir un pozo encontró una piedra grande, que posteriormente fue utilizada como Altar por habitantes de la comunidad y por los visitantes (algunos investigadores han hecho estudios sobre este objeto y lo han llamado Altar 1) (Fig.3). Don Gabino encontró dos piedras talladas con formas de animales, las trasladó a su casa y las puso en su patio, debajo de un limonero, luego las decoró y las baña de manera regular. Don Toribio encontró unas piedras verdes y con ellas elaboró un collar, agregándole una imagen religiosa católica. Don Victoriano piensa que no hay que quitarle la tierra a los objetos antiguos porque es parte del recuerdo y así se ven más bonitos. Don Fermín ha tenido suerte al encontrar muchas piedras en sus terrenos y las ha colocado en su jardín, en su troja y en otros espacios de su casa. Durante la construcción del Instituto de Educación Básica fue encontrada una espiga, parte de ella se encuentra como adorno en el patio del Instituto.

Narrativas arqueológicas sobre el pasado de Kaqjay
Objeto arqueológico

La Antropología y la Arqueología, como disciplinas, han introducido en el ámbito público las nociones objetos, monumentos y sitios arqueológicos, que son vinculados principalmente a los restos materiales dejados por pueblos antiguos, en nuestro caso, los habitantes del área Maya. Las estelas, la lítica, la cerámica utilitaria o de cualquier tipo, las esculturas en piedras o en barro, la arquitectura y demás vinculados con sociedades antiguas son definidas como vestigios arqueológicos. La noción general es que los materiales fueron producidos por culturas desaparecidas pero con importancia histórica y de esa cuenta el Estado y los centros académicos fomentan la idea de que éstos deben ser resguardados.

En este caso tanto las nociones que se producen desde la Arqueología y que luego son reproducidas por el Estado, dan sentido a los conceptos a través de los cuales se nombran los restos materiales abandonados por sociedades antiguas. Lo se quiere decir, en primera instancia, es que esos restos materiales no son objetos arqueológicos sino hasta que son estudiados y nombrados en el laboratorio del arqueólogo y ese proceso legitimado por el Estado. El trabajo del analista es laborioso pero sumamente efectivo pues tanto el Estado como el laboratorio están diseñados para universalizar las nociones producidas y de esta manera imponerse en todos los ámbitos o sobre cualquier sentido procedente de grupos distintos.

Los conceptos creados desde la Arqueología también son repetidos por el Estado en el momento preciso en el que los vestigios son considerados patrimonio, es decir, cuando son usados en la formación del nacionalismo. Entonces se introduce la idea de que los bienes arqueológicos son objetos que hay que resguardar, normándose el acceso a ellos. La popularización de estos conceptos se intenta hacer por medio de las escuelas, el turismo, los museos u otros espacios en donde se trata de reproducir ideas sobre historia e identidad nacional.

El laboratorio del arqueólogo

Lorraine Daston (2000, citado por López 2015) habla de la diferencia entre los objetos de la experiencia cotidiana y los objetos científicos. Los primeros, afirma, son aquellos que no necesitan ser investigados pues poseen una naturaleza obvia o son claramente delineados, los segundos en cambio, son forjados en un contexto histórico y filosófico específico. Esto significaría que el objeto arqueológico en realidad es producido, no existe como tal antes de entrar al laboratorio del arqueólogo (que incluye los trabajos de campo y gabinete). El objeto arqueológico en realidad es producido mediante un arduo trabajo que se basa principalmente en el método científico cuando la indagación y el análisis produce y reproduce taxonomías o clasificaciones de los objetos, cuando establece comparaciones por industrias, iconográficas, epigráficas, patrones de asentamiento, registros rupestres y otros procedimientos, estableciendo, de esta manera, se producen las ideas sobre lo que representa, cultural e históricamente determinado objeto.

En este proceso la definición del contexto es fundamental para realizar las clasificaciones y llegar a conclusiones, los objetos arqueológicos necesitan ser observados a partir o en el espacio en el que fueron localizados pues éste, en muchos sentidos, ayuda a definir ese mismo objeto. La generalización o universalización de las nociones producidas en el laboratorio, son fundamentales pues éstas serán usadas para realizar otros procesos analíticos que den cuenta de una historia general de la gran civilización (Maya en este caso) y para difundir la idea de que la interpretación científica es la verdadera y la única válida.

Todo esto significa que hay procedimientos definidos para extraer del objeto y su contexto aquellos datos que necesita el arqueólogo para establecer sus teorías y resultados de investigación. Las acciones que realiza el arqueólogo mediante el método científico se tornan en los procedimientos a través de los cuales los objetos son sometidos a un ámbito que no es comunal sino universitario, académico y estatal. Es en estos espacios en donde se les otorga identificaciones y estatus que aparentemente son neutrales pero que en realidad son definiciones y vinculados a perspectivas y ámbitos políticos específicos.

La identificación de un objeto a través de una nomenclatura, de un nombre específico, su colocación dentro de un periodo histórico definido se hace desde nociones construidas en un ámbito moderno que se autoproclama universal, único y verdadero. Las ideas sobre que las metodologías y las técnicas usadas para tratar los objetos son neutrales, sirven para respaldar las nociones de verdad y universalidad y de esta manera, deslegitimar cualquier otra interpretación sobre el objeto. Al hacer estos planteamientos no se está diciendo que los conocimientos generados por el arqueólogo no tienen utilidad en la generación de conocimientos, lo que se está afirmando es que dicha construcción discursiva se produce en ámbito específico y tiene utilidad en ese espacio, pero, también se está sosteniendo que la forma en que se hace el trabajo implica el establecimiento de relaciones de fuerza y dominación.

El objeto arqueológico no es cualquier material, es uno definido desde un ámbito particular y que funciona para él solo. Esto significa que los datos construidos en el laboratorio no son para todo el público, sino para ser compartidos con un grupo de especialistas. El lenguaje especializado y la serie de símbolos que son usados para identificar los objetos sirven para establecer un lenguaje común entre los colegas, uno que sirva para continuar el proceso analítico que dará forma final a las nociones sobre el objeto y la historia. El lenguaje especializado del arqueólogo finalmente tomará forma concreta y solamente será cuestionado, en algún momento, por los mismos colegas pero nunca por los no especializados.

La construcción del objeto arqueológico desde Kaqjay

Kaqjay ha sido el laboratorio de algunos investigadores interesados en explorar la arqueología e historia de un asentamiento humano antiguo en el altiplano central de la actual Guatemala. Los arqueólogos que han hecho indagaciones en este lugar han informado que el sitio empezó a ser visitado por los especialistas casi a principios del siglo XX. En los años treinta, Samuel Lothrop exploró el lugar y lo llamó Chirijuyú y Edwin Shook en 1944 lo describe en sus notas como Chirijuyú-Cakhay (Ivic 1988). En la década de los ochenta William Swezey inició una exploración más sistemática en el marco del proyecto de excavación arqueológica de Cakhay (1985) y la Encuesta Arqueológica del Área Kaqchikel (1986). A partir de esas fechas diversos arqueólogos han realizado trabajos académicos para reconocer la importancia arqueológica e histórica de dicho sitio (Swezey 1998).

Durante los trabajos de indagación desarrollados por Swezey en los años ochenta, algunos hombres de la aldea Cerritos Asunción participaron como recolectores de material cerámico y como excavadores. Las autoridades locales otorgaron el permiso para realizar las indagaciones en los terrenos privados bajo la promesa de que las instituciones patrocinadoras construirían aulas para la escuela primaria local. Según parece, la participación de la comunidad en estos trabajos se circunscribió a los procesos descritos pues los informes leídos no mencionan nada con relación a alguna intervención comunitaria en los procesos de análisis del material.

Se puede observar que los tres objetos arqueológicos más analizados en Kaqjay son la cerámica que se recolectó durante la indagación de campo dirigida por Swezey, la espiga que actualmente se encuentra en una de las plazas principales de la Universidad de San Carlos de Guatemala, frente al edificio de rectoría y el altar localizado en el año 2002 en la aldea Cerritos Asunción, en el patio de la casa del señor Julián Sirín.

El material cerámico ha sido sometido a análisis en los laboratorios; arqueólogas como Marion Popenoe de Hatch, Teresa Robles y Matilde Ivic (Ivic 1988), han realizado estudios del material cerámico de Kaqjay utilizando el sistema de análisis cerámico Vajilla (Ware) el cual brinda categorías, denominaciones y lenguaje arqueológico que sirve para reconstruir de manera cronológica y específica la historia de asentamientos humanos. El interés primordial de Ivic ha sido conocer las relaciones que desarrolló Kaqjay a través del tiempo con asentamientos cercanos. Para alcanzar sus objetivos la arqueóloga sometió a un examen riguroso una muestra del material cerámico recolectado en dicho sitio comparándolo con material clasificado y extraído de sitios diversos.

A través del análisis comparativo la autora ha llegado a la conclusión de que el sitio Kaqjay ha tenido una especial relación con Semetabaj o que incluso (se propone) pudo producirse una migración de este último al primero. La exhaustiva actividad comparativa ha empezado a introducir la idea de una especial relación entre dos sitios y ha encajado un vocabulario y denominaciones específicas (Vajilla Xuc, Vajilla Glossy, Vajilla Esperanza Flesh, Vajilla Prisma, etc.) para nombrar objetos localizados en Kaqjay, es decir, a través del método científico, se está empezando a dar forma a la historia de un asentamiento humano. La arqueóloga tiene el poder para construir el relato a través de sus categorías, marcos de pensamiento y experiencia profesional.

El altar 1, nombrado así por el analista José Benítez, es una estructura cuadrangular ubicada en el patio de una casa actual y entre dos montículos en un espacio denominado plaza B. El altar presenta en sus laterales diversos altorrelieves o siluetas que son el objeto de estudio del arqueólogo. El análisis que se realiza se centra en la compresión (otorgamiento) de significados de los elementos iconográficos que están inscritos en dicha estructura. En este sentido, el autor considera que el altar presenta una riqueza de referencias convencionales-realistas, fantásticas y abstractas, seres míticos, dioses, animales y lugares (Benítez 2004).

Para construir estas ideas Benítez comparó las siluetas del altar con las figuras que aparecen en otras estructuras y códices Mayas, estudiadas por distintos autores. Coe afirma, por ejemplo, que en la cara norte del altar aparece un Cauc, dios N que habita el inframundo deteniendo la tierra, considera que ésta representación es común en otras estructuras Mayas. En este análisis el autor intenta mostrar que Kaqjay forma parte de esa unidad cultural llamada Mesoamérica caracterizada en este caso como un mundo simbólico compartido. Pero esta unidad tenía una forma específica, para el arqueólogo era una profundamente mística, es decir, estrechamente vinculada a nociones religiosas y actitudes contemplativas (Benítez 2004).

Vinicio García (1993) en su reconocimiento de las tierras altas de Chimaltenango, menciona la Espiga Visión del Molino de la Sierra perteneciente a la planicie de Chirijuyú, haciendo énfasis en su estilo escultórico y definiéndola como la escultura más grande del área kaqchikel. Guillermo Mata (2005) menciona que la Espiga que se encuentra frente al edificio de Rectoría, de la Universidad de San Carlos ha tenido un recorrido por diversos espacios desde su descubrimiento en la Finca Molino de la Sierra. En su trabajo describe quienes han escrito sobre dicho monumento mencionando a Villacorta (1926,1927), Termer (1931), Miles (1985), entre otros. Tanto García (1993) como Mata (2005) refieren que el punto de origen de la Espiga es el Molino de la Sierra (Patzún) lugar que colinda con Cerritos Asunción (Patzicía) y Chirijuyú (Tecpán) (Mata 2005).

La descripción y registro arqueológico (medidas, peso, material de elaboración y tipo de estructura) así como el análisis iconográfico (representación, estilo, particularidades) hacen pensar a dichos arqueólogos que la Espiga es una colosal cabeza de Serpiente y por sus rasgos iconográficos lo asocian al periodo Clásico. No obstante los autores consideran que no es posible fechar exactamente dicho monumento porque no tiene un contexto definido. Mata considera la espiga como monumento de la nación, perteneciente a la colección gubernamental bajo el resguardo de la Universidad de San Carlos de Guatemala. Así mismo, Tania Lorena Cabrera Morales describe el lugar en donde se ubica la espiga, tratando de llamar la atención de los sancarlistas sobre su importancia histórica. Su conclusión es que “los sancarlistas deben conocer por lo menos ciertos rasgos históricos de su Alma Mater” (Cabrera 1996).

En Julio del 2013 se realizó un taller de Monumentos Prehispánicos en el campus central de la USAC, coordinado por la Dra. Stéphanie Tourón y el Mtro. Philippe Costa con el fin de trabajar en la limpieza y restauración de la Espiga, participando estudiantes y docente de la Escuela de Historia. Durante el proceso se analizaron aspectos cartográficos, identificando musgos, algas, foliáceas, y liquen crustáceo, así como pátina gris y minerales en diversas partes de la espiga. Después de dicho análisis se procedió a la limpieza utilizando una máquina de vapor llamada “vaporreto”. Alex Posadas (2014) refiere que el deterioro de la espiga se debió en un 98% a factores naturales y el 2% restante a contaminantes de vehículos. Posadas también mira la espiga como un “icono” (y patrimonio) para los estudiantes sancarlistas (Posadas 2014). Finalmente, en los trabajos citados se hace referencia a la espiga “visión” como marcador de juego de pelota, y se aprecia el gran arte escultórico, bien logrado, de sus constructores.

Todo este lenguaje académico aplicado en el análisis arqueológico, servirá y tendrá sentido en el uso académico y especializado, o bien en espacios en los que se utilizan los objetos arqueológicos como patrimonio, bienes, etc. Los trabajos de sondeo, excavación, mapeo y análisis de material han aportado a la construcción de una historia basada en cronologías y rasgos culturales de un asentamiento humano prehispánico, definido como Chirijuyú en algunos escritos y como Cakhay en otros. Desde la Arqueología los discursos y conocimientos se producen con una metodología específica que se ha ido construyendo y nutriendo desde diferentes escuelas y en este sentido la interdisciplinariedad ha tomado un gran valor dentro de los trabajos arqueológicos. No obstante sigue faltado un modelo interpretativo que reconozca que las comunidades también tienen sus propias interpretaciones y construcciones históricas sobre los objetos antiguos.

Conclusión

Regina Fuentes pregunta si es posible contar más de una historia sobre un proceso particular. En este sentido expresa que la Historia es una narración autorizada de un pasado que se muestra como estático y frente a la que, la mayoría de la gente, solamente puede presentarse como espectadora y no como hacedora de sus propias narrativas. Al final ella invita a la construcción de un diálogo entre historias distintas, paralelas y no jerarquizadas (Fuentes 2013). El escrito que aquí finaliza ha tratado de mostrar las dos narrativas que han dado forma a Kaqjay como lugar antiguo y arqueológico y al mismo tiempo ha discutido las condiciones en las cuales ellas surgen, es decir, en donde comunidad y arqueólogos tienen la capacidad de narrar pero no la misma posibilidad para ser escuchados en toda Guatemala y en el mundo.

En este sentido, como ya se ha dicho, las investigaciones arqueológicas y su divulgación parecen estar dirigidas exclusivamente al gremio de los especialistas. Los resultados de las investigaciones rara vez es puesto a disposición de los no especialistas y cuando esto sí pasa, se toman estos resultados para construir un discurso que es definido como único y verdadero. Cuando se hace un trabajo para narrar el pasado prehispánico se extraen datos arqueológicos para hablar de las identidades, pero estas narraciones y construcciones identitarias evidentemente obedecen a intereses políticos y culturales de quien construye dichas narraciones.

Cuando el objeto arqueológico, partiendo de su calidad de dato arqueológico e histórico, es colocado en un lugar (como los libros de texto, los museos o las plazas), para ser observado o aprendido y normalmente es re-significado para construir identidad nacional o institucional. Para el arqueólogo, el objeto es material de análisis, pero la narración construida a partir de este es utilizada como punto de apoyo histórico para erguir identidades nacionales, pues en muchos momentos es el Estado se apropia de la narración o construye su propia versión una que, supuestamente, sea digerible por la población.

El objeto arqueológico colocado en la plaza o en el museo se vuelve un adorno para propiciar entretenimiento o en material didáctico para construir ciudadanía. El ciudadano aprende y debe ser leal pero difícilmente se le puede considerar un actor en la construcción de las narrativas sobre el pasado, en este sentido la idea de ciudadanía también contribuye a borrar las otras historias y lecturas que se hacen de los objetos antiguos. Podemos ver que los objetos arqueológicos pasan de ser un elemento de laboratorio, una suerte de texto técnico construido para los especialistas, a constituirse luego en un bien cultural moldeado a través de las leyes, las restricciones, los rituales del patriotismo y los imaginarios sobre la historia de Guatemala.

La diferencia entre discurso del Estado y discurso de la comunidad radica en la construcción del tiempo, que les es útil de diferentes maneras; al Estado le es valioso en cuanto le interesa construir la Historia nacional. A la par de los arqueólogos el Estado hace un discurso único (nacionalista), a partir de la autoridad que les da el método científico, ellos desclasifican cualquier otro discurso que pueda surgir en torno a los objetos. Lo cierto es que mientras la relación entre arqueólogo y comunidad es sinuosa, los resultados de las investigaciones arqueológicas son usados por el Estado en la construcción de un imaginario nacionalista.

En Cerritos Asunción la gente también habla y construye ideas sobre los objetos antiguos. En muchos momentos dichos objetos cumplen la función de adorno de las casas, pero en este sentido siguen teniendo importancia como textos, como objetos que dicen algo. El objeto es leído por la comunidad y luego permanece allí, para su consulta, para ser apreciado o admirado, pero también reinterpretado, el caso paradigmático en este sentido son las piedras y el altar en la casa de don Julián. Las familias conservar los objetos ya sea por su calidad estética (adornos de la casa) o por su calidad de texto vivo y vínculo con una historia en la que las personas se dibujan a sí mismas y a su comunidad a través del tiempo; ideas fundamentales en este sentido son la de mantener bien a las piedras, hacerles fiestas, colocarlas bien y limpiarlas. Las narraciones sobre objetos que se muestran (k’u’x), de seres que aparecen (rajawal) o sobre la importancia del respeto, en muchos sentidos y momentos conducen la historia y la vida de la gente en Cerritos Asunción. Sus narraciones toman forma y significado como luchas cotidianas por construir la vida familiar y comunal y en este proceso se van perfilando sus identidades y sus visiones sobre la vida de los antepasados y la que desean para las generaciones jóvenes.

Las personas de la comunidad han construido la idea de que las familias son dueñas de los restos materiales que han encontrado en sus terrenos pero, muchos otros, también temen al Estado, creen que éste puede arrebatarles los objetos que guardan y aprecian. Al mismo tiempo, el abordaje y tratamiento que hace la gente de los objetos podría ser considerada por las leyes estatales y por los arqueólogos como inapropiado, la gente lo percibe, pero las lógicas comunales también tienen poder y éstas están vinculadas a los seres y fuerzas con quienes se convive a diario y a lo largo del tiempo.

Referencias

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1998   El primer informe de Cakhay. Mesoamérica (35):7-26. Antigua Guatemala.

Fig. 1: Objetos antiguos en el patio de una casa en Cerritos Asunción. Fotografía tomada por: Comunidad Kaqchikel de Investigación.

Fig. 2: Objeto antiguo reutilizado para detener la puerta de una habitación. Fotografía tomada por: Comunidad Kaqchikel de Investigación.

Fig. 3: Altar en la casa de Julián Sirín. Fotografía tomada por: Comunidad Kaqchikel de Investigación.