043 Migraciones y alfarería: testimonio del patrimonio cultural tangible e intangible en la selva norte y la Selva lacandona de Chiapas, México. Socorro del Pilar Jiménez Álvarez, Joel Palka, Álvaro Ramírez Laguna, Luis G. Obando Acuña y Heajoo Chung Seu – Simposio 27, 2013

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043 Migraciones y alfarería: testimonio del patrimonio cultural tangible e intangible en la selva norte y la Selva lacandona de Chiapas, México.

Socorro del Pilar Jiménez Álvarez, Joel Palka, Álvaro Ramírez Laguna, Luis G. Obando Acuña y Heajoo Chung Seu

 

XXVII Simposio de Investigaciones
Aqueológicas en Guatemala
Museo Nacional de Arqueología y Etnología
22 al 26 de julio de 2013
Editores
Bárbara Arroyo
Luis Méndez Salinas
Andrea Rojas

 

Referencia:
Jiménez Álvarez, Socorro del Pilar; Joel Palka, Álvaro Ramírez Laguna, Luis G. Obando Acuña y Heajoo Chung Seu
2014 Migraciones y alfarería: testimonio del patrimonio cultural tangible e intangible en la selva norte y la Selva lacandona de Chiapas, México. En XXVII Simposio de Investigaciones Arqueológicas en Guatemala, 2013 (editado por B. Arroyo, L. Méndez Salinas y A. Rojas), pp. 517-533. Museo Nacional de Arqueología y Etnología, Guatemala.

Migraciones y alfarería: testimonio del patrimonio cultural tangible e intangible en la selva norte y la Selva lacandona de Chiapas, México
Socorro del Pilar Jiménez Álvarez
Joel Palka
Álvaro Ramírez Laguna
Luis G. Obando Acuña
Heajoo Chung Seu
Palabras clave
Selva Lacandona, Chiapas, migraciones, grupos contemporáneos.

Abstract
This paper seeks to present from a sociocultural perspective the contemporary landscape of the pottery making communities of Tzeltales and Maya Lacandon, who occupy the vast forest region of Chiapas. The genesis, the colonial and migratory issues, the pottery-making traditions and the ancestral beliefs, the geographical context and the use of natural resources such as rivers, mountains, mining have their own history which today is a clear testimony of the disappearing tangible and intangible patrimony.

Introducción
Es importante saber que no sólo los grupos Maya-lacandones habitan la Selva Lacandona. Los habitantes de la Lacandona es una población que manifiesta diversa vestimenta y costumbres. Además, no hablan la misma lengua, ni pertenecen a una sola cultura (ladinos, mestizos e indígenas) ni practican la misma religión. Los procesos migratorios manifiestan que la mayoría de sus habitantes vinieron de distintas partes y comenzaron a llegar a principios del Siglo XX (Leyva 1995:92).
Ante tales circunstancias y fenómenos sociales, el estudio de la tecnología cerámica que se elabora hoy en día en la Selva Lacandona es un tema que no puede ser desligado de los procesos migratorios y del impacto que pudo haber ocurrido sobre estos saberes y conocimientos artesanales.

El conocimiento de la cultura material tangible e intangible de las poblaciones o grupos alfareros que habitan la Selva lacandona de Chiapas, es un tema crucial en el marco del Proyecto Arqueológico Institucional de la Facultad de Ciencias Antropológicas de la Universidad Autónoma de Yucatán denominado “Salvaguardando la alfarería prehispánica y contemporánea del área Maya”. Uno de los objetivos primordiales del proyecto es la elaboración de un Atlas con el fin de documentar la alfarería contemporánea de esta vasta zona.
En este escrito se presentan datos de la tecnología cerámica que se obtuvieron durante las temporadas de campo de 2011-2012, en tres comunidades alfareras que cohabitan en el norte de la Selva Lacandona: Lacandón, Villa las Rosas y Nahá. Las dos primeras son comunidades habitadas por grupos Tzeltales en tanto que Nahá es un poblado Maya-Lacandón. Aquí, se prestará atención a la cultura material y a su transformación. Primero se hizo una investigación etnohistórica del uso de los recipientes cerámicos que fueron reportados a principios del Siglo XX. Posteriormente, se recabó información por medio de la investigación de campo haciendo entrevistas a los ceramistas y personas del poblado, documentación fotográfica y observación participante durante los procesos de elaboración de la cerámica.

Los datos de la alfarería de Nahá sirvieron de estudio comparativo con referencia a la alfarería Tzeltal de las dos comunidades estudiadas que actualmente se dedican a la elaboración de formas variadas de recipientes. De estas últimas poblaciones mencionadas, hay que recordar que sus portadores pertenecen a familias que tienen un pasado migratorio a lo largo de su historia reciente. En Nahá, se prestará atención a los cuencos trípodes y a la juguetería turística.

Localización y características ambientales de la Selva Lacandona
La parte de la selva alta siempre verde ubicada en la parte noreste de estado de Chiapas, se denomina ahora comúnmente Selva Lacandona. A principios de Siglo XIX solía llamarse El Lacandón o simplemente el Desierto. Carlos Helbig prefiere utilizar el concepto de “Lacandonia”. Geográficamente, está situada entre los 16°4’ y 17°35’de Latitud Norte y 90°22’y 92°15’de longitud Oeste de Grenwich. Su clima puede describirse como muy húmedo sin estación definida y cálida sin estación invernal bien marcada (De Vos 1996:15) (Fig. 1).

La Selva Lacandona es una de las áreas protegidas de Chiapas que alberga la mayor cantidad de especies endémicas de México. Esta zona carece de suelos profundos y el manto orgánico es escaso con multitud de afloramientos rocosos (Chavelas 1982:91). Se puede decir que los ríos y arroyos que bañan la Selva Lacandona pertenecen, casi todos, al sistema fluvial llamado cuenca del Usumacinta, que cubre la parte occidental y septentrional de Guatemala, el este y noreste de Chiapas y la mitad oriental de Tabasco. Diversas fuentes fluviales (ríos, arroyos, lagunas y estanques) conforman la hidrografía de esta selva (De Vos 1996:15; Erosa 1995:53).

Cuenta con amplias reservas de petróleo y gas; yacimientos de uranio, hierro, aluminio, cobre. Varias de estas riquezas están en la mira de algunas empresas porque le son indispensables a los campos de la biogenética, la microelectrónica y la nueva tecnología de materiales. Sus reservas de petróleo siguen siendo codiciadas (De Vos 1996:15).

Desde el punto de vista geológico, las formaciones geológicas tienen una distribución alargada de dirección noroeste a sureste, esta distribución corresponde al cinturón plegado de Chiapas, corresponden con sinclinales y anticlinales, en donde los núcleos geológicos de los anticlinales corresponden a calizas del Cretácico (Pemex 2010). Las alturas pueden oscilar entre 500 a 1550 msnm.

Geológicamente hablando, se encuentran calizas del Cretácico (Ks-cz), las cuales son principalmente lutitas con estratos medios a gruesos, de color gris claro a crema, con texturas esparitas, ooesparirudíticas, biomicritas, dismicritas y packstones (DGG 1983), parcialmente dolimitizadas. Los fósiles indican facies de plataforma con influencia pelágica (INEGI 1983). Estructuralmente forman los núcleos de los plegamientos anticlinales y fuerte disolución kárstica. Las rocas del Paleoceno (TPal-cz), están compuestas por lutitas, packstone y grainstone oolíticas, parcialmente recristalizadas y dolomitizadas, color gris oscuro. Afloran en estratos delgados a gruesos y masivos (DGG 1983). El ambiente fue de plataforma de aguas someras lagunares poco limpias. Su fauna fósil es escasa y mal conservada, representada generalmente por gasterópodos y pelecípodos, aunque hay foraminíferos. Esta secuencia hacia la parte superior puede estar intercalada con lutitas amarillas (TPal-cz-lu) (DGG 1983).

Hacia el extremo noreste de la Sierra, se encuentran calizas (TO-cz) someras, son de color gris claro con tonos de amarillo a gris oscuro, bien estratificadas, pueden observarse vetillas y bandas de calcita. Cabe destacar que hacia las planicies meándricas del río Usumacinta, se encuentran extensas zonas planas y pantanos formados sobre areniscas del Mioceno (TM-ar), las cuales están poco consolidadas, meteorizadas (INEGI 1983) y compuestas por litarenitas de grano medio que contienen cuarzo, muscovita, feldespatos, circón, caolín y fragmentos de roca en una matriz arcillosa, medianamente cementadas por hematita y sílice. El paleoambiente del depósito fue transicional de intramarea. La geología estructural está marcada por un fuerte plegamiento de orientación casi este-oeste, con anticlinales y sinclinales, isopacos, asimétricos, en forma de cofre o invertidos. El plegamiento se originó desde el Cretácico tardío hasta el Eoceno, correspondiente con la orogenia Laramídica. El fallamiento también tiene una dirección este-oeste paralelo al plegamiento. El fallamiento transcurrente es el último evento tectónico que data del Plioceno hasta el Reciente (DGG 1983; INEGI 1983).

La historia reciente de la Selva Lacandona
Sería pretencioso tratar de evaluar de forma crítica en este espacio, los procesos sociales, políticos, ambientales y económicos que acontecieron en esta vasta zona geográfica, sobre todo sin tomar en cuenta la evolución de los eventos tan complejos que la Selva sufrió a través de su historia. Los altos índices de crecimiento de población, insuficiencia de la tierra, conflictos en las comunidades, ya sea por diferenciación política y religiosa e incluso por el interés de obtener espacios donde asentarse y asegurarse, sea en el presente o para el futuro, mercados de trabajo o bienestar económico, se han presentado como algunas de las causas que han originado que numerosas poblaciones indígenas hayan emigrado de sus lugares de origen en el estado de Chiapas (Alonso 2008a:389).

Las colonizaciones del norte y el sur de la Selva Lacandona, no ocurrieron en las mismas circunstancias. El paisaje que pueda plasmarse en la Selva lacandona obedece a intrincados agentes sociales como lo son: la política agraria, intereses petroleros de Pemex, patrón de asentamiento humano de algunas regiones de la Selva Lacandona, colonias pioneras, ciertos conflictos étnicos, políticas de conservación y sus contradicciones con las estrategias de explotación, irracional, de la biodiversidad de los recursos que se encuentran en la zona (explotación de hidrocarburo, madereros, ganaderos y campesinos), así como desplazados del conflicto zapatista a partir de 1995. Este paisaje también se conforma del incremento de la presencia militar y paramilitar que intentan el control represivo de la región. Incluso en el año 2000, por medio de decretos presidenciales, se siguieron haciendo expropiaciones de terrenos ejidales en el Municipio Las Margaritas, a favor de la Secretaría de la Marina como un medio de mantener la paz pública. Debido a todos estos fenómenos sociales la extensión de la Selva, sobre todo en su lado norte y oeste varía según las apreciaciones de cada autor (Leyva 1995:89; De Vos 2011:11, 109).

Se sabe que desde el Siglo XVI varios grupos étnicos Mayas habitaban en la selva, los cuales fueron sacados de la región por los conquistadores y llevados a las zonas limítrofes de la Lacandona (Lobato 1980: 21-22; 2003:18). La denominación de Los lacandones asignada a cierto grupo de indígenas resulta un tanto arbitraria, pues por un lado se considera que éste fue un nombre genérico para todos los pueblos indígenas que habitaban la selva durante el periodo Colonial. Por otra parte se piensa que originalmente esta palabra se refería a un grupo específico hablante de lengua chortí. Durante la conquista los Choltíes, vivían en una isla en el río Lacantún, en el extremo sur de la Selva Lacandona. Terminada la llamada “pacificación” de la selva en los Siglos XVI y XVII, a los sobrevivientes choles del exterminio los reubicaron en Tumbalá y en Palenque; a los tzeltales en Bachajón y en Ocosingo (Erosa 1995:54; Lobato 2003:182).

La historia reciente de la selva Lacandona comienza en el preciso momento en que nace el estado de Chiapas. En 1822, año en que la provincia colonial de “Las Chiapas” se independiza definitivamente de España, la Selva Lacandona, parte nororiental del nuevo estado, es descubierta por primera vez como reserva forestal. De 1822 a 1880 títulos de propiedad y concesión del corte de madera fueron los intereses de exploradores tabasqueños y chiapanecos (De Vos 1996:9). De 1880 a 1895 entran en escena poderosas compañías madereras, con sede en la ciudad de San Juan Bautista, la antigua capital de Tabasco. Las fuentes fluviales son el escenario principal de esta explotación maderera. La caoba lacandona es transportada por los ríos principales y embarcada de los puertos del golfo de México y vendida en los muelles de Londres, Liverpool y Nueva York, a precios bajo el nombre de “madera de Tabasco” (De Vos 1996:10).

De 1895 hasta la época de la revolución con una política liberal, el régimen de Porfirio Díaz, pone las condiciones ideales para que los capitalistas extranjeros inviertan en el país, sobre todo en la industria del corte de la caoba. La Selva Lacandona, en su totalidad es repartida entre decenas de latifundistas. La selva se cubre así de monterías. Las condiciones de los trabajadores son duras: Los “monteros” viven en una casi esclavitud, amarrados al campamento por las deudas y por más de 100 km de vegetación casi imposible de franquear. Los métodos de trabajo utilizados en esta época aún son primitivos: el árbol es tumbado con el hacha, arrastrado por tiro de bueyes y transportado a flote, por las corrientes fluviales. Se sabe que en las primeras décadas del Siglo XX, la población indígena de los Altos de Chiapas inició un proceso de colonización en búsqueda de fuentes de trabajo en estos aserraderos y compañías chicleras de La Selva. Sin embargo; la Revolución llega a la Selva desde Tabasco, en 1913 y en 1917 comienza una etapa que se caracterizada por un lento pero irreversible receso en la producción maderera. Los latifundios sufren la intervención del gobierno, algunos son fraccionados, otros son nacionalizados y en vez de repartir las tierras de los latifundios hacendados entre los campesinos, se les invito a ocupar terrenos nacionales vírgenes. Aunque en 1915 Venustiano Carranza promulgó diversos decretos en favor de los indígenas, en el lejano Chiapas eran los ladinos quienes interpretaban las leyes, la gran mayoría de los indígenas eran “baldíos” (es decir sin tierras) o “acasillados” (encerrados en las fincas) situación que continuó hasta la década de los cincuenta (Maurer 1984:64-65).

Esta decadencia progresiva alcanza su fin cuando, en 1949, el gobierno mexicano decide prohibir la explotación de madera, clausurando con esta medida un negocio lucrativo de más de 70 años (Alonso 2008a:387; De Vos 1996:11).

Aún con esta prohibición, las técnicas introducidas por las empresas madereras jugaron un papel determinante en el deterioro ecológico. Con el uso intensivo de maquinaria pesada, se abrieron caminos hacia zonas inaccesibles. La instalación de enormes campamentos, fueron sin duda los mayores destructores de la Selva Lacandona junto con la ganadería y el auge petrolero. Casos de mención, son el Aserradero Bonampak, con sede en Chancalá, Chiapas y la empresa México-estadounidense Maderera Maya, S.A. (De Vos 1996:258; 2011:30).

Leyva (1995) ha mencionado de manera diacrónica tres etapas de colonización reciente de la selva: 1) La primera, a principios del Siglo XX hasta 1940; 2) La segunda oleada entre 1940 y 1970) y la 3) a partir de 1970 hasta nuestros días.
En la primera, a principios del Siglo XX, es cuando la fuente de trabajo fue el motor de atracción para algunos colonos indígenas. Trabajadores tojolabales eran enviados desde Comitán a fincas de sus propios patrones ubicadas en el municipio de Ocosingo. Los primeros desplazamientos continuos y masivos se iniciaron en la tierra fría del municipio de las Margaritas habitada por indígenas tojolabales. Los vaqueros bajachontecos o del mismo Ocosingo emigraron para obtener una fuente de trabajo en las monterías de la selva. Entre 1935 y 1945, muchos de los poblados y ejidos hoy existentes se fundaron cuando una o varias familias (dos o tres familias) huyeron por la misma violencia en sus comunidades, o después de que uno de sus miembros se vio envuelto en una situación de violencia por el acaparamiento de grandes extensiones de tierra en pocas manos. Un ejemplo de estos poblados o colonos tempranos, son los de Bachajón que se internaron en la zona norte de la Selva (De Vos 2011:155-157; Lobato 2003:187; Leyva 1995:92).

Estos asentamientos tempranos se ubican y se explican en el marco de la Reforma Agraria del régimen Cardenista. La mayoría de la colonización sin embargo, se verificó a partir de las políticas expansionistas de Miguel Avila Camacho y Miguel Alemán impulsores de la famosa “marcha del Sur” (De Vos 2011:155). Las comunidades alfareras de Lacandón y Villa las Rosas, tema del presente escrito, pertenecen a esta primera oleada de asentamientos tempranos, aunque como se describirá más adelante, a partir de 1960 con el incremento de colonias campesinas tzeltales venidas del norte de Chiapas (Bachajón, Yajalón, Palenque, Tumbalá y Tila) cabe la posibilidad de que ambos ejidos siguieran sobre poblándose.

En los años cuarenta, el Instituto Lingüístico de Verano [ILV] con apoyo del General Cárdenas llegó a la región, los misioneros americanos protestantes quienes promovieron con todos sus recursos la colonización de la Selva. De hecho la conversión religiosa al protestantismo fue la característica principal de quienes decidían dejar los Altos. La migración a la Selva se volvió para los protestantes una cruzada de fe para llevar la verdadera palabra de Dios en medio de la Selva. Esta gente atacó implacablemente “la costumbre y lo que ellos consideraban el paganismo de los Mayas”. A principios de la década de 1950, estos misioneros crearon en la entrada de la Selva, en Yaxonquintela un Jungle Training Camp donde se entrenaban a los misioneros en tareas de sobrevivencia en el trópico así como a jóvenes Mayas en enfermería. El IVL con el apoyo de la solicitud de uno de los primeros ejidos en la selva, es decir el ejido de Lacandón, fue el lugar que sirvió de plataforma para realizar las actividades proselitistas de los grupos tzeltales que se iban internando en la zona (Lobato 2003:187). Lacandón solicitó su dotación ejidal en 1937 pero solo en 1958 obtendría resolución presidencial sobre 650 hectáreas para 23 beneficiados (De Vos 2011:156).

Es importante decir que la migración se dio en forma de cascada, es decir, las zonas receptoras se convertían al mismo tiempo en expulsoras. Este fenómeno de cascada se produjo sobre todo en los ejidos más antiguos, rápidamente saturados de gente y por esta razón punto de partida para los jóvenes sin futuro en la propia de la comunidad. Por ejemplo la comunidad de Lacandón ayudó a poblar pueblos cercanos como Santo Domingo, el Granizo y Sibal (De Vos 2011:156).

La segunda oleada como la denominó Leyva (1995:92) se diferencia de los primeros colonos del Siglo debido a que el motor de interés fue el de obtener un pedazo de tierra para cultivarla, así comenzó a crecer la población de ejidos, rancherías y ranchos. A partir de la década de 1950 la región se redimensionó con nuevos procesos sociales. El área de campesinos de diferente origen étnico se convirtió en un escenario multiétnico y cuna de una nueva etnicidad dentro de un contexto de frontera política, colonización selvática, lucha por la tierra, diversidad de opciones religiosas y de militancia campesina.

A partir de 1960, un incrementado número de colonias campesinas ch’oles y tzeltales, tojolabales, tzotziles venidas principalmente de tzeltales de Bachajón, Yajalón y ch’oles de Palenque, Tumbalá y Tila ha invadido la selva. La migración indígena más numerosa es de origen tzeltal. Por ejemplo es importante mencionar el flujo migratorio que formó parte de la política del Instituto Nacional Indigenista [INI]. Organismo que en 1965 formuló un plan para reacomodar en este lugar “los excedentes de población” de los Altos de Chiapas (tzotziles de Chamula y Huixtán, y tzeltales de Tenejapa). Las poblaciones humanas se asentaron según las circunstancias o bien debido al fomento por parte del gobierno federal o estatal. Ahora “El Nacional”, nombre que los indígenas tzeltales y tzotziles le dieron en la década de 1960 a tierras de la Selva Lacandona al ser expropiada una parte de los latifundios porfiristas. Estos nuevos pobladores de la Selva conformaron un mosaico en términos étnicos, sociales, culturales, económicos y políticos de población indígena y no indígena. La avalancha hacia la Selva norte ocurrió a partir de las décadas de 1950 y 1960, cuando la ganadería de exportación y para consumo interno era una prioridad para el Estado (Alonso 2008:387, Lobato 1980: 21; Nolasco 2008:394)
El tercer movimiento, que se ha llamado la colonización dirigida tuvo mayor influencia precisamente en las décadas de 1970-80. Fue cuando llegaron la mayoría de los colonos provenientes de otros estados quienes se asentaron principalmente en Marqués de Comillas, zona contigua a Guatemala. En el interior del estado de Chiapas esta tercera oleada se relaciona con la catástrofe natural provocada por la erupción del volcán Chichonal (1982) y con la búsqueda de la “tierra prometida” por parte de los feligreses de las iglesias no católicas. En esta época los jóvenes empezaron a demandar nuevas dotaciones de tierra. En algunas ocasiones se ampliaron los ejidos pero con frecuencia estos muchachos “caminaron selva adentro” (Leyva 1995:94).
Con el decreto presidencial de 1972 (en esa época aún sin deslindes existentes) Luis Echeverría intentaba frenar el avance de los colonizadores indígenas de los Altos. De este modo proclamó a la comunidad lacandona como dueña legítima de más de 614,321 hectáreas de terreno selvático (casi 40% de La selva). Así los “colonos” recién llegados fueron obligados a abandonar sus asientos y reagruparse fuera de la zona prohibida. Tras este decreto se encontraba el acuerdo entre los representantes lacandones y la Compañía Forestal de La Lacandona, S.A. (COFOLASA), propiedad del estado, que permitía la explotación de madera preciosa por diez años (decreto presidencial 16 de marzo de 1974). El desalojo significó una gran carga política y económica para el gobierno estatal y causó serios desajustes socio-culturales entre los campesinos afectados. Al área decretada por el gobierno federal se encuentra al sur de La Lacandona y se le conoce como “Zona Lacandona” o de manera acostumbrada “Comunidad Lacandona”. Esta resolución nunca fue aceptada por los habitantes de la región o los “invasores”, como el gobierno los ha marcado. Otro decreto de 1978 y relacionado con un área de protección forestal con el nombre de Reserva Integral de la Biósfera Montes Azules (RIBMA) deslindó esta área protegida en el territorio de la “Comunidad Lacandona”. Por un error de trazo, Nahá, Metzabok y Lacanjá habían quedado excluidos de la Zona Lacandona. Es hasta 1985 cuando en una delimitación posterior ya quedaron incluidos territorialmente en la Zona de Reserva Lacandona teniendo efecto legal hasta 1998 con una resolución de 622,000 hectáreas (Alonso 2008a; De Vos 1996, 2011).

En 1975, ante la amenaza de desalojo de los ejidatarios asentados con anterioridad -con Resoluciones presidenciales ejecutadas y sin ejecutar o con trámites de solicitud pendientes-, se formó la Unión de Ejidos Quiptic Ta Lecubtesel. Se trataba de una Unión de Ejidos que luchaba por el reconocimiento oficial de sus asentamientos y en contra del deslinde oficial de terrenos, el llamado “conflicto por la brecha” (Alonso 2008a:390; Leyva 1995:117).

Entre 1974 y 1986, la población del estado crecía y la poca tierra, de por sí pobre, fue cada vez más insuficiente, por lo que se disparó el éxodo de los campesinos hacia la Selva. Por no afectar a los caciques chiapanecos que poseían cerca del 60% de la superficie, el Departamento de Asuntos Agrarios y Colonización (DAAC) abrió la selva a los solicitantes de tierra de Chiapas y a otras entidades. Para principios de la década de 1970 miles de familias campesinas tzeltales y ch’oles (más de 30 poblados) tenían ya años viviendo en los alrededores del Valle de San Quintín y en otras áreas que seguían las rutas de la explotación de la madera y contaban ya con resoluciones presidenciales, ejecutadas y sin ejecutar, o con trámites pendientes. Villa Rojas (1977), en un párrafo del texto escrito para el Instituto Indigenista hacía explícito en aquella lo siguiente: “En los municipios de Oxchuc y Tenejapa es imposible seguir viviendo de la agricultura; es por ello que muchos de los pobladores están emigrando hacia la zona de Taniperlas, donde el gobierno federal ha concedido 640 hectáreas destinadas a resolver este tipo de problemas”.

En 1982, Zoques damnificados de la erupción del volcán El Chichonal y guatemaltecos huyendo de la represión de su país por los acontecimientos crueles y sangrientos de la “tierra arrasada” se internaron en esta región. Ambas llegadas conforman la historia reciente de la Selva Lacandona. Principalmente fueron Mames, los que llegaron a “la otra frontera” (Alonso 1998a; 1998b; De Vos 2011:291; Hernández 2001:21).

Como primera acción agraria del presidente Salinas, en enero de 1989 entregó oficialmente los títulos de propiedad para Quiptic. Durante 1989-1994 con su política neo-liberalista, Salinas de Gortari realizó cambios constitucionales basados en tratados Internacionales en materia de Reforma Agraria y reconocimiento de la pluriculturalidad de la nación mexicana (Convenio No. 69 de la Organización del Trabajo y el Tratado del Fondo Indígena). La propuesta fue modificada y aprobada en la Cámara de Diputados quedando finalmente así: “La Ley protegerá la integridad de las tierras de los grupos indígenas”. De esta manera la legislación promueve la individualización de la tenencia de la tierra y estimula la parcelación de los territorios indígenas a través del Programa de Certificación de Derechos ejidales (PROCEDE). Al dejar de ser tierras ejidales o comunitarias, estos cambios introdujeron a las tierras indígenas al mercado haciéndolas más vulnerables en su integridad territorial (Ventura 2008; Xib y Burguete 1997:294-300).

En 1994, entra en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte. El Ejército Zapatista de Liberación Nacional toma algunas de las principales cabeceras de los Altos y de la Selva. En la década de 1990 los procesos migratorios no sólo aumentaron en términos cuantitativos sino además se registró un mayor número de asentamientos nuevos. Hoy en día, los campesinos tzeltales y choles habitantes de la región, no solo piden ser reconocidos en su derecho legal de vivir en la Selva, sino además claman por la ampliación de sus ejidos (Alonso 2008:389; De Vos 2011).

Alfarerías Tzeltales y Maya lacandonas: una cultura material e inmaterial en la construcción de nuevos espacios
Antes de continuar con el escrito, es importante hacer alusión a lo que se entiende en este escrito por migración. Migración es el traslado de individuos de un lugar a otro; se trata de cambios de residencia que implican, en el caso indígena, la introducción de individuos en otros ámbitos culturales, de manera temporal por lapsos cortos o largos, o de manera permanente. La gente migra por muchas razones. Migrar para el indígena es mucho más que un cambio de ámbito natural y cultural y de residencia; significa atravesar su frontera cultural y pasar a otro espacio, donde tiene que realizar transacciones lingüísticas, culturales simbólicas, materiales, organizacionales y de sociedad, a partir de sus propios recursos, en otra cultura y sociedad. Para los pioneros significó cierta ruptura con el pasado, con la costumbre y con los códigos establecidos (De Vos 2011:156; Nolasco 2008:377).

Para De Vos (2011:13) las nuevas formas de hacer comunidad por parte de los colonos tuvieron implicaciones materiales y espirituales según la doble experiencia del éxodo y el arribo. Esta generación de migrantes pasó por un proceso de desarraigo, lo que significó el abandonar lo conocido y abrazar lo desconocido. El fenómeno migratorio o la diáspora de la población ha originado la construcción de nuevos espacios donde se continúan, reproducen y se contrastan las culturas indígenas (Alonso 2008: 392).
Para los migrantes Mayas no fue fácil tomar la decisión de bajar de sus serranías y establecerse en los terrenos tropicales. Antiguamente, los grupos que vivían en las cercanías de la selva pocas veces se internaban en ella. Era una zona que infundía temor, la selva estaba poblada de espíritus peligrosos, la brujería podía caer sobre aquellos que se aventuraban en la zona. Se creía que cuando alguien llegaba a penetrar lo hacía por varios motivos: por anhelo de liberarse del finquero o la necesidad de tierras cultivables; para la cacería; para escapar de las venganzas familiares o de la justicia después de un hecho de sangre en sus comunidades o bien en la búsqueda de frutos especiales (Lobato 2003).

Entonces en un sentido imaginario hay que preguntarse, ¿cómo pudo haber sido el movimiento de estos colonos? Aunque no se localizaron muchas referencias que describieran con detalle este proceso; De Vos (2011:194) relató lo siguiente: “Un pequeño grupo de hombres desmontó y sembró el espacio indispensable para una milpa provisional y, después de haber levantado una casita como señal simbólica de la toma de posesión del terreno, regreso a pie a su casa. Era el 20 de abril de 1968. Tres meses después el 3 de agosto, a las 4 de la mañana, Rosario López y familia salieron para ir a cuidar la siembra en la orilla del río Perlas y preparar el terreno para los demás. Llegaron el 7 de agosto después de caminar cuatro días desde las Margaritas, cargando a sus dos hijitas aún muy pequeñas. Fueron alcanzados el 2 de noviembre por otras dos familias. El traslado del grueso de los inmigrantes de Lázaro Cárdenas se efectuó el 2 de febrero de 1969 en un avión de tres toneladas con capacidad para 30 personas que los trajo hasta San Quintín….cargaron todas sus cosas, piedras de moler, herramientas, trastes de cocina, perros, gallinas, guajolotes”. Lo que se acaba de relatar es una migración dirigida, pero no se ha documentado o al menos por ahora no hemos ahondado en la tarea de documentar con detalle cómo pudo haber sido el movimiento de los primeros colonos en la historia reciente de la Selva Lacandona.

Por lo general, la gente o el colectivo que emigra con el fin de perpetuarse en el nuevo lugar, planea su salida de tal modo que cuenta con lo necesario para poder subsistir. Ropa, agua, comida, recipientes perecederos y no perecederos y todo lo que conlleva la construcción tangible e intangible de los nuevos espacios culturales. Lo intangible son los conocimientos y experiencias que se transmiten y se transforman de generación en generación. Esto pudo haber ocurrido con las prácticas alfareras expresadas por sus usuarios de hoy en día: formas de recipientes y experiencias artesanales en el uso de las materias primas y la elaboración de las piezas.

Alfarería de Lacandón y Villa las Rosas en el norte de la Selva Lacandona
Lacandón, es un ejido con dotación territorial, catalogado en el ámbito rural con clave de la localidad Geoestadística 0101 con más de 1,000 habitantes (INEGI 2010). Se localiza en un valle rodeado por un paisaje exuberante de selva, montaña baja, ríos y riachuelos. Se trata de una comunidad que se dedica a actividades económicas diversas como lo son la siembra de milpa, café, domesticación de animales, trabajo de la madera, cestería, alfarería para uso doméstico, siendo la ganadería una de las actividades menos importantes. Los habitantes tienen amplios conocimientos de la herbolaria y las familias practican varias religiones. Se trata de una comunidad de varias mujeres (al menos se entrevistaron a 30 alfareras y aun niño) que se dedican a la alfarería de uso diario y de distribución inter-comunitaria. En varios de los hogares, los hombres o las mujeres de edades diferenciadas al menos saben hacer alfarería aunque no se dedican a la práctica del oficio (Fig.2).

Por su parte, Villa las Rosas también es otro ejido del ámbito rural con dotación territorial, catalogado con clave de la localidad Geoestadística 0600 con un poco más de 450 habitantes (INEGI 2010). Esta población muestra una distribución ordenada en sus calles, las casas del poblado se extienden a lo largo del camino principal o se encuentran asentadas en un pequeño valle, o bien dispersas en las faldas de los cerros (Jiménez en prensa). También se dedican a la siembra del café y a la milpa. Aquí son pocas las familias que practican este oficio artesanal. Únicamente se localizaron dos familias de alfareras (Figs.3 y 4).

Aunque diferentes recipientes de uso doméstico se hacen en el ejido de Lacandón: ollas (oxom o p’im), comales (samet), cuencos (c’ets) y más escasa es la juguetería. En varias de las casas del ejido de Lacandón, se documentaron cántaros y ollas de doble conducto (burnias) hechos con barros finos y pintados que han sido guardados como reliquias o herencias familiares. Estos enseres fueron traídos como pertenencias cuando llegaron a Lacandón o bien son piezas de alfareras que ya han fallecido y las han dado como regalado a sus vecinos. Algunas de las alfareras, sobre todo las de mayor edad, platicaron que hace muchos años la gente antigua (sus parientes) o ellas mismas aún acostumbraban pintar y hacer cántaros con un barro muy fino, que hoy en día es difícil de obtener en el ejido (Fig.5). Priscila, una alfarera muy joven de Lacandón, intentó pintar varias piezas sin lograr el realce de la pintura de aquellas ollas antiguas.

Los cántaros de tres asas decorados con motivos geométricos y florales ya no se hacen hoy en día. Algunas personas los conservaban y usaban para llevar agua a la milpa o bien otras personas los guardaban como recuerdo “de aquellos tiempos”. Las tres asas de estos cántaros sirven para pasar la cuerda de Majaual que será atada y sostenida en la cabeza. La pintura de estos cántaros se hace con un material orgánico llamado sa’ik en forma de piedras que se disuelven con agua y se aplica con el tallo de un árbol (Fig.5). De las bur’nias u ollas con doble conducto aún no se localiza documentación oral etnográfica o etnohistórica que indique su función. Los comales se usan para tostar maíz, café, pinole o tortillas. Las ollas de acuerdo a su tamaño se usan para frijoles, tamales, atoles o para hacer caldos.

Los cuencos se usan para salsas pero no para servir caldos u otros alimentos, en tanto que en Villa las Rosas aún se les usa para servir caldos o frijoles.

Los cántaros de boca restringida, las ollas, las bur’nias decoradas, los cuencos y los comales que se registraron en el ejido de Lacandón y Villa Las Rosas, son similares a los que Blom y La Farge (1986) describieron y dibujaron durante la década de 1920 en Tenango, Sivacá, Bachajón. Actualmente no se pinta ni se decora (a excepción de la juguetería) solo se elaboran cuencos, comales (de menor tamaño y más hondos) y ollas. Los platos de cerámica reportados por Blom y la Farge en Bachajón aún se hacen por encargo por las alfareras Sánchez del ejido Villa las Rosas.

Es interesante hacer mención que los cuencos o tsets para caldos o salsas que se elaboran en ambos ejidos investigados son sumamente similares a las formas indígenas que se usaban aún durante la época de la colonia en la región sur de los Altos de Chiapas (Lee 1979:5). Varias de las formas de vasijas que se usaban en la década de 1920, ya no se usan, como por ejemplo los recipientes con pedestal (waliko) que comúnmente se ofrecían a los huéspedes para lavarse las manos, los po’ket para tirar el bagazo del trapiche, o los hormo para cocer el pinole y los teisteinaix o que se usaban como coladores del nixtamal de hoy en día (Figs.6 y 7).

Por otra parte la costumbre de acopiar piezas de barro no para su uso, es un hábito en todos los tiempos. Blom y La Farge (1986:494) en su recorrido de 1925, mencionaron a una mujer de Cancuc, que tenía la usanza de coleccionar ollas y cazuelas que se hacían en su pueblo.

En lo que se refiere al uso de materias primas, la piedra caliza transparente o el Baaxton o piedra de sal es el único anti plástico que se usa para la arcilla en Villa las Rosas en tanto que en Lacandón usan tanto la piedra de sal o la arena que se extrae de los ríos, del monte o de los patios. Es interesante saber que las alfareras de ambos ejidos comentaron que con el uso de la arena los recipientes durante su uso se “rajan más rápido”. Doña Juventina alfarera de Lacandón, explicó por qué no usa la piedra de sal: “Esta piedra es dura y se obtiene en los patios, en el monte o en la montaña. Hay que caminar mucho, y para molerlo se requiere mucha fuerza para triturarlo, entonces es mejor usar arena que Baaxton”. Es importante aludir, que el uso de esta piedra caliza durante la elaboración de la cerámica Tzeltal, fue documentada en 1927 y 1980 en las Tierras Altas del norte de Chiapas (Blom y La Farge 1986; Bretón 1985).

Alfa rería de Nahá, en el norte de la Selva Lacandona
Nahá, es un ejido con clave de la localidad geoestadística 0600 que se encuentra al norte de la Selva Lacandona, forma parte de la reserva forestal Montes Azules y a sus habitantes se les conoce como los caribes del norte. Se cree que estos grupos forman parte de los reductos lacandones que llegaron de Petén entre los Siglos XVII y XVIII. Su historia migratoria reciente no forma un mosaico tan complejo y aculturado como lo es la historia migratoria de los otros grupos indígenas que cohabitan la Selva Lacandona.

Hasta el censo de 2010 (INEGI 2010) habían 57 viviendas registradas. Actualmente, las familias hablantes Maya-lacandón, perciben subsidios económicos por parte del gobierno, tienen milpas, venden variadas artesanías y mantienen una economía eco turística sustentable. Antonio Martínez Chan K’in, mostró sus artesanías y explicó de manera breve cual es el significado ritual que éstas representan. Aunque no se tuvo la oportunidad de documentar la elaboración de las piezas, don Antonio, mostró el lugar donde almacena sus variados objetos que elabora y vende para los turistas (Figs.8 y 9).

Se observaron vasijas para contener el balché, incensarios y juguetería con representaciones antropomorfas y zoomorfas que representan el panteón de numerosos dioses. En estos objetos esta Hachkyum es el dios creador de los hombres, Akná, la diosa lunar, Metzabok, dios de la lluvia y de la “polvera negra”, entre otros (Duby 1961).

Los etnógrafos de principios del Siglo XX, a su paso por Nahá, documentaron muchas tradiciones de usos y costumbres de los Lacandones, aunque estos autores mencionan muy poco sobre las prácticas alfareras y las materias primas que se usaban para los objetos cerámicos de aquel entonces. Como parte del proyecto de la UADY, se tiene la intención de documentar y hacer entrevistas de la tradición oral sobre la extracción de la materia prima, y los saberes y conocimientos inmersos en esta alfarería considerada “ancestral” entre los Lacandones, aunque su uso y distribución de hoy obedezca a fines más turísticos. El conocimiento de estas prácticas y saberes se puede incluir en lo que se conoce como “patrimonio cultural intangible”.

 

Consideraciones
Hoy en día, se tiene poco conocimiento de la alfarería hecha por los Mayas Lacandones, se tiene un conocimiento casi nulo de la alfarería elaborada por los otros grupos indígenas que habitan la Selva Lacandona. Tampoco se sabe si estas alfarerías deban ser consideradas artesanías (cuando son objetos de consumo en la vida cotidiana) o forman parte de un arte popular (cuyo uso se enfoca en la apreciación de lo folclórico). Lo que no se puede negar es que esta alfarería de la Selva, posee un valor histórico, es la identidad y la inmaterialidad invaluable de sus portadores (llámese productores y/o consumidores).
Comenzar un proyecto de rescate o salvaguarda de la alfarería contemporánea de la Selva Lacandona es una labor sumamente complicada, sobre todo si se habla de tradiciones alfareras y Patrimonio Cultural. Para salvaguardar un patrimonio primero hay que reconocerlo en la construcción de nuevos espacios. Tradición alfarera en la Selva Lacandona se refiere tanto al conocimiento como a las transformaciones de anteriores tecnologías, tanto de la historia reciente como ancestral. No es adecuado hacer una relación directa de la cultura material e intangible entre los grupos del pasado y los del presente.

Por su parte, la definición del Patrimonio como dice Fournier (2008:11) se trata de una construcción discursiva derivada de cánones socialmente establecidos en épocas y lugares particulares que se inserta en la construcción de identidades conforme a su uso en el marco de discursos hegemónicos del dominio institucionalizado. A su vez, el patrimonio cultural inmaterial no puede disociarse del tangible, ya que el primero se manifiesta a través de formas materiales, caso de los conocimientos, habilidades y técnicas que concurren en la elaboración de los objetos, estos saberes y destrezas mediados por la tecnología se materializan en aquello que se produce. Esta tecnología día con día se transforman y eventualmente muchas prácticas se pierden. Las prácticas alfareras llevadas a cabo por las comunidades alfareras en la Selva Lacandona no obedecen a las mismas circunstancias socio-culturales entre los que se quedaron y los que llegaron, el desplazamiento voluntario e involuntario y otros fenómenos sociales al final de cuentas relatan historias distintas en la transformación o permanencia de estos saberes artesanales (Fournier 2008:17).

Es muy posible que conforme el Proyecto de Investigación avance, la perspectiva de los flujos de conocimientos y transformaciones artesanales en la Selva Lacandona, se pueda visualizar de manera más concreta, incluso haciendo posible llegar a conocer las características de la tradiciones ancestrales según el momento de la historia y el área de la comunidad investigada.

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Fig.1: Mapa de la zona Investigada (elaboración, diseño y cartografía de Álvaro Ramírez Laguna).

Fig.2: Mujeres alfareras de Lacandón, Chiapas elaborando comales (Foto de Rubén Núñez 2012).

Fig.3: Alfarera Tzeltal de Villa las Rosas en su cocina (Foto de Pedro Tec 2012).

Fig.4: Alfarera Tzeltal de Villa las Rosas mostrando un comal recién terminado (Foto de Pedro Tec 2012).

Fig.6: Ilustraciones de vasijas del principios del siglo XX, y vasijas guardadas como reliquias por las familias
Tzeltales de Lacandón (edición de Socorro Jiménez).

Fig.6: Ilustraciones de vasijas del principios del siglo XX, y vasijas guardadas como reliquias por las familias
Tzeltales de Lacandón (edición de Socorro Jiménez).

Fig.7: Los símbolos en miniatura de las vasijas indican la ruta seguida por Frans y Blom en 1925
y por Duby en 1943 (edición de Socorro Jiménez basada en el mapa de García 1971).

Fig.8: Antonio Martínez Chan k’in sosteniendo un figurilla de barro en forma de jaguar
(foto de Rubén Núñez 2012).

Fig.9: Riachuelo de Nahá (foto de Rubén Núñez 2012).