31 LAS PIEDRAS DE MOLER TIPO EFIGIE DE LAS TIERRAS ALTAS MAYAS Y LA COSTA DEL PACÍFICO DE CHIAPAS-GUATEMALA Mario Tejada Bouscayrol – Simposio 04, Año 1990

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Tejada Bouscayrol, Mario

1992    Las piedras de moler tipo efigie de las Tierras Altas Mayas y la Costa del Pacifico de Chiapas-Guatemala. En IV Simposio de Investigaciones Arqueológicas en Guatemala, 1990 (editado por J.P. Laporte, H. Escobedo y S. Brady), pp.287-297. Museo Nacional de Arqueología y Etnología, Guatemala.

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LAS PIEDRAS DE MOLER TIPO EFIGIE DE LAS TIERRAS ALTAS MAYAS Y LA COSTA DEL PACÍFICO DE CHIAPAS-GUATEMALA

Mario Tejada Bouscayrol

Las piedras de moler tipo efigie forman un grupo especial de escultura portátil, asociado en el sur de Mesoamérica a un período cronológico y un espacio definidos. Hasta el momento no se ha llevado a cabo un estudio minucioso de este tipo de objetos ni existe un corpus de los mismos. Se les ha estudiado en la baja Centro América y existen reportes de algunos ejemplares en monografías arqueológicas de Honduras, sin embargo no se ha llevado a cabo un estudio detallado que separe los estilos de las distintas zonas geográficas y culturales, al igual que establezca la extensión en el ámbito Mesoamericano de este tipo de objetos.

Las piedras de moler de la Costa del Pacífico de Guatemala y Chiapas y las Tierras Altas adyacentes solamente guardan en común con las piedras de moler centroamericanos el hecho de tener efigie; siendo muy diferente el estilo en que fueron elaborados y sus características morfológicas. Adelantando una conclusión, podría decirse que de Centro América llegó la influencia a nivel de idea, reinterpretándose y reelaborándose en territorio Mesoamericano, para llegar a formar un estilo propio del Área Maya Sur. Curiosamente, las piedras de moler tipo efigie no se difundieron del otro lado del Istmo de Tehuantepec, limitándose éstas a la Costa del Pacífico y Tierras Altas Mayas.

En Centro América, son claras las funciones rituales de estas piedras de moler; de igual modo existen para Nicoya y Honduras cronologías establecidas con bastante certeza. En el Área Maya Sur se han encontrado algunos contextos arqueológicos que han permitido fijarles una fecha.

La mayoría de las piedras de moler tipo efigie encontrados en condiciones controladas han aparecido en contextos ceremoniales, principalmente ligados a ofrendas funerarias, lo cual sugiere que cumplieron funciones ceremoniales en base a las características de su forma, las representaciones de las efigies y las funciones desempeñadas.

En cuanto a su forma, tienen como característica una lápida de moler plana y relativamente delgada que no es apta para un uso continuo y prolongado como es el caso de las piedras de moler utilitarias. Generalmente son trípodes o tetrápodos y los soportes más comunes son tubulares o almenados y puede estar colocado paralelamente el eje transversal o al longitudinal, o combinando ambas posiciones. En la mayoría de las piedras de moler trípodes, el soporte proximal es un rectángulo alargado paralelo al eje transversal. Comúnmente presentan una efigie antropomorfa o zoomorfa proyectándose al frente de la parte proximal. Los temas zoomorfos generalmente representados son tortugas, batracios y mamíferos.

Por sus funciones, parecen haber estado relacionados con la preparación de alimentos o bebidas rituales; ya que en numerosas ocasiones se les encuentra como ofrenda de tumbas, puede suponerse también que sirvieron para preparar los alimentos que llevaría el difunto a la otra vida.

Woodbury, refiriéndose a las tumbas de Zaculeu (Woodbury y Trik l953) de la fase Quankyak, donde aparecieron entre las ofrendas funerarias varias piedras de moler tipo efigie, informa que en tres ocasiones se trató de personajes femeninos de alto rango y en el caso de personajes masculinos, éstos estuvieron acompañados por una o dos mujeres. Woodbury sugiere que este tipo de ofrenda se colocó con mayor frecuencia en las tumbas de personajes femeninos.

Kidder, Jennings y Shook (1946) encontraron en Kaminaljuyu que las tumbas de la fase Esperanza localizada en la zona ceremonial de los Grupos A y B seguían un patrón similar al de Zaculeu en lo referente a los acompañantes femeninos – generalmente en número de dos – cuando el personaje principal enterrado fue de sexo masculino.

En Izapa, por la acidez de la tierra, no se han conservado los restos óseos, siendo imposible determinar el sexo de los personajes enterrados en las tumbas asociadas a piedras de moler tipo efigie. Guajilar y Copan son los otros dos sitios donde han sido encontrados en contexto piedras de moler tipo efigie, tratándose en ambos casos de depósitos en escondites.

John Clark (comunicación personal) ha sugerido que un probable uso de estas piedras de moler fue para moler cacao o un producto muy fino, ya que las superficies de moler están poco gastadas y a veces solamente en un espacio reducido. Durante la época prehispánica, el cacao fue producto suntuario y ritual por excelencia, estando su consumo íntimamente ligado a actividades rituales y fiestas comunales. No es extraño pues, que el objeto destinado a moler el cacao tuviera alguna función ceremonial, especialmente si se considera que el acceso y consumo del cacao estaba restringido casi exclusivamente a las clases gobernantes o a momentos de fiestas y ceremonias.

Por lo demás, es interesante que predominen las piedras de moler tipo efigie en la región del Soconusco, que a su vez era la principal zona productora de cacao durante la época prehispánica.

En Guajilar se encontraron dos piedras de moler completas y siete fragmentos durante las excavaciones de la segunda temporada de campo (1978). Los dos piedras de moler completas fueron encontradas por John Clark durante las excavaciones del Proyecto Guajilar en un depósito de objetos suntuarios, con características ceremoniales, bajo el piso de una casa de la élite (Estructura 59, Ex 44) de poco más de 10 m de largo por 5.20 m de ancho con cimientos de piedra cortada, de 1 m de altura aproximadamente y un grosor de 0.80 m, la cual fue construida con paredes de «corazón de piedra» y un recubrimiento de aplanado de barro (Clark 1978: notas de campo Proyecto Guajilar).

En esta vivienda se encontraron varios elementos: uno de ellos, el escondite – probablemente ritual – donde se encontraron las dos piedras de moler acompañadas de trece brazos y manos de moler, una hachita de piedra metamórfica, una vasija con lascas y un núcleo de obsidiana y una vasija con efigie antropomorfa. Por la cerámica asociada con los artefactos líticos puede fecharse este escondite para la fase Mix correspondiente al Clásico Tardío (entre 700 y 900 DC).

Esta casa se quemó y derrumbó, y aparentemente sus ruinas fueron usadas como depósito de basura y posteriormente reedificada durante el Clásico Terminal, momento en el que colocaron una ofrenda dedicatoria consistente en dos vasijas de engobe rojo, conteniendo un pectoral de piedra y colocadas sobre una vasija Pabellón Modelado-Tallado. A esta segunda etapa de ocupación corresponde el entierro de un individuo adulto, acompañado de unas cuantas vasijas, colocado bajo el piso de la casa.

En base a la información proporcionada por las excavaciones de esta vivienda, podemos suponer que las piedras de moler tipo efigie depositadas en el escondite, corresponden a una época del Clásico Tardío ligeramente anterior a la reconstrucción y dedicación de la casa. La fecha estimada para el depósito y las piedras de moler tipo efigie es durante el Siglo 9 DC.

Guajilar

En el Escondite 59 -Excavación 44, como se ha mencionado anteriormente, se encontraron dos piedras de moler tipo efigie junto con los trece brazos y manos de moler y las otras ofrendas mencionadas (Clark 1978); la primera es una piedra de moler de efigie antropomorfa que representa a un individuo masculino de cara ancha y nariz corta con pómulos salientes y boca entreabierta. Los detalles de las facciones fueron acentuados aplicando pigmento rojo (posiblemente hematita) a las acanaladuras de los rasgos de la cara. Esta piedra de moler fue elaborada en andesita gris, tratándose de un tetrápodo de soportes tubulares cuyas dimensiones son 35.8 cm de largo por 20.1 cm de ancho y 3.3 cm de grosor con la superficie de moler. Tanto por su estilo como por su materia prima, parece que esta piedra de moler fue importada desde el Soconusco.

La segunda es una piedra de moler trípode con la efigie mutilada, la cual fue depositada juntamente con la piedra de moler descrita anteriormente, las trece manos y demás objetos colocados en el Escondite Fea 59, Ex-44. Se trata de una piedra de moler trípode de soportes almenados, que originalmente contó con una efigie que fue mutilada.

La importancia ritual de esta piedra de moler se ve en el hecho de que posteriormente a la mutilación de la efigie se colocó pigmento rojo (hematita) en la fractura, lo mismo que en los soportes, y fue utilizado de esta manera algún tiempo antes de depositarlo en la ofrenda. Mide: 34.5 cm de largo por 23.6 cm de ancho, la lápida de moler tiene un grueso de 3.3 cm. Los soportes fueron colocados paralelamente al eje transversal, siendo el soporte proximal en forma de «T» alargada. Los soportes distales son también en forma de almena escalonada, pero por su lado exterior es recto y en el interior están unidos entre si por el escalón del arranque. Esta piedra de moler fue elaborada en una piedra arenisca fina y probablemente llegó a Guajilar como un objeto de importación desde algún lugar de los Altos de Guatemala.

Los otros fragmentos de piedra de moler de efigie encontrados en Guajilar aparecieron en el conjunto compuesto por el grupo de estructuras que bordean la plaza hundida y la cancha para el juego de pelota; en la parte cívico-ceremonial del sitio correspondiente al Clásico Tardío. Estos, a pesar de ser fragmentos, pueden identificarse como parte de siete distintas piedras de moler, seis de estas son de andesita y probablemente fueron importadas de Izapa o sus alrededores. El otro fragmento corresponde a una esquina de una piedra de moler de piedra verde arenisca, que es un tanto diferente a los demás.

Su particularidad está en que es de cuerpo restringido, en su parte central presenta una acanaladura que probablemente bordeó la piedra de moler, detrás de las acanaladuras se encuentra la fractura donde estuvo el soporte proximal. La posibilidad de que este fragmento corresponda a una piedra de moler con efigie lo sugiere un cambio de ángulo en el borde antes de la fractura y si no tuvo efigie, al menos tuvo algún tipo de agarradera o decoración proximal. Si este es el caso, esta piedra de moler sería similar a un ejemplar reportado por Lothrop (1936) proveniente del centro de Quiché, Guatemala, el cual fue obtenido de manos particulares por lo que es difícil fecharlo, nada más podemos especular que debido a la fuerte ocupación Clásica que tuvo la región de Zacualpa de donde probablemente viene y su propuesta similitud con el fragmento de Guajilar encontrado en un contexto del Clásico Tardío, esta sea la fecha de la piedra de moler. En cuanto a la función que esta piedra de moler tuvo, podemos suponer que sirvió para moler algo fino y no de manera muy constante, ya que el grosor de su lápida de moler es bastante delgado.

Si bien no hay evidencia de que en Guajilar se elaboró este tipo de piedra de moler y más aun, casi no se produjo escultura, si se puede afirmar que Guajilar participó el uso ritual de los mismos. De esta manera Guajilar está asociado a otros sitios de la costa del Pacífico y las Tierras Altas Mayas que participaron de esta tradición escultórica y ritual.

En términos generales, se ha propuesto el origen importado de las piedras de moler ceremoniales de Guajilar, ya que su materia prima es una clase piedra foránea a la zona del sitio, especialmente en lo que se refiere a la andesita. La razón para proponer al Soconusco como el centro productor de estas piedras de moler, se debe a que la andesita es abundante en la región.

Tal vez el argumento más importante, es que en Izapa existió durante el Clásico Tardío una fuerte tradición escultórica relacionada con las piedras de moler tipo efigie, y fue bastante común su empleo en los rituales funerarios de las élites, como lo evidencia las tumbas del Grupo F del Clásico Tardío.

A corta distancia de Izapa se encuentra el sitio de El Hato, junto al litoral en el Municipio de Suchiate, Chiapas. Se han encontrado varios ejemplares en el mismo estilo, actualmente localizados en el Museo Regional de El Soconusco.

Para tener una idea más clara de la cronología y función de las piedras de moler tipo efigie, es necesario comparar los sitios entre si al igual que el estudio comparativo en otras regiones en los que aparecen piedras de moler similares o por lo menos relacionados.

Izapa

Izapa es probablemente el sitio en que han aparecido mayor número de estas piedras de moler, encontradas en un contexto arqueológico controlado. Todos las piedras de moler encontradas en Izapa fueron hechas de andesita, blanca o gris que es la piedra local de la zona; la representación de sus efigies es antropomorfa o zoomorfa, predominando la primera. Las representaciones zoomorfas son de rana o tortuga y de perro o coyote. La mayor parte de estas piedras de moler fueron encontradas en tumbas que datan del Clásico Tardío (fase Peistal – 700-900 DC), principalmente en el Grupo F.

Por su importancia comparativa veremos estas piedras de moler a continuación:

A) Piedra de Moler Trípode con Efigie Antropomorfa (MRE = 4394)
Esta piedra de moler fue encontrada en la Tumba 4 del Montículo 125 C. Se trata de una piedra de moler trípode con efigie antropomorfa de 42.7 cm de largo, por 24 cm de ancho, con una lápida de moler de 3.4 cm de grosor; sus lados son rectos con esquinas curveadas, con soportes tabulares en el caso de los distales, colocados ligeramente en diagonal con respecto al eje longitudinal de la piedra de moler. El soporte proximal es alargado, colocado paralelamente al eje transversal. La efigie y el soporte proximal presentan restos de hematita roja. En la tumba en que apareció se le encontró asociado a tres vasijas, al respaldo de arenisca de un espejo, algunas láminas hexagonales de hematita especular oxidadas y veinticinco fragmentos trapezoidales de obsidiana. Por las condiciones climáticas y la acidez de la tierra de Izapa, el cuerpo estaba totalmente deshecho, sin embargo, había en el piso de la tumba algunos restos de carbón, que fechados por Carbono 14 dieron una fecha ya calibrada de 790 DC.

En la Tumba 2 del mismo montículo se encontró otra piedra de moler de efigie; esta vez, una piedra de moler tetrápode de soportes tubulares y efigie zoomorfa que representa una rana o tortuga. Sus dimensiones son de 36.4 cm de largo por 26.1 cm de ancho, con una lápida de moler de 2.6 cm de grueso. Sus lados son ligeramente curveados y probablemente esto se debe a que en realidad se representó a una tortuga y la lápida de moler simula el caparazón. Al igual que en la tumba 4, el cuerpo estaba totalmente deshecho por las condiciones de la tierra de Izapa. Juntamente con la piedra de moler se encontró un brazo de corte transversal circular con un diámetro de 5.5 cm y un largo de 29.5 cm; además se localizaron otras ofrendas consistentes en vasijas correspondientes a la fase Peistal (700-900 DC) de Izapa, lo que hace a esta tumba aproximadamente contemporánea de la tumba 4.

Del Montículo 130, en la esquina sureste, junto a la plaza, proviene otro fragmento de una piedra de moler probablemente trípode, con efigie antropomorfa y soporte alargado transversal, el que presenta algunos restos de hematita roja (EX 4233).

También provienen de Izapa dos fragmentos encontrados como material de superficie, uno es una efigie zoomorfa que representa un perro o un coyote y que fue encontrado junto a material de derrumbe en el Grupo F.

El otro es tres cuartos de piedra de moler antropomorfa con grandes soportes, que fue encontrado junto a material de derrumbe en el Grupo F y el otro es tres cuartos de una piedra de moler antropomorfa con grandes soportes, que fue entregada al arqueólogo Thomas Lee por los habitantes de Izapa durante las excavaciones del Proyecto Izapa de la Fundación Arqueológica del Nuevo Mundo (EX 4393).

Por el contexto arqueológico en que han aparecido las piedras de moler tipo efigie de Izapa pueden fecharse en la fase Peistal, del Clásico Tardío y proponiendo tentativamente los Siglos 8 y 9 como el período del auge de los mismos; estas fechas serían consistentes con la fecha del escondite de la Estructura 59 de Guajilar.

En el sitio de El Hato han sido encontrados hasta el momento cuatro piedras de moler tipo efigie. Ninguno de ellos fue recuperado en condiciones controladas, sin embargo, en la zona donde fueron obtenidos abundaron los restos de superficie de cerámica plomiza San Juan y Tohil.

En enero de 1990, el arqueólogo Michael Blake llevó a cabo un reconocimiento del sitio, comunicándome que en la superficie del mismo se encontraron numerosos fragmentos y piedras de moler utilitarias de andesita y granito, sugiriéndome la posibilidad de que se trataba de un centro productor de piedras de moler de andesita. Por otra parte, en opinión de Blake, El Hato parece haber sido uno de los principales centros productores de cerámica plomiza en la costa del Soconusco, correspondiendo aparentemente con el mismo momento de la elaboración de las piedras de moler tipo efigie.

En el Museo Regional de El Soconusco se encuentran cuatro piedras de moler tipo efigie provenientes de este sitio, tres son de andesita y uno de basalto; las piedras de moler de andesita muy probablemente son de elaboración local, ya que esta piedra es abundante en la región de la costa; el basalto por su parte, viene de mayor altura y probablemente fue importada, ya sea la materia prima o el piedra de moler en si que es de origen foráneo, probablemente de la zona vecina de Tajumulco.

Las piedras de moler de andesita son zoomorfas; una de éstas representa la imagen de un jaguar, con la efigie proyectándose al frente con las fauces entreabiertas, en las que se aprecian los colmillos. La superficie de moler es plana sobre una lápida relativamente delgada con cuatro soportes tubulares paralelos al eje longitudinal, en los cuales se grabaron en bajo relieve las patas del jaguar. La primera impresión que arroja esta piedra de moler es la influencia centroamericana. Sin llegar a tallar totalmente los soportes para representar las patas del jaguar, al grabar en bajo relieve los soportes lograron proporcionar a primera vista una impresión similar.

Otra de las piedras de moler localizadas en el museo de Tapachula corresponde a una representación de un mono con nariguera en forma de dos cuentas. La nariguera y algunos rasgos de la boca recuerdan la representación de Ehecatl.

La otra piedra de moler albergada en el museo es un fragmento proximal de aproximadamente dos terceras partes de su tamaño original, probablemente tetrápode ya que al frente cuenta con dos soportes. Tiene una efigie antropomorfa de un personaje obeso con las mejillas abultadas y fue elaborado en basalto.

Por información personal del Sr. Antonio Arzárate, encargado de la Sección de Arqueología del Museo, me enteré de la existencia de varias otras piedras de moler de este tipo en propiedad de algunos habitantes de los ranchos de los alrededores de El Hato.

Siguiendo a lo largo del Soconusco y la Costa del Pacífico de Chiapas, hay algunas referencias de otros ejemplares pertenecientes a colecciones particulares; el arqueólogo Carlos Navarrete me comentó haber visto en el Soconusco en ejemplar con efigie zoomorfa de mono y el arqueólogo Pierre Agrinier me informó de otro ejemplar con efigie antropomorfa de la región de Tonalá, en agosto de 1989. Asimismo, Barbara Voorhies me informó de otro ejemplar de la barra de Chantuto, Chiapas.

Siguiendo la costa del Soconusco hacia el lado de Guatemala, existen dos ejemplares más, encontrados al construir la carretera que va de la frontera con México hacia la ciudad de Guatemala, a una distancia no mayor de 45 km del sitio de Izapa. Estos ejemplares se encuentran actualmente en la colección del Dr. Guillermo Mata Amado en la Ciudad de Guatemala. El primero de éstos fue encontrado en jurisdicción del pueblo de Santa Catarina, departamento de San Marcos, entre los ríos Cabús y Nicá, según me informó el Dr. Mata, quien lo adquirió de un ingeniero que estaba trabajando en la construcción de dicha carretera. La otra piedra de moler fue encontrada unos kilómetros más adelante, en jurisdicción del Municipio de Coatepeque, departamento de Quetzaltenango.

La piedra de moler encontrada en el Pueblo de Santa Catarina fue elaborada en andesita gris, mide 38.5 cm de largo por 23 cm de ancho y 8.5 cm de altura con una lápida de moler de 29 cm de grueso. Se trata de una piedra de moler trípode de efigie antropomorfa que es por demás interesante ya que la efigie es a su vez el soporte proximal, cosa poco común entre las piedras de moler de este tipo. Por el momento, el único otro ejemplar con estas características es un fragmento encontrado por Gareth Lowe en Paso de la Vega, Chiapas, en 1959.

Por otra parte, recuerda a las piedras de moler de Zaculeu, un poco más tardías, en que una efigie zoomorfa es a su vez el soporte proximal. Sin embargo, en este caso se trata invariablemente de un mamífero de hocico largo y la lápida de moler presenta un ángulo de desnivel siendo los soportes distales pequeños conos en vez de soportes tubulares como es el caso de la piedra de moler de Santa Catarina.

La piedra de moler de Coatepeque se asemeja más a los de Izapa y Guajilar en cuanto que la efigie sobresale de la lápida de moler como sucede con la mayoría de piedras de moler de este tipo.

Se trata de un fragmento – aproximadamente la mitad anterior – de una piedra de moler tetrápode con efigie antropomorfa, elaborada en andesita blanca; por el material en que fueron elaborados, puede suponerse que éstos fueron hechos en la región costera, donde la andesita es piedra local.

Las efigies de ambos son muy similares, tanto en estilo como en técnica de elaboración a las piedras de moler de Izapa y Guajilar y por su cercanía al sitio de Izapa no es aventurado considerarlas como parte de la tradición escultórica que se desarrolló localmente en el Soconusco durante el

Clásico Tardío.

El sitio en los Altos más cercano a Izapa de donde se ha reportado un ejemplar de piedra de moler de efigie es Tajumulco (Dutton y Hobbs 1943). En este caso, la piedra de moler fue tallada en basalto vesicular que es la piedra local de Tajumulco; se trata de un ejemplar trípode de efigie zoomorfa y soportes tubulares, de 40.3 cm de largo, 20.3 cm de ancho y 10.5 cm de alto. Es de basalto vesicular con efigie de tortuga muy similar a la piedra de moler encontrada en la Tumba 2 del Montículo 125 de Izapa. Al igual que en este último sitio y Guajilar, la efigie presenta restos de hematita roja que sirvió para acentuar los detalles de las facciones. Esta piedra de moler fue localizada en la superficie de la plaza y las autoras lo consideraron Postclásico, basándose en la gran cantidad de muestras de superficie de cerámica plomiza San Juan y Tohil recolectada en los alrededores y las referencias de Zaculeu y que era todo lo que existía por ese entonces.

Sin embargo, a la luz de los descubrimientos posteriores de Izapa y Guajilar donde han aparecido piedras de moler tipo efigie del mismo estilo en contexto del final del Clásico Tardío o Epiclásico, es preferible asignarle esta fecha (circa Siglo 9 o 10). Reenforza esta ubicación cronológica la relación que existe entre esta piedra de moler y las esculturas de brazos cruzados, brazos sobre el pecho o imágenes de sacrificados, que se encuentran en el sitio a las cuales Navarrete ha identificado como correspondiente al Epiclásico. Iconográfica y estilísticamente las representaciones de las efigies de las piedras de moler guardan mucha relación con este estilo escultórico. Además, en la plaza donde se encontró la piedra de moler se encontraron grandes cantidades de cerámica plomiza San Juan y Tohil, que en Izapa y Guajilar ha sido en encontrada en contexto del Clásico Terminal (Lee 1989). En Guatemala han aparecido juntamente con Naranja Fino y Pabellón Modelado-Tallado, también del Clásico Terminal.

Esta asociación de cerámica plomiza con tipos diagnósticos del Clásico Terminal también se reporta en la cuenca del río Chixoy (Ichon y Arnauld 1985).

En la cuenca superior del Grijalva se encuentra el sitio de Paso de la Vega en el Municipio de Venustiano Carranza, donde Gareth Lowe (1959) encontró un fragmento de piedra de moler de efigie como material de superficie en una plaza asociada con materiales del Clásico Tardío. Este fragmento consiste en una efigie antropomorfa de un personaje masculino con decoración facial incisa alrededor de los ojos y en las mejillas. Por el desgaste abajo del mentón, Lowe lo consideró como un soporte. Es probable que este sea un fragmento de una piedra de moler similar al de Santa Catarina, Guatemala.

Aparte de las piedras de moler tipo efigie ya citadas existe otro ejemplar más, proveniente de Zacualpa, Quiché, Guatemala, citado por Lothrop (1936), del que se desconoce la procedencia exacta y su contexto arqueológico, ya que fue obtenido de manos da particulares; este ejemplar se encuentra actualmente en el Museo Municipal de Chichicastenango, Guatemala (Luis Luján Muñoz, comunicación personal). Este artefacto es un tanto diferente de los anteriores, ya que es de cuerpo restringido, contando con un borde y una moldura en su parte distal que enmarca a una efigie humana grabada en alto relieve sobre la lápida. La efigie es similar a las descritas anteriormente para las piedras de moler de Izapa y Tajumulco, y los soportes, según se aprecia en la ilustración de Lothrop, son cilíndricos en lugar de tubulares.

Por último, queda en la región de los Altos el caso de las piedras de moler con efigie provenientes de Zaculeu, las cuales fueron encontradas por Woodbury y Trik (1953), en varias tumbas del Post Clásico Temprano (Fase Qankyak) y asociados con cerámica plomiza Tohil. Estos son en términos generales un tanto diferentes a los anteriores, representan probablemente la etapa final de la evolución de las piedras de moler tipo efigie en las Tierras Altas Mayas y la Costa del Pacífico.

La principal diferencia estriba en que la efigie, invariablemente zoomorfa representando a un mamífero de hocico largo, como venado, murciélago, zorra, comadreja, zarigüeya o pizote, es a su vez el soporte proximal, el cual es más elevado que los distales, dándole a la lápida de moler un ángulo de inclinación. En cuanto a su función, es evidente que formaban parte de las ofrendas funerarias en las tumbas de las élites. Woodbury y Trik encontraron durante las excavaciones en Zaculeu que tres de estas tumbas pertenecían a personajes femeninos, en las otras, pertenecientes a personajes masculinos se habían enterrado acompañantes femeninos con ellos, evidentemente para que les sirvieran en la otra vida, parte de lo cual sería moler su comida en las piedras de moler efigie depositadas en la tumba.

Parsons (1969) reporta varios ejemplares provenientes de la región de Bilbao en la boca costa, que actualmente se encuentran en colecciones privadas. Las piedras de moler tipo efigie es un estilo escultórico similar a los de Zaculeu, fueron elaboradas en basalto, piedra local en la zona del pie de monte en los alrededores de Bilbao y Santa Lucía Cotzumalguapa. Varias de éstas aparentemente representan murciélagos, ya que en su parte ventral tallaron el cuerpo del animal, con los brazos extendidos, aparentando el contorno de la piedra de moler las alas del murciélago.

Dos más de las piedras de moler reportadas parecen ser objeto de importación, foráneos a Cotzumalguapa. Uno, probablemente proviene de Honduras, ya que presenta el típico estilo de esa región, con una superficie de moler cóncava irrestricta con largos soportes decorados y una efigie de serpiente con ceja flamígera y la lengua proyectándose hacia el frente, enrollada en su parte superior. Esta piedra de moler sigue fielmente los cánones estilísticos del estilo hondureño, el que será discutido más adelante.

La otra piedra de moler probablemente provino de más al sur, de la baja Centro América; representa a un jaguar en un estilo que recuerda al de Nicoya, con los soportes totalmente esculpidos en forma de patas; de la misma forma, se esculpió la cola de la parte distal baja formando un arco hasta las patas.

Con Zaculeu y la Costa Occidental de Guatemala terminamos con el estilo occidental de las piedras de moler efigie; aparentemente abarcó un período de tiempo correspondiente a los últimos siglos del Clásico Tardío y los primeros del Postclásico Temprano, o sea la época del surgimiento y auge de la cerámica plomiza (San Juan y Tohil), período que algunos investigadores denominan el Epiclásico.

Al oriente de las regiones antes mencionadas existe otro ejemplar reportado por Longyear (1952) durante las excavaciones de Copan. Esta piedra de moler en estilo es muy similar al encontrado en Tajumulco por Dutton y Hobbs, con una efigie zoomorfa de tortuga o batracio, localizado en el interior del Montículo 36, correspondiente al Clásico Tardío. A diferencia de la mayoría de las piedras de moler tipo efigie, este tiene la superficie de moler bastante gastada. Probablemente por habérsele empleado en varias ceremonias o fiestas antes de depositarlo en la Estructura 36. Por la materia prima en que fue construido (basalto) y por su estilo, es probable que esta piedra de moler llegara como objeto de importación desde los Altos de Guatemala.

Otro estilo de piedra de moler de efigie se encuentra desde la costa del Pacífico oriental de El Salvador, siguiendo hasta el Golfo de Fonseca y desde allí a Comayagua y la Costa Atlántica de Honduras. Tiene como característica una superficie de moler cóncava y una efigie de serpiente con ceja flameante, cresta occipital, proyectando una larga lengua enroscada hacia adelante.

Toda esta región comprendió la frontera sur de Mesoamérica durante el Clásico Tardío y Postclásico Temprano y participó intensamente del culto de las piedras de moler tipo efigie, como resultado de las influencias de las piedras de moler ceremoniales de la baja Centro América. En Honduras parece juntarse una tradición centroamericana referente a las piedras de moler ceremoniales con efigies y esculturas labradas, y una tradición Mesoamericana representada en la constante iconográfica de las efigies caracterizadas por serpientes o caimanes con una enorme lengua enroscada hacia adelante.

Este estilo se caracteriza por sus cánones rígidos y una temática constante, con elementos iconográficos claramente discernibles. La única variación es la referente a la habilidad del escultor para reproducir los cánones.

En el oriente de El Salvador y en una amplia región de Honduras que comprende la Costa Atlántica, la región Paya, el valle de Comayagua, la planicie de Sula y la cuenca del Ulúa, han aparecido varias piedras de moler tipo efigie de serpiente con fuerte influencia de Nicoya. De la región de Cotzumalguapa en la costa de Guatemala provienen dos ejemplares registrados por Thompson (1943) y el catálogo de 1896 de la Exposición Internacional de Chicago (Parsons 1967). Estos probablemente llegaron a Cotzumalguapa como objetos importados.

La mayoría de los sitios en que han aparecido piedras de moler tipo efigie incluyen Quelepa, El Salvador; Comayagua, Sula y Ulúa, Honduras y Cotzumalguapa, Suchitepéquez, Guatemala. Estos últimos son probablemente objetos suntuarios de importación provenientes de Honduras. Esta posibilidad se sugiere dada su similitud casi de «fotocopia» entre las piedras de moler reportados por Thompson (1943) y Parsons (1967) en la Costa de Guatemala y los mejores ejemplares de Comayagua, Honduras.

Dentro de Mesoamérica se dio durante el horizonte Teotihuacano el uso de las piedras de moler tetrápodes o trípodes de superficie plana con apariencia de una mesita de piedra. Posteriormente continuaron durante el Clásico Tardío en Izapa. Se les encuentra en las tumbas de Kaminaljuyu durante la fase Esperanza; en San Lorenzo, El Salvador (Pacheco y Martínez Vargas 1980); en parte de las Tierras Bajas Mayas, incluyendo Calakmul, Comalcalco y Chichen Itza e Isla de Mujeres, siendo en su mayoría ejemplares de basalto. Evidentemente fueron objetos de importación provenientes de las Tierras Altas al sur donde existen depósitos de este material. El ejemplar de Chichen Itza, es un tetrápode con soportes labrado con diseños de grecas, hecho en basalto, probablemente importado de las Tierras Altas Mayas orientales o centrales.

En el otro extremo de Chiapas, en la cuenca media del río Grijalva, se encontraron en San Antonio (Agrinier 1969) piedras de moler con la loza de moler plana y horizontal, con pequeños soportes trípodes y tetrápodes, en varias tumbas del Clásico Tardío, probablemente del Siglo 9 DC, acompañadas de cerámica policroma de un estilo que recuerda al Copador. Más al oriente, en Ojo de Agua, se encontró otra piedra de moler similar en un contexto del Clásico.

Esta tradición cultural Mesoamericana, relacionada con el uso de piedras de moler especiales, de características suntuarias, las cuales en la mayoría de los casos se depositaron como ofrendas en las tumbas de las élites, se incorporó la influencia de Centro América, referente a las piedras de moler tipo efigie. Dentro de esta influencia se destacó principalmente la Península de la Nicoya, donde se encuentran los ejemplares que más se semejan a las piedras de moler de la frontera sur de Mesoamérica. En el caso de estas últimas, presentan elementos iconográficos y estilísticos de filiación Mesoamericana, probablemente resultado de las influencias de Mesoamérica en la baja Centro América.

Más al occidente, en los altos de Chiapas-Guatemala, la depresión del Grijalva y la Costa occidental del Pacífico, esta influencia desarrolló un estilo propio un tanto más variado en sus temas que el sentido convencionalizado de la frontera sur Mesoamericana. Este estilo occidental, presenta mayores afinidades con la escultura monumental de la región y otras esculturas portátiles, que las que guarda con Centro América. La influencia centroamericana parece haber sido más al nivel del concepto referente a la efigie que se proyecta delante de la piedra de moler, que a una influencia estilística real, ejecutándose esta idea en el estilo escultórico local.

Este proceso se dio – aparentemente – a partir del Siglo 8 DC y se continuó hasta los Siglos 10 y 11, cubriendo en parte lo que algunos autores denominan como período Epiclásico. Coincidentemente, las piedras de moler tipo efigie en el estilo occidental son contemporáneas y en buena medida coterráneas con la cerámica plomiza desde San Juan hasta Tohil; a su vez son contemporáneas de otro tipo de escultura mayor, cuyas efigies presentan rasgos similares a los de las piedras de moler, del estilo definido por Navarrete como de brazos cruzados o brazos sobre el pecho.

Conclusiones

Las piedras de moler tipo efigie forman un tipo especial de escultura portátil, asociado en el sur de Mesoamérica a un período cronológico y un espacio definido, que no pasó ni al norte ni al oeste del Istmo de Tehuantepec.

En las Tierras Altas Mayas y la costa del Pacífico surgió un estilo particular, resultante de la combinación de la forma de las piedras de moler suntuarias del Clásico Temprano, consistentes de una lápida de moler plana y delgada con soportes cónicos o tubulares, con efigies esculpidas al frente, probablemente por inspiración en los estilos centroamericanos.

Las piedras de moler tipo efigie más tempranas, pertenecientes al periodo Clásico Tardío se caracterizan por la variedad de efigies zoomorfas o antropomorfas, soportes tubulares o almenados y superficies de moler horizontales, mientras que la mayoría de las piedras de moler tipo efigie que corresponden al Postclásico Temprano se caracterizan por tener la superficie de moler en ángulo, con el soporte proximal más alto, siendo a la vez la efigie de un mamífero de hocico largo.

Este estilo se extendió por el occidente de la Costa de Guatemala hasta Chiapas y las Tierras Altas Mayas Occidentales. En esta red de contactos se evidencian una serie de interacciones y rasgos compartidos entre los pueblos Mixe-Zoque de la costa de Chiapas y los pueblos Mayas de los Altos Occidentales.

Cronológicamente, estas piedras de moler son contemporáneas al momento de la elaboración de la cerámica plomiza, siendo las de superficie horizontal contemporáneas del San Juan y las de superficies con ángulo de inclinación contemporáneas del Tohil. Las efigies representadas en las vasijas y en las piedras de moler guardan el mismo estilo, lo mismo que éstas en relación al estilo que se encuentra en la escultura monumental.

El complejo escultórico de brazos cruzados o brazos sobre el pecho definido por Navarrete, guarda mucha similitud en la representación de sus efigies con las de las piedras de moler antropomorfas.

El período cronológico de Epiclásico tiene validez para el área donde se elaboraron las piedras de moler tipo efigie, ya que no se dio el colapso al finalizar el período Clásico, como sucedió en las Tierras Bajas Mayas. Por el contrario, en las Tierras Altas y la Costa del Pacífico se dio un proceso transicional de cambio que eventualmente produjo el estilo Postclásico.

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