25. Al otro lado del río: investigaciones en las comunidades antiguas y actuales sobre la periferia de Piedras Negras

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Al otro lado del río: investigaciones en las comunidades antiguas y actuales sobre la periferia de Piedras Negras

Abstract

In recent years, under the Proyecto Arqueológico Busiljá-Chocoljá, archaeologists have conducted surveys in the vicinity of Piedras Negras, on the Mexican side of the Usumacinta River. This region was home to diverse communities from the Preclassic period to the twentieth century whose histories are vital to understanding the archaeology of the Western Maya Lowlands. More recently, this landscape has changed significantly since various episodes of the agrarian reform following the Mexican Revolution, as populations have relocated to ejido lands. In this paper, we will report on our recent work in the area, contributing to approaches to define archaeological communities as analytical units and to develop methodologies for fostering stronger relationships between archaeologists and modern stakeholder communities.

Introducción

Investigaciones arqueológicas en Mesoamérica han identificado la comunidad como un objeto importante de identificar para entender las conexiones entre áreas urbanas y rurales, las élites y no élites y el estado y las residencias (Connell 2000; Canuto 2002; Fox et al. 1996; Yaeger 2000a). Yaeger y Canuto (2000) definen la comunidad como una entidad creada por espacio, gente, sus interacciones, y su contexto histórico. El tipo de comunidad en la que los arqueólogos tienden a enfocarse es la comunidad basada en la proximidad espacial. A veces se han definido esas comunidades en términos del sitio arqueológico, el barrio, o en el área Maya, el grupo patio (Arnauld 2012). En esas situaciones, es necesario definir la comunidad como un sistema más o menos encerrado donde la gente tenía relaciones cara a cara frecuentemente. Isbell (2000) denomina este tipo de grupo una “comunidad natural”. Pero también las ciencias sociales han identificado “comunidades imaginadas” que son grupos sociales construidos con gente que quizás no se conocen entre sí (Anderson 1991). Este tipo de comunidad es importante para el arqueólogo para identificar los materiales y las prácticas que individuos y grupos adoptan para establecer las similitudes y las diferencias entre las comunidades y a través de un paisaje diverso. Un concepto importante es que individuos pueden ser parte de comunidades diferentes, cada uno de varias escalas. Por ejemplo, un individuo puede ser parte de una comunidad basada en el parentesco, proximidad espacial, clase económica, o por razones políticas (Marken y Fitzsimmons 2015). Claro que a veces estas comunidades pueden superponerse hasta cierto grado. Cada comunidad es útil para crear una identidad, y algunas comunidades requieren más esfuerzo para mantenerla.

Algunos arqueólogos piensan que es posible conciliar los conceptos de la comunidad natural y la comunidad imaginaria, y algunos no (Isbell 2000; Pauketat 2000; Yaeger 2000b). La solución es no definir la comunidad como algo estático sino como algo que se está formando continuamente y cambiando. Aunque este reconocimiento complica el análisis arqueológico de las comunidades, este hecho destaca la necesidad de identificar los lugares donde las comunidades se forman (Canuto 2002).

Por un lado, existen los lugares donde las comunidades se forman por práctica diaria. Un ejemplo obvio es la residencia, donde las actividades repetitivas de la gente mantienen y transforman el orden social (Bourdieu 1977; Giddens 1984). Pero, también es importante entender que en su mayoría, la práctica diaria ocurre afuera del hogar, por ejemplo en los campos agrícolas (Davenport y Golden 2016). Etnohistorias y etnografías del área Maya sugieren que los ambientes construidos y naturales eran igualmente importantes para el concepto émico de la comunidad (Marcus 2000; Miles 1957:771).

Por otro lado, son las actividades menos frecuentes las que animan a la gente a reunirse para tener interacciones cara a cara y de este modo poder consolidar las relaciones que forman varias comunidades imaginarias. Estas actividades incluyen ejemplos como los festines, las construcciones de monumentos, y las representaciones en los centros cívicos (Inomata 2006). La evidencia de esos eventos se encuentra en los sitios del Alto Usumacinta como Yaxchilán y Bonampak que tenían plazas amplias para reuniones públicas, posiblemente usadas para atraer gente de la región (Golden y Scherer 2013). Estos ejemplos tienen los efectos de no solamente formar esas comunidades, sino también de distinguir entre comunidades diferentes e individuos de poder diverso.

Arqueólogos trabajando en las Tierras Bajas Occidentales han examinado la importancia de las interacciones cara a cara para el mantenimiento de los reinos. Houston, Escobedo y colegas han entendido la historia y los cambios de asentamiento en Piedras Negras en relación con el concepto de la comunidad moral (Houston et al. 2003). En este sistema, los gobernantes ganan la fe de sus súbditos por la creencia en un orden ético. Por lo tanto, la representación o el desempeño del gobernante en los rituales es importante para reforzar una visión colectiva del mundo. En el reino de Piedras Negras, quizás la concentración de poblaciones en el núcleo de la ciudad durante el periodo Clásico Temprano y la dispersión subsiguiente en el periodo Clásico Tardío puede ser explicada por los respectivos éxitos y fracasos en el ejercicio de la autoridad moral de los señoríos. Golden y Scherer (2013) han ampliado en esta premisa con su discusión del papel de la confianza civil en los reinos mayas. En su análisis, las actividades del monarca, y los procesos comunales de construcción, guerra, y celebración contribuyeron al mantenimiento de confianza en la sociedad y el sistema político. Mientras la atención se desplazó lejos del rey hasta otros individuos más allá de la corte real, el sistema de confianza comenzó a descomponerse. En sus estudios, los cambios en las comunidades durante el periodo Clásico Tardío son cruciales para reconstruir las historias de las Tierras Bajas Occidentales.

Los Trabajos de Campo del PABC

En el Proyecto Arqueológico Busiljá-Chocoljá (PABC), se ha tenido la oportunidad de examinar una variedad de sitios en el lado Mexicano del Río Usumacinta (Fig.1). La mayoría del trabajo de los últimos años se ha centrado en una zona de asentamiento entre el Usumacinta y el Río Busiljá, entre el reino de Piedras Negras y el sitio subsidiario La Mar. El levantamiento y las excavaciones de las comunidades arqueológicas en esta zona requieren una cooperación estrecha con las comunidades actuales. Los terrenos en esta área están divididos entre diversas comunidades que incluyen colonias y ejidos (Fig.2). Las colonias consisten en ranchos que han sido la propiedad de individuos desde la década de 1950 y los ejidos son áreas de tierras comunales reconocidas oficialmente en la década de 1970 por la Reforma Agraria (Aguirre Beltran 1967; Cabrera 2002; Gossen 1998; Harvey 1998). La forma de propiedad, si es privada o comunal, claramente afecta la forma de hacer Arqueología en las comunidades. En las colonias, hay que pedir permiso al dueño de un rancho para hacer levantamiento o excavación, mientras en los ejidos hay que pedir permiso al comisariado, los ejidatarios, y además el ejidatario que gestiona una parcela particular. Esta situación complica un reconocimiento completo de la región, entonces normalmente se empieza con los sitios mayores y los ejidatarios con más interés, expandiendo gradualmente en terrenos adyacentes con el permiso de otros dueños.

Un ejemplo es el ejido llamado La Selva, que se ubica al lado de la colonia Nueva Esperanza Progresista. Adentro de Nueva Esperanza está localizado el sitio Budsilha, documentado por Teoberto Maler a finales del Siglo XIX (Maler 1903). Para entender el patrón de asentamiento alrededor de Budsilha, hay que trabajar juntos con las comunidades de Nueva Esperanza, una colonia, y La Selva, un ejido. Un sitio que posiblemente mantenía una posición similar a Budsilha en el paisaje político de Piedras Negras es La Selva, que está ubicado adentro del ejido a solo 3 km de Budsilha (Schroder 2014; Schroder et al. 2015a). El epicentro de La Selva es relativamente pequeño, de hecho tiene la forma de un grupo patio monumental, el cual es un patrón de asentamiento común en la región del Usumacinta (Fig.3). La estructura principal de La Selva, desafortunadamente, está muy arruinada, por un evento inmenso de saqueo que ocurrió hace 20 años. Sin embargo, es evidente que la estructura estaba bien construida con piedras labradas y probablemente un techo abovedado por la altura de las paredes y la cantidad de piedra.

El pozo de saqueo mide casi 3 m de profundidad que revela tres episodios de construcción. La forma de relleno es similar al estilo de Piedras Negras durante el periodo Clásico Tardío, que consiste en bloques de piedras midiendo hasta 30 cm de largo y pisos de estuco y grava bien anchos hasta de 20 cm.

En el nivel más profundo del pozo de saqueo había una laja trabajada de 80 cm de largo que obviamente antes cubrió un entierro. Los saqueadores, que todavía viven en el área, recordaron que encontraron tres entierros. Para buscar restos humanos en su contexto original, se decidió abrir unos pozos de sondeo debajo del saqueo. La mayoría de los restos humanos ya habían sido destruidos, pero se encontraron tres cistas intactas, uno que tenía restos de un pie, tobillo y peroné.

Acompañando los entierros, pero en un contexto perturbado, había varios ejemplos de tiestos policromos del periodo Clásico Tardío. Estos tiestos corresponden con los tipos conocidos de las fases Balche (entre 560 y 620 DC) y Yaxche (entre 620 y 750 DC) en Piedras Negras, muy parecidos a los tipos de Mataculebra y Santa Rosa (Holley 1983; Muñoz 2006).

Esta evidencia sugiere que en La Selva se tienen ejemplos de no solo una comunidad natural, sino también una comunidad imaginada. El asentamiento concentrado del sitio en un grupo patio grande sin estructuras inmediatamente adyacentes confirma que el sitio arqueológico La Selva era una comunidad pequeña que también incorporó los planos en los alrededores como campos agrícolas (Taschek y Ball 2003). También, en la estructura principal, hay evidencia de construcciones monumentales que probablemente involucró la participación de una población más grande. Además, el acompañamiento de tipos de cerámica conocidos de Piedras Negras con los entierros y su orientación fue un intento de mantener una comunidad imaginada, quizás una relación política entre las élites de La Selva y los nobles de Piedras Negras.

Los terrenos entre La Selva y Budsilha revelan un patrón de asentamiento similar, parcialmente influido por la geografía de cerros bajos separados por tierras planas que pueden formar pantanos durante la temporada de lluvia. Un sitio aún más pequeño que La Selva, llamado Rancho Nuevo consiste en una estructura principal originalmente abovedada con estructuras auxiliares (Fig.4). Dos de estas estructuras están paralelas, formando quizás un juego de pelota pequeño, midiendo un máximo de 20 m de largo con un callejón menos de 4 m de ancho. Otros sitios en la región de Piedras Negras tienen juegos de pelota, incluyendo Esmeralda y La Mar, cuyo juego de pelota tiene un tamaño similar al de Rancho Nuevo (Scherer y Golden 2012). La ubicación de un juego de pelota, si realmente es uno, en Rancho Nuevo, relativamente lejos de otros asentamientos, sugiere que formó parte de una comunidad imaginada en la zona alrededor de Budsilha, quizás una alternativa a las comunidades que se centraron en La Mar y Piedras Negras. Una observación interesante es que en la zona alrededor de Yaxchilán no había tales alternativas; no hay juegos de pelota en los sitios subsidiarios, aunque hay otros estilos arquitectónicos compartidos (Golden et al. 2008).

Para formar comunidades imaginadas entre las comunidades más pequeñas, era necesario tener una ruta definida para mantener integración. Con poca evidencia de los sacbeob en la zona, es probable que los mayas del periodo Clásico usaran una combinación de transporte por los ríos y por los caminos al lado donde los rápidos impidieron las canoas. En otras ponencias, se ha discutido la posibilidad que algunos sitios al lado del Usumacinta tenían una función de ser lugares de porteo para cambiar entre navegación en canoa y a pie o para cruzar el río en lugares de agua más calma (Golden et al. 2015). En estos lugares importantes, formaron comunidades pequeñas que ejercieron el poder de controlar tráfico. Estas comunidades incluyen El Porvenir, Ijik Xajlel, Arroyo Jerusalen, El Cayo, El Chile, y Chicozapote (Fig.5).

Los sitios Ijik Xajlel y Arroyo Jerusalen, en el ejido del mismo nombre, están separados por 1 km, pero es probable que fueran parte de la misma comunidad (Fig.6). Aunque estos sitios son pequeños, se tiene la hipótesis de que formaban un papel importante en el paisaje político de la región por su ubicación. En el otro lado del Usumacinta de Ijik Xajlel queda un cañón que sirvió de la ruta principal hasta Piedras Negras. Estos sitios están ubicados en lugares con playas amplias donde un cruce del río en canoa es más posible que justo en frente de Piedras Negras. Al lado de la playa de El Porvenir Ronald Canter y Dave Pentecost (2008) han documentado piedras usadas para amarrar canoas. Es probable que El Porvenir sirviera como un punto de atraque para salir de Piedras Negras hacia el norte y sitios como El Cayo y Arroyo Jerusalen sirvieran para llegar desde el sur (Kingsley et al. 2012).

Parece que también había otra comunidad que controlaba el tráfico en la ruta al lado del río Busilja, donde se encuentra el mismo problema de cataratas y hubiera sido necesario buscar lugares de porteo o tomar toda la ruta caminando. Al lado del río Busilja, arriba de las cascadas, queda el sitio de Santa Marta, en una posición de control (Schroder 2015). El sitio tiene ejemplos de arquitectura monumental, una estructura de rango que puede ser los restos de una residencia élite, y varios patios y grupos residenciales en los alrededores. Queda bastante trabajo en esta área, pero parece en la superficie que Santa Marta, como Arroyo Jerusalén y otros sitios, fue un lugar administrativo importante para controlar una ruta alternativa al Usumacinta.

Un patrón de asentamiento en cerros en el Alto Usumacinta sugiere que las cuencas visuales eran útiles para definir la extensión de influencia más allá de la comunidad natural. Golden y Davenport (2013) sugieren que para los señoríos de Yaxchilán, sus territorios fueron definidos por las tierras bajo sus vistas. En esta situación, donde interacciones cara a cara no era posible, era necesario por lo menos ver las comunidades subsidiarias simbólicamente. En su estudio, varios sitios subordinados en la región de Yaxchilán eran visibles desde la acrópolis.

Es necesario observar, que tener una vista de otras comunidades puede no solamente unirlas sino también dividirlas, separando los de arriba de los de abajo. Un ejemplo posiblemente es un sitio que lleva el nombre siniestro de El Infiernito que tiene una vista impresionante sobre un cerro de 100 m de altura, arriba del valle donde quedan los sitios de La Mar, Budsilha, La Selva, y Santa Marta. El Infiernito está ubicado en una zona de topografía compleja al otro lado del Usumacinta aproximadamente 8 km al suroeste de Piedras Negras (Schroder et al. 2015b).

El Infiernito se compone de dos zonas distintas, una encima de un cerro con forma de media luna y otra abajo del cerro rodeado por el mismo (Fig.7). La ubicación del sitio es claramente defensivo con una vista al oeste de una gran parte del valle y cada sitio mayor que se ha documentado. La mayoría del cerro termina en acantilados inaccesibles. En adición, hay evidencia de muros defensivos en los únicos lugares de acceso a los dos grupos principales. El primero se ubica al lado suroeste en la parte abierta de la media luna. Este muro es realmente enorme, midiendo 20 m de largo y hasta 4 m de altura. No solo podía bloquear el acceso al sitio desde el suroeste sino también podía proteger a un ojo de agua permanente que se encuentra en el monte 200 m al noreste. De hecho, también es posible que otra función del muro fuera el manejo del agua cuando el nivel freático era más alto.

Otro muro se encuentra encima del cerro en una de las rutas que atraviesa los acantilados. Realmente, no es posible llegar al grupo principal encima del cerro sin pasar este muro. Es probable que haya sido modificado recientemente, pero se supone que la base de un muro precolombino permanece intacta.

El grupo bajo consiste en una estructura monumental de 50 m de largo y 8 m de altura que es una modificación de la base del cerro, dos montículos, y varias terrazas, posiblemente agrícolas. La parte alta del sitio consiste en cuatro grupos mapeados y por lo menos tres más que no han sido mapeados. Cada grupo tiene por lo menos una plataforma que mide más de 5 m de altura. Estos grupos presentan una gran cantidad de nivelación y relleno para modificar la forma del cerro.

Entonces, una combinación de la geografía natural con el ambiente construido revela que la gente de El Infiernito tenía la meta de crear un espacio delimitado e inaccesible. La ubicación de la mayoría de las residencias encima del cerro con cada entrada bloqueada con un muro de piedra, y además con una fuente de agua protegida sugiere que la comunidad se restringía a sus miembros. La pregunta es si la comunidad era más o menos autosuficiente o si era un enclave defensivo que dependió en apoyo político de otras comunidades. Es importante notar que los muros en El Infiernito parecen estar orientados para proteger a la comunidad y no un paisaje más amplio como en el territorio de Yaxchilán, entre Tecolote y La Pasadita (Scherer y Golden 2009).

Una de las preguntas de esta temporada era determinar la relación entre los grupos altos y los grupos bajos de El Infiernito. Durante las excavaciones de este año, se encontraron tiestos de los periodos Preclásico Tardío y Clásico Tardío en el grupo alto, un patrón documentado en la zona (Golden y Scherer 2013; Liendo Stuardo 2003). Pero en el grupo bajo, solo se encontraron tiestos preclásicos. Con esta evidencia parece que El Infiernito era un centro importante durante el periodo Preclásico Tardío que fue abandonado quizás a principios del periodo Clásico, cuando poblaciones se mudaron a los reinos principales. Luego, en el periodo Clásico Tardío, gente regresó a ocupar la zona, pero por alguna razón, no reocuparon el grupo bajo, solo los grupos altos. Esta decisión parece un poco rara por la proximidad del ojo de agua al grupo bajo en comparación con la dificultad de bajar y subir el cerro para recoger agua. Entonces, realmente se tienen dos comunidades separadas por tiempo además de geografía.

Se sugiere que una posibilidad es que durante el periodo Clásico Tardío la gente reocupó la posición defensiva de El Infiernito como un refugio para evitar la crisis durante los Siglos VIII y IX (Demarest 2013). Durante este periodo, las fronteras de los reinos de las Tierras Bajas Occidentales fueron bastante fluidas, con el avance de Palenque, Tonina, Sak Tz’i’, Piedras Negras, Yaxchilán, y sus sitios subsidiarios (Aliphat Fernández 1994; Anaya Hernández 2001; Nelson 2005). Considerado como uno de los aliados más fuertes de Piedras Negras durante el periodo Clásico Tardío, La Mar, probablemente fue controlado por un tiempo por Palenque. Anaya Hernández ha reconstruido las fronteras hipotéticas de los reinos del Usumacinta usando una combinación de epigrafía y un sistema de información geográfica.

Según esos modelos, El Infiernito se ubicaba más o menos en la periferia del reino de Piedras Negras durante las primeras décadas del Siglo VIII.

Una pregunta que requiere más investigación es entender cuáles cambios se llevaron a cabo en la transición desde el Clásico Tardío hasta el Clásico Terminal. Para examinar esos procesos los métodos consistirán en excavaciones horizontales de plataformas habitacionales para comparar la última fase de ocupación de El Infiernito con los anteriores, y también comparar esos materiales con contextos similares de los sitios más bajos como Budsilha, La Selva, y Santa Marta. Se iniciaron esas excavaciones esta temporada, cuyos resultados serán reportados en informes y ponencias futuros.

Conclusión

En el Alto Usumacinta, específicamente en los alrededores de Piedras Negras hay evidencia de estrategias diversas para crear y mantener comunidades desde el periodo Preclásico hasta el Clásico. Es probable que la forma de comunidad más importante a los individuos en su práctica diaria fuera la comunidad natural que se puede identificar arqueológicamente con un análisis de patrón de asentamiento. Pero también el concepto de la comunidad imaginada, las relaciones entre las comunidades, los campos agrícolas, y el estado es útil para entender, y donde estos niveles de comunidades de diferentes escalas se superponen es crucial para unir las metodologías de arriba abajo y de abajo hacia arriba.

También moviéndose hacia el futuro es importante que los arqueólogos se junten para expresar su oposición al proyecto propuesto de la presa hidroeléctrica en la Boca del Cerro al sur de Tenosique, y las propuestas adicionales de presas en El Porvenir, El Cayo, y Yaxchilán. Estas presas, si se realizan, desplazarían varias comunidades, miles de personas, amenazarían el ambiente y partes de varios sitios arqueológicos mencionados en esta ponencia (Golden 2005; Wilkerson 1991). Aunque estos proyectos han sido abandonados en el pasado, parece que hay planes de continuar con el plan de construir la presa en Tenosique en 2017. Es útil que las comunidades de arqueólogos y científicos ambientales tengan más influencia en estas decisiones que van a afectar varias comunidades arqueológicas y actuales en el Alto Usumacinta.

Agradecimientos

El Proyecto Arqueológico Busiljá-Chocoljá ha sido financiado por la National Science Foundation, Rust Foundation, Kolb Foundation, Universidad Brandeis, Universidad Brown, Universidad de Pensilvania, Penn Museum, y Sigma Xi. El proyecto no sería posible sin el apoyo del Consejo de Arqueología del Instituto Nacional de Antropología e Historia, México y las comunidades de Nueva Esperanza Progresista, La Selva, y Arroyo Jerusalén.

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Fig. 1: Mapa regional del Alto Usumacinta con sitios arqueológicos mencionados en el texto (mapa por W. Schroder, adaptado de Golden y Scherer 2013).

Fig. 2: Mapa de la región de estudio con sitios arqueológicos, ejidos actuales, y colonias actuales marcados (mapa por W. Schroder, imagen satélite de Google Earth).

Fig. 3: Mapa del epicentro del sitio arqueológico La Selva, Chiapas (mapa por W. Schroder).

Fig. 4: Mapa preliminar del epicentro del sitio arqueológico Rancho Nuevo, Chiapas (mapa por W. Schroder).

Fig. 5: Mapa de sitios arqueológicos al lado del Rio Usumacinta entre Piedras Negras y Yaxchilan (mapa por W. Schroder, adaptado de Golden y Scherer 2013).

Fig. 6: Croquis preliminares de los sitios arqueológicos Arroyo Jerusalen e Ijik Xajlel, Chiapas con imagen satélite (por W. Schroder, imagen satélite de Google Earth).

Fig. 7: Mapa preliminar del sitio arqueológico El Infiernito, Chiapas mostrando los grupos arquitectónicos altos (derecha) y bajos (izquierda) (mapa por W. Schroder, Y. Cabrera Tamayo, y C. Medina Pimentel).