080 Perspectiva osteológica y funeraria de los habitantes de Cancuen. Claudia María Quintanilla González – Simposio 28, 2014

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080 Perspectiva osteológica y funeraria de los habitantes de Cancuen.

Claudia María Quintanilla González

 

XXVIII Simposio de Investigaciones
Arqueológicas en Guatemala

Museo Nacional de Arqueología y Etnología
14 al 18 de julio de 2014

Editores
Bárbara Arroyo
Luis Méndez Salinas
Lorena Paiz

 

Referencia:

Quintanilla González, Claudia María
2015 Perspectiva osteológica y funeraria de los habitantes de Cancuen. En XXVIII Simposio de Investigaciones Arqueológicas en Guatemala, 2014 (editado por B. Arroyo, L. Méndez Salinas y L. Paiz), pp. 985-998. Museo Nacional de Arqueología y Etnología, Guatemala.

 

Perspectiva osteológica y funeraria de los habitantes de Cancuen
Claudia María Quintanilla González
Palabras clave
Suroeste de Petén, Cancuen, Prácticas Funerarias, Clásico Tardío/Terminal.

Abstract
Approaches to the study of the phenomenon of death and the undertaking of an analysis of funerary traditions are both complex and difficult to achieve in that the systematization of the archaeological investigation of human remains varies in the choice of techniques, methods and objectives. With the goal of comprehensively evaluating the skeletal sample of Cancuen and thereby contributing to the compiled information of prehispanic funerary practices, a detailed study of approximately 100 burials was realized in a variety of contexts within what is now known as the ‘epicenter’ of the site. The goal of this report is to present the data, results and interpretations of an analysis of one of the largest skeletal samples in the Mayan region.

 

La muestra bajo estudio
Cancuen y su localización a orillas del río La Pasión, en una península defensiva al norte de la región de las Verapaces de Guatemala y en el extremo suroccidental de Petén (Fig.1), fue un centro de poder independiente y clave dentro del sistema de intercambio en el siglo octavo, en donde se resalta la naturaleza de las ciudades portuarias, de los puntos fronterizos, de las redes de intercambio y de la economía interregional.

La muestra ósea proveniente de Cancuen ha sido variada en todo sentido: desde fragmentos casi pulverizados hasta huesecillos del oído en perfecto estado de conservación; hueso quemado, dentaduras completas con decoración limada e incrustada, cráneos completos que han permitido la reconstrucción e identificación de sus deformaciones; así como varios rangos de edad, desde huesos de no-natos hasta adultos mayores. De igual manera, la variedad de contextos en los que han sido encontrados han abarcado estructuras de elaborada mampostería aisladas o regentes de grupos, pequeñas residencias de plataformas de tierra; asociaciones con el sacbe que atraviesa el sitio, en entradas y nacimientos de agua; entierros primarios, secundarios, directos e indirectos; entre otros.

Es así como a la fecha y a lo largo de las 15 temporadas de investigaciones en campo y laboratorio la muestra esquelética del sitio se conforma por un estimado de 192 individuos: 22 (7 masculinos, 3 femeninos, 4 adultos indeterminados y 8 sub-adultos) provenientes de la Reserva de Agua Norte; 31 (8 masculinos, 6 femeninos, 11 adultos indeterminados y 6 sub-adultos) de la Reserva de Agua Sur; 22 (4 masculinos, 2 femeninos, 14 adultos indeterminados y 2 sub-adultos, como dato preliminar pues la muestra está bajo análisis) del Puerto Este y 117 entierros (completos y/o incompletos) sobre los que se han realizado o se están realizando diferentes análisis en aspectos osteológicos y funerarios.

Antecedentes y análisis anteriores
Los estudios hechos en los primeros entierros tocaron aspectos técnicos del registro funerario y resultados biográficos preliminares referentes a edad, sexo y patologías (Seijas 2001; Ríos y Seijas 2002; Berryman 2003). En 2002 se presentó la ponencia titulada “Prácticas y Patrones Funerarios en Cancuen: un análisis preliminar” en la que los autores identificaron los primeros rasgos de patrones funerarios dentro del sitio (Berryman et al. 2003). En el transcurso de 2003, Berryman y Novotny (2004a) llevan a cabo el análisis de 63 osamentas cuyos registros fueron incluidos en el informe de temporada respectiva titulado “Excavaciones y Análisis Bioarqueológico de Cancuen: 2003” resumiendo los principales entierros descubiertos hasta ese momento.

Mediante los trabajos de excavación del 2002 en el primer puerto identificado dentro del sitio y ahora conocido como “Puerto Este” (Alvarado 2006; Berryman y Novotny 2004b), se empezaron a descubrir las primeras evidencias de un posible final abrupto y violento mediante la presencia de huesos humanos esparcidos en varios niveles de este sector; mientras que en las investigaciones comprendidas entre el 2005 y 2007 se dieron los hallazgos de los contextos especiales de las Reservas de Agua Norte y Sur, en donde se descubren una serie ‘inesperada’ de restos óseos en y alrededor de ellas cuyos resultados enfatizaban las dramáticas evidencias consistentes en cortes y traumas relacionados con muerte violenta vinculadas con el episodio de abandono de Cancuen (Quintanilla y Demarest 2013; FAFG 2007).

Conforme al desarrollo del programa de excavaciones en el sitio (en la búsqueda de basureros, rasgos arquitectónicos, etc.), se siguieron descubriendo entierros humanos y es hasta en el año 2007 que la investigación osteológica se retoma y complementa el análisis iniciado en 2003. Como punto de partida se delimitó la muestra desde el entierro 1 de la temporada de 1999 hasta el entierro identificado como 101 (del 2007), por lo que luego de la verificación de la organización del correlativo asignado, se obtuvieron datos de 98 entierros. El análisis del resto de entierros (del 102 al 117) y el refinamiento de determinados contextos mortuorios se encuentra bajo análisis por la autora y un equipo de practicantes de la Universidad de San Carlos.

Metodología aplicada al estudio
En el aspecto osteológico, el análisis se basó en la inspección macroscópica de cada parte disponible y siguió los estándares establecidos por Buikstra y Ubelaker (1994) quedando registrados en fichas de registro visual, inventarios óseos y dentales, de determinación de sexo y edad y se complementó mediante bibliografías especializadas de varios autores como Bass (1987), White (1991), Krenzer (2006), Esponda Vila (1970), Comas (1966) y Brothwell (1987), entre otros que se han ido agregando recientemente.

La determinación de la edad se basó principalmente en el tamaño y robusticidad de los huesos, el desgaste dental y el cierre o fusión de epífisis utilizando los rangos propuestos por Buikstra y Ubelaker (1994) que establecen las edades en: a) Feto, b) Infante (del nacimiento a 3 años), c) Niño (de 3 – 12 años), d) Adolescente (de 12 – 20 años), e) Adulto Joven (de 20-35 años), f) Adulto Medio (de 35-50 años) y g) Adulto Mayor (50 o más años).

En cuanto a la determinación de sexo se utilizó el dimorfismo sexual (cráneo y pelvis), siendo el referente más recurrente el cráneo, debido a su mejor estado de conservación al momento del análisis.

Para la clasificación de las intervenciones de alteración craneal y decoraciones dentales se siguieron las propuestas de Tiesler (2002, 2001, 1999) y Romero (1986) (Figs.2 y 3).

Paralelo al análisis funerario se realizó una base de datos que fue el resultado de la revisión de cuadernos y fichas de campo y laboratorio, informes e inventarios que permitieron identificar y establecer múltiples variantes de estudio como la asociación arquitectónica, forma de enterramiento (clase, tipo, numero colocación, orientación tipo de sepultura) y el ajuar funerario, subdividido éste en los artefactos utilizados como ofrendas y parafernalia. Este análisis se sustentó en varias tipologías propuestas por Welsh (1988), Romano (1974), Ruz (2005), entre otros.

Resultados e interpretación:
perspectiva ósea e identificación de prácticas funerarias de Cancuen
Los resultados que identificaron prácticas y tendencias funerarias parten de la determinación de edad y sexo de los individuos. En el primer aspecto, los rangos de edad indicaron la presencia de 68 adultos y 30 subadultos. La determinación de sexo fue posible primariamente en los esqueletos adultos, de los que se identificaron 22 individuos masculinos (7 adultos jóvenes, 13 adultos medios y 2 adultos mayores), 22 individuos femeninos (6 adultos jóvenes, 12 adultos medios y 3 adultos mayores) y 24 adultos indeterminados (11 adultos jóvenes y 4 adultos medios). Como se observa, los individuos identificados como adultos mayores representan una menor cantidad, lo que podría indicar un importante rol dentro de la sociedad por ser reconocidos como los más ancianos; a lo largo de este artículo, se verán los tratamientos especiales otorgados a hombres, mujeres, niños.

Los cráneos reconstruidos de algunos de los entierros formales, así como los de las Reservas de Agua Norte y Sur (Quintanilla 2011; Quintanilla y Demarest 2013) (Fig.4), habían sido del tipo tabular oblícuo sin aparente diferencia entre hombres, mujeres y niños; sin embargo y de manera preliminar, se han empezado a identificar otros tipos de deformación tabular, al momento no determinada, en cráneos del Puerto Este e inclusive, en algunos de los entierros normales que están siendo revisados.

Por su parte, los individuos cuyas dentaduras mostraron decoración se encuentran en casi todos los sectores del sitio y presentaron determinados tipos decorativos y patrones visuales (Fig.5). Un grupo de ellos es el conformado por las decoraciones que no siguen un patrón visual pre-establecido, siendo los más interesantes los entierros de dos mujeres (entierros 6 y 87) que comparten características comunes entre sí por el tipo y color de la piedra verde utilizada pero que provienen de áreas de estructuras sencillas. Este aspecto condujo entonces a preguntarse si este patrón fue utilizado por grupos de ‘sub-élites’ dentro del sitio o bien, cómo se puede explicar el hecho que contaran con piedra verde de posible jade imperial mientras que los de otras incrustaciones son de diferente calidad y color pero localizados en estructuras más elaboradas.

Se registró un único caso (entierro 49), correspondiente a una mujer, bajo el “Patrón 20” según la tipología de Romero (1986: 49) que llama la atención pues contextualmente es uno de los entierros que muestra conexión con sitios portuarios de Yucatán (discutidos más adelante). El patrón Ik es el más utilizado y no parece ser de uso exclusivo, al contrario de los patrones C y E que fueron aplicados de forma más selectiva (Fig.6). Los primeros (patrón C) se han encontrado en los grupos al norte y en los estudios de la muestra de la Reserva de Agua Norte en un individuo femenino (Quintanilla 2011). Esta característica confiere cierto grado de exclusividad, aunque equitativa entre géneros y de recurrencia en el sector norte del sitio. Por su parte, el patrón E se consideró como de uso exclusivo para personajes como Kan Maax (último gobernante de Cancuen) y uno de los individuos en la estructura N11-1; ambos fueron encontrados en asociación a estructuras que tuvieron arquitectura mayor (Palacio y El Volcancito) aunque existen dos notorias diferencias entre sí: las incrustaciones de los dientes de Kan Maax fueron todas de piedra verde, mientras que las del individuo de El Volcancito fueron de jade y pirita y, la cantidad de ofrenda y parafernalia. Se propone entonces que el indicador más distintivo y exclusivo basado en decoración dental, fueron los del tipo E, mientras que el resto fue relativamente equitativo siendo el patrón del tipo Ik el de mayor uso y con una representación de posible carga ideológica por su asociación con la deidad solar.

La complejidad del entendimiento de estas alteraciones somáticas, proviene de que la costumbre del modelado craneal reproducía una serie de significados arraigados en el pensamiento mesoamericano y no fue una simple medida estética, fue también un referente de proyección de identidad individual y colectiva en donde debieron haber existido motivos seculares y efímeros, particulares de cada familia o comunidad, que cambiaban a lo largo del tiempo y entre los grupos sociales. En tal sentido, sorprende que las formas craneales artificiales no hayan sido usadas para indicar el estatus de una persona o grupo pues hasta ahora no hay evidencia ósea concluyente que permita definir formas propias de la elite o de la gente común, así como el reconocimiento de formas exclusivas para niños o niñas (Tiesler y Romano 2010: 24). Sobre las decoraciones dentales, esta práctica no fue regulada por normas sociales estrictas y las diferencias de los tipos utilizados varían más en términos de preferencia que por exclusividad (Tiesler 2005). Si bien es cierto que la modificación dental no es necesariamente un indicador de alto rango (Whittington y Reed 1997) sí indica que son miembros privilegiados (Harrison-Buck et al. 2007).

En cuanto a aspectos funerarios, la principal forma de colocación de los cuerpos es en decúbito dorsal extendido con algunas variantes en cuanto a la colocación de los brazos y pies, seguido por la dorsal flexionada y la sedente, y con la norma ventral ausente hasta el momento. La designación de los tipos de sepulturas, se basó en la clasificación tipológica propuesta por Welsh (1988) para las Tierras Bajas Mayas y a partir de ello, la mayoría de los cuerpos fueron catalogados dentro de sepulturas simples, estando la mayoría (n=81) en sepulturas sencillas y dentro de sus variedades se observó la utilización del tipo ‘techo-laja’ en entierros, en su mayoría, de mujeres (práctica identificada en 5 de 6 entierros adultos).

Las cistas se registraron en seis casos de adultos, con preferencia de uso para los individuos masculinos. Dentro de este grupo, el entierro de Kan Maax (asignado bajo el número 77) fue clasificado como una cista fortuita, hecho que podría de alguna manera apoyar las ideas de haber sido parte de los eventos finales del sitio al momento de su abandono ya que la elaboración de su propia tumba no tuvo mayor tiempo invertido pero trató de mantener la “costumbre funeraria”, a través del distintivo de exclusividad y elaboración que este tipo de enterramiento requería (Quintanilla 2013; Quintanilla y Demarest 2013).

El único caso designado como ‘tumba’ corresponde al entierro 50, sobre el cual existen varias especulaciones respecto a si pudo ser un ancestro re-depositado en este lugar dada la conservación de los huesos y la distribución del ajuar funerario dentro de la tumba misma (Sears 2003: 127, 128). Cabe mencionar que en el piso de la tumba, se encontró un panel jeroglífico que describía el ascenso al poder de un gobernante de Cancuen. Mediante una revisión gráfica de esta tumba (Fig.7), se estableció cierta comparación con la Tumba 10J-45 de Copán, que resultó ser una de las más importantes ya que pudo pertenecer a un miembro de su dinastía, fechada para el Clásico Temprano (Nakamura 2004).

Las sepulturas que involucraron más trabajo de elaboración (techo-laja, cistas y tumba) fueron de uso preferente en áreas que tuvieron arquitectura mayor, en este caso el Palacio y el grupo L8, lo que podría conferirle cierto nivel privilegiado.
En conjunto con el análisis de los tipos de sepulturas, se estableció una categoría de distribución de entierros por “estratos y rasgos” cuyas variantes se clasificaron en base a la localización de los entierros con relación a estratos (en un eje vertical) que incluyeron el suelo estéril, rellenos constructivos y basureros; mientras que por rasgos arquitectónicos (en eje horizontal) los pisos, sacbe, escalinatas, bancas y reservorios.

Dentro de esta clasificación, llamaron especialmente la atención los asociados a “basureros” lo cual condujo a la revisión de términos aplicados a la basura y la relación de “basura” y “muerte”. En referencia al término de “basura” y en algunos casos al “relleno de basura” utilizado en el sitio, el denominado “relleno de basura” se ha manejado en contextos en los que aun cuando “el suelo puede parecer al inicio un verdadero depósito de basura, no hay arquitectura previa asociada con el basurero potencial” (Callaghan y Bill 2004: 382). La utilización de materiales de basurero en forma de relleno de plataformas fue una práctica común entre los constructores del sitio pero se desconoce si estos rellenos tuvieron algún tipo de rol arquitectónico específico u otro tipo de connotación (Ibíd).

La información disponible de los materiales que permitieron la inferencia e identificación de basureros como tales, están basados en conteos más que todo cerámicos, de los pozos que generalmente fueron de 2 x 2 m y sus extensiones necesarias para el descubrimiento y limpieza del entierro. La primera aproximación a estos contextos se realizó con el apoyo de la ceramista del Proyecto, la Licenciada Paola Torres, en el que se logró identificar cuatro basureros que fueron denominados como “rituales” o de “cierta carga ritual” por la presencia de cerámica especial conformada por tambores, incensarios, vasijas estucadas, etc. y basureros “normales” (Torres 2011). Las características principales descubiertas respecto a las sepulturas y sus asociaciones espaciales (por estratos y rasgos) demostraron que las sepulturas relacionadas con “basureros” son todas sencillas, directas, tanto individuales y/o colectivos, tienen o no ofrendas cerámica y la mayoría tuvo algún objeto lítico asociado; esta práctica es más común en el norte y prácticamente ausente al sur del sitio. Es necesario un estudio enfocado a la definición de estos contextos, tanto en su extensión horizontal y vertical, para poder determinar la presencia tanto de basureros como de depósitos problemáticos y/o depósitos rituales (Stanton et al. 2008; Farr y Arroyave 2007; Halperin y Martínez 2007; Ponciano y Pinto 2007; Straight y Marken 2006; Craig 2005; Migeon 2003; Moholy-Nagy 1997; Iglesias 1988).

Otro aspecto interesante de las prácticas mortuorias se relacionó con la orientación de los cráneos. El norte fue el punto cardinal predominante, con entierros infantiles en primer lugar, seguido por individuos femeninos, masculinos y adultos indeterminados y en menor representatividad, hacia el oeste con los femeninos, masculinos y adultos indeterminados notando la clara ausencia de niños bajo esta práctica. Es importante también indicar que en donde aparecen dos individuos en sepulturas cercanas (de dos adultos o de un adulto y sub-adulto), la colocación de los cuerpos era opuesta entre ambos, es decir los cráneos apuntaban hacia diferentes puntos. Se considera que esta práctica se realizaba con entierros mixtos (es decir un hombre y una mujer), mientras que entierros que correspondieron a un mismo género, apuntaba hacia un mismo punto cardinal (por ejemplo, los entierros 65 y 72).
Fue costumbre enterrar a sus difuntos con algún objeto asociado (como ofrenda y/o parafernalia), principalmente las mujeres, mientras que la mayoría de niños fueron inhumados SIN artefacto alguno. Los elementos más utilizados fueron las vasijas cerámicas (cuencos, vasos, platos, y en menor frecuencia las vasijas miniatura, estucadas, cántaro y comal) y variaron en cantidad desde 1 hasta 7 piezas, colocándolas predominantemente en la región craneal, torácica y de las extremidades inferiores, mientras que en la región pélvica fue utilizado exclusivamente para individuos femeninos. Resalta el caso único de un individuo masculino joven (entierro 26) que tuvo un plato volteado y sin “matar”, en la cara. La colocación de ofrendas cerámicas volcadas sobre la cara y “matadas” al centro es una práctica común en Petén Central, Ceibal y Altar de Sacrificios (Fitzsimmons 2009: 92), por lo que se plantea un nuevo cuestionamiento ¿Indicaría esta acción una práctica foránea dentro de Cancuen?

La revisión de estilos y tipos cerámicos de las ofrendas establecieron conexiones con sitios lejanos. La cerámica Gris Fino o Chablekal está representado en relativa abundancia en sitios de la cuenca baja y media del Usumacinta, la región de Palenque y en varios sitios de la costa y del interior de la región noroccidental de la península de Yucatán (Ancona et al. 2009:1173), sin embargo, no se encuentran comúnmente en asociaciones mortuorias. En Cancuen se identificó este tipo cerámico en entierros adultos femeninos y un caso infantil, presumiblemente de una niña por tener la vasija en la pelvis, situación que muestra interacción con sitios como Xcambó, en donde se reportan casos similares (Ibid:1175), aunque no está claro si en este lugar también están asociadas con el sexo femenino. La conexión que se establece con este sitio es aun más interesante pues Xcambo es reconocido como un puerto comercial que sobresale del resto de otros sitios costeros como Jaina, Uaymil y Champotón, entre otros, por el abundante material gris fino (Ibíd:1178). De nuevo, surgen nuevos planteamientos: ¿Sería ésta entonces una práctica común entre sitios portuarios?
Otro ejemplo sobresaliente es un vaso, que de acuerdo a los registros internos de vasijas completas del Proyecto Arqueológico Cancuen está identificado como CANV 139 (Saravia 2012), que pertenece al entierro real de la denominada esposa de Kan Maax (entierro 96) y que es comparable estilísticamente con vasijas de los entierros reales 116 y 196 de Tikal (Culbert 1993) y que mostraría contacto con esta región (Fig.8).

Otra práctica identificada fue la utilización de figurillas en contextos mortuorios infantiles. Según Welsh (1988), esta asociación fue común, sin embargo no es algo tan recurrente como en Jaina y Palenque (Ruz 2005: 80) y aun, en las Tierras Bajas son menos los casos reportados como es el caso del entierro adulto identificado como Entierro 39 de El Perú-Waka’ (Rich 2007) y casos como Nakum (Matute 2011) con tres niños con figurillas zoo y antropomorfas asociadas. La característica que se da en Cancuen es evidente mediante tres entierros infantiles (entierros 2/7, 3 y 71), cuyas figurillas representan personajes de guerreros y jugadores de pelota (Morán 2003; Sears et al. 2005; Sears 2001) (Fig.9). De nuevo cuestionamientos: ¿práctica foránea?
Los artefactos líticos aparecen en menor frecuencia y consistieron en fragmentos de navajas, lascas y artefactos resultantes de diferentes etapas de producción de obsidiana (mas no productos acabados); pedernal, representado en una punta bifacial y artefactos de diferentes etapas de producción; piedra verde consistente en fragmentos sin trabajar asociados solamente a entierros de niños; y cuarzo, varios de ellos encontrados en el área del cráneo y mayormente en entierros de mujeres. Sobresalen las altas concentraciones de obsidiana, alrededor de 1,000 piezas, y unas 700 de pedernal del entierro de Kan Maax; en el entierro 96 (entierro real) y el de un niño (entierro 86), aunque la de este último consistió en una cantidad modesta de obsidiana. Este ritual, denominado en esta investigación como “ofrenda lasqueada”, implica en definitiva un nivel distintivo ya que fue una práctica funeraria bastante restringida dentro del sitio y no se han identificado casos similares en otro sitio.
La parafernalia se considera como un indicador importante para los futuros estudios en la determinación de rangos o status, debido al reducido número de personajes enterrados con sus ‘joyas’. El uso de piedras verdes fue totalmente restringido para el grupo infantil y el uso de objetos de concha fue descubierto en asociación con solamente dos mujeres en cuentas pequeñas y sencillas y en el elaborado ajuar del tocado del gobernante Kaan Maax (Fig.10).

Comentarios finales y futuras investigaciones
La interpretación de las prácticas mortuorias en Cancuen, individuales o grupales ha sido difícil de establecer, sin embargo, se puede ver la complejidad del sitio a través de este estudio, en el que se presentan los primeros estándares de las prácticas funerarias mediante las cuales se establecen conexiones con otros sitios, lo que a su vez se convierte en un refuerzo en aspectos de identidad de sus habitantes. También, presenta una serie de preguntas y cuestionamientos que servirán como punto de partida para futuras investigaciones de una gran cantidad de temas en los que se combine cada una de las variables y prácticas ahora reconocidas para, por ejemplo, definir roles y estatus en todas las edades; estudios de fechamientos de acuerdo a la nueva micro-cronología del sitio; la comparación e interrelación con mas ciudades del Clásico y aun, iniciar estudios que puedan formar parte de los estándares de una muestra poblacional para la zona maya (Quintanilla 2013)

Agradecimientos
Esta investigación fue posible gracias a la orientación, apoyo y consejos de la Licda. Nora López, Mtro. Ho racio Martínez, Dr. Tomás Barrientos y Dr. Arthur Demarest; Licda. Paola Torres, Luis F. Luin. En particular, agradecimientos a la comunidad milenaria de Cancuen… y a Gael Alejandro, gracias por el tiempo.

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Fig.1: Mapa de Cancuen y su ubicación geográfica. Imagen superior Localización de Cancuen
en Mesoamérica. Imagen inferior Detalle de la península (Archivo digital Proyecto Arqueológico Cancuen).

Fig.2: Tipos de Deformación Craneal. Izquierda Tabular Erecta Derecha Tabular Oblicua
(Tomado de Tiesler 1999: 207-208).

Fig.3: Tipos de Decoración Dental (Tomado de Tiesler 2001. Modificado por C. Quintanilla).

Fig.4: Cráneos reconstruidos con deformación craneal del tipo tabular-oblicuo.
Imagen superior Muestra de Reserva de Agua Norte Imagen Inferior Entierros 95 (infantil) y 78 (adulto)
provenientes del sitio Cancuen (Tomado de Quintanilla 2013).

Fig.5: Mapa con distribución de entierros con decoración dental y tipos decorativos identificados en Cancuen (Tomado de Quintanilla 2013 y basado en la tipología Tiesler 2001).

Fig.6: Tabla con Patrones Visuales de Decoración Dental identificados en Cancuen.
Tomado de Quintanilla (2013).

Fig.7: Comparación visual Tumba Entierro 50 de Cancuen (Imagen Superior, Tomado de Proyecto
Arqueológico Cancuen) y Tumba 10J-45 de Copán (Imagen Inferior, tomado de Nakamura 2004).

Fig.8: Comparación visual de ofrenda cerámica entierro 96. Imagen superior Vaso del Entierro Real, No. 96 Cancuen Imagen inferior A. Vaso del Entierro 116 B y C Entierro 196 Tikal (Tomado de Culbert 1993: 68, 87).

Fig.9: Figurillas asociadas a entierros infantiles de Cancuen. Imagen superior Entierro 2-7 Imagen inferior Entierro 3 (Fotografías National Geographic Magazine, Proyecto Arqueológico Cancuen).

Fig.10: Mapa con distribución de entierros que presentaron parafernalia (Tomado de Quintanilla 2013: 129).