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45. Procesos culturales y patrones de interacción en la cuenca del lago de Atitlan: 500 aC a 1000 dC – Tomás Barrientos, Marion Popenoe de Hatch, Carlos Alvarado – Simposio 24, Año 2010

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Barrientos, Tomás, Marion Popenoe de Hatch y Carlos Alvarado

2011        Procesos culturales y patrones de interacción en la cuenca del lago de Atitlan: 500 aC a 1000 dC.  (Editado por B. Arroyo, L. Paiz, A. Linares y A. Arroyave), pp. 553-567. Museo Nacional de Arqueología y Etnología, Guatemala (versión digital).

45

PROCESOS CULTURALES Y PATRONES DE INTERACCIÓN

EN LA CUENCA DEL LAGO DE ATITLÁN: 500 AC A 1,000 DC

Tomás Barrientos

Marion Popenoe de Hatch

Carlos Alvarado

PALABRAS CLAVE

Altiplano, Lago de Atitlán, Preclásico, Etnohistoria, patrón de asentamiento

ABSTRACT

After many years, the Lake Atitlán Basin has become the center of interest for archaeological and ethnohistorical research. These initiatives emerged from the interests of local authorities to understand the past of this region and to create community museums. Subaquatic and salvage excavations tied to urbanization projects are also underway. The Department of Archaeology at the Universidad del Valle has been involved with many of these initiatives, the results of which are presented here along with interpretations on the archaeological data recovered from the region to date. We emphasize the interaction between the Lake Atitlán Basin, the Central and Western Highlands, and the Pacific piedmont, as well as new evidence that relates this region to Teotihuacan influence in the South Coast.

INTRODUCCIÓN

Este trabajo tiene como objetivo primordial sintetizar la información arqueológica relacionada al lago de Atitlán, para ofrecer una propuesta de interpretación de los procesos culturales, sociales y demográficos ocurridos en esta zona durante la época prehispánica. Dada la escasez de datos arqueológicos en los alrededores del lago, se han tomado en cuenta las zonas aledañas tanto en el Altiplano como en la Costa Sur, en especial las que se relacionan a las poblaciones actuales kaqchikeles y tz’utujiles.

La investigación fue realizada por miembros del Centro de Investigaciones Arqueológicas y Antropológicas de la Universidad del Valle de Guatemala, y como resultado de la iniciativa de las comunidades tz’utujiles y kaqchikeles que se encuentran dentro de la Cuenca del Lago de Atitlán. Estas iniciativas fueron canalizadas a través de la creación de guiones para museos comunitarios que son parte de proyectos turísticos de carácter regional. En la zona tz’utujil, la investigación fue patrocinada por la Asociación Vivamos Mejor con fondos de la Cooperación Danesa, la cual va dirigida hacia la habilitación del Museo del Pueblo Tz’utujil, ubicado en la aldea Chuk’muk de Santiago Atitlán, justamente donde se han reasentado las familias provenientes de Panabaj y que fueron víctimas de la tormenta Stan.

Por otro lado, la iniciativa kaqchikel forma parte del Proyecto Ecomuseo Mankatitlán, que es apoyado por las municipalidades de Panajachel, Santa Catarina Palopó, San Antonio Palopó y San Andrés Semetabaj y con fondos de la Agencia Española de Cooperación Internacional. Se agradece todo el apoyo recibido para la elaboración de este estudio, en especial a Marlon Cifuentes, Pedro Merino y Salvador Coche de la Asociación Vivamos Mejor y al arquitecto José Luis Menéndez de Mankatitlán.

ARQUEOLOGÍA Y ETNICIDAD EN ATITLÁN

Es importante también indicar que este estudio se llevó a cabo con la constante colaboración y retroalimentación por parte de miembros de las comunidades tz’utujiles y kaqchikeles del lago, especialmente a través de la elaboración de talleres participativos, para lo cual se tuvo el valioso apoyo de la antropólogos Mónica Berger y Sergio Romero, y los estudiantes Andrea Rojas y Eduardo Bustamante. Los talleres tuvieron resultados muy positivos, creando espacios para verdaderos diálogos con ancianos y autoridades indígenas, lo cual no es muy frecuente en las investigaciones arqueológicas. De estas actividades se aprendió mucho de la tradición oral y de los conocimientos lingüísticos y etnohistóricos de la gente local, por lo que nuevamente se agradece la aceptación y buenos comentarios recibidos durante las presentaciones.

Ante la dificultad de identificar grupos étnicos con restos materiales, se definieron términos neutrales que pudieran describir a los antiguos habitantes de los alrededores del lago. Es por ello que se utilizó el término pre-tz’utujil y pre-kaqchikel para referirse a estas poblaciones de los periodos Clásico y Preclásico. Hasta el momento no se ha podido definir una continuidad clara de estos periodos hasta el Postclásico, cuando ya sea posible hablar de verdaderos hablantes de los idiomas kaqchikel y tz’utujil. No obstante, tampoco se puede negar la relación entre las poblaciones de ambas épocas, ya que la evidencia en el lago y en todo el altiplano apunta a que las poblaciones se mantuvieron en sus lugares de origen y que posiblemente nunca hubo movimientos masivos de gente. A este respecto se parte también de la idea de la controversial llegada de grupos Postclásicos que se refiere a grupos reducidos de nobles o linajes y no a la intrusión de poblaciones enteras. De esta manera, se puede sugerir que los habitantes del periodo Clásico son en cierto grado ancestros de las poblaciones Postclásicas y actuales, más no así directamente relacionados a los linajes que tomaron el poder en los siglos anteriores a la conquista.

Antes de discutir los principales resultados de la investigación, se enumeran las distintas fuentes de donde se recabaron los datos arqueológicos y etnohistóricos:

  • Investigación bibliográfica en la Universidad del Valle de Guatemala, especialmente a través de los recursos disponibles en la Colección Virginia B. Shook y el Archivo Edwin M. Shook.
  • Participación en reuniones con autoridades locales.
  • Recorridos y elaboración de planos topográficos en Chuk’muk y Xek’muk.
  • Análisis cerámico de la Doctora Marion Popenoe de Hatch, del material cerámico recuperado en las excavaciones de rescate en Chuk’muk’ y otros proyectos anteriores, como Agua Azul.
  • Elaboración de mapas que relacionan la distribución del asentamiento y hechos geográficos.

ASPECTOS GEOGRÁFICOS

Para poder interpretar la historia prehispánica del lago de Atitlán fue necesario definir el área de estudio en base a hechos geográficos significativos, los cuales no solamente definen a la cuenca del lago sino también las diferentes zonas que se encuentran a su alrededor. Por lo tanto, la reconstrucción de los procesos socioculturales del lago solamente podrá entenderse en la medida que se incorporen datos del resto del Altiplano Central, la Bocacosta y Costa Sur (Figura 1).

La cuenca del lago de Atitlán está formada por una depresión delimitada por elevaciones montañosas al norte y los volcanes San Pedro, Atitlán y Tolimán hacia el sur. En sus lados este y oeste, se pueden definir sus límites mediante las cuencas de los ríos Nahualate, Madre Vieja y Coyolate. Al sur, en lo que constituye las laderas de los volcanes, se define la zona de bocacosta, que se caracteriza por un descenso del terreno que llega hasta la planicie costera de Tiquisate y luego hasta el mar. Los cambios de altitud en la bocacosta y la existencia de una gran barrera natural que es la cadena volcánica, hacen muy lluviosa a esta zona, haciéndola propicia para el cultivo de cacao.

Hay que destacar la cuenca del río Nahualate como la principal vía de comunicación y transporte entre la zona del altiplano y la bocacosta. Esta cuenca inicia en el valle de Nahualá y corre a lo largo del límite occidental del lago de Atitlán, llegando hasta la costa. Este factor geográfico influyó en la presencia de los principales asentamientos en la región tz’utujil, ya que los cursos de los ríos Nahualate y Madre Vieja, que inician a ambos lados del lago, sirvieron como fronteras físicas para los tz’utujiles y sus ancestros y no se puede descartar que el río Coyolate también lo haya sido en algún momento de su historia.

En cuanto al noroccidente del lago, ahora ocupado por poblaciones kaqchikeles, contiene importantes vías de comunicación hacia el oeste, donde se encuentran los valles de Chimaltenango y el acceso hacia la cuenca del río Guacalate que también baja hacia la costa. Estas rutas han definido algunas de las carreteras actuales, donde destaca la que comunica con Patzún y Tecpán, región que contiene la densidad poblacional prehispánica más alta en el Altiplano Central y donde se asentaron los principales sitios arqueológicos kaqchikeles.

PATRONES GENERALES DE ASENTAMIENTO

En general, en este estudio se usa la clasificación de Lothrop (1933) en tres grandes áreas arqueológicas en el lago (Figura 2), cada una con sus características físicas propias:

  1. Orilla norte-este: con escarpas profundas y pequeños valles entre cada una, donde abundan cantos rodados de ríos. La tierra agrícola es limitada y la topografía es adecuada para fines defensivos.
  2. Playa sur: asociada a los volcanes Tolimán y Atitlán, consiste de un terreno plagado de afloramientos rocosos, aunque existen varias planicies y mesetas ideales para agricultura y asentamientos de regular tamaño, como se ejemplifica en el poblado de Santiago Atitlán. Las formaciones geológicas en forma de cerros son comunes en los alrededores del volcán Tolimán, lo que facilitó la creación de puestos defendibles. La presencia de depósitos extensos de piedra volcánica facilitó la construcción de viviendas con muros de piedra, tal como se observa hoy en día.
  3. Orilla oeste: asociada a los alrededores del volcán San Pedro, donde se encuentran algunas zonas planas hacia el suroeste y al norte del volcán. Aunque fue en esta parte del lago donde se asentó la fortaleza de Chiyá (Chuitinamit), la orilla de lago tiende a ser rocosa y cercana a pendientes abruptas, lo que limitó la presencia de asentamientos grandes.

Al observar la distribución de asentamientos en la cuenca, es notorio que la densidad más alta de poblados prehispánicos se concentró en la parte suroeste. En lo que respecta a la playa sur, los sitios mayores tienden a ubicarse en puntos intermedios entre la orilla del lago y las faldas de los volcanes. Esto se debió al peligro de deslaves y al cambio de nivel del lago. Además, es interesante que existan muy pocos nacimientos de agua en las pendientes ubicadas hacia el sur. Por lo tanto, se considera que los pobladores de la playa sur buscaron la cercanía al lago por el acceso al agua y otros recursos, pero por los cambios en el nivel del agua, los asentamientos más permanentes se ubicaron en áreas elevadas, aunque no tan cerca de los volcanes y cerros por el peligro de deslaves.

También son frecuentes los asentamientos de menor tamaño en la cima de cerros naturales, lo cual se debió principalmente por razones estratégicas, ya que estos puntos eran ideales para la observación de movimiento de personas y embarcaciones y constituían fortalezas naturales bien defendidas. Las viviendas se pudieron ubicar en áreas rocosas que no son agrícolas, para aprovechar al máximo las planicies en cuanto a la ubicación de cultivos. Esto se confirma por la existencia de numerosas terrazas en toda la zona sur del lago.

PRIMEROS ASENTAMIENTOS EN EL LAGO

El asentamiento más antiguo que se conoce en la cuenca es el sitio de Semetabaj, el cual data del Preclásico Medio. Este es el mayor sitio de la parte norte del lago y se ubica contiguo al pueblo de San Andrés Semetabaj. Está conformado principalmente por 17 estructuras de barro, que llegan a medir hasta 8 m de alto y que conforman un recinto ceremonial que cubre un área de 700 x 300 m con una plaza abierta hacia el oeste con vista hacia el lago (Figura 3). Aunque las investigaciones en Semetabaj han sido limitadas (Shook, Popenoe de Hatch y Donaldson 1979; Rick y Escobar 2006), destaca el descubrimiento fortuito de una tumba cavada dentro de talpetate, ubicada en el extremo suroccidental de la plaza principal del sitio.

La tumba evidencia la presencia de una sociedad jerárquica con líderes importantes, ya que contenía cuatro osamentas y 27 vasijas como ofrenda, las cuales han sido fechadas tentativamente para finales del Preclásico Medio. Además, se sabe que para esta época Semetabaj presenta similitudes cerámicas con el sitio de Chocolá, ubicado en la cuenca del río Nahualate en la bocacosta (Popenoe de Hatch 2007). Esto sugiere que ya existía interacción de personas y productos entre el lago y la Costa Sur, algo que fue característico por el resto de su historia (Figura 4).

EVIDENCIAS DEL PRECLÁSICO TARDÍO

En esta época se han identificado los primeros poblados en la playa sur del lago, que incluye los niveles de ocupación más antiguos de Chuk’muk y el sitio de Samabaj, el cual se encuentra ubicado sobre una isla frente a Chuk’muk y Cerro de Oro. Samabaj, ahora sumergido bajo la superficie del lago, pudo ser el centro más importante en toda la cuenca, ya que Semetabaj fue abandonado para este periodo y hasta el momento no se ha encontrado otro sitio contemporáneo. De acuerdo a las recientes investigaciones, el sitio cuenta con una plaza ceremonial con varias estelas y altares lisos, así como algunos grupos residenciales (Medrano 2009; Medrano y Samayoa 2010).

Aunque pareciera ser un sitio de dimensiones modestas, Samabaj constituye un asentamiento de tamaño regular si se compara a Semetabaj y Chuk’muk. A este periodo también pueden corresponder algunas esculturas descubiertas en Agua Escondida, cuyo estilo es similar a los “barrigones”, que en este momento es común en el Altiplano y Costa Sur, en sitios como Chocola, Tak’alik Ab’aj, Kaminaljuyu, Monte Alto y Sin Cabezas.

Llama la atención que mucha de la cerámica con rasgos de finales del Preclásico, como lo son los soportes mamiformes, ha sido recuperada en contextos subacuáticos. Por lo tanto, se puede especular entonces que muchos asentamientos de esta época pudieron encontrarse más adentro del lago y que ahora están sumergidos. Si fuera así, hay que considerar que puede existir un sesgo en la muestra de asentamientos Preclásicos.

En cuanto a los nexos con otras regiones, la evidencia cerámica de Chuk’muk en el Preclásico Tardío muestra tipos cerámicos como Usulután (Lothrop 1933), que son afines con Kaminaljuyu y la Costa Sur, así como obsidiana proveniente de El Chayal. Además, no hay que pasar por alto la cercanía de un centro monumental como lo fue Chocolá (Kaplan 2007; Valdés et al. 2004), así como otros sitios contemporáneos como Palo Gordo. Éstos, como los principales sitios de la Costa Sur y el Valle de Guatemala, se caracterizan por el uso de monumentos de piedra, tanto tallados como lisos, por lo que la presencia del culto altar-estela en Samabaj constituye un elemento que relaciona la cuenca del lago con los procesos de surgimiento de sociedades complejas, cuyos centros de población fueron gobernados por personajes como el retratado en el Monumento 1 de Chocolá (Figura 5).

PATRONES LOCALES Y FORÁNEOS EN EL CLÁSICO TEMPRANO

En los inicios del Clásico se nota un aumento de sitios y población, donde destaca el surgimiento de Chuk’muk y la reocupación de Semetabaj como los dos principales centros den la cuenca. El crecimiento de Chuk’muk podría haber sido causado por el abandono de Samabaj a finales del Preclásico, ya que el nivel del lago subió hasta cubrir por completo la isla. Chuk’muk es un sitio que se asienta sobre una planicie en la base de la meseta conocida como Chupiom, formada por una elevación volcánica que corre paralela a la orilla del lago a unos 45 m de altura, frente a la bahía de Pajaibal, que se ubica al norte.

El sitio fue recientemente mapeado por un equipo de estudiantes de la Universidad del Valle, por lo que el plano presenta un asentamiento disperso debido a la alta densidad de formaciones rocosas, con 11 grupos de estructuras residenciales colocados en elevaciones naturales y terrazas (Figura 6). Inicialmente no se había identificado un centro ceremonial definido para el sitio, por lo que se determinó que el sitio conocido como Xek’muk, ubicado al oeste, debe considerarse como la plaza ceremonial-administrativa del sitio, además que cuenta con una cantidad considerable de arte rupestre (Figura 7).

Aunque no se puede todavía corroborar este dato por la fata de fechamientos, el mapa y patrón de asentamiento de ambos sitios sugieren que se trata de uno solo. Incluso se considera que el sitio de Chuk’muk también abarca el sitio de Pachiuak, que esta mas cercano a la orilla del lago y donde se encuentran algunos montículos (Barrientos y Benítez 1997). El rasgo principal de Chuk’muk es la ausencia casi total de montículos y la presencia de estructuras residenciales conformadas por muros de piedra, que delimitan cuartos y patios.

Lothrop (1933) calculó una densidad aproximada de 100 de estas unidades residenciales en un área de casi un kilómetro de largo. Cada casa mide aproximadamente 12 x 18 m y están divididas en varios cuartos. Los muros son de piedra con mortero o adobe, con un espesor de 1 a 2 m. Las piedras exteriores son grandes, especialmente en la base, y el embono es de piedras irregulares de tamaño menor. En algunos casos los bloques son de forma cuadrada y la altura de los muros no supera los 1.50 m de alto (Marroquín, Chocano y Cuyán 2009).

Las excavaciones llevadas a cabo en Chuk’muk no revelaron ninguna secuencia estratigráfica clara, por lo que su cronología todavía es problemática. No obstante, los materiales recuperados parecen indicar que el sitio corresponde mayormente al periodo Clásico, posiblemente con su mayor auge e importancia entre los siglos V y VI DC. Esta hipótesis se basa en la presencia de tres grandes entierros registrados bajo algunas de las estructuras domésticas y que corresponden a la segunda mitad del Clásico Temprano. Uno de éstos fue excavado por Lothrop (1933) otro por el Proyecto de Salvamento Chuk’muk (Marroquín, Chocano y Cuyán 2009) y un tercero apareció en 2010 durante la construcción de la planta de tratamiento de agua, al norte de Xek’muk.

Las ofrendas cerámicas de estos dos últimos han revelado que la cuenca del lago adquirió una gran importancia para esta época, evidenciando fuertes contactos con la Costa Sur, con particular énfasis en la zona de Tiquisate. De lo más destacado del entierro excavado en 2009 es la presencia de un cuenco trípode estilo teotihuacano, con un diseño moldeado que presenta la cara de una deidad dentro de un elemento cruciforme, flanqueado por dos personajes. Llama la atención que este es uno de los pocos casos donde se ha documentado una de estas vasijas en contexto, ya que un cuenco con un motivo casi idéntico se encuentra en la colección del Museo Popol Vuh.

No obstante la principal referencia a este tipo de entierros proviene de los sitios de la zona de Tiquisate, que es una zona que también refleja un crecimiento en tamaño y número de sitios. Destaca el sitio llamado Finca Tolimán, que fue excavado por Shook en 1947, de donde se recuperaron varios ejemplares de este tipo de vasijas en contexto funerario, especialmente en los entierros de la Estructura O-17 (Shook 1965). El entierro descubierto accidentalmente al noroeste de Xek’muk contenía por lo menos 20 vasijas de la misma época, aunque no se ha podido determinar todavía cual fue su contexto.

Este entierro contaba con ofrendas de vasijas propias de la primera mitad del Clásico Temprano, tal como se aprecia en diagnósticos específicos como soportes globulares, pestañas basales y una vasija tipo zapato, pero también contaba con vasijas más tardías, como lo es un vaso con pedestal, un “florero” y un pequeño pichel o “cremero” de estilo teotihuacano. Sin embargo, destaca la presencia de dos vasijas excepcionales. Una de ellas es una vasija con efigie de caracol, semejante a las de forma de zapato, con engobe negro y dos motivos incisos a ambos lados. Uno de estos motivos es un medallón o cartucho circular pintado de rojo, con un diseño inciso de un ave bastante estilizada.

La otra es una vasija con efigie, similar a las documentadas en Kaminaljuyu que retrata a un personaje con rasgos faciales muy particulares, que incluyen la nariz torcida, labio leporino, la colocación de una cuenta circular en lugar del ojo izquierdo, una pequeña incisión en la parte inferior del ojo derecho y elementos que salen de sus orejas. El personaje lleva un taparrabo y se encuentra en posición hincada, con uno de sus brazos posiblemente colocado sobre la cabeza. Ante tal figura extraña, se contó con la gentil asesoría de Karl Taube, quien identificó estos rasgos como propios de una deidad mesoamericana conocida como “El Tuerto”, cuyo principal atributo es la ausencia de un ojo, la presencia de lágrimas o elementos acuáticos saliendo del otro ojo y de las orejas. Aunque solamente se conoce otro caso de esta deidad en el área Maya, la etnohistoria del Centro de México indica que esta fue una deidad relacionada con el agua y la lluvia (Miller y Taube 1993:174).

La presencia de una vasija efigie con una deidad acuática en Chuk’muk viene a confirmar otro patrón muy particular en la cuenca del lago para el Clásico Temprano, que corresponde a una actividad ritual muy intensa en las aguas del lago. Este patrón ya se había observado durante las investigaciones del Proyecto Agua Azul, dada la alta cantidad de incensarios y otro material ritual que corresponde mayoritariamente al Clásico Temprano (Barrientos y Benítez 1997). Estos incensarios constituyen la expresión cultural más representativa de la cuenca del lago, ya que son verdaderas obras de arte que fueron ofrendados a las aguas, posiblemente para los dioses del inframundo.

Estos incensarios contienen pedestales de distintos tamaños con espigas a sus lados, y con diseños calados donde predominan elementos cuatripartitos en forma de cruces y otros símbolos asociados como lo son los conjuntos de cinco puntos conocidos como “quincunx” en las Tierras Bajas. La importancia de estos símbolos en el lago todavía es vigente, ya que los tz’utujiles aún tallan piedras con cruces en los mojones de los sitios sagrados. Este símbolo cruciforme es conocido como kajtzuk (Mónica Berger, comunicación personal.). Sobre los pedestales se encuentran cuencos cuyos bordes suelen estar decorados con pequeñas figuras aplicadas, generalmente en grupos de cuatro. Con todos estos elementos, los incensarios constituyen verdaderos cosmogramas, es decir, pequeños modelos que parecen representar troncos de ceiba sosteniendo los cielos, representado por aves y figuras humanas colocados en los cuatro puntos cardinales. La cruz y la ceiba son para los Mayas símbolos del cosmos, por lo que estas piezas evidencian la importancia ceremonial que el lago tuvo para sus habitantes y para gente que seguramente peregrinaba a este lugar sagrado.

La razón de esta actividad ritual tan compleja puede ser motivo de varias hipótesis relacionadas a los fenómenos naturales propios del lago, como el famoso viento Xok’mel. Ahora bien, el hecho que estas ofrendas pertenezcan al Clásico Temprano sugiere que la necesidad de incrementar las ceremonias en el lago puede derivarse del fenómeno que causó el ascenso del nivel del lago y que cubrió la isla de Samabaj a finales del Preclásico. Aunque talvez nunca se sepa lo que causó este desastre, los fenómenos ocurridos en los últimos cinco años no descartan la posibilidad de grandes tormentas y deslaves que alteraron los drenajes del lago, o bien actividades sísmicas o volcánicas. De cualquier manera, no hay duda que la inundación total de Samabaj debió causar efectos severos en cuanto a la concepción de los fenómenos naturales y la dependencia que se tenía de las deidades que los controlaban.

Con respecto al papel que jugaron los elementos naturales en el lago, resulta interesante un conjunto de esculturas Postclásicas provenientes de Chuitinamit, que fueron excavadas entre 1910 (Villacorta y Villacorta 1927) y 1932 (Lothrop 1933) y ahora se encuentran en Santiago Atitlán, Chichicastenango y en el Museo Nacional de Arqueología en Guatemala. Estas tienen forma trapezoidal y presentan dos cabezas de serpiente de perfil viendo hacia arriba pero formando una sola boca, las cuales también forman un rostro con orejeras que ve hacia el frente (Figura 8). De manera especulativa se puede sugerir que por la forma trapezoidal éstas representan volcanes y que las serpientes simbolizan un cráter. Las fuentes etnohistóricas mencionan que la deidad principal que regía en esa ciudad era Sakibuk, que significa humo blanco, la cual podría estar representada en esas esculturas.

Los entierros y el material cerámico de otros contextos indican nexos fuertes con grupos del Altiplano noroccidental, representados por la cerámica de la Tradición Solano, que se reconoce por vajillas como Esperanza Flesh y Llanto, así como formas diagnósticas como los soportes mamiformes y las de estilo teotihuacano (Popenoe de Hatch 2003). Este complejo cerámico es de suma importancia para entender este periodo, ya que se encuentra por toda la región sur de Quiché en sitios como La Lagunita, así como Cak’hay en Chimaltenango (Swezey 1988; Robinson et al. 1998). Además de la zona de Atitlán, su presencia llegó hasta Kaminaljuyu, posiblemente como el resultado de una conquista militar (Figura 9).

A medida que avanzan las investigaciones en las Tierras Altas Mayas, la distribución de la tradición Solano va conformando un patrón muy interesante que parece apuntar hacia el origen de los grupos k’iche’, kaqchikel y tz’utujil, ya que la distribución de esta cerámica en el Clásico Temprano coincide fuertemente con el territorio documentado para estas poblaciones desde el Siglo XVI hasta la actualidad (Popenoe de Hatch 1998). De acuerdo con los lingüistas, estos tres idiomas se separaron en algún momento del Clásico Tardío (Kauffman 1974), por lo que durante el Clásico Temprano es posible que los hablantes del idioma k’iche’ano hayan sido quienes fabricaban la cerámica Solano. Por supuesto, esta es una hipótesis que merece ser investigada de manera sistemática, ya que por el momento la evidencia aún es muy fragmentada.

Por otro lado, la aparición de elementos teotihuacanos en el lago de Atitlán constituye un contexto que hay que tomar en cuenta dentro de los modelos que han tratado de explicar la presencia de estos rasgos del centro de México en el área Maya. De manera preliminar, se puede pensar que el lago pudo jugar un papel importante en el movimiento de personas o ideas teotihuacanas, pero en una dirección norte-sur, es decir desde el Altiplano hacia la costa o viceversa. Esto por supuesto cuestionaría los modelos que se han basado en una ruta este-oeste, la cual no esta comprobada arqueológicamente.

CAMBIOS EN EL CLÁSICO TARDÍO

Para este periodo la ocupación aumenta en toda la playa sur del lago, no sólo en el sitio de Chuk’muk, sino mediante el surgimiento de pequeños asentamientos a lo largo de toda la orilla. Esto contrasta con el abandono de Semetabaj al norte, indicando así un proceso de división en la cuenca del lago que se refleja también por cambios significativos en la cerámica. En la playa sur las vajillas Solano son sustituidas por tipos utilitarios locales de pasta café y roja; al este, en lo que sería después territorio kaqchikel, la cerámica Esperanza Flesh evolucionó a lo que es la vajilla Amatle. Por lo tanto, el desarrollo de estos tipos particulares de cerámica utilitaria en el Clásico Tardío refleja un proceso de regionalización, que coincide con el momento en que los lingüistas fechan la división de los grupos k’iche’anos.

Así, el abandono de Semetabaj puede relacionarse con el inicio de conflictos entre tz’utujiles y kaqchikeles, teniendo los primeros su capital en Chuk’muk y los otros en Cak’hay (Figura 10). Ahora bien, es importante aclarar que no todos los sitios que presentan cerámica Amatle representan poblaciones kaqchikeles. Más bien, la distribución de esta cerámica parece indicar el alcance que tuvieron los centros kaqchikeles en cuanto a interacciones económicas y políticas tanto en el Altiplano como en la Costa Sur.

Otro cambio significativo en el lago es un aparente rompimiento de las relaciones con los sitios hacia el sur, posiblemente como resultado del abandono de centros del Clásico Temprano y el surgimiento de nuevas entidades políticas como Ixtepeque en la costa baja (Bove 1989) y Palo Gordo en la bocacosta (Chinchilla 2002). Este último presenta una influencia cultural proveniente del área de Cotzumalguapa, dada la presencia de varias esculturas de ese estilo particular. La ausencia de elementos relacionados con el estilo Cotzumalguapa en Atitlán puede indicar que la entidad política de Cotzumalguapa tomó Palo Gordo para controlar plantaciones de cacao en la boca costa, pero no se expandió hacia el lago. No obstante, sí se tiene evidencia de algunos patrones culturales similares a la costa, como lo es la práctica de enterramientos dentro de urnas cerámicas.

La secuencia de ocupación de Chuk’muk y todo el asentamiento en la playa sur no evidencia algún cambio abrupto al final del Clásico Tardío, como sucede en la Costa Sur, Kaminaljuyu y otras regiones del Altiplano. Por lo tanto, es difícil definir un periodo Postclásico Temprano en el lago de Atitlán. Además es notoria la ausencia casi total de cerámica plomiza, lo que dificulta aún más definir este periodo sin “marcadores tradicionales”. Esto sugiere que los elementos definidos para el periodo Clásico Tardío pueden continuar hasta el 1,000 o incluso 1,200 DC. Por lo tanto, los cambios cerámicos y de asentamiento parecen suceder hasta los inicios del Postclásico Tardío, posiblemente asociados a la llegada de nuevos grupos de poder desde el Altiplano o la Costa Sur. El principal cambio fue el abandono de la mayor parte de Chuk’muk y la fundación de Chuitinamit como nueva capital regional. Resulta sorprendente que la tradición oral en el área de Santiago Atitlán todavía recuerda este cambio de asentamiento, ya que varios ancianos indicaron la existencia de varias leyendas al respecto.

En base a lo anterior, la principal problemática para poder definir una continuidad cultural y poblacional en la cuenca del lago es la falta de datos que permitan analizar la transición entre los periodos Clásico y Postclásico. La evidencia arqueológica hasta ahora, no puede comprobar que la población que ocupó el lago desde el Preclásico hasta el siglo X DC es la misma, pero tampoco puede descartar dicha hipótesis.

CONCLUSIONES

Por primera vez en muchos años la Arqueología de la cuenca del Lago de Atitlán es el centro de interés de diversas investigaciones arqueológicas y etnohistóricas. Las interpretaciones presentadas en este trabajo constituyen un esfuerzo por utilizar los datos disponibles hasta el momento y no pretenden ser conclusivas. Al contrario, lo que se espera es que motive la investigación en el área con el objeto de recabar más datos y así proporcionar modelos basados en evidencias concretas. A pesar de esto, las poblaciones kaqchikeles y tz’utujiles del lago han mostrado interés en cuanto al potencial de la investigación arqueológica, por lo que se espera que surjan nuevas colaboraciones por parte de la gente local para que apoyen futuros proyectos, en especial hacia la búsqueda de objetivos tanto científicos como comunitarios.

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Robinson, Eugenia, Heather Wholey y Hector Neff

1998         La tradición cerámica Flesh Ware en las Tierras Altas Centrales y Costa del Pacífico de Guatemala. En XI Simposio de Investigaciones Arqueológicas en Guatemala, 1997 (editado por J.P. Laporte y H. Escobedo), pp.751-766. Museo Nacional de Arqueología y Etnología, Guatemala.

Shook, Edwin M.

1965        Archaeological Survey of the Pacific Coast of Guatemala. En Handbook of Middle American Indians, Vol. 2, (editado por R. Wauchope y G. Willey), pp.180-194. University of Texas Press, Austin.

Shook, Edwin, Marion Popenoe de Hatch y Jamie Donaldson

1979        The Ruins of Semetabaj, Department of Sololá, Guatemala. University of California Research Facility Contributions No. 41, pp.7-142. UCLA, Berkeley.

Swezey, William

1988         The First Cakhay Report. Ponencia en el Simposio Recent Archaeological Research in Southeastern Mesoamerica, 53 Reunión Anual, Society for American Archaeology, Phoenix.

Valdés, Juan Antonio, Jonathan Kaplan, Oscar Gutiérrez, J. Pablo Herrera y F. Paredes

2004         Chocola: Un centro intermedio entre la Boca Costa y el Altiplano de Guatemala durante el Preclásico Tardío. En XVII Simposio de Investigaciones Arqueológicas en Guatemala, 2003 (editado por J.P. Laporte, B. Arroyo, H. Escobedo y H. Mejía), pp.426-438. Museo Nacional de Arqueología, Guatemala.

Villacorta, Antonio y Carlos Villacorta

1927        Arqueología Guatemalteca. Sociedad de Geografía e Historia de Guatemala, Guatemala.

Figura 1        Mapa de la cuenca del lago de Atitlán y cuenca del Río Nahualate, basado en mapas 1:50,000 del IGN. Elaborado por C. Alvarado Galindo, CIAA. UVG 2009.

Figura 2        Mapa del lago de Atitlán mostrando los sitios hasta ahora registrados Basado en mapas 1:50,000 del IGN. Elaborado por C. Alvarado Galindo, CIAA. UVG 2009.

Figura 3        Plano topográfico de Semetabaj (elaborado por J. Rick, Universidad Stanford).

Figura 4          Mapa de la cuenca del lago de Atitlán mostrando los sitios del Preclásico Medio (elaborado por Carlos Alvarado y Tomás Barrientos, CIAA-UVG).

Figura 5        Mapa de las Tierras Altas señalando la extensión hasta ahora conocida de la Tradición cerámica Solano (elaborado por Carlos Alvarado, CIAA-UVG).

Figura 6        Plano de Chuk’muk. Universidad del Valle de Guatemala. Departamento de Arqueología. Mapa elaborado por E. Bustamante, R. Ortiz, A. Rojas. Auxilió: B. Chicaval y Salvador.  Diciembre 2009.

Figura 7        Plano de Xek’muk (elaborado por E. Bustamante, A. Rojas y R. Ortiz, UVG).

Figura 8         Escultura proveniente de Chiya’ (Chuitinamit), que se encuentra en el Museo Rossbach de Chichicastenango (Sistema de información Geográfica. Departamento de Estudios Ambientales. Universidad del Valle de Guatemala, 2009. C. Alvarado Galindo, CIAA).

Figura 9        Mapa de la zona oriental del lago de Atitlán mostrando los sitios del Clásico Tardío (elaborado por C. Alvarado y T. Barrientos, CIAA-UVG).

Figura 10        Mapa de la zona oriental del lago de Atitlán mostrando los sitios del Clásico Tardío (elaborado por C. Alvarado y T. Barrientos, CIAA-UVG).

 

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