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063 – ETNOZOOLOGÍA DE DEPÓSITOS RITUALES DE LOS MAYAS MODERNOS E IMPLICACIONES PARA LA INTERPRETACIÓN DE LA DIETA Y DEL RITUAL DE LOS ANTIGUOS MAYAS – Kitty F. Emery, Linda Brown, Elyse Anderson, Erin Kennedy Thornton y Michelle LeFebvre – Simposio 22, Año 2008

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Emery, Kitty F., Linda Brown, Elyse Anderson, Erin Kennedy Thornton y Michelle LeFebvre

2009        Etnozoología de depósitos rituales de los Mayas modernos e implicaciones para la interpretación de la dieta y del ritual de los antiguos Mayas. En XXII Simposio de Investigaciones Arqueológicas en Guatemala, 2008 (editado por J.P. Laporte, B. Arroyo y H. Mejía), pp.842-852. Museo Nacional de Arqueología y Etnología, Guatemala (versión digital).

63

ETNOZOOLOGÍA DE DEPÓSITOS RITUALES DE LOS MAYAS MODERNOS E IMPLICACIONES PARA LA INTERPRETACIÓN DE LA DIETA Y DEL RITUAL DE LOS ANTIGUOS MAYAS

Kitty F. Emery

Linda Brown

Elyse Anderson

Erin Kennedy Thornton

Michelle LeFebvre

Florida Museum of Natural History, George Washington University y University of Florida

ABSTRACT

ETHNOZOOLOGY OF MODERN MAYA RITUAL DEPOSITS AND IMPLICATIONS FOR THE INTERPRETATION OF ANCIENT MAYA DIET AND RITUAL

Zooarchaeological reconstructions of diet and rituals are generally based on remains recovered from deposits associated with archaeological sites and middens. In contrast to that, the present study reviews an analysis of recent ethnozoological remains of wild animals deposited in sacred locations outside of residential areas during ceremonies associated with hunting in highland communities around Lake Atitlan, Guatemala. The bones from these modern deposits are used to determine the taxonomy, population structure, as well as the state of health of the captured animals, the same as is done for deposits associated with hunting rituals in the domestic sphere. The results create, on the one hand, a perspective on the role of wild fauna in the diet and in ritual for the highland Maya, while on the other hand, they also call attention to the importance of deposits outside of defined site areas as related to archaeological interpretations.

Los sitios sagrados de cacería escondidos en las colinas que rodean el lago Atitlán, Guatemala, anteriormente desconocidos, contienen evidencia material del ceremonialismo doméstica de la cacería. Estos sitios sagrados se definen por una única característica – la inclusión de un depósito de fauna conteniendo los restos conservados de animales silvestres que fueron cazados y que fueron regresados por los cazadores durante un rito para apaciguar al “guardián de los animales”. Los sitios sagrados y los depósitos tienen importantes implicaciones para nuestra comprensión sobre el ritual y sustento maya. Estos nos proveen tanto un medio para identificar la cacería ceremonial en el registro arqueológico como una advertencia acerca de la representatividad de las acumulaciones zooarqueológicas en las unidades domésticas y en los asentamientos. Así mismo, proporcionan ideas importantes dentro del uso ritual de los restos de “basura” diaria de animales comunes de uso alimenticio, evidencia de la línea borrosa que existe entre la subsistencia alimenticia y lo ritual.

Los sitios sagrados del Lago Atitlán fueron identificados por vez primera por Linda Brown durante su investigación sobre sitios sagrados y páramos sagrados. En los pasados diez años, Brown ha documentado 20 sitios sagrados y ha recopilado evidencia etnográfica del uso que le dan los cazadores de Atitlán (Figura 1). La mayoría de estos sitios sagrados continúan siendo utilizados o fueron abandonados durante los pasados 50 años, creando la oportunidad única de estudiar los conjuntos arqueológicos recientes con ayuda de los practicantes de los rituales contemporáneos que han usado o recuerdan el uso de estos depósitos.

La investigación de Brown ha revelado que para cualquier cacería, al menos dos rituales se llevan a cabo en lugares asociados con el guardián de los animales. Durante un rito previo a la caza, los cazadores ofrecen sacrificios al guardián de los animales mientras le piden permiso para tomar a una de sus criaturas. Si la cacería tiene éxito, los cazadores cuidadosamente conservan algunos o todos los restos durables de los animales. Después, en un ritual post-caza, los cazadores agradecen por las criaturas cazadas al guardián de los animales y le piden perdón por el derramamiento de sangre. En el transcurso de esta ceremonia, los cazadores colocan los restos conservados de los animales, en el depósito de fauna en el sitio, la definición del material correlaciona a los sitios sagrados y los rituales de cacería.

El verano pasado, después de un breve reconocimiento en 2005, Emery y tres estudiantes graduados de la Universidad de Florida se unieron a Brown para investigar tres de los más diversos sitios sagrados de caza y para identificar los restos faunísticos en los depósitos. Fue en realidad una colaboración fascinante ya que se hizo uso de la etnología y zooarqueología para reconstruir las actividades ceremoniales de la cacería a través del estudio de los restos materiales asociados a estos sitios rituales. Nuestros análisis aún están en proceso, pero los resultados obtenidos hasta ahora representan importantes implicaciones para la zooarqueología y para las reconstrucciones de las actividades domésticas y rituales tanto antiguas como modernas.

Nos gustaría discutir tres implicaciones específicas de nuestros descubrimientos: 1) lo que los restos animales nos dicen sobre la información que se pierde en el conjunto zooarqueológico acerca de la arqueología doméstica y de los asentamientos; 2) cómo estos restos pueden ayudarnos a identificar los conjuntos zooarqueológicos “rituales” y particularmente de un sitio ritual de cacería; y 3) lo que estos restos podrían sugerir en términos generales, acerca del papel de las “especies comunes” en rituales domésticos.

MÉTODOS

Esta investigación fue enriquecedora, pero en términos metodológicos, bastante complicada. En primer lugar, los depósitos faunísticos se caracterizaban por tener enormes cantidades de huesos. Aunque algunos depósitos contenían menos de diez huesos, uno estimaba casi 600,000 restos, y la mayoría promediaban cientos de huesos. Los restos óseos estaban bien preservados y eran identificables. Como parte de uno de los requerimientos del ritual del sitio, ningún resto debía llevarse del sitio, por lo que todas las tipificaciones se tuvieron que realizar en el sitio, pero no en los depósitos mismos.

Los depósitos están localizados a lo largo de afloramientos rocosos escarpados, esto permite que sólo se pueda trabajar en un área pequeña. Al final de cada día el sitio tenía que ser dejado en condiciones prístinas, lo cual requería la remoción del equipo de campo y los signos de demarcación de las unidades, así como el regreso al depósito de todos los materiales faunísticos identificados. Dado que se trataban de sitios rituales, el pedir permiso fue requerido tanto para con los dueños de la tierra como con el guardián de los animales. Trabajamos en cercanía con los residentes locales y contratamos a un practicante de rituales (ajq’ij’ o guardián del día) como un miembro permanente de nuestro grupo. Las ceremonias se realizaron al principio del trabajo en cada sitio, para pedir permiso para nuestras actividades al guardián de los animales y los nawales de los sitios. Nuestra participación en estos rituales proporcionó un acercamiento incomparable sobre el uso ritual de estos sitios.

RESULTADOS

Los tres sitios sagrados de cacería escogidos para éste estudio fueron representativos de todo el corpus de los sitios sagrados de cacería. Se encontraban a cierta distancia de los pueblos y estaban asociados con los afloramientos rocosos. El “guardián de los animales” mantiene sus manadas salvajes en una finca dentro de una montaña, a la cual se accede a través de una cueva. Cada sitio sagrado de cacería contenía áreas de actividad características que incluían hogares para ofrendar, altares, áreas de ejecución de las ceremonias y la característica definitiva: un depósito faunístico. Los tres sitios difieren en algunos aspectos importantes.

Pa’ Ruchi’ Abaj (Boca de la roca) es un sitio sagrado comunal de cacería ubicado a un lado de una vieja ruta de comercio cerca de San Juan La Laguna. Incluye un depósito grande y denso de fauna en la base del afloramiento rocoso (Figura 2). El sitio está abandonado, aunque comúnmente su uso es reclamado y limitado. Los elementos se encuentran expuestos y solamente están protegidos por las áreas cercanas a los afloramientos rocosos. El muestreo y una columna de excavación revelaron una matriz de más de 1.5 m de densidad de restos óseos debajo de los materiales de superficie.

Pa Sak Man (Lugar del Pájaro Blanco) es uno de los varios sitios sagrados de cacería cerca de San Pedro La Laguna. Es un sitio sagrado activo de cacería comunal utilizado para varios tipos de ceremonias incluidas los ritos para la cacería. El sitio consiste en un abrigo rocoso bien protegido, el costado oeste contiene múltiples áreas de actividad y nueve depósitos de huesos faunísticos observables (Figura 3). No posee depósitos por debajo de la superficie.

Pa’ Ziguan (La Barranca) es un sitio sagrado comunal de cacería abandonado localizado al suroeste de San Pedro La Laguna. Originalmente el sitio consistía en un abrigo rocoso bajo, situado hacia el este y dividido en dos áreas de actividad con asociación de depósitos de caza. Desafortunadamente, este sitio fue víctima de un desplome de rocas poco antes de nuestra llegada y una buena parte del lugar fue arrasada (Figura 4). Un aspecto para investigaciones futuras es la historia de vida de estos abrigos rocosos dadas sus distintas condiciones tafonómicas.

Un total de 6671 de restos de animales fueron identificados en los tres sitios sagrados de cacería (Tabla 1). Representaron un mínimo de 69 individuos en Pa’ Ruchi’ Abaj, 147 en Pa’Sak Man y 50 en Pa’ Ziguan. Aproximadamente el 50% de todos los restos en superficie recuperables en los sitios fueron analizados. Aunque muchos depósitos fueron identificados en su totalidad, debido a la cantidad de los restos, algunos tuvieron que ser muestreados. Los depósitos varían desde un sólo hueso hasta un estimado total de casi 600,000 huesos incluyendo los restos de la sub-superficie en Pa Ruchi Abaj.

Los conjuntos fueron taxonómicamente diversos pero consistentes entre los sitios, se identificaron en total 23 taxa y 19 en el conjunto más diverso en Pa’ Sak Man (Tabla 2). Los mamíferos fueron las especies dominantes, siendo las más comunes el venado cola blanca (el más representativo de todos), pecarí, armadillo, paca y coatí, seguidos por los conejos y los pequeños agutí. Las siguientes especies altamente determinadas incluyen zarigüeya, tapir, venado temazate, mapache y pavo (la única especie no mamífera encontrada en estas cantidades). También se halló un solo ejemplo de varias especies, entre ellas felinos grandes y medianos, un cánido, mono, tamandúa y ardilla.

Estos resultados se correlacionan con la información etnográfica reunida por Brown. Únicamente los tapires, monos y ardillas terrestres no se mencionaron en las entrevistas, mientras que los zorrillos, kinkajú y ardillas no fueron identificados en nuestras muestras.

La representación de los elementos esqueléticos fue marcadamente completa. Para cada grupo taxonómico recuperado en los depósitos faunísticos se identificaron la mayoría de los elementos esqueléticos y la mayoría de las partes del cuerpo. Esto fue particularmente exacto en las especies grandes como el venado cola blanca, pecarí y tapir. Algunas divergencias notables esperadas incluyen la ausencia de las astas y segmentos frontales del cráneo de los venados, la ausencia de elementos distales de felinos, y la predominancia de elementos distales de tapires y elementos craneales tanto de pecarís como de zarigüeyas. Los elementos de venados establecidos como la proporción de lo observado con un número esperado de elementos por parte del cuerpo normalizado a cero, indica que los restos axiales, craneales y distales son poco representativos en comparación con los huesos de las extremidades. Las entrevistas etnográficas revelan que aunque los cazadores de la región recalcan la importancia de regresar los huesos de los animales salvajes cazados al sitio sagrado, en las cercanías de Santiago Atitlán, las pieles de venado y los cráneos son frecuentemente regresados a la cofradía de San Juan, un sitio sagrado del guardián de los animales localizado dentro del pueblo para su uso en la danza del venado jaguar. Tanto los cazadores de las tierras bajas y altas, en ocasiones también conservan las astas y cráneos como decoración. Las pieles de los felinos a menudo se venden con los elementos craneales y distales intactos, pero pueden también regresar a la cofradía. Aquí se venden en un mercado de las Tierras Altas y como un trabajo desafortunado la taxidermia de un ocelote en la Cofradía San Juan.

La edad de los animales en los tres sitios varía en aspectos importantes pero son comparables en general. De las especies más grandes y comunes, el venado cola blanca tuvo consistentemente un 50% de adultos, con un rango de 60-85% maduro (incluyendo adultos, subadultos e inmaduros+). La proporción de inmaduros a juveniles en todos los taxa son más altas que las proporciones esperadas de individuos muy jóvenes y particularmente juveniles (no en edad de crianza) en dos de los sitios. Este es el caso particular de la mayoría de las especies comúnmente cazadas. En el tercer sitio, hubo más individuos maduros, mientras jóvenes casi no se encontraron. Los cazadores en el área le han mencionado a Brown que ellos no tienen restricciones en que animales se caza, jóvenes/viejos, machos/hembras, desde el propio acto de que el animal se presenta al cazador, se trata de un auto-sacrificio por parte del animal con el consentimiento del guardián de los animales. En contraste, los cazadores entrevistados por Emery en investigaciones etnográficas recientes en las Tierras Bajas guatemaltecas indican que los animales juveniles no son candidatos apropiados para la caza particularmente en especies grandes como venados cola blanca.

La investigación de Brown sugiere que los huesos regresados a los depósitos de los sitios rituales debieron ser tratados con gran cuidado. En estos conjuntos las marcas de carnicería se encuentran en pocos restos aunque ciertamente más que en los conjuntos arqueológicos. Estas marcas son más comunes en las especies comestibles y también en los monos y tamandúa, pero no en los felinos, cánidos o animales intrusivos. El dato comparativo de las marcas de carnicería en los restos no conservados no ha sido recopilado. Las marcas de quemado en Pa’ Ruchi’ Abaj y Pa’  Sak Man varían significantemente de 24% a más 40% respectivamente. El quemado fue ubicuo en los taxa y elementos, y la mayoría fue realizada a altas o muy altas temperaturas lo que sugiere que el quemado resultó de la exposición al fuego en actividades rituales y no en actividades domésticas. Algunos de los restos sufrieron de intemperismo o al ser mordidos por animales roedores o carnívoros, ambos patrones son ubicuos dentro de los taxa y elementos. El intemperismo es proporcionalmente mayor en los sitios expuestos y abandonados, contra la sugerencia de los procesos in situ. La fragmentación de los elementos fue muy baja, con más del 60% del conjunto con elementos completos, y un 25% como semi-completos. Aunque algunas marcas de carnicería son aparentemente innegables, contrariamente los huesos parecen haber sido curados cuidadosamente antes de su regreso a los sitios sagrados de cacería.

DISCUSIÓN

Regresando a las tres implicaciones específicas de los depósitos: 1) ¿Qué se está perdiendo del registro zooarqueológico, la arqueología de unidades domésticas y de asentamientos? Claramente, en el caso del área del Lago Atitlán, casi toda la evidencia del uso de los mamíferos salvajes y grandes aves. Muchos autores han comentado que la perdida de los restos zooarqueológicos es el resultado de la preservación y los métodos de recuperación, pero muy pocos han indicado la enorme pérdida de restos orgánicos como resultado de las prácticas de deposición en el área Maya. La reciente investigación de Emery en las Tierras Bajas Mayas ha revelado que la mayoría de los restos óseos faunísticos no son desechados en ningún depósito doméstico. De hecho, los restos son conservados para usos rituales y medicinales, comidos por perros, quemados hasta las cenizas, enterrados en locaciones distantes o tirados en basureros comunales y en cuerpos de agua. Francamente es una maravilla que no encontremos nada.

Específicamente, es importante reconocer que desde que los zooarqueólogos interpretan el uso de los animales directamente a través del análisis de los restos de animales recuperados en los depósitos asociados a sitios arqueológicos y unidades domésticas, estaremos perdiendo los materiales que han sido conservados y depositados a cierta distancia del asentamiento. Los restos recuperados a distancia del asentamiento arqueológico (durante la prospección por ejemplo) deben de incluirse en la evaluación comparativa junto con los restos recuperados en los depósitos domésticos. Estos bien podrían determinar un importante segmento de los mismos restos domésticos.

En un plano más positivo, ¿cómo podemos usar la información de nuestras investigaciones para una mejor identificación de los depósitos rituales faunísticos arqueológicos y particularmente la información de los depósitos de cacería? Nuestra investigación hasta la fecha define una característica material para los sitios rituales de cacería que es útil en estudios comparativos. El trabajo de Brown ha mostrado que los sitios sagrados de cacería están ubicados afuera de los asentamientos en áreas sin explorar, espacialmente asociadas a los afloramientos rocosos o abrigos rocosos y se caracterizan por contener discretos depósitos de restos de animales, así como hogares de ofrenda, altares, áreas de ejecución de ceremonias, y áreas de desecho.

El conjunto de depósitos rituales de huesos examinados en éste estudio indica que estos sitios incluyen densidades extremadamente altas de huesos de animales en grupos espaciales definidos, y que los depósitos de huesos tienen una elevada diversidad taxonómica pero son dominados por las especies salvajes que se prefieren como alimento (en el caso de éstos depósitos de caza, venados cola blanca, pecaríes, armadillos etc), y en menor frecuencia por especies de alto valor simbólico o económico.

El trabajo adicional de Brown en otras regiones indica que no todos los depósitos de fauna contienen tal diversidad taxonómica o de elementos. En otras áreas, los cazadores regresan solo especies o elementos específicos (predominantemente el cráneo o extremidades distales). No obstante, deben aplicarse otras características a pesar de los taxa y elementos retornados. Los restos aquí examinados se caracterizan por proporciones relativamente altas de individuos juveniles. Los restos quemados son ubicuos a través de los grupos taxonómicos y grupos de elementos, se caracterizan por contener marcas de exposición al fuego a altas temperaturas. Los restos se encuentran relativamente sin fragmentación y posiblemente con menores marcas de carnicería. La incidencia del intemperismo, marcas de roedores y carnívoros pueden variar dentro de las condiciones tafonómicas dependiendo de la localización del depósito.

Estas características pueden proveer un medio para la identificación de la cacería ceremonial en el registro arqueológico. Aunque ningún sitio ritual de cacería ha sido definido arqueológicamente, existe evidencia considerable para sugerir que estas prácticas tienen una larga historia. La literatura etnográfica de los años 1700 ha mencionado la conservación ritual y el regreso de los huesos de animales (particularmente de venados) hacia áreas específicas del campo, generalmente cuevas. Muchas cuevas arqueológicas se caracterizan por una alta proporción de huesos de animales, incluyendo restos de esqueletos desarticulados en distribuciones que no sugieren una muerte natural o carnicería, o consumo en el sito. Emery y Anderson actualmente trabajan en las correlaciones entre varias muestras arqueológicas de rasgos apropiados en el campo para observar la posibilidad de identificar alguno como un depósito de cacería.

En una escala más general, estos descubrimientos pueden ayudarnos a redefinir las características que usamos para identificar el ritual dentro del registro zooarqueológico. Hemos definido típicamente los depósitos rituales de animales incluyendo los taxa exóticos, las agrupaciones taxonómicas inusuales y desde las distribuciones inusuales de los elementos y las edades. Esto no siempre es el caso. Otras características como la frecuencia del quemado a elevadas temperaturas, la falta de fragmentación de los elementos y las repeticiones discretas de los elementos y especies, o la alta diversidad taxonómica y de los elementos podrían ser mejores indicadores. Igualmente importante es nuestra habilidad para distinguir la conservación “ritual” de los huesos de animales de otras actividades como los banquetes. Los depósitos de los banquetes en los registros zooarqueológicos son típicamente identificados basándose en las altas frecuencias de especies preferidas como alimento con una representación alta de todo el cuerpo o en las elevadas cantidades de proporciones del cuerpo con mayor cantidad de carne. Ambas características también señalan a los depósitos rituales faunísticos de cacería.

Finalmente, aunque nuestros resultados no están completamente listos para poder contestar esta pregunta – ¿cómo los rituales de cacería del área de Atitlán nos informan acerca del uso ritual de los materiales diarios, en este caso de los “huesos desechados” de la mayoría de los animales comúnmente utilizados como alimento? Generalmente hemos asumido que los conjuntos rituales son exóticos o diferentes – pero claramente la “diferencia” de los conjuntos rituales es creada a través de sus distintas historias de vida. En el caso de los sitios rituales de cacería, incluye la conservación cuidadosa de los huesos de los animales en las unidades domésticas durante el año, y su deposición final en los sitios rituales alejados. Entonces, la cacería relacionada con los depósitos rituales se define en gran medida por sus restos materiales, como por la historia de vida única de estos restos, primero como presa, luego como comida, después como restos conservados y al final como participante en la deposición ritual. Una importante conclusión para esta investigación es que en el registro arqueológico y por supuesto en el registro zooarqueológico, el “sustento” no se separa tan fácilmente del “ritual”.

Sitio

# Rasgos

Extensión del Porcentaje

Muestreado

Promedio
Porcentaje

Muestreado

Extensión del NISP

NISP Total

Totales estimados del sitio

(# especimenes)

Pa Ruchi Abaj (superficie)

1

(4 unidades)

10-100 %

61%

68-515

1205

1,968

Pa Ruchi Abaj (sub-superficie)

25x25x10 cm.*

30.2%

560-3,988

597,040*

Pa Sak Man

11

(14 unidades)

20-100%

28%

1-1,586

4,853

17,171

Pa-Ziguan

5

(5 unidades)

25-100%

49%

7-200

387

782

* (basado en la volumetría del sitio)

Tabla 1 Depósitos faunísticos – datos numéricos

Taxa

Pa’ Ruchi’ Abaj

Pa’ Sak Man

Pa’ Ziguán

TOTAL

Nombre científico

Nombre común

%

NISP

%

MNI

%

NISP

%

MNI

%

NISP

%

MNI

%

NISP

%

MNI

Urocyon cinereoargentus

Gato de monte

0.00

0.00

0.02

0.68

0.00

0.00

0.01

0.38

Canis sp

Perros, coyotes

0.00

0.00

0.02

0.68

0.00

0.00

0.01

0.38

Felidae (grande)

Jaguar, puma

0.11

1.45

0.11

0.00

0.00

0.00

0.10

0.38

Leopardus pardales

Tigrillo

0.00

0.00

0.05

0.68

0.00

0.00

0.03

0.38

Procyon lotor

Mapache

0.11

1.45

0.75

2.04

0.00

1.00

0.52

0.95

Tapirus bairdii

Tapir

0.21

1.45

0.29

0.68

9.04

4.00

0.78

1.52

Didelphis sp.

Zarigüeya

0.11

2.90

0.16

2.04

0.00

0.00

0.13

1.89

Dasyprocta punctata

Agutí

0.80

5.80

0.02

0.68

0.00

0.00

0.24

1.89

Sylvilagus sp.

Conejo

0.00

0.00

0.32

3.40

0.00

0.00

0.21

1.89

Agouti paca

Tepezcuintle

0.64

5.80

1.00

3.40

0.52

2.00

0.87

3.79

Nasua larica

Pisote

2.51

10.14

1.61

6.80

0.52

3.00

1.80

7.01

Tayassu sp.

Coche de monte

5.94

8.70

6.32

15.65

0.52

2.00

5.88

11.36

Dasypus novemcinctus

Armadillo

29.73

20.29

44.11

19.73

3.10

8.00

37.70

17.80

Odocoileus virginianus

Venado cola blanca

31.71

31.88

19.76

38.78

85.79

80.00

26.94

45.08

Total NISP

1870

69

4414

147

387

50

6671

264

# Taxa

14

19

7

23

Tabla 2  Datos numéricos de los depósitos faunísticos:

El por ciento de NISP e MNI en cada lugar sagrado

Figura 1 Lugares sagrados de la cacería

Figura 2 Foto de Pa’ Ruchi’ Abaj, San Juan La Laguna

Figura 3 Mapa de Pa’ Sak Man, San Pedro La Laguna

Figura 4 Mapa de Pa’ Zaguan, San Pedro La Laguna 

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