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65 – LOS DIOSES QUE NUNCA SE FUERON: CEREMONIAS DOMÉSTICAS EN EL NORTE DE LA PENÍNSULA DE YUCATÁN – Lilia Fernández Souza – Simposio 21, Año 2007

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Fernández Souza, Lilia

2008        Los dioses que nunca se fueron: Ceremonias domésticas en el norte de la Península de Yucatán. En XXI Simposio de Investigaciones Arqueológicas en Guatemala, 2007 (editado por J.P. Laporte, B. Arroyo y H. Mejía), pp.1029-1040. Museo Nacional de Arqueología y Etnología, Guatemala (versión digital).

65

LOS DIOSES QUE NUNCA SE FUERON: CEREMONIAS DOMÉSTICAS EN EL NORTE DE LA PENÍNSULA DE YUCATÁN

Lilia Fernández Souza

Universidad Autónoma de Yucatán

Palabras clave

Etnografía Maya, Yucatán, rituales domésticos, género, cosmovisión, etnoarqueología

Abstract

THE GODS THAT NEVER LEFT: DOMESTIC CEREMONIES IN THE NORTHERN YUCATAN PENINSULA

In modern day Yucatan it is still possible to observe a series of domestic rituals whose roots are found in the remote Prehispanic past. Some of these are narrated in a similar manner to the chroniclers from the first years after the Conquest in the Maya area as well as Central Mexico. This work presents an ethnoarchaeological study of some of these domestic rituals that are still occurring today, and they are compared with archaeological and ethnohistoric information to develop a debate on the role these processes, changes, and adaptations had in the history and cosmovision of ancient Mesoamerica.

CEREMONIAS DOMÉSTICAS EN UNA COMUNIDAD YUCATECA

El moderno asentamiento de Siho se localiza en el noroccidente de la península de Yucatán, a unos 30 km tierra adentro de la Costa Norte de Campeche. Está ubicado junto a lo que fue el asentamiento prehispánico del mismo nombre; fue encomienda y posteriormente hacienda henequenera (Zabala y Cobos 2002:1).

En los años 2003 y 2004 fue llevada a cabo una investigación en solares de la localidad con fines etnoarqueológicos que incluyó aspectos como la distribución de áreas de actividad, la diferenciación de tareas por género y la formación del contexto arqueológico. En esta investigación fueron identificándose prácticas materiales que son resultado de la forma en que los habitantes modernos de Siho conciben el espacio construido y la manera en que éste y su vida cotidiana se inserta en el mundo espiritual. Como se verá, estas prácticas incluyen códigos relacionados con la utilización de ciertas áreas y con tareas que deben cumplirse con lo sobrenatural.

El fogón o k’oben es un rasgo común en las viviendas rurales de Yucatán. De hechura sencilla, consiste en tres piedras irregulares, pero semejantes entre sí, que se acomodan formando una especie de triángulo, al interior del cual se ubica el fuego. En Siho, las casas tienen k’obenob, aun aquellas que cuentan con algún otro tipo de fogón como los elaborados de mampostería o bloques. El número de k’obenob es variable, así como su localización. Es común tener uno en el interior de la cocina, pero también uno o varios en el exterior, siempre cerca de la cocina.

El número de fogones no necesariamente se relaciona con el número de mujeres en la casa. A este tipo de rasgos está asociado uno de los rituales domésticos identificados; cuando un bebé nace, si es varón, su cordón umbilical es llevado al monte, para que cuando sea mayor no tenga miedo de alejarse de la casa para cumplir con sus labores agrícolas o de cacería. Si se trata de una niña, el cordón umbilical es enterrado en las cenizas del k’oben, de manera que en el futuro se mantenga en casa, llevando con bien las labores que se consideran propias de mujeres, entre las que se encuentran tortear y cocinar. La explicación a esta práctica es constante y puede encontrarse en otras localidades de Yucatán, como sucede con la región de Tzukakab, al sur del Estado.

Una práctica que incorpora elementos comparables es el hetz mek; consiste en colocar al bebé a horcajadas, lateralmente, sobre la cadera del “padrino” o “madrina”. El padrino rodea, con el bebé, una mesa sobre la que se han colocado objetos diversos según el género del infante. Si es un niño, se le van colocando en las manos, a cada vuelta de la mesa, herramientas de labranza y que vayan a serle útiles en el futuro. De tratarse de una niña, se le pondrán en las manos objetos “femeninos”.

En una ceremonia observada en 1994 en la localidad yucateca de Kankabdzonot, a la niña en cuestión se le entregaron un cuaderno y un lápiz, lo cual da cuenta de que si bien el sentido de la ceremonia —coadyuvar con el buen desempeño de las labores futuras del infante— se mantuvo, las tareas que se esperaban de la niña habían adquirido nuevas expectativas.

Otra de las prácticas identificadas, consiste en la colocación de manos de moler, fragmentos de las mismas o de piedras de moler en las esquinas puestas en el centro de una casa recién construida. En este caso, la explicación no fue tan constante como en el ejemplo anterior. Se lleva a cabo “para proteger la casa”, o “alejar los malos vientos”. Uno de los informantes especificó que las piedras de moler se parten en cuatro y se depositan en cada esquina. La explicación más detallada fue dada por dos mujeres, una de 55 años y otra de 35 —madre e hija— quienes narraron una ceremonia consistente en la colocación de una mano de piedra de moler vestida con hipil, en el centro de la casa. La palabra usada en este caso fue k’ex, que en Maya Yucateco significa “trueque o cambio” (Barrera Vázquez 1995:396); la finalidad fue proteger la salud de los niños de la casa. Quien depositó y enterró la pieza fue un hombre, y quien elaboró el hipil con el que se vistió la mano fue una mujer.

También relacionadas con las direcciones cardinales son las prácticas de bendición o protección de las casas. Entre estas se encuentran los rezos católicos, el agua bendita y la novena, pero también fue mencionada la asistencia de un hmen u oficiante Maya. El hmen se dirige a los puntos cardinales desde el centro de la casa; uno de los informantes especificó que los “malos vientos” vienen del poniente y del norte, mientras que los “vientos buenos” vienen del este y del sur.

En estas circunstancias fue mencionado el uso del halal; el Diccionario Maya Cordemex (Barrera Vázquez 1995:175) define halal como “cañas delgadas de que los indios hacen flechas” y “cañas para flechas”. Un halah observado en Siho es, en efecto, una caña con tapa que contiene espinas de manta raya. De este conjunto de objetos, fueron señalados dos usos. El primero tiene que ver con la práctica a las direcciones cardinales en la casa previamente mencionadas: un testigo narró que sin abrirlo, el hmen lo remoja en un jícaro que contiene aguardiente y con el mismo rocía hacia las cuatro direcciones. El segundo uso corresponde a las propias espinas de manta raya que son utilizadas para sangrías curativas.

Es necesario destacar la cercanía de Siho a la ciudad de Mérida, capital del Estado de Yucatán, así como a Halacho, población relativamente grande, de la que dista solamente 9 km. Los habitantes son por lo general católicos y bilingües y cuentan con escuelas de pre-escolar, primaria y secundaria. Si bien es innegable que esta población se encuentra inmersa en la modernidad, también hay que subrayar que algunas de sus prácticas rituales y materiales son comparables con otras que han sido registradas en siglos anteriores y también que pueden identificarse en contextos arqueológicos. A continuación, se presentarán algunos ejemplos que proceden de contextos arqueológicos, referencias de cronistas y estudios etnográficos del siglo XX.

Al final de la presente versión digital se ha incluido una serie de esquemas y fotografías que ilustran los planteamientos hechos en este trabajo (Figuras 1 a 6).

CONTEXTOS PREHISPÁNICOS

De las prácticas comparables con las identificadas en Siho, la única que puede ubicarse materialmente es la que consiste en la colocación de objetos en las esquinas o en el centro de las casas. En el caso específico de las piedras de moler o las manos de moler, pueden citarse los casos del Templo de las Grandes Mesas de Chichen Itza en cuyas esquinas Castillo (1998) encontró cajas de piedra conteniendo ofrendas, así como piedras de moler trípodes con sus respectivas manos.

En Isla Cerritos, el equipo de la Universidad Autónoma de Yucatán localizó una piedra de moler partida en dos, colocada en la esquina de la Estructura 8. Esta misma práctica también ha sido reportada en sitios de la Costa Oriental de la Península de Yucatán (Luis Leira, comunicación personal 2006). Además de piedras de moler, otros objetos suelen ser encontrados en estructuras de distinta índole. En el Osario de Chichen Itza, sus esquinas contenían grandes piedras talladas en cuya parte inferior había un orificio en el que se colocó una cuenta de jade.

En la Estructura 2A-17 del mismo sitio, correspondiente a una construcción del llamado tipo patio sin galería, fue hallado al excavar la banqueta central un pequeño vaso trípode cubierto con un sahumador del tipo Sisal Sin Engobe (Fernández 1999). De manera semejante, en la Estructura 8 de Isla Cerritos se halló, en la banqueta central, una olla con tapa sobre una cama de caracoles marinos. Esta constante fue señalada por Schele y Mathews (1999:48), quienes anotan que los Mayas antiguos depositaban ofrendas en agujeros cortados en el piso de las construcciones, en el eje central, en el interior de las puertas, bajo el punto central y en las esquinas.

Para el caso de K’axob en Belice, Harrison-Buck (2004:65) ha propuesto que respecto a la colocación de ofrendas –caches— pueden discernirse tres funciones:

  • Ordenamiento cíclico del espacio a través de la demarcación de lugares
  • Ordenamiento cíclico del tiempo: marcar eventos
  • Memoria e identidad: veneración de ancestros y deidades

Respecto a la mano de la piedra de moler vestida que fue colocada en Siho como k’ex o cambio por la salud de los niños, vale la pena hacer referencia a una anotación de Taube (2000:276), quien dice que el sacrificio k’ex es mencionado en el Popol Vuh y aún practicado por los Mayas modernos. Señala que se hace obsequio a los “demonios de la muerte y la enfermedad” con gallinas y otras ofrendas a cambio de la salud de los miembros de la familia (ver también Freidel, Schele y Parker 1993:203, 205).

Taube (2000:277) considera que algunas escenas del arte Maya dan a entender que a veces la ceremonia del k’ex, incluyó el sacrificio de infantes y que esta ceremonia puede remitirse a prácticas Olmecas. De manera sugerente sostiene que “muchos de los objetos de jade de este pueblo que presentan las formas de ‘bebés jaguar’ son supuestamente una indemnización valiosa por los niños que no se estaban dispuestos a sacrificar” (Taube 2000:277). Escenas pintadas en vasijas que muestran el sacrificio de “bebés jaguar”, propone este investigador, podrían referirse también a un sacrificio k’ex.

Las otras dos prácticas identificadas en Siho son difíciles de compararse con un correlato arqueológico. Sin embargo, sí ha habido discusiones acerca de la importancia tanto del k’oben o fogón como de las direcciones cardinales, ejes y centro. En el caso del primero, autores como Freidel, Schele y Parker (1993:65-67) y Wagner (2000:283) han sugerido que las tres piedras mencionadas como parte del acto de “creación” en la Estela C de Quirigua son precisamente, las piedras del k’oben. Freidel, Schele y Parker (1993:79) relacionan este hecho con la mención de Tedlock (1985:261) acerca de que la Alnitak, Saiph y Rigel en la constelación de Orión, son vistas como las tres piedras del típico fogón K’iche’, también arreglado en forma de triángulo.

Respecto a las cuatro direcciones cardinales y el centro varios autores (Wagner 2000:283) coinciden en que el espacio construido mesoamericano reproduce, en términos generales, la concepción del universo, lo cual se observaría tanto en la traza de las ciudades como en sus edificios, trátese de estructuras públicas monumentales como de pequeñas casas.

Ceremonias de inauguración o dedicación de casas, salvo en lo que concierne al depósito de ofrendas, son extremadamente difíciles de documentar arqueológicamente. Las inscripciones dan algo de luz en este aspecto. Por ejemplo, Stuart (1998:389) menciona un rito de “entrada del fuego” (“the fire entering rite”); en el Tablero de los 96 Glifos de Palenque, este investigador identifica la frase och k’ak’ ta-y-otot, que traduce como “el fuego entra en su casa” y la compara con un ritual de dedicación mencionado por Landa, ok nah o “entrada a la casa”, que incluía braseros y fuego en una ceremonia de dedicación de una casa. Stuart (1998:389) sugiere que podría tratarse de de una manifestación tardía de la ceremonia och k’ak del periodo Clásico.

INFORMACIÓN COLONIAL

Algunas de las prácticas mencionadas han sido narradas por cronistas, tanto del área Maya como de otras regiones de Mesoamérica. La inducción de los bebés hacia las futuras labores ocupa un lugar importante en los rituales domésticos. Aunque es preferible realizar comparaciones con el entorno más cercano por su similitud con lo que fue narrado en Siho (y en Tzukakab), se anota un fragmento de lo relatado por Sahagún en el caso de los Mexicas (1985, Libro VI:385): “…la partera enterraba junto al hogar el ombligo que había cortado a la niña. Decían que ésta era señal que la niña no saldría de casa (…y…) también (…) que había de tener cuidado de hacer la bebida y la comida, y las vestiduras”.

En cambio, si se trataba de un varón, el ombligo del pequeño era entregado a un guerrero valiente para que lo llevara a enterrar en el campo de batalla; al cortárselo, la partera decía al bebé “…tu oficio y facultad es la guerra, tu oficio es dar de beber al sol con sangre de los enemigos” (Sahagún 1985, Libro VI:385). Villa Rojas (1978: 405) señala que el padre Serna declaró lo mismo, igualmente para los Mexicas.

Por otro lado, el hetz mek, o llevar al bebé a horcajadas, no es narrado exactamente igual por Motolinía, pero sí hay similitudes notorias. Este cronista cuenta en la Historia de los Indios de la Nueva España que a los niños se les daba nombre a los siete días de nacidos y también que “si era varón, poníanle una saeta en la mano, y si era hembra débanle un huso y un palo de tejer”. La razón de esto último era que el varón fuese valiente en la guerra (Motolinía 2001:38), de manera semejante a la práctica actual de llevar el cordón umbilical al monte para que el niño al hacerse hombre no tenga miedo de alejarse de casa para realizar sus tareas.

Una mención acerca del Hetz Mek en el siglo XIX la hace Hernández (en Pinto y Santana 1995: 173), quien en 1846 anota que “Para esto ponen alguna mesa con algún potaje en ella, y el padrino da a su alrededor nueve vueltas con el niño en la cadera y en seguida le ponen en las manos, cuando es hembra, un juso, una aguja y los útiles con que hilan las mantas”, mientras que, de tratarse de un varón, señala el mismo autor, se le ponía en las manos “un jacha, un machete y todos los instrumentos que debe usar cuando grande”.

Las bendiciones a las casas también son mencionadas por cronistas; ya se ha anotado el caso de Landa y el ok nah citado por Stuart (1998: 389). También puede apuntarse el comentario de Sánchez de Aguilar, quien en su Informe contra idolurum cultores (1996:84) sostiene que: “Quando hazen casas nueuas (…) no entran en ellas ni las habitan hasta que venga el viejo hechicero (…) a bendecirla con sus torpes ensalmos”. Por otro lado, la importancia de direcciones cardinales y seres asociados a ellas es también mencionada por Landa (2001:71) quien afirmaba que entre la “muchedumbre de dioses” había cuatro llamados Bacab que se localizaban en las cuatro partes del mundo sosteniendo el cielo para que no se cayera.

Respecto al uso de espinas de manta raya en ceremonias, Landa (2001:135) hace una mención acerca de un pez que describe como “ancho y redondo con una cola larga y delgada, con una sierra que si se clava, produce mayor daño al sacarla ya que tiene los dientes al revés”; con esta descripción, se puede suponer que se trata de ese tipo de pez. El cronista anota que “De estas sierritas usaban los indios para cortar sus carnes en los sacrificios del demonio, y era oficio del sacerdote tenerlas, y así tenían muchas” (Landa 2001:135).

Del uso de espinas de manta raya en autosacrificios hay también evidencia prehispánica; y las espinas de pez han seguido sirviendo para sangrías, aunque no con el mismo propósito mencionado por Landa sino con fines curativos. Por ejemplo, en el Archivo General del Estado de Yucatán (AGEY 1890-1906) se encuentra una acusación de homicidio procedente del pueblo de Kinchil, que narra que dos supuestos curanderos, hombre y mujer, pretendieron curar a un hombre el dolor de cabeza a través de una sangría, “utilizando huesos del pescado que denominan Xtun”. Pero, como la ceremonia incluía la ingesta de licor de anís, el cual estuvieron consumiendo durante toda la noche, al parecer causaron más daño que bien y el paciente murió desangrado.

COMPARACIONES ETNOGRÁFICAS

La colocación del cordón umbilical en los lugares correspondientes se identifica actualmente en varios puntos de Yucatán, aunque hay variantes. Por ejemplo, Redfield y Villa Rojas (en Villa Rojas 1978: 405) señalaban que en Chan Kom se enterraba la placenta y el cordón umbilical junto al fogón, pero en ese caso la explicación era que se hacía para favorecer a la mujer que había dado a luz recientemente, proporcionándole el calor del fuego.

Por otra parte, el hetz mek ha sido registrado en varios lugares modernos de Yucatán como Xocen (Terán y Rasmussen 2005:283), Kankab Dzonot, y poblaciones de los municipios de Valladolid y Motul (Guzmán 2006:321-322), entre otros; Villa Rojas también reportó esta práctica en Quintana Roo en la primera mitad del Siglo XX. Es común que la ceremonia se realice a los tres meses de la niña, por las tres piedras del fogón, y a los cuatro meses del niño, por las esquinas de la milpa.

Respecto a ceremonias k’ex también se reportan en varios sitios; Freidel, Schele y Parker (1993: 219, 220), para Santa María, mencionan un Lo k’ex que consistió en la curación de un bebé. Por su parte, Terán y Rasmussen en su investigación sobre Xocen (2005:242), anotan el k’ex como una ceremonia doméstica que saca la enfermedad o algún daño.

Por último, las ofrendas y depósitos a las casas también se encuentran en varios sitios y con múltiples variantes. Benavides (1987:65) anota que el enterrar objetos tales como vasijas o manos de piedras de moler en las casas nuevas de comunidades modernas yucatecas, tiene como fin evitar los malos vientos y conferir un alma a la construcción. Por su parte, Gabriel (2006:1157) reporta en el oriente de Yucatán una ceremonia de protección a la casa, el loh nah, que consiste en colgar cinco jícaras de atol, una en cada uno de los postes de la casa y una en el centro, y dejarlas colgadas toda la noche.

Por mencionar un ejemplo fuera de Yucatán, en el caso de Zinacantan, Vogt (1980:126) señala que cuando se termina de construir una casa, hay que enterrar una gallina en el centro y realizar una ceremonia que se concibe como una compensación por la madera y los otros materiales que se han utilizado. Se ponen velas, se reza y se canta ante la cruz de la casa a los cuatro rincones y al centro.

Las direcciones cardinales y el centro, como se observa, aparecen en el registro una y otra vez, aún más: algunas entidades han permanecido allí durante siglos, prácticamente con los mismos nombres. Así, Landa (2001:71) menciona a los bacabes sostenedores del cielo y, entre otros nombres, les llama kanalbacab o kanpauahtun, chakalbacab o chakpauahtun, zacalbacab o zacpauahtun y ekelbacab o ekpauahtun.

En el siglo siguiente, Cogolludo (1954, Libro IV:352) anota que “Fingían otros Dioses, que sustentaban el cielo (…) sus nombres eran Zacal Bacab, Canal Bacab, Chacal Bacab y Ekel Bacab”. Casi trescientos años después, en la primera mitad del Siglo XX, Villa Rojas (1978:290) reportaba entre los “dioses paganos” que aún encontraba en Quintana Roo a los chakes de las cuatro esquinas del cielo, cuyos nombres eran Chac-babatun-chac, Kan-babatun-chak, Ek-babatun-chak y Zac-babatun-chak. Villa Rojas consideraba que babatun era una corrupción del nombre pahuahtun. Aparentemente, estos sostenedores del cielo son algunos de los dioses que nunca se fueron.

CONSIDERACIONES FINALES

Haciendo un recuento de las ceremonias domésticas hay por lo menos, tres objetivos que estas esperan alcanzar:

  • La propiciación del buen desempeño de los miembros de la comunidad en el futuro, de manera que cumplan las labores que se consideran propias de su género
  • La protección del espacio construido
  • La relación adecuada con los seres sobrenaturales.

Todo esto se enmarca en un esquema ordenado y lógico que puede ser espiritual y físicamente identificable; este esquema se repite —y se ha repetido ancestralmente— a diferentes niveles: el k’oben, la casa, el solar, la milpa, el asentamiento, el entorno natural, el universo.

Aunque hay muchas variantes y no puede hablarse, de ninguna manera, de homogeneidad ni en tiempo y el espacio, es notoria la persistencia de ciertas prácticas materiales así como de ciertas explicaciones o razones. El registro sistemático de ceremonias y prácticas domésticas Mayas contemporáneas se irá aproximando a las múltiples formas de concebir lo cotidiano y lo sobrenatural y tal vez, sólo tal vez, ayude a comprender un poco más, el pasado.

REFERENCIAS

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1987        Arquitectura doméstica en Coba. En Coba, Quintana Roo. Análisis de dos unidades habitacionales mayas del Horizonte Clásico (editado por L. Manzanilla), pp.25-67. UNAM, México.

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Figura 1 Ubicación de Siho

Figura 2 Ubicación de ofrenda

Figura 3

Figura 4

Figura 5

Figura 6 Concepción del universo

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