Categorías

66 – EL VENADO, EL PECARÍ E ITZAMNAAJ – Pilar Asensio Ramos – Simposio 20, Año 2006

Descargar este artículo en formato PDF

Asensio Ramos, Pilar

2007        El venado, el pecarí e Itzamnaaj. En XX Simposio de Investigaciones Arqueológicas en Guatemala, 2006 (editado por J. P. Laporte, B. Arroyo y H. Mejía), pp. 1115-1128. Museo Nacional de Arqueología y Etnología, Guatemala.

66

EL VENADO, EL PECARÍ E ITZAMNAAJ

Pilar Asensio Ramos

Palabras clave

Religión Maya, iconografía Maya, mitos, venado, pecarí, vasos policromados, deidades

Abstract

THE DEER, THE PECCARY AND ITZAMNAAJ

These three characters appear related to each other, as seen in various depictions on polychrome Late Classic vases. The coincidence of these three images, on ceramics with different styles, suggests they are part of a recurring myth. This paper proposes what their possible significance might be through evaluation of iconography and symbology and the relationships established between these images.

Tanto el venado, el pecarí e Itzamnaaj son personajes frecuentes en la cerámica del Clásico Tardío Maya. El dios se manifiesta como una deidad anciana, que habita en el cielo donde recibe el homenaje y da consejos a otros dioses, a distintos animales y a los Gemelos.

Frente a esta personalidad divina, homogénea, el venado y el pecarí presentan diferentes atributos y funciones: bien como cargadores de divinidades –de las hijas del Dios de la Tierra, el venado, de Itzamnaaj, el pecarí– bien como wayob (Grube y Nahm 1994), o como víctimas de sacrificios rituales. La cabeza del venado es, además, uno de los tocados más frecuentes, tanto en jugadores de pelota, como en guerreros o cazadores.

Su relación con Itzamnaaj se manifiesta en contextos de sacrificio. En el K8177 (Kerr 1989-1994), el dios presencia cómo un pecarí va a ser decapitado por Chaak. En otro, recibe, de manos de un venado, unos cuernos de este animal, reflejo de un sacrificio ritual que vemos en el K2785 (Kerr 1989-1994), y que pudo estar relacionado con el cambio estacional y la fertilidad agrícola (Pohl 1981; Taube 1988).

En resumen, la imagen de Itzamnaaj se corresponde en cierta medida con la recogida por los cronistas, o en los libros del Chilam Balam: un dios creador, lejano, que se ocupa de múltiples cuestiones a través de intermediarios –seres divinos o semidivinos, más próximos a la humanidad– como los Gemelos y determinados animales. El venado y el pecarí tienen, entre otras funciones, la de ser cargadores de divinidades. Y ambos al parecer fueron objeto de una muerte ritual: el venado cazado con flechas con vistas a ser desprovisto de sus cuernos, mientras que el pecarí es decapitado por Chaak (K3450 y K8177; Kerr 1989-1994).

La cerámica que se analizará, la K8622 (Figuras 1 a 4; Kerr 1989-1994), presenta la particularidad de recoger dos momentos de la actividad creadora o “reactivadora” de Itzamnaaj, fuera del que es su lugar sobre las estrellas. Lo hace a lomos de dos animales que están listos para caminar, bajo una banda celeste, quizá la Vía Láctea, por un terreno cubierto de niebla o de aguas poco profundas movidas por el viento.

Un elemento central, que contiene al Dios del Viento, divide las dos galopadas de Itzamnaaj. El viento es el que divide el espacio y el tiempo en dos mitades. Esa dualidad es inherente al pensamiento Maya y mesoamericano en general. La dualidad temporal remite a la concepción Maya actual del ciclo anual (Milbrath 1999:14).

Figura 1 Vaso K8622 (tomado del “Maya Data Vase” de Justin Kerr)

El dios aparece sobre dos animales, en dos actitudes muy diferentes. Sobre el venado se ve que su cuerpo es el de un dios anciano pero poderoso, que domina la situación y recibe la ofrenda de otro de los dioses viejos Mayas: el Remero. En cambio, sobre el pecarí, Itzamnaaj no gobierna al animal. Al contrario, es este el que transporta su cuerpo exhausto.

El tema principal del vaso es el descenso de Itzamnaaj y de su poder de fecundidad sobre una tierra que estaría surgiendo de unas aguas primordiales. Como todo episodio Maya, sea tanto visual como oral o literario, está narrado siguiendo las pautas de esta cultura: gusto por la polisemia, la metáfora y la multiplicidad de significados (Burns 1983:15).

En esa clave se va a interpretar su iconografía y simbología asociada. El posible carácter primordial del episodio vendría dado por las ondas que configuran el piso sobre el que van a caminar los dos animales, y por la Banda Celeste. Es un escenario con la materia todavía en fase de definición que coincide con el relato de los primeros momentos de la creación narrados en el Popol Vuh (Recinos 2000).

La elección del venado y el pecarí para recorrer esa tierra próxima a surgir no es banal. Se debe en gran medida al rico simbolismo que puede construirse a partir de su comportamiento animal. Ambos son habitantes y caminantes del bosque, y allá por donde pisan dejan sus huellas unguladas. Son características que los hacen poseedores de cualidades similares: símbolos de la tierra aún por conocer, pero también de su fecundidad, gracias a la impronta que dejan tanto en la selva como en las milpas. La huella ungulada recuerda a la vagina de la mujer, y por extensión, a su capacidad reproductora.

 

Figura 2

 

Figura 3

Figura 4

Es un simbolismo recogido, por ejemplo, en un cuento Q’eqchi’, que cuenta cómo la Luna tiene órganos genitales gracias a que el Sol le arrojó una pata de venado que le quedó impresa (Hammond 1985:167).

Sus diferencias en el comportamiento también son significativas. El venado es un animal que gusta del calor y del buen tiempo. Al final de la estación seca, cuando la vegetación es escasa, se interna en las milpas en busca de comida. Coincide con la quema de los campos. Estos, con las cenizas aún calientes, proporcionan un entorno en el que les gusta jugar y en el que dejan sus huellas. También es la época del año en que es más fácil –y necesario-, cazarle (Schlesinger 2001).

El pecarí, en cambio, es amante de los ambientes umbríos y del frescor. Le gusta revolcarse en el barro y también visita las milpas en busca de comida. Lo hace durante la época de lluvias, dejando sus huellas sobre el terreno embarrado.

Una segunda diferencia es la velocidad de ambos, rápida la del venado, más pesada la del pecarí. Para los Kaqchikel, el Sol camina más lento entorno al solsticio de verano porque tiran de él dos pecaríes, mientras que lo hace más rápido en invierno porque lo hacen dos venados (Thompson 1967:38), con lo que queda explicado por qué en verano los días son más largos que en invierno. Puede que en el vaso K8622 (Kerr 1989-1994) se de la situación inversa, ya que no transportan al Sol, sino a Itzamnaaj, asociado con el cielo nocturno.

El venado lo haría durante el invierno, que coincide con la estación seca, cuando las noches comienzan a alargarse tras el solsticio de Diciembre. El pecarí, en verano, cuando las horas de oscuridad crecen tras el solsticio de Junio, y se está en plena estación de lluvias.

Ambos proporcionan una imagen simbólica y metafórica de seres procedentes del ambiente salvaje, desconocido, del bosque, pero con capacidad de fecundar los campos preparados por el hombre, que previamente pertenecieron a la selva.

Pero esta cerámica muestra algo más: que esa capacidad de producir y regenerar la vida está conducida por Itzamnaaj, aunque la responsabilidad de la misma, ya que son sus cargadores, remite a estos dos animales similares en sus cualidades, pero distintos en su comportamiento.

El Itzamnaaj visto en la cerámica (Figura 1) tiene el cuerpo con espejos que indican “brillo”, y está vestido con todas sus insignias divinas: concha yax, diadema con una flor de la que emana itz, sustancia sagrada, alusión al rocío, al amanecer y a la forma primordial del agua.

Dos elementos de su atuendo llaman la atención porque lo usual es que lo lleven los dos pares de Gemelos que aparecen en el Clásico: la planta prendida en la diadema que llevan los escribas, y el cinturón de jugador de pelota. Es un cinturón simple, distinto de los pesados que se ven en otros jugadores, adornado con elementos de concha, y que también llevan los dioses ancianos del vaso de los Siete Dioses (Figura 5).

Es un detalle iconográfico que puede sugerir que los llamados “dioses viejos”, se calzan el cinturón estelar de jugar a la pelota en episodios relacionados con momentos primordiales, en los que sucede lo que podríamos calificar de “batallas creativas”, se ponen en movimiento, desplazándose de sus lugares habituales. Ejemplos que pueden encontrarse en el vaso mencionado y en el presente, el K8622 (Kerr 1989-1994).

Figura 5 Vaso K2796, conocido también como el Vaso de los Siete Dioses

(tomado del “Maya Data Vase” de Justin Kerr)

Si se asume que Itzamnaaj se mueve de su posición sobre las estrellas y traslada a la tierra su potencial fecundante, se podría estar ante uno de los momentos liminales en toda sociedad agrícola: la llegada de las lluvias en el momento oportuno, y la consecuente regeneración de la tierra. En el área Maya sucede dos veces al año: en los últimos meses de la estación seca, y en la canícula, los días secos que transcurren más o menos a finales de Julio, principios de Agosto, permitiendo una segunda siembra de maíz. Cada momento entra en una de las mitades del año, separadas por los solsticios. La regeneración y fertilidad de la tierra depende de la conjunción de Itzamnaaj y los dos animales con la llegada o partida de las nubes, que queda en manos del viento. Es un ciclo que se inicia con la presencia del viejo Remero y su ofrenda, y termina para reactivarse a continuación, con la muerte o grave enfermedad de Itzamnaaj. Puede tener, por tanto, su reflejo en uno de los rituales Mayas asociados a los comienzos y fin de periodo, en este caso del año agrícola.

El inicio del ciclo se manifiesta tanto en el vigor de Itzamnaaj sobre el venado, como en la presencia del Remero y de la ofrenda, corazones o vísceras a juzgar por la forma, ofrenda similar a la que se ofrecía en el mes de Mac a Itzamnaaj y a Chaak para pedir buenas cosechas y abundantes lluvias (Landa 1985:120). Un ejemplo de extracción de vísceras, y quizá también de corazón, con los Remeros presentes, está en el K1377 (Figura 6; Kerr 1989-1994): en una plaza presidida por los Remeros, un sacerdote vestido de forma similar al Remero del K8622 (Kerr 1989-1994), está a punto de hacerlo, mientras que sobrevuela la escena el Pájaro Principal, el avatar de Itzamnaaj. La víctima podría ser por su iconografía, Hun Ajaw.

Figura 6 Vaso K1377 (tomado del “Maya Data Vase” de Justin Kerr)

Es importante que la ofrenda sea presentada por el Remero. Transfiere al momento el carácter de inicio, que implica también el fin de un ciclo vital. Tal parece haber sido la misión de estos dos dioses en distintos ciclos de la vida mitológica y ritual Maya: llevar a buen término la regeneración del Dios del Maíz o del gobernante muerto, tras transportarlos por aguas del Inframundo.

También están presentes en los rituales –en las nubes que surgen de las ofrendas– de fin de periodo que realizaban los ajawob Mayas, y que están recogidos en determinadas estelas, como la Estela 4 de Ixlu. Son dioses asociados a la muerte y a la regeneración a través del paso por el agua.

En este vaso se tiene a uno de ellos, que es el asociado con kin, día, por extensión amanecer. El kin aparece en su cabeza, y en el gran signo sobre el que se asienta el viento. Para acentuar aún más su carácter solar, está la imagen del venado, animal amante del sol y el calor, relacionado siempre de una manera u otra al Sol en los cuentos Mayas.

La mitad que recoge al venado con Itzamnaaj podría reflejar los diferentes momentos y actividades que se suceden dentro del periodo que abarca desde el Año Nuevo Maya, que se celebra tras el solsticio de invierno y la llegada de las primeras lluvias, lo que coincide más o menos con el primer paso del Sol por su cenit.

A partir del mes de Enero las nubes se hacen más escasas, ya que los vientos secos del norte se las llevan, permitiendo la presencia del Sol, el reposo de la tierra, y su posterior preparación para un nuevo periodo agrícola. Pero hay, además, otros dos elementos en la mitad del venado: el signo de Venus presidiéndolo, y un escudo con tres puntos que pende del elemento central que contiene al Dios del viento. Aluden tanto a la guerra como a la caza, dos de las actividades, junto con el comercio, que tienen lugar durante esta mitad del año. Sería la mitad luminosa del año, tal como todavía la conciben en las Tierras Altas (Gossen 1974; Figura 5) y en las Bajas (Girard 1966:64) en la actualidad.

La segunda mitad del año es la que se corresponde con la carga del pecarí (Figura 1), que transporta a un Itzamnaaj enfermo y cansado, patente tanto en su parafernalia mortecina como en la posición de su cuerpo. Es probable que ese estado se manifieste solo al final del periodo, cuando las horas de oscuridad se alargan, hasta alcanzar su máxima expresión en la noche más larga del año, la que precede al solsticio de invierno.

Es la mitad con el akbal en el cielo nocturno, y las Bandas Cruzadas sosteniendo al viento. Este último es un signo aún por determinar, pero ligado a las Bandas Celestes –es el signo que más aparece– a los grandes “monstruos terrestres” y a un determinado tipo de viento. Las “flores de lis”, signo de la muerte de los seres divinos, se escapan de una olla marcada con los tres puntos del viento. La única fuente de potencia y vida se concentra en el pecarí, dispuesto a galopar y a atacar –puede observarse un resoplido que asoma de su nariz–, a las posibles fuerzas adversas que impidan a Itzamnaaj completar su ciclo. Es un héroe, que vence a una situación adversa, la cual tiene su máxima expresión en la jarra que contiene lo que, sin duda, son unos “malos vientos”. Se manifiesta como el sostenedor del dios, en un momento en que este no está presente. Hace posible que complete su ciclo y vuelva a resurgir de nuevo. Es un espacio que transcurre con días cada vez más cortos, con poca luz solar, pero con un tiempo de calma atmosférica que coincide casi con el segundo paso del Sol por su cenit (principios de Agosto o mediados del mismo mes según la zona), que permite plantar una segunda cosecha de maíz y otras plantas.

Además del contenido mitológico de las imágenes, del que se puede extraer solo su sentido general, queda también patente que representan la división en dos mitades del año, cada una con sus características, que marcarán el correcto desarrollo de las labores agrícolas, comerciales, guerreras y de caza a lo largo del mismo. Itzamnaaj es el origen de su existencia, pero la responsabilidad de hacerlo efectivo recae en tres personajes: el viento, el pecarí y el venado.

El viento forma el eje central del vaso y lo divide en dos. En realidad son dos representaciones del Dios del Viento, que asoma su cabeza por un cesto que acaba en unas varillas de paja, una escoba, y que es casi idéntico al que aparece cerrado, en el vaso de los Siete Dioses (Figura 5). También es muy semejante a los cestos en los que los gobernantes vierten sus ofrendas de sustancias sagradas.

La identificación como el Dios del Viento (Figura 1) viene dada por los puntos o manchas negras que decoran tanto su boca, como la escoba y los elementos que penden de ella; también por la forma de la boca, los ojos y la orejera de la divinidad. Las manchas están agrupadas siguiendo un patrón de tres, las mismas que aparecen en ocasiones en la mejilla del mes Ik, “Viento”.

Los ojos tienen una vírgula y un cordoncillo alrededor, y la orejera es también característica. Su boca en forma de olla, jarra o silbato, es uno de sus rasgos iconográficos más determinantes (K7147, K1234, K7821; Kerr 1989-1994). En el K1207 (Figura 7; Kerr 1989-1994) aparece vertiendo el contenido de una jarra similar a su boca, sentado sobre bandas cruzadas y una piedra. Es una divinidad que también posee rasgos iconográficos de los Gemelos (Figuras 8a, 8b y 9): la banda en la cabeza, el cabello recogido en alto, en ocasiones cinturones de pelota y las manchas negras. Además el nombre de Hun Ajaw y Yax Balam está en el texto que acompaña las imágenes del K7821 (Figura 10; Kerr 1989-1994). Puede que sea una manifestación de los Gemelos, o de uno de ellos, y por las imágenes que se tienen, su presencia está conectada con las Bandas Cruzadas, Itzamnaaj y el Pájaro Principal.

Figura 7 Vaso K1207 (tomado del “Maya Data Vase” de Justin Kerr)

Figura 8a Vaso K1254 (tomado del “Maya Data Vase” de Justin Kerr)

Figura 8b Detalle del K1254 (tomado del “Maya Data Vase” de Justin Kerr)

Figura 9

Figura 10 Vaso K7821 (tomado del “Maya Data Vase” de Justin Kerr)

En este vaso, asoma en dos ocasiones de un cesto ceremonial. Sobre él se ve la escoba, aún hoy utilizada ritualmente en las ceremonias de cambio estacional y de fin de periodo. Tiene dos objetivos fundamentales, purificar de malos vientos el periodo que concluye, y atraer o echar a las nubes en función de la estación. El primero puede estar en relación con los malos aires que se escapan de la jarra invertida en el lado del pecarí. El segundo, con un ritual que todavía celebran los Chorti durante los solsticios. En el de invierno, el barrido ritual se realiza para arrojar a las últimas nubes del cielo (Girard 1966:222). En el de verano se lleva a cabo la misma ceremonia, pero para barrer las nubes cargadas de agua hacia la tierra (Girard 1966:94). Es, pues, la fuerza motora que barre a favor o en contra tanto los vientos secos, como los cargados con agua o malos augurios.

En resumen, la doble escena recogida en el K8622 (Kerr 1989-1994) simboliza la dualidad anual, expresada a través del concepto de inicio y fin de periodo. Se sugieren las cualidades inherentes a cada uno, cuya presencia, potenciación o control regularán la vida de la sociedad, tanto en su vertiente agrícola, como social y política. Lo harán a través de un calendario de ceremonias rituales ligadas a los cambios metereológicos y astronómicos que tienen lugar en cada estación, cuestión última que sin duda también tiene su lectura en el vaso, pero que no se ha tratado en esta ocasión.

Pero, además, pone de manifiesto otro concepto básico de la mentalidad Maya: el de cargador, en este caso dentro del carácter dual que preside el vaso. Es un reflejo de la alternancia que domina la vida agrícola y social en muchas comunidades Mayas, y que se produce durante los cambios estacionales. Como ejemplo, los rituales de cambio de “cargo” recogidos por Pohl (1981:542) en Yucatán, o los de cambio de “silla” de los Chorti (Girard 1966:200).

La existencia del concepto de “sostenedor” acerca y, en cierto sentido, une la carga con su cargador. La consecuencia de su unión, en el contexto que se utiliza, es la vida y la regeneración periódica de la misma. Este hecho ha llevado a reflexionar acerca de quiénes son realmente el venado y el pecarí, ya que cumplen, dentro de todo el proceso creativo, una función que entraría dentro de los atributos de la divinidad: hacer posible que un potencial creador se materialice en un entorno que será el de la humanidad.

Así se tiene que actúan a modo de los héroes culturales, cumpliendo de intermediarios entre los dioses creadores –lejanos e inaccesibles por definición– y la humanidad. Pero hay más, los principales rasgos iconográficos de ambos animales son los mismos que definen a los Gemelos del Clásico Hun Ajaw y Yax Balam, y también a dos divinidades del Postclásico, los Dioses R y S, a los que Taube (1992:114-117) considera antecedentes de los Gemelos del Popol Vuh y herederos de Hun Ajaw y Yax Balam.

Estos rasgos son la mancha en la mejilla del pecarí (Figura 11), que en contextos de guerra puede ser un caban (Taube 1992:115) y las pieles de jaguar (Figura 12) que adornan boca, patas y espalda del venado. Son las mismas que identifican a los Gemelos clásicos (Figuras 13 a 16). Son unos personajes que cumplen múltiples funciones –jugadores de pelota, guerreros, cazadores– y que están en ambientes tanto celestes junto a Itzamnaaj (K1183; Kerr 1989-1994), como del interior de la tierra (K2772; Kerr 1989-1994) con divinidades femeninas. Lo mismo que Hunahpu e Ixbalamque, nietos por línea paterna de las fuerzas celestes y por la materna, del Inframundo. Podría ser que, en el relato mítico que recoge el vaso K8622 (Kerr 1989-1994), Itzamnaaj estuviera siendo cargado y ayudado en su misión por Hun Ajaw y Yax Balam, en realidad sus descendientes –quizá sus nietos– por línea paterna.

Se señaló al comienzo las semejanzas de estilo entre las narraciones orales y textos escritos Mayas y las de su lenguaje iconográfico: gusto por la polisemia, la metáfora y la multiplicidad de significados. Al concluir el estudio del K8622 (Kerr 1989-1994) se puede afirmar que no se trata únicamente de una semejanza de estilos, sino que los lenguajes orales, escritos e iconográficos, desarrollan un corpus común de tradiciones religiosas, de creencias sobre el universo y de actividad ritual. Es un corpus común que permite el diálogo y la interacción entre los estudios de iconografía, religión, mitología y rituales.

Figura 11 Comparación de las manchas del pecarí con las de Hun Ajaw del K1226 y K1892

(tomado del “Maya Data Vase” de Justin Kerr)

Figura 12 Comparación de las manchas de jaguar del venado con las de Yax Balam del K1892

(tomado del “Maya Data Vase” de Justin Kerr)

Figura 13

Figura 14

Figura 15

Figura 16

REFERENCIAS

Burns, Allan

1983        Oral Literature of the Yucatec Maya. University of Texas Press, Austin.

Girard, Rafael

1966        Los Mayas. Libro Mex editores, México.

Gossen, Gary

1974        Chamulas in the World of the Sun. Cambridge, Harvard University Press.

Grube, Nikolai y Werner Nahm

1994        A Census of  Xibalba: A Complete Inventory of Way Characters on Maya Ceramics. En The Maya Vase Book Vol.4. Kerr Associates, New York.

Hammond, Norman

1985        The Sun is Hid: Classic Depictions of a Maya Myth. En Fourth Palenque Round Table Vol.6. The Precolumbian Art Research Institute, San Francisco.

Kerr, Justin

1989-94        The Maya Vase Book. Vol.1-4. Kerr Associates, New York.

Landa, Fray Diego

1985        Relación de las cosas de Yucatán. Historia 16, Madrid.

Milbrath, Susan

1999        Star Gods of the Maya. Astronomy in Art, Folklore and Calendar. Thames and Hudson, Fine Arts Museums of San Francisco.

Pohl, Mary

1981        Ritual Continuity and Transformation in Mesoamerica: Reconstructing the Ancient Maya Cuch Ritual. American Antiquity 46 (3):513-529.

Recinos, Adrián (ed)

2000        Popol Vuh. Fondo de Cultura Económica, México.

Schlesinger, Victoria

2001        Animals and Plants of Ancient Mesoamerica. A Guide. University of Texas Press, Austin.

Taube, Karl A

1988        A Study of Classic Maya Scaffold Sacrifice. En Maya Iconography (editado por E. P. Benson y G. Griffin). Princeton University Press, New Jersey.

1992        The Mayor Gods of Ancient Yucatan. Studies in Precolumbian Art and Archaeology 32. Dumbarton Oaks, Washington DC.

Thompson, Eric

1967        Maya Creation Myths. Estudios de Cultura Maya 6:14-44. México.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *