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64 tnias coloniales: La incorporación de los Mayas de San Pedro en Honduras Británica, 1855-1936 – Jason Yaeger, Minette C. Church, Richard M. Leventhal y Jennifer Dornan – Simposio 17, Año 2003

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Yaeger, Jason, Minette C. Church, Richard M. Leventhal y Jennifer Dornan

2004        Etnias coloniales: La incorporación de los Mayas de San Pedro en Honduras Británica, 1855-1936. En XVII Simposio de Investigaciones Arqueológicas en Guatemala, 2003 (editado por J.P. Laporte, B. Arroyo, H. Escobedo y H. Mejía), pp.710-719. Museo Nacional de Arqueología y Etnología, Guatemala.

64

ETNIAS COLONIALES:

LA INCORPORACIÓN DE LOS MAYAS DE SAN PEDRO

EN HONDURAS BRITÁNICA, 1855-1936

Jason Yaeger

Minette C. Church

Richard M. Leventhal

Jennifer Dornan

El “Proyecto Los Mayas San Pedro” es una investigación multidisciplinaria que une datos arqueológicos, documentos escritos e historias orales, con el fin de lograr un mejor entendimiento de los Mayas de San Pedro, un grupo de habla yucateco que llegó a Belice alrededor de 1857 al terminar la Guerra de Castas en Yucatán. El interrogante que guía el proyecto es entender los procesos sociales y políticos por los cuales este grupo de gente Maya que vivía en las aisladas selvas fronterizas de la colonia, llegó a estar incorporada en la colonia inglesa, con un enfoque especial en el papel que jugaron la etnicidad y la identidad. Se han realizado ya cuatro temporadas de investigación y en esta sección se introduce el proyecto y los resultados que se han obtenido. Comienza con un tratamiento breve del contexto histórico, y de éste pasa a una discusión de las investigaciones de campo desde 2000 y sus resultados.

CONTEXTO HISTÓRICO

A la llegada de los conquistadores españoles, los cacicazgos del sureste de la península de Yucatán llamados Chactemal y Dzulinicob fueron sometidos a uno de los episodios más sangrientos de la Conquista (Jones 1989). Sin embargo, sus habitantes quedaron lejos de los centros del control colonial, hecho que contribuyó a la sublevación exitosa de la región en el año 1638. A fines del siglo XVII, después de la reconquista de la región, los habitantes fueron trasladados al lago Petén Itza, quedándose la costa del Caribe poco poblada (Jones 1998).

Una consecuencia imprevista en la reducción forzada de las poblaciones de la zona fue la creación de un refugio para los piratas y madereros ingleses, quienes habían establecido asentamientos ilícitos en la costa desde 1671 (Serrano Mangas 1985). Entre ellos, la Colonia de la Bahía llegó a ser la más grande, la que llegaría a llamarse Honduras Británica, actualmente Belice. Por el enfoque económico en la extracción de la madera, que se realizaba mediante el flote de trozos de madera por los ríos, la población de este asentamiento se concentró mayormente en la costa y en las riberas de los ríos (Caiger 1951). En cuanto a su demografía y estructura social, era típico de las colonias inglesas en la región caribeña. Los esclavos y sus descendientes constituían la mayoría de la población, mientas el asentamiento se gobernó por una élite minoritaria de gente inglesa.

La Colonia de la Bahía seguía así hasta la Guerra de Castas en México, la cual llegó a transformarla radicalmente. En el año 1847 los ejércitos Mayas iniciaron una guerra con el fin de crear una nación independiente gobernada por ellos mismos y llegaron a controlar la gran mayoría de la península. Sin embargo, en el espacio de un año, las tropas mexicanas lograron empujar a las fuerzas sublevadas hasta las selvas de las zonas sur y suroeste de la península. En esta zona aislada, los Mayas gozaron de una autonomía política, aunque sin reconocimiento internacional, y las décadas siguientes fueron marcadas por enfrentamientos esporádicos con las fuerzas militares de México (Dumond 1997; Reed 2001; Sullivan 1989).

Es importante señalar que los Mayas en la Guerra de Castas no mostraron un frente unido, sino que se dividieron por la formación de distintas facciones, hecho que tuvo mucho impacto en la época de post-guerra (Dumond 1977). Los Mayas de Santa Cruz – conocidos también como los Cruzob – seguían la profética Cruz Parlante e hicieron una alianza con los ingleses para así independizarse de México (Reed 2001). En cambio, los Mayas de Chichanha e Icaiche eran católicos que reconocían la soberanía limitada de México, por lo que se llamaban los pacíficos del sur. Los Mayas de San Pedro eran un grupo de los pacíficos que salieron de Icaiche y establecieron nuevas aldeas más hacia el sur, alrededor del año 1857 (Jones 1977). Las aldeas más grandes eran San Pedro Siris y San José Yalbac (Figura 1).

Figura 1  El sector central de Belice en el siglo XIX (Jones 1977)

Durante la Guerra de Castas, miles de personas fueron desplazadas y muchas de éstas huyeron a Honduras Británica, hecho que hizo aumentar de manera significativa la población, que creció de 9809 personas en el año 1845 hasta 25,635 en 1861. Además, se transformó la sociedad de la colonia, ya que con la llegada de tanta gente de descendencia española, Maya y mestiza, los pobladores británicos llegaron a formar solamente el 1.5% de la colonia (Bolland 1977; Shoman 2000). Pese a esto, las autoridades vieron la inmigración como un cambio positivo, porque esperaban que los inmigrantes constituyeran una importante fuente mano de obra, la cual era muy escasa en la colonia (Cal 1991).

No obstante, al mismo tiempo se preocupaban por los indios “bravos”, quienes por poco habían ganado la Guerra de las Castas. De hecho, ejércitos Mayas de Icaiche y sus aliados solían atacar los campamentos y asentamientos ingleses, y cobraban rentas a los equipos que extraían madera, actividades que contribuyeron al estereotipo negativo de los Mayas desde la perspectiva inglesa (Dumond 1997; Jones 1977). Para dar un ejemplo, los Icaiche secuestraron 80 personas del campamento  en y pidieron  por su rescate Después de este ataque, las autoridades inglesas por fin accedieron a los pedidos que hacían los Mayas de San Pedro, por armas con que defenderse ellos mismos y, según la estrategia británica, poner un obstáculo entre Icaiche y las poblaciones inglesas (Jones 1977). A la vez, reconocieron oficialmente a la autoridad del líder de San Pedro, s (Jones 1977; Bolland 1987)

Los ingleses, pese a haberles armado, desconfiaban de los Mayas de San Pedro, es así que en el año 1866 corrió una voz de que éstos se unieron con los de Icaiche para atacar el asentamiento inglés. El Teniente Gobernador envió al Cuarto Regimiento de las Indias Occidentales a la aldea para enfrentarse con las tropas Mayas, pero las fuerzas coloniales fueron derrotadas en una batalla desastrosa y humillante, durante la cual las tropas de la colonia huyeron. Los habitantes ingleses enterados de la derrota temieron una sublevación general de los Mayas, zarpando el Teniente Gobernador hacia Jamaica para buscar ayuda (Jones 1977). Al año siguiente, reforzada con tropas de Jamaica, la fuerza inglesa tomó a San Pedro, San José y otras aldeas vecinas, dispersando a sus habitantes y quemando a sus casas. Aunque los pobladores de las aldeas regresaron después de algunos años, el éxito militar de los ingleses puso fin a las actividades militares de los Mayas de San Pedro.

Durante lo que quedaba del siglo XIX, los Mayas vivían en la frontera noroeste de la colonia con poca intervención colonial. Viajaban a Belice y a San Ignacio para comprar mercancías y parecía que las autoridades de la colonia habían aceptado y no interferían mucho en sus aldeas. Esta situación cambió rápidamente en los años 20, cuando empezó el uso de tractores y ferrocarriles para la extracción de caoba, nuevas tecnologías que abrieron a la explotación las selvas del noroeste (Dobson 1973; Finamore 1994).

Las compañías inglesas compraron parcelas grandes de selva, las que incluían las aldeas donde los Mayas de San Pedro habían vivido más que 70 años, aunque sin título legal alguno. Esto hizo que aumentara el conflicto entre los Mayas y los ingleses, y los habitantes de San Pedro abandonaron su aldea probablemente a fines de los años 20. Los habitantes de la otra aldea grande de la región, San José Yalbac, fueron sacados a la fuerza porque supuestamente estuvieran tumbando caoba y otros árboles de valor económico cuando hacían sus milpas. Los trasladaron a San José Palmar en 1936, quemando las casas de la aldea para hacer permanente el traslado. Este acto puso un fin a la historia de los Mayas de San Pedro en esta zona de Belice.

El resumen histórico se basa en documentos coloniales, igual que la gran mayoría de los estudios de la época. En cambio, ésta investigación busca los datos arqueológicos e historias orales que puedan complementar a los documentos y así enriquecer nuestro entendimiento de esta época tan importante, durante la cual nace la sociedad y la cultura que se transformaría a la nación actual de Belice. La presente investigación destaca tres objetivos generales:

1.        Averiguar algunas características básicas de las aldeas de los Mayas San Pedro, como su ubicación, tamaño, demografía, y organización interna. Esta información no se discute mucho en los informes y cartas inglesas.

2.        Entender mejor las interrelaciones sociales y económicas que existían entre los habitantes de estas aldeas y la colonia, y también los procesos por los cuales se efectuaron la incorporación de las aldeas de los Mayas San Pedro en la colonia.

3.        El proyecto trata del tema de la etnicidad y la política de identidad en Honduras Británica durante la época colonial. Los documentos en los archivos de Belmopan y Londres describen la manera en que los ingleses representaban la etnicidad Maya – o la raza de indios como decían ellos. Pero son más escasas las perspectivas Mayas respecto al tema, ni de su rol en la producción en la nueva sociedad cultural que se creó durante la segunda mitad del siglo XIX. Las historias orales acerca de los descendientes de los habitantes de las aldeas de San Pedro y San José ayudan a entender mejor la perspectiva Maya en aquella época, mientras que los datos arqueológicos permiten entender las prácticas cotidianas por las cuales los Mayas de San Pedro se distinguían – intencionalmente o no – de los otros grupos étnicos de la colonia.

INVESTIGACIONES DE CAMPO

Las investigaciones de campo comenzaron a fines de los años 90, con viajes de recorrido con el objetivo de ubicar algunas de las aldeas de los Mayas San Pedro que el historiador Grant Jones había identificado en documentos archivados en Belice. Dado de que las casas en estas aldeas fueron hechas con materiales perecederos y no se sentaron en plataformas altas, la tarea de localizarlas se presentó verdaderamente difícil. El hecho clave de reconocer un sitio del siglo XIX es la presencia de artefactos de la época en la superficie del suelo, pero estos fueron tapados por la capa de hojas caídas en la selva. Afortunadamente, el abandono del lugar fue reciente, así que existe todavía un conocimiento de los sitios entre la gente actual de Belice.

Entrevistas con beliceños quienes habían vivido en las aldeas y la información recolectada por Jones en el archivo de Belice dio una idea general de la ubicación de los sitios. Luego, las ubicaciones exactas se hallaron con la ayuda de gente que ha trabajado o viajado por la zona, como chicleros, cazadores y los buscadores de madera, o con los milperos que han llegado a vivir en la zona. Así se logró reconocer a las dos aldeas más grandes de este grupo Maya, las cuales son San José Yalbac y San Pedro Siris (Figura 1).

Actualmente, investigaciones más detalladas se han limitado a San Pedro Siris, que según la investigación de Jones funcionaba como sede política para todas las aldeas de la región y tenía alrededor de 350 habitantes. Tenían edificios que realizaban funciones religiosas, tales como una iglesia, una casa para fiestas, un cuartel para tropas Mayas, una corte y una cárcel. La aldea se ubicaba en un llano pequeño y rodeado por cerros y el riachuelo que corría por medio de la plaza que proveía agua a los habitantes.

En el año 2000, se iniciaron labores arqueológicas en el sitio, definiendo dos componentes distintos: San Pedro Este y San Pedro Oeste, entre ambos corre el riachuelo (Figura 2). El más pequeño de los dos es San Pedro Oeste, que se presenta como una zona de artefactos del siglo XIX que mide aproximadamente 125 m por 60 m. En un mes de trabajo de campo en 2000, se investigó San Pedro Oeste. Se trazó una cuadrícula de 5 m por 5 m sobre toda la superficie de la zona y se recolectaron todos los artefactos. Durante la prospección de superficie no se halló ningún rasgo arquitectónico, así que con el fin de hallar señales de los edificios de la aldea se inició un programa de más de cien pozos de sondeo con coba. Se esperó encontrar restos de pisos de sascab o alineaciones de piedra, pero no se halló ningún rasgo arquitectónico. Así que se decidió excavar 10 unidades formales de 1 m por 2 m, en las cuales tampoco no se descubrió nada. Aunque la carencia de evidencia de arquitectura provocó muchas frustraciones, los miles de artefactos que se recogieron de la superficie proporcionaron buena información y dieron impulso a la decisión de regresar el año 2001.

En 2001, las investigaciones se enfocaron hacia San Pedro Este, el componente más grande del sitio que mide aproximadamente 150 m por 75 m También se trabajó un poco en la concentración sur de San Pedro Este. Se continuó la recolección sistemática de artefactos, pero con cuadrícula de 2.5 m, realizando la prospección de una zona de aproximadamente 13,250 m2. También se inició un programa de muestreo de suelos para análisis químicos, recolectando muestras de cada en la cuadrícula, y se realizó un estudio etno-arqueológico de los suelos en una rancho en la vecindad (Eichmann y Yaeger 2002; Yaeger 2002).

Como con las metodologías empleadas en la temporada anterior no se había logrado descubrir ningún rasgo de edificio, se decidió cambiar de estrategia. Se excavaron 17 unidades contiguas en una zona de alta densidad de artefactos. Estas excavaciones revelaron concentraciones significativas de artefactos a los 5 a 10 cm debajo de la superficie del suelo, pero continuaba la escasez de evidencia alguna de los edificios de la gente que había depositado todos estos artefactos. La última unidad que se planificó para excavar fue de salvamento, para extraer una botella entera que se halló en un hoyo de corozo, la cual descubrió dos depósitos de basura, asociados con dos alineaciones de piedra y una superficie de suelo arenoso.

Figura 2  San Pedro Siris

En el año 2002, el equipo de arqueólogos retornó para otro mes de excavaciones, y se cambió de estrategia otra vez. Se consideró necesario revelar la estratigrafía de un área del sitio más amplia para poder identificar más rasgos y entender mejor su variación y ubicación. Para lograrlo, se excavaron 11 trincheras de 50 cm de ancho y de entre 14 y 40 m de largo. Estas trincheras proporcionaron una riqueza de información, descubriéndose 29 rasgos, los cuales presentan una diversidad impresionante. Hay alineaciones de piedra tosca que posiblemente indican edificios y existen lentículas muy distintivas con pequeñas piedras de calcita, artefactos y piedras alteradas por el fuego que parecen ser superficies de uso. También se encontraron hoyos pequeños con piedras alteradas por el fuego y mucho carbón, los cuales parecen ser usados como hornos en tierra para cocinar.

Estos rasgos de claro carácter doméstico se organizan en dos zonas habitacionales, separadas por un afloramiento de laja caliza. Más al noreste se hallaron dos entierros en pozos cavados en la laja caliza, los cuales se ubican en una zona extensa donde un suelo negro y orgánico está enterrado por un depósito de sascab y piedra caliza, lo cual indica que esta zona era un cementerio. Así, las investigaciones de la temporada 2002 comprobaron que el sitio tenía muchos rasgos, los cuales se encontraban en un buen estado de preservación, hechos que impulsaron un programa de excavación en área extensa en 2003.

ANÁLISIS DE MATERIAL

Aunque las excavaciones y los datos arquitectónicos procedentes de éstas se han mostrado cada temporada más interesantes y comprensibles, no cabe duda que hasta hoy han sido los análisis de laboratorio que han proporcionado la gran mayoría de evidencia para la interpretación de San Pedro.

Los artefactos comprueban que existía una dinámica compleja de los habitantes de San Pedro frente a las estructuras sociales y económicas de la colonia inglesa. De mayor interés para la presente investigación son los datos relacionados a las costumbres alimenticias en la aldea, los que demuestran los lazos económicos entre la aldea y el resto de la colonia, y los que sugieren que los Mayas de San Pedro en algunos aspectos se oponían a la soberanía colonial.

Son comunes los fragmentos de armas de fuego y municiones, mayormente de escopetas. Probablemente fueron utilizados más que nada para la caza de animales, pero las escopetas también les sirvieron a los San Pedranos en su famosa derrota de las fuerzas inglesas en 1866. Es de mencionar el hecho de que la mayoría de los barriles de escopeta que se halló están deformados, el cual hace creer que al tomar la aldea en el año 1867, los soldados ingleses decidieron destruir las escopetas ya antiguas de los aldeanos en vez de despojarlos de la selva.

Las numerosas hachas y machetes probablemente se usaban en el cultivo de las milpas y en otras actividades cotidianas. Pero cabe mencionar que muchos de los héroes indígenas de la Guerra de Casta que se han inmortalizado en los murales y estatuas públicas de Yucatán tienen un machete en su mano, hecho que lo hace hoy en día un símbolo de resistencia. También el machete servía de manera más sutil como arma de resistencia a la colonización inglesa. Las compañías inglesas, con la ayuda de las autoridades coloniales, intentaban transformar los Mayas en una clase obrera y hacerles dependientes en las compañías, imponiéndoles límites en el acceso a tierras de cultivo. El cultivo de milpa efectuado por los Mayas de San Pedro impedía su incorporación en las estructuras económicas de la colonia.

Sin embargo, los San Pedranos no quedaron completamente aislados, hecho que comprueban los artefactos que demuestran que participaron en la economía colonial y así adquirieron muchos objetos importados, incluso objetos domésticos, tales como platos, lámparas, tijeras, muñecas y otras cosas más. Hay una frecuencia alta de botellas de alcohol importado y la presencia de cerámica con decoración Flow Blue, lo cual era más costoso que otros tipos de decorados (Snyder 1996).

Estos materiales indican un cierto nivel de dinero disponible con que los Mayas de San Pedro adquirieron productos más costosos, probablemente durante visitas anuales a la capital de Belice. Asimismo, es probable que adquirían productos para revenderlos a otros grupos más alejados de los centros de comercio. Cabe observar que las colecciones de artefactos que Joel Palka ha realizado en sitios Lacandones en Petén se parecen mucho a las que se han hallado el presente proyecto (Palka 1996, 1998).

La cantidad y diversidad de productos importados en San Pedro demuestra que los Mayas de esta aldea participaron de una manera comprensiva en la economía colonial y global. Sin embargo, existe una fuerte evidencia de que ellos mismos regulaban esta participación de manera que mejor podían satisfacer sus propias necesidades. El ejemplo más claro de este fenómeno es el mantenimiento de un sistema alimenticio Maya Yucateco en San Pedro. Es obvio que los habitantes de la aldea preferían servir su comida en platos importados, muchos de ellos con mucha decoración. Escogían formas hondas como soperas y cuencos, los cuales constituyen dos tercios de la colección de cerámica, mientras los platos constituyen menos del 10%. Las cerámicas de una aldea inglesa coetánea demostrarían frecuencias muy distintas. Además se han hallado muy pocos cubiertos. Evidentemente, los Mayas de San Pedro compraban objetos domésticos para servir y comer sopas y pucheros, probablemente guisos emblemáticos de la comida yucateca como escabeche, chilmole, y frijoles negros. Además, parece que comían con tortillas en vez de tenedores.

Los Mayas de San Pedro preparaban su comida de muchas maneras, de las cuales el más común fue en cazuelas de hierro. Estas serían ideales para preparar carne al estilo pibil, enterrando la carne ya preparada en un hoyo con brazas y piedras calientes. Los numerosos hoyos con carbón y piedras alteradas por el fuego, en combinación con la alta frecuencia de huesos de quijadas de marrano, sugieren que el cochinito pibil – un guiso exquisito de los Mayas Yucatecos – se comía mucho en San Pedro.

También se halló una cerámica de producción local. Estas vasijas de fabricación tradicional incluyen cuencos grandes y jarras, algunas con engobe anaranjado y otros con baño gris. Algunas llevan decoración impresa. La presencia de estas cerámicas indica que existían otros sistemas de producción y redes económicas que no dependían tanto del mercado global. Otros ejemplos de este fenómeno son los cuchillos y las navajas fabricadas con pedazos de vidrio de botellas quebradas.

CONCLUSIONES

Para concluir, cabe hacer notar que las investigaciones que se han realizado hasta la fecha en San Pedro demuestran el papel importante que debe jugar la arqueología histórica en los estudios del pasado reciente. Aunque muchos creen que la época moderna se comprende mejor por los documentos escritos, está claro que los documentos no tratan de todos los temas de interés, además de que existen grupos que por varias razones no están representadas de forma comprensiva en los documentos.

Los datos arqueológicos de cuatro temporadas de investigación en San Pedro Siris han proporcionado nueva información relativa a los Mayas de San Pedro y su incorporación en Honduras Británica. Sin embargo, es importante subrayar que ni los restos arqueológicos, ni los documentos históricos, ni las narraciones orales, pueden proporcionar una visión completa del siglo XIX, sino que es la síntesis de estos tres tipos de datos, a veces complementarios, a veces contradictorios, que llevan a un mejor conocimiento de los Mayas de San Pedro y su rol en la historia de Belice.

Agradecimientos

Los directores del Proyecto de los Mayas de San Pedro quieren agradecer al gobierno de Belice y en especial el Departamento de Arqueología, sus Comisionados Alan Moore, George Thompson y Brian Woodye. Cabe señalar la ayuda extraordinaria de Jaime Awe, John Morris, Teresa Batty, Annette Waight, Melissa Badillo y Joyce Tun. En el Departamento de Archivos, el Director Charles Gibson y su personal proporcionaron mucha ayuda a nuestro estudio. Los dueños de los terrenos donde se ubica San Pedro Siris, los señores Carlos Montalbán, Pitts y Alwin Smith, dieron permiso y facilitaron nuestra investigación. Asimismo, al personal del Trek Stop y los señores Robert y Donna Langlois, Michael Artemief, Florentín Penados y Luis Godoy.

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