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55 Nuevas aportaciones arqueológicas para el área de Parramos – José Benítez – Simposio 15, Año 2001

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Benítez, José E.

2002         Nuevas aportaciones arqueológicas para el área de Parramos. En XV Simposio de Investigaciones Arqueológicas en Guatemala, 2001 (editado por J.P. Laporte, H. Escobedo y B. Arroyo), pp.665-673. Museo Nacional de Arqueología y Etnología, Guatemala.

55

NUEVAS APORTACIONES ARQUEOLÓGICAS

PARA EL ÁREA DE PARRAMOS

José E. Benítez

Se puede afirmar que el pequeño valle que da cobijo al actual pueblo de Parramos fue utilizado en la antigüedad como campo de sembradío y no para dar cabida a una población siempre creciente que usó como habitación mayormente las faldas de los numerosos cerros que componen el paisaje. Prueba de ello es que hasta la fecha ha sido reportado tan solo un montículo en la parte llana. Esto fue lo que se comprobó durante el reconocimiento que se efectuó durante el año 2000 en la parte montañosa de dicho municipio.

Las condiciones climáticas son diferentes a las del valle, observándose temperaturas bajas que indudablemente condicionaron al antiguo habitante a crear estrategias de vida que le permitieran adaptarse. Entre estas la vivienda la cual jugó un papel primordial, así como la optimización del consumo alimenticio vital para crear calorías.

Dentro de la muestra cerámica recolectada, se ha encontrado de los tres periodos conocidos para la arqueología guatemalteca. Debido a lo profuso de los ejemplares cerámicos, prácticamente en todos los cerros, se deduce que la habitación prehispánica se dio en todos lados, aunque la temporalidad aún está por determinarse.

Se pudo comprobar que no hubo grandes conglomerados, sino más bien grupos aislados que aprovecharon la tierra circundante para sembrar. Esto induce a pensar que el territorio entero dentro de lo estudiado fue un productor de comida esencialmente. Se dan tres casos de lugares que poseen montículos. Hay uno de ellos, Xejuyu (Figura 1) el más grande, posee una inmensa terraza para poder dar cabida a cuatro construcciones de tierra. En éste, por la alta concentración de cerámica encontrada en superficie, se deduce que todo el espacio fue habitado en distintas épocas aprovechando sus características defensivas. Los otros son menos ostentosos, estando uno de ellos cercano a la aldea Pampay (Figura 2), que muy bien podría representar la primera estación del asentamiento y que más tarde se haya trasladado por razones de seguridad a un lugar aislado y seguro. Dentro de los límites del tercero fue edificado el primer pueblo de Parramos (Figura 3), donde aún se puede ver los restos de la iglesia colonial, una ataujía, fuentes, pilas y casas de los vecinos que vivieron antes de la destrucción causada por una correntada y posteriormente un terremoto.

Por las características que muestran estos asentamientos, es válido decir que fueron cacicazgos los que gobernaron este territorio, por lo menos en alguna de sus etapas. No se descarta la posibilidad de que hubiese sido parte de otro más poderoso, ya que otros estudios efectuados con anterioridad en áreas adyacentes han demostrado la existencia de ellos.

EL PATRÓN DE ASENTAMIENTO

Hasta el momento no se ha encontrado suficientes restos de un asentamiento poblacional prehispánico que indique cómo fueron las casas de los habitantes de esta zona en diferentes épocas. Tan sólo se han encontrado los cimientos de dos posibles lugares de alojamiento dentro del sector 38091408, los cuales presentan características similares a otros lugares de habitación de sitios ya reportados en el Altiplano Central (Benítez 1991; Borhegyi 1950, 1965; García 1992; Shook 1947, 1952). Siguiendo la línea de Borhegyi (1965), se puede afirmar que dentro de esta zona hubo dos tipos diferenciados de asentamiento:

Figura 1  Cuatro montículos de Xejuyu

Figura 2  Dos montículos cerca de Pampay

Figura 3  Plano de la iglesia de Pueblo Viejo y cuatro montículos

1.        Aquellos que tienen el fin primordial de servir de casa los cuales generalmente son de cimiento de piedra, paredes de material perecedero y techo de paja, como los que se observan en la actualidad en algunas aldeas como Paraxaj y Pampay, y así como lo reportó un estudio llevado a cabo en la década de 1940 por el Instituto Indigenista Nacional (Pop 1948). O sea, casa de una sola habitación de 3 X 3 m aproximadamente, piso de tierra apisonada, paredes de caña de maíz, techo de paja, generalmente una gramínea muy gruesa que crece en abundancia en las laderas de los cerros. En esa época aún tenían el fogón sobre el piso, apoyando los utensilios de cocina sobre piedras. Esta costumbre además de ahorrar energías a la persona que cocinaba, mantenía caliente el ambiente. Es posible que utilizaran bahareque en las paredes, técnica reportada por Marie-France Fauvet (1986) para los habitantes prehispánicos de Tierras Altas para hacer más cálidas las habitaciones. Las personas que habitaron estas casas dormían en el suelo sobre petates que traían de la región de Quilisimate.

2.        Lugares de culto. Se mencionó anteriormente los tres conjuntos de montículos que fueron encontrados. Durante el reconocimiento de campo se pudo constatar que muchas veces los yacimientos de restos cerámica utilitaria se encontraban, o bien sobre la pendiente del cerro, o en la parte plana del mismo. Sobre esta evidencia se ha llegado a considerar, siguiendo el modelo propuesto por Carmack, Fox y Stewart (1975), que para el periodo Postclásico, según su ubicación, las áreas de asentamiento podrían dividirse en:

1. Patrón Montano: se trata de casas de habitación que se considera hubo sobre la parte alta de los cerros. En el caso de los 26 lugares investigados, se pudieron constatar gran cantidad de cerámica de distintos tipos, así como piedra que sirvió de base a los cimientos de casas que hubo en otros periodos.

2. Patrón en Pendiente: casas que fueron situadas al pie o sobre las pendientes de los cerros. Como prueba se encontró cerámica en abundancia, como para colegir que hubo también habitación prehispánica en muchas de las laderas estudiadas dentro del área de estudio, así como terrenos que fueron acondicionados con muros de contención para evitar el deslizamiento del terreno. Este modelo también considera oportuno mencionar aquellos trabajos que han servido para modificar el terreno con fines de un mejor aprovechamiento. Durante las exploraciones, se encontraron puentes o rellenos de tierra, que sirven aún en la actualidad para una mejor locomoción entre los cerros. Uno de ellos tiene 140 m de largo por 3 m de ancho (Figura 4).

Figura 4  Planta y perfil de Puente de Tierra

Una de las características de este singular terreno por donde han transitado incontables generaciones, es la gran cantidad de veredas que comunican un lugar con otro. Algunos son de hechura reciente, pero la mayoría tienen connotación de ser muy antiguos, como el que va desde Pueblo Viejo hasta Parijuyu, lugar que se encuentra justo en el borde de la montaña, para luego bajar hacia Santa Catarina Barahona sobre el valle de Quilisamate. Indudablemente que la gran mayoría han sufrido cambios, debido primero a la introducción de animales de carga por los españoles, y segundo, por el advenimiento de vehículos automotores. Algunas veredas fueron socavadas de las laderas de los cerros, otros solamente son trabajos mayores de relleno. Un gran porcentaje presenta señales de haber sido acondicionados para facilitar el paso de los peatones (Figura 5).

Figura 5  Posición del área de Parramos (plano 1:50,000)

LA CERÁMICA

Gran parte de la cerámica recolectada en superficie es del tipo utilitario. Muestra influencias para el Clásico Medio y Tardío de las fases Las Charcas y Arévalo de Kaminaljuyu (Rands y Smith 1965; Shook y Kidder 1952), y para el Posclásico aparecen formas micáceas (no muy abundantes) que se relacionan con el ámbito Kaqchikel de esa época y el estilo cerámico imperante para ese momento (Benítez 1990; Navarrete 1962). La mayoría de la cerámica recolectada es de color naranja, con formas que van desde platos con soportes mamiformes, cónicos, zoomorfos y rectangulares. Asimismo, cuencos con incisiones verticales a los lados, ollas con bordes evertidos, a veces reforzados en el exterior, cántaros con cuello vertical y divergente, y cuerpos globulares con cuatro o dos asas anchas y fuertes que van sujetas al cuello. Respecto a esta cerámica Hatch (1998) señala que pertenece a lo que se denomina Tradición Solano que se origina en el Occidente de Guatemala en el Preclásico Medio. Ya para el Clásico Tardío esta cerámica es popular en los actuales departamentos de Chimaltenango, Sacatepéquez y Guatemala. Dentro de los ejemplares hay abundante cerámica de color rojo. Se encuentran ejemplares de vasijas de gran tamaño, con paredes gruesas, para cocinar bastante comida. También dentro de esta cerámica se encontraron restos de lo que parecen ser incensarios de gran tamaño pero sumamente fragmentados. Según Robinson (1968), el origen puede ser del valle de la Antigua Guatemala, en donde también es abundante.

En la colección hay cerámica blanca conocida como Sacatepéquez, según Neff y Robinson (1998) es común para los departamentos de Sacatepéquez y Chimaltenango.

CONCEPTOS ALREDEDOR DEL TEMA

En trabajos anteriores se ha planteado la posibilidad de que sociedades con las características que se han encontrado en las de Parramos, hayan sido del tipo cacical agrícola (Benítez 1991; Gutiérrez 1989; Sarmiento 1986). Un cacicazgo ha sido definido por Carneiro (1981) y Earle (1987), como: “forma de gobierno que organiza centralmente una población regional de varios miles”. Dentro de esa forma de gobierno hay unas que son más complejas que otras, dependiendo del grado de población con la que estén compuestas. Las formas simples las define Earle (1991) como aquellas que están por debajo de mil habitantes, un nivel en la jerarquía política sobre la población común, y un sistema de rango social. Service (1964) señala que una de las características esenciales de una sociedad cacical es que no existen clases sociales, pero que tampoco son igualitarias, ya que existe una jerarquía entre los individuos. Esta jerarquía estaría dada por el prestigio personal, poder ritual y reglas suntuarias. La función esencial de una sociedad cacical es producir alimentos. Dentro de los indicadores arqueológicos que señala Sarmientos (1986) para definir a una sociedad cacical únicamente se han encontrado en las montañas de Parramos: a) la utilización de la trilogía alimenticia: maíz, frijol y calabaza; asimismo terrazas agrícolas; b) centros ceremoniales; c) actividad religiosa, esto se fundamenta con el hallazgo, aunque fragmentado, de posibles incensarios; d) intercambio de bienes con otras regiones, fundamentado con el hallazgo de cerámica que pertenece a otros lugares.

En la zona de Parramos es posible que hubiese más de un cacicazgo, divididos en diferentes barrios, ya que la geografía tan particular de la zona permite crear fronteras limitadas por ríos, barrancos, el bosque y cerros altos. En la actualidad existen dentro de lo que se considera el territorio montañoso, poblaciones que las une únicamente el hecho de pertenecer al mismo municipio y etnia. Cada una es independiente y tienen autoridades propias, siendo el alcalde de Parramos la máxima autoridad. Hasta muy reciente, ir de una aldea a otra usando los senderos, tiene que haber sido una tarea fatigosa de varias horas subiendo y bajando caminos. Lo más probable es que en cada caserío se dieran casos de familias nucleadas, que se heredaban los bienes entre sí. Esta conclusión no está dada en base de trabajos arqueológicos, sino más bien sobre la base de comparaciones etnológicas de otros investigadores como Morelos (1986). Se hicieron observaciones en la aldea Pampay, en donde los habitantes en su mayoría tienen una relación de parentesco y consanguinidad. Arnauld (1992) menciona sobre bases etnohistóricos “las casas largas” dedicadas a los personajes más importantes como símbolo de poder y linaje. Dentro del área investigada, aún hay que establecer dónde pudieron estar estos centros de poder, por medio de la excavación arqueológica. Los pequeños poblados aquí asentados pudieron haber mantenido un grado de autonomía, a pesar de tener alguna dependencia política, económica y religiosa con alguno de sus vecinos, o respecto a determinados productos no manufacturados dentro de la zona (Kristiansen 1991). A ese respecto, Cortez y Larraz (1958) menciona que Parramos era más rico que su vecino San Andrés Itzapa, en la visita que realizó en el siglo XVIII.

CONCLUSIONES

Aún falta estudio para saber por ejemplo las filiaciones que Parramos tuvo con centros mayores aposentados en Chimaltenango y el valle de la Antigua Guatemala, así como la función social de los 26 sitios domésticos hasta ahora encontrados. No se sabe si se realizaron algunas artesanías donde se produjeran bienes distintos a los agrícolas, o bien, si las posibles casas eran unidades familiares nucleadas o extensas, y el parentesco que existió entre los diferentes habitantes. O ¿en qué momento de la historia general de la región llegó a tener más población?

Por otro lado, lo extraordinario de estar tan cerca de pueblos que estuvieron sujetos a la influencia de culturas más poderosas como la de Cotzumalguapa y no encontrar ninguna muestra de dominio de parte de ella en el área de Parramos, está comunicando alguna marginalidad o quizá el dominio de otra cultura que mantuvo hegemonía a pesar de tener vecinos tan cercanos como lo eran Pompeya, Los Terrenos y Ramos en el área de Antigua Guatemala. También la posibilidad que toda el área en un momento dejó de ser un cacicazgo para convertirse en parte del estado Kaqchikel.

REFERENCIAS

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