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02 Tikal, un siglo de arqueología – Cristina Vidal Lorenzo – Simposio 11, Año 1997

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Vidal Lorenzo, Cristina

1998        Tikal, un siglo de arqueología. En XI Simposio de Investigaciones Arqueológicas en Guatemala, 1997 (editado por J.P. Laporte y H. Escobedo), pp.5-9. Museo Nacional de Arqueología y Etnología, Guatemala (versión digital).

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TIKAL, UN SIGLO DE ARQUEOLOGÍA

Cristina Vidal Lorenzo

«Tikal, un siglo de arqueología» es el título de una exposición monográfica, en la que hemos pretendido reunir las imágenes más representativas del descubrimiento, excavación y restauración de esta importante ciudad de la antigüedad Maya.

En realidad, la exposición está concebida como un paseo a través de las intervenciones a las que fueron sometidos sus edificios principales a lo largo de estos últimos cien años. Para ello, hubo que recurrir a las excelentes fotografías tomadas por los incansables exploradores y viajeros del siglo XIX, los primeros que dieron a conocer los vestigios de una ciudad que había permanecido más de mil años sepultada por la selva. Nos referimos a las célebres imágenes captadas por A. Maudslay y T. Maler a finales del siglo pasado, cuyas placas de vidrio originales se conservan en el Museo Británico y en el Museo Peabody de la Universidad de Harvard, respectivamente,

No es nuestra intención relatar ahora cómo se llevaron a cabo tales trabajos -información contenida en los paneles explicativos de la muestra- pero sí nos gustaría realizar una pequeña reflexión acerca del impacto que tuvo en la arquitectura de Tikal todo este cúmulo de actuaciones.

Deberíamos empezar por su descubrimiento en 1848, ya que con ocasión de esa expedición se cortaron muchos árboles y se despejó parte de la espesa maleza en la que estaban sumergidas las ruinas, con el fin de realizar los primeros dibujos hasta ahora conocidos de Tikal, a cargo del artista Eusebio Lara. Comentarios como: Hoy me dirigí a despojar de las raíces de los árboles una lápida ovalada… o el buen éxito correspondió a mis deseos y esfuerzos de los operarios pues al desprenderse los árboles y voltear la piedra… se repiten a menudo en el informe de Modesto Méndez (1963), publicado inmediatamente después de finalizada la expedición.

Aunque la vegetación haya sido la causante del deterioro de los edificios, sabido es que la mayoría de las ruinas aún se mantienen en pie al permanecer abrazadas y sujetas por las tentaculares raíces de los árboles gigantes de la jungla tropical, por ello, cualquier tala indiscriminada puede provocar el inmediato desplome de los elementos constructivos más inestables. Imaginamos que el ansia y la fascinación que debieron sentir los miembros de la expedición de Méndez ante tal descubrimiento les impidió tener en cuenta esas obvias medidas cautelares. Tampoco estaban en aquel entonces sensibilizados con el daño que los grafitos y otras anotaciones modernas causan en los monumentos, de ahí que Méndez acabe su informe diciendo que pasé a visitar por despedida á las estatuas de piedra y á los cuatro palacios que quedan por la banda del Norte y Oriente de este á cuyos pies estamos; dejamos en el interior de sus paredes nuestros nombres y una inscripción fechada….

La publicación de este informe despertó el interés, tanto en América como en Europa, por las antiguas ciudades Mayas, de modo que Tikal pronto comenzó a ser visitada por «buscadores de tesoros y otras curiosidades» que causaron graves daños en el sitio. Las piezas más vistosas, como las vigas de los dinteles de madera de chicozapote tallados con exquisitos bajorrelieves, fueron mutiladas y arrancadas de su lugar original. Algunas de ellas se exhiben actualmente en museos europeos; otros corrieron peor suerte ya que fueron dolorosamente cercenadas o nunca más aparecieron.

Cierto es que la labor de Maudslay y de Maler fue mucho más científica y gracias a sus detalladas descripciones y minuciosos dibujos se ha podido reconstruir paso a paso el reencuentro con el pasado Maya. No obstante, sólo para el mero hecho de tomar fotografías, se vieron obligados a cortar los árboles y las molestas ramas que impedían la correcta visión del monumento. Frases como ésta de Maudslay (1974) nos dan una idea de cómo se llevaba a cabo el proceso: El sitio de la antigua ciudad está tan densamente cubierto por la selva que durante mi primera visita pasé la mayor parte del tiempo ocupado en descubrir la posición aproximada de los edificios más importantes; y aunque en 1882 envié hombres por adelantado para que quitaran algunos árboles, no fui capaz de hacer una prospección satisfactoria.

Por todo ello, puede decirse que desde entonces los edificios de Tikal comenzaron a sufrir las consecuencias de intervenciones dañinas, lo que aceleró el proceso de derrumbamiento y destrucción de algunas partes de sus arquitecturas. Esas mismas fotos a las que antes hacíamos referencia son un claro testimonio de cómo estaban los edificios a finales del XIX y cómo los hallaron los arqueólogos del Museo de la Universidad de Pennsylvania, quienes desde 1956 y hasta 1970 fueron los responsables de la excavación y restauración de Tikal.

Cuando dio inicio el Tikal Project ya habían quedado atrás algunos lamentables ejemplos de restauración de ruinas Mayas en los que el abuso del cemento y la excesiva reconstrucción arquitectónica cambió totalmente la fisonomía original de esos antiguos centros. Aquellos fueron años importantes para la restauración a nivel mundial y nuevos aires soplaban desde Europa. En 1964 se formulaba la Carta de Venecia, declaración de principios internacional contraria a esa tendencia a reinventar las ruinas. Entonces ya no se hablaba tanto de reconstruir sino de restaurar y consolidar.

En ese sentido, el Tikal Project adoptó un criterio que podríamos denominar «escénico» o «fotográfico», es decir, sólo se reconstruiría aquella parte del edificio que cupiera en una foto tomada desde un punto «estratégico»; el resto podía permanecer cubierto de vegetación. William R. Coe (1969:202) lo explicaba de esta manera: Nuestro objetivo consistió en dar al visitante no sólo un sentido balanceado de lo que Tikal fue antaño, sino también lo que desde el punto de vista romántico ha llegado a ser durante el milenio que duró su abandono y decadencia.

Gracias a las magníficas fotografías tomadas por los miembros del Tikal Project, cuidadosamente conservadas en los archivos del Museo de la Universidad de Pennsylvania, tanto la excavación como el proceso de restauración de los edificios y monumentos de Tikal han quedado perfectamente documentados, incluso aquellas actuaciones más desacertadas y polémicas como fue la demolición de la Pirámide 5D-33. Al desaparecer esta enorme masa arquitectónica de casi 35 m de altura, la composición volumétrica de la Gran Plaza y concretamente la de la Acrópolis Norte, se vieron seriamente perjudicadas.

Si la fotografía del Templo 5D-33 constituye un documento único de algo que ya no es, en otras imágenes nos hemos encontrado con edificios que sí son pero que no podemos contemplar ya que una vez registrados fueron vueltos a tapar para evitar su deterioro. Un ejemplo de ello es el Edificio 44 de la Acrópolis Central, ricamente ornamentado con representaciones de divinidades en estuco. Igual de importantes son en este sentido las fotografías de los hallazgos de tumbas y ofrendas, que como bien sabemos los arqueólogos suelen ser muy difíciles de fotografiar teniendo en cuenta el contexto en el que generalmente aparecen.

Pero volviendo al tema de la restauración, nos gustaría insistir en el hecho de que las intervenciones del Museo de la Universidad de Pennsylvania en Tikal marcaron un antes y un después. A partir de entonces se abandonó la vieja concepción de la reconstrucción para y por el turismo y testimonios como éste de George Guillemin (1970) ya no se volvieron a poner nunca más en práctica en estas ruinas: En el Templo II se hizo la escalinata por completo, se reconstruyó la fachada Este y la fachada del Templo.

Y llegamos a los años ochenta, década en la que tuvo lugar el Proyecto Nacional Tikal y su ambicioso programa de investigación en Mundo Perdido. Ahora ya no importaba tanto esa imagen fotográfica del monumento que había puesto de moda el Tikal Project, sino que el fin último del proyecto era, en palabras de quienes lo excavaron, conocer todos los sucesos relacionados con Mundo Perdido acontecidos sin interrupción durante largos 1500 años, permitiendo que este sector de Tikal contribuya sensiblemente a la explicación de la vida y dramas experimentados en una de las principales ciudades de los antiguos Mayas (Laporte y Fialko 1995:41).

Desde el punto de vista de la restauración, los edificios fueron sólidamente consolidados y restaurados, pero nunca masivamente reconstruidos. Incluso en algunos de ellos, como en el Templo 5C-49, se dejaron a la vista sus diferentes etapas constructivas, en las que se descubren repetidas soluciones en forma de talud combinadas con paramentos verticales o tableros, siendo éste uno de los ejemplos de talud-tablero más antiguo de Tikal.

Criterios semejantes de restauración fueron aplicados en la reciente restauración del Templo I, aunque a diferencia del caso anterior este impresionante monumento ya había sido excavado y parcialmente reconstruido por el Tikal Project. Sus daños derivaban no sólo de la vegetación que aún cubría toda la fachada norte, sino también de la exposición al medio ambiente a raíz de dicha intervención.

Los criterios empleados para su restauración fueron la consolidación estructural y constructiva del edificio, con algunas actuaciones de anastilosis, utilizando para ello piedra de la misma cantera que explotaron los antiguos Mayas y diferenciando en todo momento la obra original de la parte intervenida.

Con ello se ha pretendido facilitar la comprensión del monumento y evitar ciertas operaciones que, a menudo, provocan confusión y dudas en los que lo observan, así como la tendencia a homogeneizar el edificio con otros de su entorno inmediato, lo que puede conducir a interpretaciones erróneas (Vidal y Muñoz 1997).

La exposición concluye por tanto con la misma imagen con la que empieza, la del Templo I «Gran Jaguar», pero entre ellas media una distancia de cien años, o lo que es lo mismo, el resumen de «un siglo de arqueología en Tikal».

REFERENCIAS

Coe, William R.

1969        El Proyecto Tikal: 1956-1970. Anales de la Sociedad de Geografía e Historia de Guatemala 42:185-202. Guatemala.

Guillemin, Jorge F.

1970         Notas sobre restauración y reconstrucción en los sitios de Tikal e Iximche, Guatemala. XXXVIII Congreso Internacional de Americanista, Vol.2. Munich.

Laporte, Juan Pedro y Vilma Fialko

1995        Un reencuentro con Mundo Perdido, Tikal. Ancient Mesoamerica .6:41-94. Cambridge University Press, Cambridge.

Maudslay, Alfred

1974        Biología Centrali-Americana. Milpatron Publishing Corporation, Nueva York.

Méndez, Modesto

1963        Descubrimiento de las ruinas de Tikal. Antropología e Historia de Guatemala 15 (1):38-42.

Vidal, Cristina y Gaspar Muñoz

1997        El Templo I Gran Jaguar. Historia y Restauración. AECI, Madrid.

Figura 1 Plano de Tikal

 

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